Día 174
2 Reyes 4:18-5:27; Hechos 15:1-31; Salmos 141:1-10; Proverbios 17:23 (Nueva Traducción Viviente)
2 Reyes 4:18-5:27 Nueva Traducción Viviente (NTV)
18 Cierto día, el
niño, ya más grande, salió a ayudar a su padre en el trabajo con los
cosechadores, 19 y de repente gritó: «¡Me duele la cabeza! ¡Me duele la
cabeza!».
Su padre le dijo a
uno de sus sirvientes: «Llévalo a casa, junto a su madre».
20 Entonces el
sirviente lo llevó a su casa, y la madre lo sostuvo en su regazo; pero cerca
del mediodía, el niño murió. 21 Ella lo subió y lo recostó sobre la cama del
hombre de Dios; luego cerró la puerta y lo dejó allí. 22 Después le envió un
mensaje a su esposo: «Mándame a uno de los sirvientes y un burro para que pueda
ir rápido a ver al hombre de Dios y luego volver enseguida».
23 —¿Por qué ir hoy?
—preguntó él—. No es ni festival de luna nueva ni día de descanso.
Pero ella dijo:
—No importa.
24 Entonces ensilló
el burro y le dijo al sirviente: «¡Apúrate! Y no disminuyas el paso a menos que
yo te lo diga».
25 Cuando ella se
acercaba al hombre de Dios, en el monte Carmelo, Eliseo la vio desde lejos y le
dijo a Giezi: «Mira, allí viene la señora de Sunem. 26 Corre a su encuentro y
pregúntale: “¿Están todos bien, tú, tu esposo y tu hijo?”».
«Sí —contestó ella—,
todo está bien».
27 Sin embargo,
cuando ella se encontró con el hombre de Dios en la montaña, se postró en el
suelo delante de él y se agarró de sus pies. Giezi comenzó a apartarla, pero el
hombre de Dios dijo: «Déjala. Está muy angustiada, pero el Señor no me ha dicho
qué le pasa».
28 Entonces ella
dijo: «¿Acaso yo te pedí un hijo, señor mío? ¿Acaso no te dije: “No me engañes
ni me des falsas esperanzas”?».
29 Enseguida Eliseo
le dijo a Giezi: «¡Prepárate para salir de viaje,[a] toma mi vara y vete! No
hables con nadie en el camino. Ve rápido y pon la vara sobre el rostro del
niño».
30 Pero la madre del
niño dijo: «Tan cierto como que el Señor vive y que usted vive, yo no regresaré
a mi casa a menos que usted venga conmigo». Así que Eliseo volvió con ella.
31 Giezi se adelantó
apresuradamente y puso la vara sobre el rostro del niño, pero no pasó nada. No
daba señales de vida. Entonces regresó a encontrarse con Eliseo y le dijo: «El
niño sigue muerto».
32 En efecto, cuando
Eliseo llegó, el niño estaba muerto, acostado en la cama del profeta. 33 Eliseo
entró solo, cerró la puerta tras sí y oró al Señor. 34 Después se tendió sobre
el cuerpo del niño, puso su boca sobre la boca del niño, sus ojos sobre sus
ojos y sus manos sobre sus manos. Mientras se tendía sobre él, ¡el cuerpo del
niño comenzó a entrar en calor! 35 Entonces Eliseo se levantó, caminó de un
lado a otro en la habitación, y se tendió nuevamente sobre el niño. ¡Esta vez
el niño estornudó siete veces y abrió los ojos!
36 Entonces Eliseo
llamó a Giezi y le dijo: «¡Llama a la madre del niño!». Cuando ella entró,
Eliseo le dijo: «¡Aquí tienes, toma a tu hijo!». 37 Ella cayó a los pies de
Eliseo y se inclinó ante él llena de gratitud. Después tomó a su hijo en brazos
y lo llevó abajo.
Milagros durante un
tiempo de hambre
38 Eliseo regresó a
Gilgal, y había hambre en la tierra. Cierto día, mientras un grupo de profetas
estaba sentado frente a él, le dijo a su sirviente: «Pon una olla grande al
fuego y prepara un guisado para el resto del grupo».
39 Entonces uno de
los jóvenes fue al campo a recoger hierbas y regresó con el bolsillo lleno de
calabazas silvestres. Las cortó en tiras y las puso en la olla, sin darse
cuenta de que eran venenosas. 40 Sirvieron un poco del guisado a los hombres,
quienes después de comer uno o dos bocados, gritaron: «¡Hombre de Dios, este
guisado está envenenado!». Así que no quisieron comerlo.
