Día 353, DAB Español, Jueves 18 de Diciembre
Habacuc 1:1-3:19; Apocalipsis 9:1-21; Salmos 137; Proverbios 30:10 (Reina Valera Contemporánea (RVC))
Habacuc 1-3
Reina Valera Contemporánea
Habacuc se queja de la injusticia
1 Profecía y visión del profeta Habacuc.
2 ¿Hasta cuándo, Señor, te llamaré y no me harás caso? ¿Hasta cuándo clamaré a ti por causa de la violencia, y no vendrás a salvarnos? 3 ¿Por qué permites que vea yo iniquidad? ¿Por qué me haces espectador del mal? ¡Sólo veo destrucción y violencia! ¡Ante mis ojos surgen pleitos y contiendas! 4 Por eso tu ley carece de fuerza, y la justicia no se aplica con verdad. Por eso los impíos asedian a los justos, y se tuerce la justicia.
Los caldeos, azote de Judá
5 «Miren entre las naciones, y vean, y asómbrense. Yo voy a hacer en sus días algo, a lo que ustedes no darán crédito, aunque se les cuente. 6 Estoy por hacer que vengan los caldeos, un pueblo cruel y tenaz que recorre toda la tierra para adueñarse de los territorios de otros pueblos. 7 Es un pueblo formidable y terrible, que por sí mismo decide lo que es justo y digno. 8 Sus caballos son más ligeros que los leopardos y más feroces que los lobos nocturnos. Sus jinetes vienen de lejos, a galope tendido; vienen raudos como águilas, dispuestos a devorar, 9 ¡y todos ellos caen sobre su presa! El terror los precede, y recogen cautivos como quien recoge arena. 10 Se ríen de los reyes, se burlan de los príncipes; hacen mofa de toda fortaleza: construyen terraplenes y conquistan ciudades. 11 Pasan con la fuerza de una tormenta, y esa fuerza la atribuyen a su dios.»
Protesta de Habacuc
12 Tú, Señor, eres un Dios santo. Tú existes desde el principio; ¡no nos dejes morir! Tú, Señor, eres nuestra Roca; ¡no hagas que este pueblo nos juzgue y nos castigue! 13 Si por la pureza de tus ojos no soportas ver el mal ni los agravios, ¿por qué soportas ver a quienes nos desprecian? ¿Por qué callas cuando los impíos destruyen a quienes son más justos que ellos? 14 ¡Tratas a la gente como a los peces del mar, como a los insectos, que no tienen quien los gobierne! 15 Los caldeos nos pescan a todos con anzuelos y nos recogen con sus redes. ¡Con gran alegría y regocijo nos amontonan en sus mallas! 16 Luego ofrecen sacrificios a sus redes, y queman incienso a sus mallas, pues gracias a ellas aumentan sus riquezas y su fuente de alimentos. 17 ¡Pero ni así dejan de lanzar sus redes, ni se apiadan de las naciones, a las que siguen destruyendo sin cesar!
El Señor responde a Habacuc
2 Decidí mantenerme vigilante. Decidí mantenerme en pie sobre la fortaleza. Decidí no dormir hasta saber lo que el Señor me iba a decir, y qué respuesta daría a mi queja. 2 Y el Señor me respondió, y me dijo:
«Escribe esta visión. Grábala sobre unas tablillas, para que pueda leerse de corrido. 3 La visión va a tardar todavía algún tiempo, pero su cumplimiento se acerca, y no dejará de cumplirse. Aunque tarde, espera a que llegue, porque vendrá sin falta. No tarda ya. 4 Aquel cuya alma no es recta, es arrogante; pero el justo vivirá por su fe. 5 El que es afecto al vino, es traicionero y soberbio, y por lo tanto no permanecerá, pues ensancha su garganta como el sepulcro y es insaciable como la muerte; reúne para sí mismo a todos los pueblos y naciones.
Ayes contra los injustos
6 »¿Y no habrán de burlarse de ti, y de lanzarte sarcásticos refranes? No faltarán quienes digan: “¡Ay de ti, que acumulabas bienes ajenos! ¿Hasta cuándo habrías de amontonar lo que a otros arrebataste?”
7 »¿No habrán de levantarse de pronto tus deudores, y al despertar te harán temblar, y serás para ellos botín de guerra? 8 Tú has despojado de sus bienes a muchas naciones; por eso todos los otros pueblos te despojarán. Y es que tú has derramado mucha sangre, has cometido muchos robos en la tierra y en las ciudades, y contra todos sus habitantes.
