Tuesday, June 25, 2024

DAB Español, Miércoles 26 de Junio

Día 178, DAB Español, Miércoles 26 de Junio


2 Reyes 9:16-10:31; Hechos 17:1-34; Salmos 144; Proverbios 17:27-28 (La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH))








2 Reyes 9:16-10:31

La Palabra (Hispanoamérica)


16 Jehú montó en su carro y marchó a Jezrael, donde Jorán estaba convaleciente. Ocozías, el rey de Judá, había bajado a verlo. 17 El centinela que estaba en la torre de Jezrael vio venir al grupo de Jehú y dio el aviso:


— Veo venir un grupo.


Jorán ordenó:


— Elige a un jinete y mándalo a su encuentro a preguntarles si traen buenas noticias.


18 El jinete fue a su encuentro y le dijo:


— El rey pregunta si traen buenas noticias.


Jehú le respondió:


— A ti no te importa. Ponte detrás de mí.


El centinela informó:


— El centinela ha llegado hasta ellos, pero no vuelve. 19 El rey envió otro jinete que al llegar a ellos dijo:


— El rey pregunta si traen buenas noticias.


Jehú contestó:


— A ti no te importa. Ponte detrás de mí.


20 El centinela volvió a informar:


— Ha llegado hasta ellos, pero no vuelve. La manera de conducir es la de Jehú, el hijo de Nimsí, pues conduce a lo loco.


21 Entonces Jorán ordenó:


— Engancha el carro.


Engancharon su carro y Jorán, el rey de Israel, y Ocozías, el rey de Judá, salieron cada uno en su carro al encuentro de Jehú y se encontraron con él en la heredad de Nabot, el de Jezrael. 22 Cuando Jorán vio a Jehú le preguntó:


— ¿Traes buenas noticias, Jehú?


Pero Jehú respondió:


— ¿Qué buenas noticias puede haber mientras tu madre, Jezabel, siga con sus prostituciones y sus brujerías?


23 Inmediatamente Jorán dio la vuelta para escapar, gritando a Ocozías:


— ¡Traición, Ocozías!


24 Pero Jehú disparó su arco e hirió a Jorán por la espalda. La flecha le atravesó el corazón y cayó desplomado en su carro. 25 Entonces Jehú ordenó a su asistente Bidcar:


— Bájalo y tíralo en el campo de Nabot, el de Jezrael. Recuerda que cuando tú y yo cabalgábamos juntos con su padre Ajab, el Señor pronunció este oráculo contra él: 26 “Ayer vi la sangre de Nabot y la sangre de sus hijos. Pues en este mismo campo te daré tu merecido —oráculo del Señor—”. Así que, bájalo y arrójalo a la heredad de Nabot, como dijo el Señor.

Asesinato de Ocozías de Judá


27 Cuando Ocozías, el rey de Judá, vio lo que pasaba, salió huyendo en dirección a Ben Hagán. Pero Jehú lo persiguió y ordenó:


— Mátenlo también a él.


Lo hirieron sobre su carro en la cuesta de Gur, cerca de Jibleán; pero él logró huir hasta Meguido, donde murió. 28 Sus oficiales lo llevaron en carro a Jerusalén y lo enterraron con sus antepasados en la ciudad de David. 29 Jorán había comenzado a reinar en Judá el año undécimo de Jorán, el hijo de Ajab.

Muerte de Jezabel


30 Jezabel se enteró de que Jehú llegaba a Jezrael. Entonces se pintó los ojos, se arregló el pelo y se asomó a la ventana. 31 Cuando Jehú entraba a la ciudad, Jezabel le dijo:


— ¿Cómo estás, Zimrí, asesino de su señor?


32 Jehú miró a la ventana y preguntó:


— A ver, ¿quién está conmigo?


Se asomaron dos o tres cortesanos 33 a los que Jehú ordenó:


— ¡Tírenla abajo!


La tiraron y su sangre salpicó sobre las paredes y los caballos, que la pisotearon. 34 Jehú entró a comer y a beber y luego ordenó:


— Ocúpense de esa maldita y entiérrenla, pues es hija de reyes.