41 Eliseo les dijo:
«Tráiganme un poco de harina». Entonces la arrojó en la olla y dijo: «Ahora
está bien, sigan comiendo». Y ya no les hizo daño.
42 Otro día, un
hombre de Baal-salisa le trajo al hombre de Dios un saco de grano fresco y
veinte panes de cebada que había preparado con el primer grano de su cosecha.
Entonces Eliseo dijo:
—Dénselo a la gente
para que coma.
43 —¿Qué? —exclamó el
sirviente—. ¿Alimentar a cien personas solo con esto?
Pero Eliseo reiteró:
—Dénselo a la gente
para que coma, porque esto dice el Señor: “¡Todos comerán, y hasta habrá de
sobra!”.
44 Cuando se lo
dieron a la gente, hubo suficiente para todos y sobró, tal como el Señor había
prometido.
Naamán es sanado
5 El rey de Aram
sentía una gran admiración por Naamán, el comandante del ejército, porque el
Señor le había dado importantes victorias a Aram por medio de él; pero a pesar
de ser un poderoso guerrero, Naamán padecía de lepra.[b]
2 En ese tiempo, los
saqueadores arameos habían invadido la tierra de Israel, y entre sus cautivos
se encontraba una muchacha a quien habían entregado a la esposa de Naamán como
criada. 3 Cierto día, la muchacha le dijo a su señora: «Si mi amo tan solo
fuera a ver al profeta de Samaria; él lo sanaría de su lepra».
4 Entonces Naamán le
contó al rey lo que había dicho la joven israelita. 5 «Ve a visitar al profeta
—le dijo el rey de Aram—. Te daré una carta de presentación para que se la
lleves al rey de Israel».
Entonces Naamán
emprendió viaje y llevaba de regalo trescientos cuarenta kilos de plata,
sesenta y ocho kilos de oro,[c] y diez mudas de ropa. 6 La carta para el rey de
Israel decía: «Mediante esta carta presento a mi siervo Naamán. Quiero que lo
sanes de su lepra».
7 Cuando el rey de
Israel leyó la carta, horrorizado, rasgó sus vestiduras y dijo: «¡Este hombre
me manda a un leproso para que lo sane! ¿Acaso soy Dios para dar vida y
quitarla? Creo que solo busca pelear conmigo».
8 Sin embargo, cuando
Eliseo, hombre de Dios, supo que el rey de Israel había rasgado sus vestiduras
en señal de aflicción, le envió este mensaje: «¿Por qué estás tan disgustado?
Envíame a Naamán, así él sabrá que hay un verdadero profeta en Israel».
9 Entonces Naamán fue
con sus caballos y carros de guerra y esperó frente a la puerta de la casa de
Eliseo; 10 pero Eliseo le mandó a decir mediante un mensajero: «Ve y lávate
siete veces en el río Jordán. Entonces tu piel quedará restaurada, y te sanarás
de la lepra».
11 Naamán se enojó
mucho y se fue muy ofendido. «¡Yo creí que el profeta iba a salir a recibirme!
—dijo—. Esperaba que él moviera su mano sobre la lepra e invocara el nombre del
Señor su Dios ¡y me sanara! 12 ¿Acaso los ríos de Damasco —el Abaná y el
Farfar— no son mejores que cualquier río de Israel? ¿Por qué no puedo lavarme
en uno de ellos y sanarme?». Así que Naamán dio media vuelta y salió
enfurecido.
13 Sus oficiales
trataron de hacerle entrar en razón y le dijeron: «Señor,[d] si el profeta le
hubiera pedido que hiciera algo muy difícil, ¿usted no lo habría hecho? Así que
en verdad debería obedecerlo cuando sencillamente le dice: “¡Ve, lávate y te
curarás!”». 14 Entonces Naamán bajó al río Jordán y se sumergió siete veces,
tal como el hombre de Dios le había indicado. ¡Y su piel quedó tan sana como la
de un niño, y se curó!
15 Después Naamán y
todo su grupo regresaron a buscar al hombre de Dios. Se pararon ante él, y
Naamán le dijo:
—Ahora sé que no hay
Dios en todo el mundo, excepto en Israel. Así que le ruego que acepte un regalo
de su siervo.
16 Pero Eliseo
respondió:
—Tan cierto como que
el Señor vive, a quien yo sirvo, no aceptaré ningún regalo.
