Sunday, June 23, 2024

DAB Español, Lunes 24 de Junio

Día 176, DAB Español, Lunes 24 de Junio


2 Reyes 6:1-7:20; Hechos 15:32-16:15; Salmos 142; Proverbios 17:24-25 (La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH))








2 Reyes 6-7

La Palabra (Hispanoamérica)

El milagro del hacha


6 Un día los de la comunidad profética dijeron a Eliseo:


— Mira, el lugar donde nos reunimos contigo es demasiado pequeño para nosotros. 2 Déjanos ir al Jordán donde nos aprovisionaremos de un tronco cada uno para hacernos un nuevo lugar de reunión.


Eliseo les dijo:


— Pueden ir.


3 Uno de ellos le pidió:


— Acompáñanos, por favor.


Él respondió:


— Está bien, iré con ustedes.


4 Se fue con ellos y cuando llegaron al Jordán, se pusieron a cortar árboles. 5 Pero a uno de los que talaban troncos se le cayó al río el hierro del hacha y se puso a gritar:


— ¡Ay, maestro, que el hacha era prestada!


6 El profeta preguntó:


— ¿Dónde ha caído?


Le indicó el lugar y entonces Eliseo cortó un palo, lo arrojó allí y el hierro salió a flote. 7 Luego le dijo:


— Sácalo.


El otro extendió el brazo y lo sacó.

La captura de los sirios


8 El rey de Siria estaba en guerra con Israel y reunió en consejo a sus oficiales para proponerles:


— Acamparemos en tal sitio.


9 Entonces el profeta mandó decir al rey de Israel:


— Procura no pasar por tal sitio, pues los sirios están acampados allí.


10 El rey de Israel envió gente al lugar que el profeta le había indicado. Y esto sucedió más de dos veces: el profeta le advertía y él tomaba precauciones. 11 El rey de Siria, desconcertado, reunió a sus oficiales y les dijo:


— Díganme quién de los nuestros informa al rey de Israel.


12 Uno de los oficiales respondió:


— Ninguno, majestad. Se trata de Eliseo, el profeta de Israel, que informa a su rey de todo cuanto hablas en tu intimidad.


13 Entonces el rey ordenó:


— Vayan a averiguar dónde está y enviaré a capturarlo.


Cuando le informaron que estaba en Dotán, 14 el rey de Siria envió allí un gran destacamento de tropas con caballos y carros, que llegaron de noche y cercaron la ciudad. 15 Cuando el criado del profeta se levantó al amanecer, salió y descubrió que un ejército cercaba la ciudad con caballos y carros. Entonces dijo a Eliseo:


— ¡Ay, maestro! ¿Qué hacemos?


16 Él respondió:


— No temas. Los nuestros son más que los de ellos.


17 Luego oró así:


— Señor, ábrele los ojos para que pueda ver.


El Señor abrió los ojos al criado y este vio que el monte estaba lleno de caballos y carros de fuego alrededor de Eliseo.


18 Cuando los sirios bajaban a capturarlo, Eliseo oró de nuevo al Señor:


— Deja ciega a esa gente.


Y el Señor los dejó ciegos conforme a la petición de Eliseo. 19 Entonces Eliseo les dijo:


— Este no es el camino, ni esta la ciudad. Síganme y los llevaré hasta el hombre que buscan.


Y los llevó a Samaría. 20 Cuando llegaron a Samaría, Eliseo oró:


— Señor, ábreles los ojos, para que puedan ver.


El Señor les abrió los ojos y ellos descubrieron que estaban dentro de Samaría.


21 Cuando el rey de Israel los vio, le preguntó a Eliseo:


— Padre, ¿los mato?


22 No los mates. ¿Acaso acostumbras a matar a los que no has capturado con tu espada y tu arco? Ofréceles pan y agua, para que coman y beban y luego regresen a su señor.


23 El rey les preparó un gran banquete y ellos comieron y bebieron. Luego los despidió y regresaron a su señor. A partir de entonces las bandas de sirios no volvieron a invadir territorio israelita.

El sitio de Samaría


24 Algún tiempo después, Benadad, rey de Siria, movilizó a todo su ejército y puso cerco a Samaría. 25 El hambre llegó a ser tan grave a causa del asedio, que una cabeza de burro llegó a costar ochenta siclos de plata y un puñado de palomina, cinco siclos. 26 Un día, el rey paseaba por la muralla y una mujer le gritó:


— ¡Majestad, socórreme!


27 Él respondió:


— Si el Señor no te socorre, ¿con qué voy a socorrerte yo? ¿Con trigo o con mosto?


28 Y el rey le preguntó:


— ¿Qué te pasa?


Ella respondió:


— Esta mujer me dijo: “Trae a tu hijo, lo comeremos hoy, y mañana nos comeremos el mío”. 29 Así que cocimos a mi hijo y nos lo comimos. Pero cuando al día siguiente le pedí que nos entregara a su hijo para comérnoslo, ella lo escondió.