35 Cuando fueron a enterrarla sólo encontraron su cráneo, sus pies y sus manos. 36 Volvieron a informar a Jehú, y él comentó:


— Así se cumple la palabra que el Señor pronunció por medio de su siervo Elías, el de Tisbé: “Los perros devorarán el cuerpo de Jezabel en los campos de Jezrael, 37 su cadáver será como estiércol sobre el campo y nadie podrá reconocerla”.

Matanza de la familia real de Israel


10 Ajab tenía setenta hijos en Samaría. Jehú escribió cartas y las envió a Samaría, a los notables de Israel, a los ancianos y a los tutores de los hijos de Ajab. En ellas decía: 2 “Ya que tienen con ustedes a los hijos de su señor, carros y caballos, una ciudad fortificada y armamento, cuando reciban esta carta, 3 disciernan cuál es el mejor y el más recto entre los hijos de su señor, siéntenlo en el trono de su padre y defiendan la dinastía de su señor”.


4 Ellos quedaron aterrorizados y dijeron:


— Si dos reyes no han podido resistírsele, ¿cómo podremos nosotros?


5 Así que el mayordomo del palacio, el gobernador de la ciudad, los ancianos y los preceptores mandaron a decir a Jehú:


— Somos tus servidores y haremos todo lo que nos digas, pero no proclamaremos a nadie rey. Haz lo que te parezca mejor.


6 Entonces Jehú les escribió otra carta que decía: “Si están conmigo y quieren obedecerme, vengan a verme mañana a estas horas a Jezrael, trayendo las cabezas de los descendientes de su señor”.


Los setenta hijos del rey vivían con los nobles de la ciudad, que se encargaban de criarlos. 7 Cuando recibieron la carta, mataron a los setenta hijos del rey, pusieron sus cabezas en cestos y se las enviaron a Jezrael. 8 Cuando llegó el mensajero, le comunicó:


— Ya han traído las cabezas de los hijos del rey.


Entonces Jehú ordenó:


— Déjenlas en dos montones a la entrada de la ciudad hasta mañana.


9 A la mañana siguiente, Jehú salió y, puesto en pie, dijo a todo el pueblo:


— Ustedes son inocentes. He sido yo quien ha conspirado contra mi señor y lo ha matado. Pero, ¿quién ha matado a todos estos? 10 Sepan, pues, que ninguna de las palabras que el Señor pronunció contra la dinastía de Ajab caerá en saco roto. El Señor ha realizado lo que anunció por medio de su siervo Elías.


11 Jehú mató a todos los supervivientes de la familia de Ajab en Jezrael y a todas sus autoridades, parientes y sacerdotes, hasta no dejar ni uno vivo.

Matanza de la familia real de Judá


12 Después emprendió el camino hacia Samaría y cuando llegó a Betequed de los Pastores 13 se encontró con los parientes de Ocozías, el rey de Judá, y les preguntó:


— ¿Quiénes son ustedes?


Ellos respondieron:


— Somos parientes de Ocozías, que venimos a saludar a los hijos del rey y a los hijos de la reina madre.


14 Entonces Jehú ordenó:


— Agárrenlos vivos.


Los prendieron vivos y los degollaron junto al pozo de Betequed. Eran cuarenta y dos, y no se salvó ninguno.

Jehú y Jonadab contra los adoradores de Baal


15 Se fue de allí y se encontró con Jonadab, el hijo de Recab que había ido a visitarlo. Lo saludó y le preguntó:


— ¿Estás de acuerdo conmigo, como yo lo estoy contigo?


Jonadab respondió:


— Sí, lo estoy.


Jehú le dijo:


— Entonces dame la mano.


Le dio la mano y Jehú lo hizo subir con él en su carro. 16 Luego le dijo:


— Ven conmigo y comprobarás cómo defiendo la causa del Señor.


17 Cuando llegó a Samaría mató a todos los supervivientes de la familia de Ajab que había allí hasta exterminarlos, como el Señor había anunciado a Elías.


18 Luego convocó a toda la gente y les dijo:


— Si Ajab rindió culto a Baal, Jehú lo superará. 19 Así que, llámenme a todos los profetas de Baal y a todos sus fieles y sacerdotes sin excepción, porque quiero ofrecer a Baal un gran sacrificio. El que falte morirá.