Aunque Naamán
insistió en que aceptara el regalo, Eliseo se negó. 17 Entonces Naamán le dijo:
—Está bien, pero
permítame, por favor, cargar dos de mis mulas con tierra de este lugar, y la
llevaré a mi casa. A partir de ahora, nunca más presentaré ofrendas quemadas o
sacrificios a ningún otro dios que no sea el Señor. 18 Sin embargo, que el
Señor me perdone en una sola cosa: cuando mi amo, el rey, vaya al templo del
dios Rimón para rendirle culto y se apoye en mi brazo, que el Señor me perdone
cuando yo también me incline.
19 —Ve en paz —le
dijo Eliseo.
Así que Naamán
emprendió el regreso a su casa.
La codicia de Giezi
20 Ahora bien, Giezi,
el sirviente de Eliseo, hombre de Dios, se dijo a sí mismo: «Mi amo no debería
haber dejado ir al arameo sin aceptar ninguno de sus regalos. Tan cierto como
que el Señor vive, yo iré tras él y le sacaré algo». 21 Entonces Giezi salió en
busca de Naamán.
Cuando Naamán vio que
Giezi corría detrás de él, bajó de su carro de guerra y fue a su encuentro.
—¿Está todo bien? —le
preguntó Naamán.
22 —Sí —contestó
Giezi—, pero mi amo me mandó a decirle que acaban de llegar dos jóvenes
profetas de la zona montañosa de Efraín; y él quisiera treinta y cuatro
kilos[e] de plata y dos mudas de ropa para ellos.
23 —Por supuesto,
llévate el doble[f] de la plata —insistió Naamán.
Así que le dio dos
mudas de ropa, amarró el dinero en dos bolsas y mandó a dos de sus sirvientes
para que le llevaran los regalos. 24 Cuando llegaron a la ciudadela,[g] Giezi
tomó los regalos de mano de los sirvientes y despidió a los hombres. Luego
entró en su casa y escondió los regalos.
25 Cuando entró para
ver a su amo, Eliseo le preguntó:
—¿Adónde fuiste,
Giezi?
—A ninguna parte —le
contestó él.
26 Pero Eliseo le
preguntó:
—¿No te das cuenta de
que yo estaba allí en espíritu cuando Naamán bajó de su carro de guerra para ir
a tu encuentro? ¿Acaso es momento de recibir dinero y ropa, olivares y viñedos,
ovejas y ganado, sirvientes y sirvientas? 27 Por haber hecho esto, tú y todos
tus descendientes sufrirán la lepra de Naamán para siempre.
Cuando Giezi salió de
la habitación, estaba cubierto de lepra; su piel se puso blanca como la nieve.
Footnotes:
4:29 En hebreo Ciñe
tus lomos.
5:1 O de una
enfermedad contagiosa de la piel. El término hebreo empleado aquí y en todo
este pasaje puede describir diversas enfermedades de la piel.
5:5 En hebreo 10
talentos [750 libras] de plata, 6000 [siclos] [150 libras] de oro.
5:13 En hebreo Padre
mío.
5:22 En hebreo un
talento [75 libras].
5:23 En hebreo
llévate 2 talentos [68 kilos o 150 libras].
5:24 En hebreo al
Ofel.
Nueva Traducción
Viviente (NTV)
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Hechos 15:1-31 Nueva Traducción Viviente (NTV)
El concilio de
Jerusalén
15 Cuando Pablo y
Bernabé estaban en Antioquía de Siria, llegaron unos hombres de Judea y
comenzaron a enseñarles a los creyentes:[a] «A menos que se circunciden como
exige la ley de Moisés, no podrán ser salvos». 2 Pablo y Bernabé no estaban de
acuerdo con ellos y discutieron con vehemencia. Finalmente, la iglesia decidió
enviar a Pablo y a Bernabé a Jerusalén, junto con algunos creyentes del lugar,
para que hablaran con los apóstoles y con los ancianos sobre esta cuestión. 3
La iglesia envió a los delegados a Jerusalén, quienes de camino se detuvieron
en Fenicia y Samaria para visitar a los creyentes. Les contaron —para alegría
de todos— que los gentiles[b] también se convertían.
