Saturday, June 22, 2024

DAB Español, Domingo 23 de Junio

Día 175, DAB Español, Domingo 23 de Junio


2 Reyes 4:18-5:27; Hechos 15:1-31; Salmos 141; Proverbios 17:23 (La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH))








2 Reyes 4:18-5:27

La Palabra (Hispanoamérica)


18 El niño creció. Un día, en que salió a ver a su padre que estaba con los segadores, 19 le dijo:


— ¡Se me estalla la cabeza!


El padre ordenó a un criado:


— Llévaselo a su madre.


20 El criado lo llevó a su madre y ella lo tuvo sentado en su regazo hasta el mediodía. Pero el niño murió. 21 La mujer lo subió, lo acostó en la cama del profeta, cerró la puerta y salió. 22 Luego llamó a su marido y le dijo:


— Mándame a un criado con una burra; quiero ir corriendo a ver al profeta y regresaré inmediatamente.


23 Él le preguntó:


— ¿Cómo es que vas a visitarlo hoy, si no es luna nueva ni sábado?


Ella contestó:


— No te preocupes.


24 La mujer aparejó la burra y ordenó a su criado:


— Llévame, camina y no me detengas hasta que yo te lo ordene.


25 Partió y llegó al monte Carmelo, donde estaba el profeta. Al verla de lejos, el profeta dijo a su criado Guejazí:


— Por ahí viene la sunamita. 26 Corre a su encuentro y pregúntale como están ella, su marido y su hijo.


Ella respondió:


— Estamos bien.


27 Cuando llegó al monte en donde estaba el profeta, ella se abrazó a sus pies. Guejazí se acercó para apartarla, pero el profeta le dijo:


— Déjala, que está llena de amargura. El Señor me lo había ocultado, sin hacérmelo saber.


28 Ella le dijo:


— ¿Acaso te pedí yo un hijo? ¿No te advertí que no me engañaras?


29 Eliseo ordenó a Guejazí:


— Prepárate, coge mi bastón y ponte en camino. Si encuentras a alguien, no lo saludes; y si alguien te saluda, no le respondas. Luego pones mi bastón en la cara del niño.


30 La madre del niño le dijo:


— Juro por el Señor y por tu vida, que no me iré sin ti.


Entonces Eliseo se levantó y partió detrás de ella. 31 Guejazí se les había adelantado y había puesto el bastón sobre la cara del niño, pero no obtuvo respuesta ni señales de vida. Entonces salió al encuentro de Eliseo y le dijo:


— El niño no ha despertado.


32 Eliseo entró en la casa y encontró al niño muerto y acostado en su cama. 33 Pasó a la habitación, cerró la puerta tras de sí y se puso a orar al Señor. 34 Luego se subió a la cama y se tendió sobre el niño, poniendo boca sobre boca, ojos sobre ojos y manos sobre manos. Mientras estaba tendido sobre él, el cuerpo del niño empezó a entrar en calor. 35 Eliseo se bajó y se puso a andar de un lado para otro. Luego volvió a subirse y a tenderse sobre él. Entonces el niño estornudó siete veces y abrió los ojos. 36 Entonces Eliseo llamó a Guejazí y le dijo:


— Llama a la sunamita.


La llamó, y ella se presentó ante Eliseo, que le dijo:


— Toma a tu hijo.


37 Ella se acercó, se echó a sus pies, le hizo una reverencia, tomó al niño y se fue.

La comida envenenada


38 Eliseo regresó a Guilgal y por entonces había mucha hambre en la región. Los profetas estaban sentados a su alrededor y él ordenó a su criado:


— Pon al fuego la olla grande y prepara un guiso para los profetas.


39 Uno de ellos salió al campo a recoger hierbas, encontró un arbusto silvestre y llenó su manto con sus frutos. Cuando volvió, los troceó y los echó a la olla del guisado sin saber lo que era. 40 Cuando sirvieron la comida a los hombres y probaron el guiso, se pusieron a gritar:


— ¡La comida está envenenada, hombre de Dios!


Y no pudieron comer. 41 Entonces Eliseo ordenó:


— Tráiganme harina.


La echó en la olla y dijo:


— Sirve a la gente, para que coman.