Jehú actuaba con astucia para exterminar a los fieles de Baal. 20 A continuación ordenó:


— Anuncien una celebración solemne en honor de Baal.


21 La anunciaron. Luego envió mensajeros por todo Israel y llegaron todos los fieles de Baal, sin faltar ninguno. Entraron al templo de Baal y lo llenaron por completo. 22 Entonces Jehú ordenó al encargado del vestuario:


— Saca vestiduras para todos los fieles de Baal.


Él se las sacó. 23 Jehú y Jonadab, el hijo de Recab, entraron en el templo, y Jehú dijo a los fieles de Baal:


— Comprueben que aquí entre ustedes sólo hay fieles de Baal y que no hay fieles del Señor.


24 Luego entraron a ofrecer sacrificios y holocaustos. Jehú había dejado apostados fuera ochenta hombres con estas órdenes:


— El que deje escapar a alguno de los hombres que yo les entregue, lo pagará con su vida.


25 Y cuando concluyó el holocausto, Jehú ordenó a los guardias y oficiales:


— Entren y mátenlos. Que no escape ninguno.


Los guardias y oficiales los pasaron a cuchillo y los arrojaron fuera. Luego fueron al camarín del templo de Baal, 26 sacaron de allí la estatua de Baal y la quemaron. 27 Finalmente derribaron las columnas y el templo de Baal y convirtieron el lugar en una cloaca hasta el día de hoy. 28 Y así fue como Jehú erradicó de Israel a Baal.

Reinado de Jehú


29 Sin embargo, Jehú no se apartó de los pecados que Jeroboán, el hijo de Nabat, hizo cometer a Israel: los becerros de oro de Betel y Dan. 30 El Señor le dijo: “Porque has obrado bien y has actuado correctamente respecto a mí, ejecutando todo cuanto había dispuesto contra la dinastía de Ajab, tus descendientes se sentarán en el trono de Israel hasta la cuarta generación”.


31 Pero Jehú no se preocupó de cumplir de corazón la ley del Señor, Dios de Israel, ni se apartó de los pecados que Jeroboán hizo cometer a Israel.

Monday, June 24, 2024

DAB Español, Martes 25 de Junio

Día 177, DAB Español, Martes 25 de Junio


2 Reyes 8:1-9:15; Hechos 16:16-40; Salmos 143; Proverbios 17:26 (La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH))








2 Reyes 8:1-9:15

La Palabra (Hispanoamérica)

La emigración de la sunamita


8 Un día Eliseo dijo a la madre del niño al que había resucitado:


— Ponte en camino con tu familia y emigra donde puedas, pues el Señor ha decidido enviar el hambre, que va a azotar el país durante siete años.


2 La mujer se apresuró a hacer lo que le había dicho el profeta: se marchó con su familia a territorio filisteo y vivió allí durante siete años. 3 Al cabo de los siete años la mujer regresó de territorio filisteo y fue a reclamar al rey su casa y sus tierras. 4 El rey estaba hablando con Guejazí, el criado del profeta, al que había pedido:


— Cuéntame todos los prodigios que ha realizado Eliseo.


5 Y cuando el criado contaba al rey cómo Eliseo había resucitado a un muerto, llegó la madre del niño resucitado, reclamando al rey su casa y sus tierras. Entonces Guejazí dijo:


— Majestad, esta es la mujer y este es el niño al que resucitó Eliseo.


6 El rey preguntó a la mujer y ella se lo contó. Luego el rey puso a disposición de la mujer un funcionario con estas órdenes:


— Haz que le devuelvan todas sus posesiones, junto con las rentas de sus tierras desde el día en que las dejó hasta el presente.

Eliseo y Jazael de Damasco


7 Eliseo fue a Damasco. Benadad, el rey de Siria, estaba enfermo y le informaron:


— Ha llegado el profeta.


8 Entonces el rey ordenó a Jazael:


— Lleva contigo algún regalo, vete a ver al profeta y consulta al Señor por medio de él si saldré vivo de esta enfermedad.


9 Jazael fue a ver al profeta; llevaba como regalo todo lo mejor de Damasco, cargado en cuarenta camellos. Cuando llegó, se presentó ante él y le dijo:


— Tu hijo Benadad, el rey de Siria, me ha enviado a consultarte si saldrá vivo de esta enfermedad.