9 »¡Ay de ti, que codicias ganancias injustas para tu casa, y que pones en alto tu nido para escaparte del poder del mal! 10 Para vergüenza de tu casa, hiciste planes malvados, asolaste a muchos pueblos, y has pecado contra tu vida. 11 Ciertamente, las piedras de los muros clamarán contra ti, y las tablas del enmaderado repetirán el eco.
12 »¡Ay de ti, que edificas la ciudad con sangre, y que la fundas sobre la iniquidad! 13 ¿Acaso no lo ha determinado el Señor de los ejércitos? Los pueblos trabajarán para el fuego, y las naciones se fatigarán en vano. 14 Porque así como el mar rebosa de agua, también la tierra rebosará con el conocimiento de la gloria del Señor.
15 »¡Ay de ti, que embriagas a tu prójimo! ¡Ay de ti, que le acercas el odre y lo emborrachas para contemplar su desnudez! 16 Eso, en vez de honrarte, te llena de deshonra, ¡pero también tú beberás y mostrarás tu desnudez! El Señor mismo vendrá a ti, y con su mano derecha te dará a beber del cáliz, y tu honra quedará cubierta de afrentoso vómito. 17 Ciertamente, la rapiña del Líbano recaerá sobre ti, y las fieras te despedazarán. Y es que tú has derramado mucha sangre, has cometido muchos robos en la tierra y en las ciudades, y contra todos sus habitantes.
18 »¿De qué sirve la escultura que hace el escultor? ¿De que sirve la estatua fundida, maestra de mentira, obra en la que pone su confianza el que hace imágenes mudas? 19 ¡Ay del que pide al palo que despierte, y que a la piedra muda le pide levantarse! ¿Cómo pretende ser maestro? ¡Sus imágenes están recubiertas de oro y plata, y no hay en ellas ningún hálito de vida!»
20 Pero el Señor está en su santo templo. ¡Que calle delante de él toda la tierra!
Oración de Habacuc
3 Oración del profeta Habacuc. Sobre Sigionot.
2
Señor, he oído hablar de tus hechos,
y saberlo me llena de temor.
Vuelve a actuar, Señor, en estos tiempos;
date a conocer en nuestros días,
y si te enojas, recuerda que eres compasivo.
3
¡Dios viene de Temán!
¡El Santo viene del monte de Parán!
¡Su gloria cubre los cielos!
¡La tierra se llena con su alabanza!
4
¡Su resplandor es como la luz!
¡Brillantes rayos salen de su mano!
Allí está escondido su poder!
5
Avanza precedido de gran mortandad,
y cierra su marcha ardiente fuego.
6
Si se detiene, la tierra se estremece;
si lanza una mirada, tiemblan las naciones,
las montañas eternas se desmoronan,
y las colinas perennes se hunden.
¡Sus caminos son eternos!
7
He visto aflicción en las tiendas de Cusán,
y angustia en las tiendas de Madián.
8
¿Te enojaste, Señor, contra los ríos?
¿Te airaste contra ellos?
¿Se desató tu furia contra el mar
cuando montaste en tus caballos
y subiste en tus carros de victoria?
9
Al quedar tu arco al descubierto,
pudo verse tu aljaba repleta de flechas.
Con los ríos divides la tierra.
10
Los montes te ven, y tiemblan.
Pasan las aguas y todo lo inundan;
el mar profundo deja oír su voz,
y las grandes olas se agitan.
11
Al ver el resplandor de tus saetas,
y el brillo de tu deslumbrante lanza,
el sol y la luna detienen su marcha.
12
En tu ira, pisoteas la tierra;
en tu furor, aplastas a las naciones.
13
Acudes al llamado de tu pueblo,
y sales en ayuda de tu ungido.
Abates la casa del jefe malvado,
y lo dejas desnudo de pies a cabeza.
14
Horadas con sus propios dardos
la cabeza de sus guerreros,
que arremeten contra mí para que huya,
y gozan devorando al pobre que se esconde.
15
Tú cabalgas en el mar con tus caballos,
y haces que se agiten las muchas aguas.
16
Al oírte, se estremecen mis entrañas;
mis labios tiemblan al escuchar tu voz.
El mal me cala hasta los huesos,
y en mi interior todo se estremece,
pero yo espero confiado el día de la angustia,
el día en que será invadido
el pueblo que ahora nos oprime.
17
Aunque todavía no florece la higuera,
ni hay uvas en los viñedos,
ni hay tampoco aceitunas en los olivos,
ni los campos han rendido sus cosechas;
aunque no hay ovejas en los rediles
ni vacas en los corrales,
18
yo me alegro por ti, Señor;
¡me regocijo en ti, Dios de mi salvación!
19
Tú, Señor eres mi Dios y fortaleza.
Tú, Señor, me das pies ligeros, como de cierva,
y me haces andar en mis alturas.