30 Cuando el rey escuchó las palabras de la mujer, se rasgó las vestiduras y, como estaba paseando por la muralla, la gente pudo ver que llevaba un sayal pegado al cuerpo. 31 Luego dijo:


— ¡Que Dios me castigue, si Eliseo, el hijo de Safat, salva hoy su cabeza!


32 Eliseo estaba en su casa sentado con los ancianos, cuando el rey le envió a uno de sus asistentes. Pero antes de que llegase el mensajero, Eliseo dijo a los ancianos:


— Ya verán cómo ese asesino manda a alguien a cortarme la cabeza. Estén atentos y cuando el mensajero llegue, atranquen la puerta y no lo dejen pasar, pues tras él se oyen los pasos de su amo.


33 Todavía estaba hablando con ellos, cuando el mensajero llegó hasta él y le dijo:


— Esta desgracia viene del Señor. ¿Qué puedo ya esperar de él?


7 Eliseo respondió:


— Escuchen la palabra del Señor, pues dice así: Mañana a estas horas en el mercado de Samaría una medida de harina costará un siclo y lo mismo costarán dos medidas de cebada.


2 El capitán que era el brazo derecho del rey respondió al profeta:


— Eso no sucederá, ni aunque el Señor abra las compuertas del cielo.


Eliseo replicó:


— ¡Tú mismo lo verás, pero no lo disfrutarás!


3 A la entrada de la ciudad había cuatro leprosos comentando entre sí:


— ¿Qué hacemos sentados aquí, esperando la muerte? 4 Si nos decidimos a entrar en la ciudad, moriremos de hambre allí dentro; y si nos quedamos aquí, moriremos también. Vamos, pues, a entrar en el campamento sirio: si nos dejan vivos, viviremos; y si nos matan, moriremos.


5 Al anochecer se levantaron para entrar en el campamento sirio; pero, cuando llegaron a los límites del campamento, descubrieron que allí no había nadie. 6 Resulta que el Señor había hecho resonar en el campamento sirio un estrépito de carros y caballos, el fragor de un gran ejército, y se habían dicho unos a otros: “Seguro que el rey de Israel ha contratado a los reyes hititas y egipcios para que nos ataquen”. 7 Así que al anochecer habían emprendido la huida, abandonando sus tiendas, sus caballos, sus burros y el campamento tal como estaba, para ponerse a salvo.


8 Aquellos leprosos, que habían llegado a los límites del campamento, entraron en una tienda, comieron y bebieron y se llevaron de allí plata, oro y ropa, y fueron a esconderlo. Luego volvieron, entraron en otra tienda, se llevaron más cosas de allí y fueron también a esconderlas. 9 Pero luego comentaron entre sí:


— No estamos actuando bien. Hoy es día de buenas noticias y nosotros nos las guardamos. Si esperamos a que amanezca, nos considerarán culpables. Vamos, pues, a informar a palacio.


10 Cuando llegaron a la ciudad, llamaron a los centinelas y les informaron:


— Hemos entrado en el campamento sirio y allí no hay nadie, ni se oye a nadie; sólo hay caballos y burros atados, y las tiendas tal como estaban.


11 Los centinelas, a su vez, llamaron y dieron la noticia en palacio. 12 El rey se levantó de noche y dijo a sus oficiales:


— Les voy a explicar lo que nos preparan los sirios: como sabían que estamos pasando hambre, han salido del campamento para esconderse en el campo, pensando atraparnos vivos y apoderarse de la ciudad cuando salgamos.


13 Pero uno de los oficiales propuso:


— Enviemos a unos hombres con cinco de los caballos que aún nos restan a ver qué pasa, pues los que aún quedan en la ciudad van a correr la misma suerte que toda la multitud de israelitas que ya han perecido.


14 Uncieron dos carros a los caballos y el rey los mandó seguir al ejército sirio, encargándoles:


— Vayan a ver qué pasa.


15 Ellos siguieron su rastro hasta el Jordán y encontraron todo el camino lleno de ropa y de objetos que los sirios habían abandonado en su huida apresurada. Luego los emisarios regresaron a informar al rey. 16 Inmediatamente la gente salió a saquear el campamento sirio. La medida de harina costaba un siclo y lo mismo, dos medidas de cebada, como había anunciado el Señor.


17 El rey había encargado la vigilancia de la entrada al capitán que era su brazo derecho, pero el gentío lo atropelló en la entrada y murió, como había predicho el profeta cuando el rey bajó a verlo. 18 En efecto, cuando el profeta dijo al rey: “Mañana a estas horas en el mercado de Samaría una medida de harina costará un siclo, y lo mismo costarán dos medidas de cebada”, 19 el capitán había replicado al profeta: “Eso no sucederá, ni aunque el Señor abra las compuertas del cielo”. Y entonces el profeta le había respondido: “Tú mismo lo verás, pero no lo disfrutarás”. 20 Y así sucedió: el gentío lo atropelló en la entrada y murió.