10 Eliseo le respondió:


— Dile que saldrá vivo de esta enfermedad, aunque el Señor me ha revelado que, en todo caso, va a morir.


11 Entonces el semblante de Eliseo quedó totalmente rígido e inmóvil y luego se echó a llorar. 12 Jazael le preguntó:


— Señor, ¿por qué lloras?


Eliseo respondió:


— Porque sé el daño que tú vas a causar a los israelitas: incendiarás sus fortalezas, pasarás a cuchillo a sus jóvenes guerreros, descuartizarás a sus niños de pecho y destriparás a las embarazadas.


13 Jazael objetó:


— ¿Quién soy yo, sino un perro, para llevar a cabo tales hazañas?


Pero Eliseo le dijo:


— El Señor me ha revelado que tú serás rey de Siria.


14 Jazael se despidió de Eliseo, se presentó ante su señor y este le preguntó:


— ¿Qué te ha dicho Eliseo?


Él respondió:


— Me ha dicho que saldrás vivo.


15 Pero al día siguiente Jazael agarró una manta, la empapó en agua y la puso sobre el rostro del rey hasta que murió. Entonces Jazael reinó en su lugar.

Jorán de Judá (848-841) (2 Cr 21,5-10)


16 Jorán, hijo de Josafat, comenzó a reinar sobre Judá en el quinto año del reinado de Jorán, hijo de Ajab, en Israel. 17 Jorán tenía treinta y dos años cuando comenzó a reinar, y reinó en Jerusalén durante ocho años. 18 Siguió los pasos de los reyes de Israel, como había hecho la dinastía de Ajab, pues se había casado con una hija de Ajab, y ofendió al Señor. 19 Pero el Señor no quiso destruir a Judá en consideración a su siervo David, al que había prometido mantener siempre una lámpara encendida en su presencia.


20 Durante su reinado Edom se independizó del dominio de Judá y se eligió un rey. 21 Jorán llegó a Seír con sus carros y atacó de noche a Edom que los tenía cercados a él y a los jefes de los carros, pero la tropa huyó a sus tiendas. 22 Y así fue como Edom se independizó del dominio de Judá hasta el presente. Por entonces también se independizó Libná.


23 El resto de la historia de Jorán y todo cuanto hizo está escrito en el libro de los Anales de los Reyes de Judá. 24 Cuando Jorán murió fue enterrado con sus antepasados en la ciudad de David. Su hijo Ocozías le sucedió como rey.

Ocozías de Judá (841) (2 Cr 22,1b-6)


25 Ocozías, hijo de Jorán, comenzó a reinar en Judá el duodécimo año del reinado de Jorán, hijo de Ajab, en Israel. 26 Ocozías tenía veintidós años cuando comenzó a reinar, y reinó en Jerusalén durante un año. Su madre se llamaba Atalía y era hija de Omrí, el rey de Israel. 27 Siguió los pasos de la dinastía de Ajab y ofendió al Señor, como la dinastía de Ajab, con la que estaba emparentado. 28 Se alió con Jorán, el hijo de Ajab, para luchar contra Jazael, el rey de Siria, en Ramot de Galaad. Pero los sirios hirieron a Jorán, 29 y el rey tuvo que retirarse a Jezrael para curarse de las heridas que había recibido de los sirios en Ramot, cuando luchaba contra Jazael, rey de Siria. Ocozías, el hijo de Jorán, rey de Judá, fue a Jezrael a visitar a Jorán, el hijo de Ajab, pues estaba enfermo.

Historia de Jehú (841-813) (9—10)

Jehú es ungido rey


9 El profeta Eliseo llamó a uno de la comunidad de profetas y le ordenó:


— Prepárate, llévate esta alcuza de aceite y vete a Ramot de Galaad. 2 Cuando llegues allí, busca a Jehú, el hijo de Josafat y nieto de Nimsí. Entra donde esté, sácalo de entre sus compañeros y llévatelo a una habitación aparte. 3 Toma entonces la alcuza de aceite y derrámala sobre su cabeza, diciendo: Así dice el Señor: “Yo te consagro como rey de Israel”. Luego abres la puerta y escapas sin detenerte.