Al jefe de los cantores. Sobre instrumentos de cuerda.
Apocalipsis 9
Reina Valera Contemporánea
9 Cuando el quinto ángel tocó su trompeta, vi que una estrella cayó del cielo a la tierra, y que se le dio la llave del profundo abismo. 2 El ángel abrió las profundidades del abismo, y de allí salió humo, como de un horno enorme, y ese humo hizo que el sol y el aire se oscurecieran. 3 Del humo salieron también langostas, que infestaron la tierra; y se les dio el mismo poder que tienen los escorpiones de la tierra, 4 pero con la orden de no dañar la hierba ni los árboles, ni nada que tuviera verdor, sino sólo a quienes no tuvieran en la frente el sello de Dios. 5 No se les permitió matar a nadie, sino sólo hacer sufrir a la gente durante cinco meses con el mismo dolor de una picadura de escorpión. 6 Durante ese tiempo la gente intentará morir, pero no lo conseguirá; deseará la muerte, pero ésta huirá de ellos.
7 Las langostas tenían el aspecto de caballos preparados para la guerra; en la cabeza llevaban algo parecido a una corona de oro, y sus caras eran semejantes a los rostros humanos. 8 Sus crines parecían cabelleras de mujer, y sus dientes eran como los colmillos de los leones. 9 Su caparazón parecía una coraza de hierro, y con sus alas producían un estruendo semejante al de muchos carros y caballos que corren a la batalla. 10 Sus colas y aguijones eran como de escorpiones, y con su cola podían dañar a la gente durante cinco meses. 11 El rey que los gobierna es el ángel del abismo, cuyo nombre en hebreo es Abadón, y en griego, Apolión.[a]
12 El primer ay pasó, pero aún faltan dos ayes más.
13 Cuando el sexto ángel tocó su trompeta, oí una voz que salía de entre los cuatro cuernos del altar de oro que estaba delante de Dios. 14 Esa voz le decía al sexto ángel que tenía la trompeta: «Desata a los cuatro ángeles que están atados junto al gran río Éufrates.» 15 Y fueron desatados los cuatro ángeles, los cuales estaban preparados para matar en esa hora y ese día, de ese mes y año, a la tercera parte de la gente. 16 Y oí que el número de las tropas de a caballo era de doscientos millones. 17 Ésta es la visión que tuve de los caballos y sus jinetes: Sus corazas eran rojas como el fuego, azules como el zafiro y amarillas como el azufre. Las cabezas de los caballos parecían cabezas de león, y por el hocico lanzaban fuego, humo y azufre. 18 La tercera parte de la gente murió por causa de estas tres plagas, es decir, por el fuego, por el humo y por el azufre que lanzaban por el hocico. 19 Y es que los caballos tenían poder en el hocico y en la cola, pues su cola parecía serpiente, y el daño lo causaban con la cabeza.
20 El resto de la gente, los que no murieron por estas plagas, ni aun así se arrepintieron de su maldad, ni dejaron de adorar a los demonios ni a las imágenes de oro, plata, bronce, piedra y madera, las cuales no pueden ver ni oír ni caminar. 21 Tampoco se arrepintieron de sus asesinatos ni de sus hechicerías, ni de su inmoralidad sexual ni de sus robos.
Footnotes
Apocalipsis 9:11 O, destructor.
Salmos 137
Reina Valera Contemporánea
Recuerdos del cautiverio en Babilonia
137 Junto a los ríos de Babilonia,
Nos sentábamos a llorar al acordarnos de Sión.
2
Sobre los sauces de la ciudad
colgamos nuestras arpas.
3
Los que nos capturaron, nos pedían que cantáramos.
Nuestros opresores nos pedían estar contentos. Decían:
«¡Canten algunos de sus cánticos de Sión!»
4
¿Y cómo podríamos cantarle al Señor
en un país extranjero?
5
Jerusalén,
si acaso llego a olvidarme de ti,
¡que la mano derecha se me tulla!
6
Jerusalén,
¡que la lengua se me pegue al paladar,
si acaso no llego a recordarte
ni te pongo por encima de mis alegrías!
7
Señor, recuerda lo que decían los edomitas
el día que Jerusalén fue destruida:
«¡Arrásenla, destrúyanla hasta sus cimientos!»
8
¡También tú, Babilonia, serás arrasada!
¡Dichoso el que te dé tu merecido
por todo el mal que nos hiciste!
9
¡Dichoso el que agarre a tus niños
y los estrelle contra las rocas!
Proverbios 30:10
Reina Valera Contemporánea
10
No acuses al siervo ante su amo,
no sea que te maldiga y sufras el castigo.
Reina Valera Contemporánea (RVC)
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