Y desapareció el veneno de la olla.

La multiplicación de los panes


42 Por entonces llegó un hombre de Baal Salisá a traer al profeta el pan de las primicias: veinte panes de cebada y grano nuevo en su alforja. Eliseo ordenó:


— Dáselo a la gente para que coma.


43 Pero el criado respondió:


— ¿Cómo puedo dar esto a cien personas?


Y Eliseo insistió:


— Dáselo a la gente, para que coma; pues el Señor ha dicho que comerán y sobrará.


44 Entonces el criado les sirvió, comieron y sobró, como había dicho el Señor.

Curación del sirio Naamán


5 Naamán, general del ejército del rey de Siria, era un hombre muy apreciado y distinguido por su rey, pues el Señor había dado la victoria a Siria valiéndose de él. Este hombre, que era un valiente guerrero, tenía lepra. 2 En una de sus incursiones por Israel, una banda de sirios había tomado cautiva a una muchacha que luego había pasado al servicio de la mujer de Naamán. 3 La muchacha dijo a su señora:


— Si mi señor fuese a ver al profeta que hay en Samaría, él lo curaría de la lepra.


4 Naamán fue a informar a su rey:


— La muchacha israelita me ha dicho esto.


5 El rey de Siria le dijo:


— Anda y vete, que yo enviaré una carta al rey de Israel.


Naamán partió, llevando consigo diez talentos de plata, seis mil siclos de oro y diez vestidos, 6 y entregó al rey de Israel la carta, que decía así: “Con esta carta, te envío a mi general Naamán, para que lo cures de su lepra”.


7 Cuando el rey de Israel leyó la carta, se rasgó las vestiduras y dijo:


— ¿Acaso soy yo Dios, dueño de la muerte y la vida, para que este me encargue curar a un hombre de su lepra? Analícenlo y comprobarán que lo que él quiere es provocarme.


8 El profeta Eliseo se enteró de que el rey se había rasgado las vestiduras y mandó a decirle:


— ¿Por qué te has rasgado las vestiduras? Que venga a mí y sabrá que hay un profeta en Israel.


9 Naamán llegó con sus caballos y su carro y se detuvo a la puerta de la casa de Eliseo 10 que le mandó un mensajero a decirle:


— Ve a bañarte siete veces en el Jordán y tu carne quedará sana y purificada.


11 Naamán se marchó indignado y murmurando:


— Yo pensaba que saldría a recibirme y que, puesto en pie, invocaría al Señor, su Dios; que me tocaría con su mano y me libraría de la lepra. 12 ¿Acaso no valen más los ríos de Damasco, el Abaná y el Farfar, que todas las aguas de Israel? ¿Y no podría haberme bañado en ellos para quedar limpio?


Naamán dio media vuelta y se marchó enfurecido. 13 Pero sus servidores se acercaron y le dijeron:


— Padre, si el profeta te hubiera mandado algo extraordinario, ¿no lo habrías hecho? Pues con más razón cuando sólo te ha dicho que te bañes para quedar limpio.


14 Entonces Naamán bajó al Jordán, se bañó siete veces, como le había mandado el profeta, y su carne quedó limpia como la de un niño. 15 Luego volvió con toda su comitiva a ver al profeta. Al llegar, se presentó ante él y le dijo:


— Ahora reconozco que en toda la tierra no hay más Dios que el de Israel. Te ruego, pues, que aceptes un regalo de tu servidor.


16 Pero Eliseo respondió:


— Te juro por el Señor a quien sirvo que no aceptaré nada.


Y por más que le insistió, no quiso aceptar.


17 Entonces Naamán dijo:


— Permite, al menos, que me lleve en un par de mulas dos cargas de tierra de Israel, pues no volveré a ofrecer holocaustos ni sacrificios a más dioses que al Señor. 18 Sólo pido perdón al Señor por una cosa: cuando mi soberano vaya a orar al templo de Rimón, apoyándose en mi brazo y yo tenga que arrodillarme con él en el templo de Rimón, que el Señor me perdone por esa acción.


19 Eliseo le dijo:


— Vete tranquilo.