4 El joven profeta marchó a Ramot de Galaad. 5 Cuando llegó encontró a los capitanes del ejército reunidos y dijo:


— Capitán, traigo un mensaje para ti.


Jehú preguntó:


— ¿Para quién de nosotros?


Y él respondió:


— Para ti, capitán.


6 Jehú se levantó, entró en la casa, y el joven profeta vertió el aceite sobre su cabeza, diciéndole:


— Así dice el Señor, Dios de Israel: Yo te consagro como rey de Israel, el pueblo del Señor. 7 Eliminarás a la familia de Ajab, tu señor, y yo vengaré así en Jezrael la sangre de mis siervos, los profetas, y la sangre de todos los siervos del Señor. 8 Toda la dinastía de Ajab perecerá y le exterminaré a todo israelita varón esclavo o libre. 9 Trataré a la dinastía de Ajab, como traté a la dinastía de Jeroboán, el hijo de Nabat, y a la dinastía de Baasá, el hijo de Ajías. 10 En cuanto a Jezabel, será devorada por los perros en los campos de Jezrael y no tendrá sepultura.


Luego el profeta abrió la puerta y escapó.


11 Cuando Jehú salió a reunirse con los oficiales de su señor, uno le preguntó:


— ¿Qué sucede? ¿Por qué ha venido a verte ese loco?


Él les respondió:


— Ya conocen a ese tipo de personas y sus monsergas.


12 Pero ellos insistieron:


— ¡Mentiroso! Venga, cuéntanoslo.


Entonces Jehú contestó:


— Pues me ha dicho lo siguiente: “Así dice el Señor: Yo te consagro como rey de Israel”.


13 Inmediatamente cada uno tomó su manto, lo puso a los pies de Jehú sobre los escalones, hicieron sonar el cuerno y aclamaron:


— ¡Viva el rey Jehú!

Asesinato de Jorán de Israel


14 Jehú, hijo de Josafat y nieto de Nimsí, tramó una conspiración contra Jorán. Resulta que Jorán estaba defendiendo con todo el ejército israelita Ramot de Galaad ante el ataque de Jazael, rey de Siria. 15 El rey Jorán se había retirado a Jezrael para curarse de las heridas recibidas de los sirios en el combate con Jazael, rey de Siria. Entonces Jehú dijo:


— Si están de acuerdo, que no salga nadie de la ciudad para ir a dar la noticia en Jezrael.

Sunday, June 23, 2024

DAB Español, Lunes 24 de Junio

Día 176, DAB Español, Lunes 24 de Junio


2 Reyes 6:1-7:20; Hechos 15:32-16:15; Salmos 142; Proverbios 17:24-25 (La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH))








2 Reyes 6-7

La Palabra (Hispanoamérica)

El milagro del hacha


6 Un día los de la comunidad profética dijeron a Eliseo:


— Mira, el lugar donde nos reunimos contigo es demasiado pequeño para nosotros. 2 Déjanos ir al Jordán donde nos aprovisionaremos de un tronco cada uno para hacernos un nuevo lugar de reunión.


Eliseo les dijo:


— Pueden ir.


3 Uno de ellos le pidió:


— Acompáñanos, por favor.


Él respondió:


— Está bien, iré con ustedes.


4 Se fue con ellos y cuando llegaron al Jordán, se pusieron a cortar árboles. 5 Pero a uno de los que talaban troncos se le cayó al río el hierro del hacha y se puso a gritar:


— ¡Ay, maestro, que el hacha era prestada!


6 El profeta preguntó:


— ¿Dónde ha caído?


Le indicó el lugar y entonces Eliseo cortó un palo, lo arrojó allí y el hierro salió a flote. 7 Luego le dijo:


— Sácalo.


El otro extendió el brazo y lo sacó.

La captura de los sirios


8 El rey de Siria estaba en guerra con Israel y reunió en consejo a sus oficiales para proponerles:


— Acamparemos en tal sitio.


9 Entonces el profeta mandó decir al rey de Israel:


— Procura no pasar por tal sitio, pues los sirios están acampados allí.