Hechos 15:32-16:15

La Palabra (Hispanoamérica)


32 Judas y Silas, que poseían el don de profecía, conversaron largamente con los hermanos con el fin de animarlos y fortalecerlos espiritualmente. 33 Después de pasar con ellos algún tiempo, fueron despedidos con mucho afecto por los hermanos y regresaron al punto de partida. 35 En cuanto a Pablo y Bernabé, permanecieron en Antioquía, enseñando y proclamando, junto con otros muchos, el mensaje del Señor.

Segundo viaje misionero de Pablo (15,36—18,22)

Pablo y Bernabé se separan


36 Pasado algún tiempo, dijo Pablo a Bernabé:


— Deberíamos volver a todas las ciudades en las que anunciamos el mensaje del Señor, para visitar a los hermanos y ver cómo marchan.


37 Bernabé quería que Juan Marcos los acompañara. 38 Pablo, sin embargo, opinó que no debían llevar en su compañía a quien los había abandonado en Panfilia renunciando a colaborar con ellos en la tarea apostólica. 39 Esto provocó entre ambos tan fuerte discusión, que llegaron a separarse. Bernabé tomó consigo a Marcos y se embarcó para Chipre. 40 Pablo, por su parte, escogió como compañero a Silas y, una vez que los hermanos le encomendaron a la protección del Señor, emprendió la marcha. 41 Inició su recorrido por Siria y Cilicia, donde confirmó en la fe a las iglesias.

Encuentro con Timoteo


16 Llegó luego a Derbe y a Listra. En esta ciudad conoció a un creyente llamado Timoteo. Su padre era griego y su madre una judía convertida al cristianismo. 2 Los hermanos de Listra y de Iconio tenían un buen concepto de él, 3 y Pablo quiso tenerle como compañero de viaje; así que, en consideración a los judíos que habitaban en aquella región, lo circuncidó, pues todos sabían que su padre era griego. 4 Al recorrer las distintas ciudades, comunicaban a los creyentes las decisiones tomadas por los apóstoles y demás dirigentes en Jerusalén, y les recomendaban que las acatasen. 5 Con el paso de los días, las iglesias se fortalecían en la fe y aumentaban en número.

Un macedonio se aparece en visión a Pablo


6 El Espíritu Santo les impidió anunciar el mensaje en la provincia de Asia, por lo cual atravesaron las regiones de Frigia y Galacia. 7 Al llegar a la frontera de Misia, tuvieron intención de entrar en Bitinia, pero el Espíritu de Jesús no se lo permitió. 8 Dejaron entonces a un lado Misia y descendieron hasta Troas. 9 Aquella noche tuvo Pablo una visión: de pie ante él había un macedonio, que le suplicaba:


— ¡Ven a Macedonia y ayúdanos!


10 No bien tuvo esta visión, hicimos los preparativos para marchar a Macedonia, pues estábamos convencidos de que Dios nos llamaba para anunciar allí la buena nueva.

Llegada a Filipos y conversión de Lidia


11 Tomamos el barco en Troas y navegamos hasta Samotracia. Al día siguiente zarpamos para Neápolis, 12 y de allí nos dirigimos a Filipos, colonia romana, y ciudad de primer orden en el distrito de Macedonia. Nos detuvimos unos días en Filipos, 13 y el sábado salimos de la ciudad y nos encaminamos a la orilla del río donde teníamos entendido que se reunían los judíos para orar. Allí tomamos asiento y entablamos conversación con algunas mujeres que habían acudido. 14 Una de ellas, llamada Lidia, procedía de Tiatira y se dedicaba al negocio de la púrpura; era, además, una mujer que rendía culto al verdadero Dios. Mientras se hallaba escuchando, el Señor tocó su corazón para que aceptara las explicaciones de Pablo. 15 Se bautizó, pues, con toda su familia, y nos hizo esta invitación:


— Si ustedes consideran sincera mi fe en el Señor, les ruego que vengan a alojarse en mi casa.


Su insistencia nos obligó a aceptar.


Salmos 142

La Palabra (Hispanoamérica)

Salmo 142 (141)

Ante él desahogo mi pesar


142 Poema de David cuando estaba en la cueva. Oración.

2

A voz en grito invoco al Señor,

a voz en grito al Señor ruego.

3

Ante él desahogo mi pesar,

ante él proclamo mi angustia.

4

Cuando mi ánimo desfallece,

tú sabes por dónde camino;

en la senda que recorro,

una trampa me han tendido.

5

Mira a la derecha, observa:

no hay nadie que me conozca;

me he quedado sin refugio,

no hay quien cuide de mí.

6

Señor, a ti te invoco y digo:

“Mi refugio eres tú,

mi porción en la tierra de los vivos”.

7

Atiende mi clamor,

que estoy muy abatido;

líbrame de quienes me persiguen,

que son más fuertes que yo.

8

Sácame de esta prisión

para así alabar tu nombre.

Los justos me rodearán,

cuando tú me favorezcas.


Proverbios 17:24-25

La Palabra (Hispanoamérica)


24

En la cara del inteligente brilla la sabiduría,

la mirada del necio se pierde en el horizonte.

25

Hijo necio, pena del padre

y amargura de la madre.

La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)


La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España

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