Naamán se marchó y apenas hubo recorrido un corto trayecto, 20 Guejazí, el criado del profeta Eliseo, pensó: “Mi amo ha dejado marchar al sirio ese, Naamán, sin aceptar lo que le ofrecía. Juro por el Señor que voy a correr tras él a ver si consigo algo”. 21 Guejazí salió tras Naamán y cuando este lo vio corriendo en pos de él, se apeó de su carro para recibirlo y le preguntó:


— ¿Va todo bien?


22 Guejazí respondió:


— Sí, todo va bien; pero mi amo me ha enviado a decirte que acaban de llegarle de la montaña de Efraín dos muchachos de la comunidad de profetas y que hagas el favor de darme para ellos un talento de plata y dos vestidos.


23 Naamán le dijo:


— Te ruego que aceptes dos talentos.


Le insistió y metió en dos sacos dos talentos de plata y dos vestidos. Luego encargó a dos criados para que se los llevasen a Guejazí. 24 Cuando llegó a la colina, Guejazí recogió todo y lo escondió en su casa. A continuación despidió a los criados y estos se marcharon. 25 Se presentó entonces ante su amo y Eliseo le preguntó:


— ¿De dónde vienes, Guejazí?


Él respondió:


— No he ido a ningún sitio.


26 Eliseo le replicó:


— Yo te seguía en espíritu cuando un hombre se bajaba del carro para ir a tu encuentro. ¿Acaso era el momento de aceptar plata y vestidos para comprar olivos y viñas, ovejas y vacas, siervos y siervas? 27 ¡Ahora la lepra de Naamán se les pegará para siempre a ti y tus descendientes!


Y cuando Guejazí salió de allí llevaba la piel blanca como la nieve.


Hechos 15:1-31

La Palabra (Hispanoamérica)

Asamblea de Jerusalén (15,1-35)

Conflicto en Antioquía de Siria


15 Por aquel entonces llegaron algunos de Judea que trataban de imponer a los hermanos esta enseñanza:


— Si no se circuncidan conforme a la prescripción de Moisés, no podrán salvarse.


2 Esto originó graves conflictos y discusiones al oponérseles Pablo y Bernabé. Se decidió entonces que Pablo, Bernabé y algunos otros fueran a Jerusalén para consultar con los apóstoles y demás dirigentes acerca de este asunto.


3 Provistos, pues, de lo necesario por la iglesia de Antioquía, atravesaron Fenicia y Samaría, refiriendo cómo también los no judíos se convertían, noticia esta que causó gran alegría a todos los hermanos. 4 Llegados a Jerusalén, fueron recibidos por la iglesia, los apóstoles y demás dirigentes, a quienes comunicaron todo lo que el Señor había hecho por medio de ellos. 5 Pero algunos miembros del partido fariseo que habían abrazado la fe intervinieron para decir:


— A los no judíos debe imponerse como obligatoria la circuncisión, así como la observancia de la ley de Moisés.

Reunión en Jerusalén


6 Los apóstoles y los demás dirigentes se reunieron en asamblea para examinar esta cuestión. 7 Después de un largo debate, tomó Pedro la palabra y les dijo:


— Ustedes saben, hermanos, que hace tiempo me escogió Dios entre ustedes para que anuncie también el mensaje de la buena nueva a los no judíos, de modo que puedan abrazar la fe. 8 Y Dios, que conoce el corazón humano, ha mostrado que los acepta al concederles el Espíritu Santo lo mismo que a nosotros. 9 No ha hecho ninguna diferencia entre ellos y nosotros y ha purificado sus corazones por la fe. 10 Así pues, ¿por qué quieren ahora poner a prueba a Dios, imponiendo a los creyentes una carga que ni sus antepasados ni nosotros mismos hemos podido soportar? 11 No ha de ser así, pues estamos seguros de que es la gracia de Jesús, el Señor, la que nos salva tanto a nosotros como a ellos.