10 El rey de Israel envió gente al lugar que el profeta le había indicado. Y esto sucedió más de dos veces: el profeta le advertía y él tomaba precauciones. 11 El rey de Siria, desconcertado, reunió a sus oficiales y les dijo:


— Díganme quién de los nuestros informa al rey de Israel.


12 Uno de los oficiales respondió:


— Ninguno, majestad. Se trata de Eliseo, el profeta de Israel, que informa a su rey de todo cuanto hablas en tu intimidad.


13 Entonces el rey ordenó:


— Vayan a averiguar dónde está y enviaré a capturarlo.


Cuando le informaron que estaba en Dotán, 14 el rey de Siria envió allí un gran destacamento de tropas con caballos y carros, que llegaron de noche y cercaron la ciudad. 15 Cuando el criado del profeta se levantó al amanecer, salió y descubrió que un ejército cercaba la ciudad con caballos y carros. Entonces dijo a Eliseo:


— ¡Ay, maestro! ¿Qué hacemos?


16 Él respondió:


— No temas. Los nuestros son más que los de ellos.


17 Luego oró así:


— Señor, ábrele los ojos para que pueda ver.


El Señor abrió los ojos al criado y este vio que el monte estaba lleno de caballos y carros de fuego alrededor de Eliseo.


18 Cuando los sirios bajaban a capturarlo, Eliseo oró de nuevo al Señor:


— Deja ciega a esa gente.


Y el Señor los dejó ciegos conforme a la petición de Eliseo. 19 Entonces Eliseo les dijo:


— Este no es el camino, ni esta la ciudad. Síganme y los llevaré hasta el hombre que buscan.


Y los llevó a Samaría. 20 Cuando llegaron a Samaría, Eliseo oró:


— Señor, ábreles los ojos, para que puedan ver.


El Señor les abrió los ojos y ellos descubrieron que estaban dentro de Samaría.


21 Cuando el rey de Israel los vio, le preguntó a Eliseo:


— Padre, ¿los mato?


22 No los mates. ¿Acaso acostumbras a matar a los que no has capturado con tu espada y tu arco? Ofréceles pan y agua, para que coman y beban y luego regresen a su señor.


23 El rey les preparó un gran banquete y ellos comieron y bebieron. Luego los despidió y regresaron a su señor. A partir de entonces las bandas de sirios no volvieron a invadir territorio israelita.

El sitio de Samaría


24 Algún tiempo después, Benadad, rey de Siria, movilizó a todo su ejército y puso cerco a Samaría. 25 El hambre llegó a ser tan grave a causa del asedio, que una cabeza de burro llegó a costar ochenta siclos de plata y un puñado de palomina, cinco siclos. 26 Un día, el rey paseaba por la muralla y una mujer le gritó:


— ¡Majestad, socórreme!


27 Él respondió:


— Si el Señor no te socorre, ¿con qué voy a socorrerte yo? ¿Con trigo o con mosto?


28 Y el rey le preguntó:


— ¿Qué te pasa?


Ella respondió:


— Esta mujer me dijo: “Trae a tu hijo, lo comeremos hoy, y mañana nos comeremos el mío”. 29 Así que cocimos a mi hijo y nos lo comimos. Pero cuando al día siguiente le pedí que nos entregara a su hijo para comérnoslo, ella lo escondió.


30 Cuando el rey escuchó las palabras de la mujer, se rasgó las vestiduras y, como estaba paseando por la muralla, la gente pudo ver que llevaba un sayal pegado al cuerpo. 31 Luego dijo:


— ¡Que Dios me castigue, si Eliseo, el hijo de Safat, salva hoy su cabeza!


32 Eliseo estaba en su casa sentado con los ancianos, cuando el rey le envió a uno de sus asistentes. Pero antes de que llegase el mensajero, Eliseo dijo a los ancianos:


— Ya verán cómo ese asesino manda a alguien a cortarme la cabeza. Estén atentos y cuando el mensajero llegue, atranquen la puerta y no lo dejen pasar, pues tras él se oyen los pasos de su amo.


33 Todavía estaba hablando con ellos, cuando el mensajero llegó hasta él y le dijo:


— Esta desgracia viene del Señor. ¿Qué puedo ya esperar de él?