12 Toda la asamblea guardó silencio y se dispuso a escuchar la narración que Bernabé y Pablo hicieron de los prodigios y milagros que Dios había realizado por su conducto entre los no judíos. 13 Al finalizar su relato, intervino Santiago para decir:


— Préstenme atención, hermanos: 14 Simón ha contado cómo, desde el principio, Dios se ha preocupado de los no judíos, escogiendo entre ellos un pueblo para sí. 15 Esto concuerda con las declaraciones de los profetas, pues la Escritura dice:


16

Después de esto volveré

y reconstruiré la derruida casa de David.

Reconstruiré sus ruinas

y la pondré de nuevo en pie.

17

Buscarán así al Señor

los que hayan quedado,

junto con las naciones todas

que han sido consagradas a mí.

Así lo dice el Señor

que realiza todas estas cosas,

18

por él conocidas desde tiempo inmemorial.


19 Por esta razón —continuó Santiago—, estimo que no deben imponerse restricciones innecesarias a los que, no siendo judíos, se convierten a Dios. 20 Pero ha de indicárseles por escrito que se abstengan de contaminarse con los ídolos, así como de toda clase de inmoralidad sexual, de alimentarse de sangre y de comer carne de animales ahogados. 21 Porque en esas mismas ciudades hay desde hace ya mucho tiempo quienes leen y proclaman la ley de Moisés en las sinagogas todos los sábados.

Declaración del Concilio


22 Entonces los apóstoles y los demás dirigentes, con la aprobación de toda la Iglesia, decidieron escoger algunos de entre ellos y enviarlos a Antioquía junto con Pablo y Bernabé. Eligieron a dos hombres de prestigio entre los hermanos: Judas Barsabá y Silas, 23 a quienes encomendaron entregar esta carta:


“Los apóstoles y los demás hermanos dirigentes envían saludos a sus hermanos no judíos de Antioquía, Siria y Cilicia. 24 Hemos tenido conocimiento de que algunos de aquí, sin autorización por nuestra parte, los han inquietado a ustedes y los han preocupado con sus enseñanzas. 25 Por tal motivo hemos resuelto por unanimidad escoger unos delegados y enviárselos junto con nuestros queridos Bernabé y Pablo, 26 quienes se han dedicado por entero a la causa de nuestro Señor Jesucristo. 27 Les enviamos, pues, a Judas y a Silas, que les trasmitirán de viva voz lo que les decimos en esta carta. 28 Es decisión del Espíritu Santo, y también nuestra, no imponerles otras obligaciones, aparte de estas que juzgamos imprescindibles: 29 abstenerse de lo que haya sido sacrificado a los ídolos, no comer carne de animales ahogados, no alimentarse de sangre, y no cometer ninguna clase de inmoralidad sexual. Ustedes harán bien en prescindir de todo esto. Queden con Dios”.

Los delegados informan a la iglesia de Antioquía


30 Los delegados se pusieron en camino y llegaron a Antioquía, donde reunieron a la comunidad y entregaron la misiva. 31 La lectura de su contenido proporcionó a todos gran alegría y consuelo.


Salmos 141

La Palabra (Hispanoamérica)

Salmo 141 (140)

Señor, acude a mí


141 Salmo de David.

Señor, a ti clamo, acude a mí,

escucha mi voz cuando te llamo.

2

Que mi oración sea ante ti como incienso,

mis manos alzadas como ofrenda de la tarde.

3

Señor, pon en mi boca un centinela

que vigile a la puerta de mis labios.

4

No dejes que mi corazón se incline al mal,

que cometa injusticias con los malhechores.

¡Que no pruebe yo sus manjares!

5

Que el justo por amor me corrija y me reprenda,

que el aceite del malvado no perfume mi cabeza,

que mi oración se alce frente a sus maldades.

6

Serán arrojados sus magistrados contra las rocas

y sabrán entonces que eran suaves mis palabras.

7

Como tierra que se rompe y desmenuza,

se esparcen sus huesos

a las puertas del reino de los muertos.

8

Señor, Dios mío, hacia ti dirijo mis ojos,

en ti me refugio, no me desampares.

9

Guárdame de la red que me han tendido,

de las trampas de los malhechores.

10

Que caigan los malvados en sus trampas,

mientras yo sigo adelante.


Proverbios 17:23

La Palabra (Hispanoamérica)


23

El corrupto acepta soborno secreto

y así tuerce el curso del derecho.

La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)


La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España


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