7 Eliseo respondió:


— Escuchen la palabra del Señor, pues dice así: Mañana a estas horas en el mercado de Samaría una medida de harina costará un siclo y lo mismo costarán dos medidas de cebada.


2 El capitán que era el brazo derecho del rey respondió al profeta:


— Eso no sucederá, ni aunque el Señor abra las compuertas del cielo.


Eliseo replicó:


— ¡Tú mismo lo verás, pero no lo disfrutarás!


3 A la entrada de la ciudad había cuatro leprosos comentando entre sí:


— ¿Qué hacemos sentados aquí, esperando la muerte? 4 Si nos decidimos a entrar en la ciudad, moriremos de hambre allí dentro; y si nos quedamos aquí, moriremos también. Vamos, pues, a entrar en el campamento sirio: si nos dejan vivos, viviremos; y si nos matan, moriremos.


5 Al anochecer se levantaron para entrar en el campamento sirio; pero, cuando llegaron a los límites del campamento, descubrieron que allí no había nadie. 6 Resulta que el Señor había hecho resonar en el campamento sirio un estrépito de carros y caballos, el fragor de un gran ejército, y se habían dicho unos a otros: “Seguro que el rey de Israel ha contratado a los reyes hititas y egipcios para que nos ataquen”. 7 Así que al anochecer habían emprendido la huida, abandonando sus tiendas, sus caballos, sus burros y el campamento tal como estaba, para ponerse a salvo.


8 Aquellos leprosos, que habían llegado a los límites del campamento, entraron en una tienda, comieron y bebieron y se llevaron de allí plata, oro y ropa, y fueron a esconderlo. Luego volvieron, entraron en otra tienda, se llevaron más cosas de allí y fueron también a esconderlas. 9 Pero luego comentaron entre sí:


— No estamos actuando bien. Hoy es día de buenas noticias y nosotros nos las guardamos. Si esperamos a que amanezca, nos considerarán culpables. Vamos, pues, a informar a palacio.


10 Cuando llegaron a la ciudad, llamaron a los centinelas y les informaron:


— Hemos entrado en el campamento sirio y allí no hay nadie, ni se oye a nadie; sólo hay caballos y burros atados, y las tiendas tal como estaban.


11 Los centinelas, a su vez, llamaron y dieron la noticia en palacio. 12 El rey se levantó de noche y dijo a sus oficiales:


— Les voy a explicar lo que nos preparan los sirios: como sabían que estamos pasando hambre, han salido del campamento para esconderse en el campo, pensando atraparnos vivos y apoderarse de la ciudad cuando salgamos.


13 Pero uno de los oficiales propuso:


— Enviemos a unos hombres con cinco de los caballos que aún nos restan a ver qué pasa, pues los que aún quedan en la ciudad van a correr la misma suerte que toda la multitud de israelitas que ya han perecido.


14 Uncieron dos carros a los caballos y el rey los mandó seguir al ejército sirio, encargándoles:


— Vayan a ver qué pasa.


15 Ellos siguieron su rastro hasta el Jordán y encontraron todo el camino lleno de ropa y de objetos que los sirios habían abandonado en su huida apresurada. Luego los emisarios regresaron a informar al rey. 16 Inmediatamente la gente salió a saquear el campamento sirio. La medida de harina costaba un siclo y lo mismo, dos medidas de cebada, como había anunciado el Señor.


17 El rey había encargado la vigilancia de la entrada al capitán que era su brazo derecho, pero el gentío lo atropelló en la entrada y murió, como había predicho el profeta cuando el rey bajó a verlo. 18 En efecto, cuando el profeta dijo al rey: “Mañana a estas horas en el mercado de Samaría una medida de harina costará un siclo, y lo mismo costarán dos medidas de cebada”, 19 el capitán había replicado al profeta: “Eso no sucederá, ni aunque el Señor abra las compuertas del cielo”. Y entonces el profeta le había respondido: “Tú mismo lo verás, pero no lo disfrutarás”. 20 Y así sucedió: el gentío lo atropelló en la entrada y murió.

DAB Español, Miércoles 26 de Junio

Día 178, DAB Español, Miércoles 26 de Junio 2 Reyes 9:16-10:31; Hechos 17:1-34; Salmos 144; Proverbios 17:27-28 (La Palabra (Hispanoamérica)...