4 Cuando llegaron a
Jerusalén, toda la iglesia —incluidos los apóstoles y los ancianos— dio la
bienvenida a Pablo y a Bernabé, quienes les informaron acerca de todo lo que
Dios había hecho por medio de ellos. 5 Pero después algunos creyentes que
pertenecían a la secta de los fariseos se pusieron de pie e insistieron: «Los
convertidos gentiles deben ser circuncidados y hay que exigirles que sigan la
ley de Moisés».
6 Así que los
apóstoles y los ancianos se reunieron para resolver este asunto. 7 En la
reunión, después de una larga discusión, Pedro se puso de pie y se dirigió a
ellos de la siguiente manera: «Hermanos, todos ustedes saben que hace tiempo
Dios me eligió de entre ustedes para que predicara a los gentiles a fin de que
pudieran oír la Buena Noticia y creer. 8 Dios conoce el corazón humano y él
confirmó que acepta a los gentiles al darles el Espíritu Santo, tal como lo
hizo con nosotros. 9 Él no hizo ninguna distinción entre nosotros y ellos, pues
les limpió el corazón por medio de la fe. 10 Entonces, ¿por qué ahora desafían
a Dios al poner cargas sobre los creyentes[c] gentiles con un yugo que ni
nosotros ni nuestros antepasados pudimos llevar? 11 Nosotros creemos que todos
somos salvos de la misma manera, por la gracia no merecida que proviene del
Señor Jesús».
12 Todos escucharon
en silencio mientras Bernabé y Pablo les contaron de las señales milagrosas y
maravillas que Dios había hecho por medio de ellos entre los gentiles.
13 Cuando terminaron,
Santiago se puso de pie y dijo: «Hermanos, escúchenme. 14 Pedro[d] les ha
contado de cuando Dios visitó por primera vez a los gentiles para tomar de
entre ellos un pueblo para sí mismo. 15 Y la conversión de los gentiles es
precisamente lo que los profetas predijeron. Como está escrito:
16 “Después yo
volveré
y restauraré la casa caída[e] de David.
Reconstruiré sus
ruinas
y la restauraré,
17 para que el resto
de la humanidad busque al Señor,
incluidos los gentiles,
todos los que he llamado a ser míos.
El Señor ha hablado,
18 Aquel que hizo que estas cosas se dieran a
conocer desde hace mucho”[f].
19 »Y mi opinión
entonces es que no debemos ponerles obstáculos a los gentiles que se convierten
a Dios. 20 Al contrario, deberíamos escribirles y decirles que se abstengan de
comer alimentos ofrecidos a ídolos, de inmoralidad sexual, de comer carne de
animales estrangulados y de consumir sangre. 21 Pues esas leyes de Moisés se
han predicado todos los días de descanso en las sinagogas judías de cada ciudad
durante muchas generaciones».
Carta para los
creyentes gentiles
22 Entonces los
apóstoles y los ancianos, junto con toda la iglesia de Jerusalén, escogieron
delegados y los enviaron a Antioquía de Siria con Pablo y Bernabé para que
informaran acerca de esta decisión. Los delegados escogidos eran dos de los
líderes de la iglesia[g]: Judas (también llamado Barsabás) y Silas. 23 La carta
que llevaron decía lo siguiente:
«Nosotros, los
apóstoles y los ancianos, sus hermanos de Jerusalén, escribimos esta carta a
los creyentes gentiles de Antioquía, Siria y Cilicia. ¡Saludos!
24 »Tenemos entendido
que unos hombres de aquí los han perturbado e inquietado con su enseñanza,
¡pero nosotros no los enviamos! 25 Así que decidimos, después de llegar a un
acuerdo unánime, enviarles representantes oficiales junto con nuestros amados
Bernabé y Pablo, 26 quienes han arriesgado la vida por el nombre de nuestro
Señor Jesucristo. 27 Les enviamos a Judas y a Silas para confirmar lo que hemos
decidido con relación a la pregunta de ustedes.
28 »Pues nos pareció
bien al Espíritu Santo y a nosotros no imponer sobre ustedes una carga mayor
que estos pocos requisitos: 29 deben abstenerse de comer alimentos ofrecidos a
ídolos, de consumir sangre o la carne de animales estrangulados y de la
inmoralidad sexual. Si hacen esto, harán bien. Adiós».
30 Los mensajeros
salieron de inmediato para Antioquía, donde convocaron a una reunión general de
los creyentes y entregaron la carta. 31 Y hubo mucha alegría en toda la iglesia
ese día cuando leyeron este mensaje alentador.
Footnotes:
15:1 En griego
hermanos; también en 15:3, 23, 32, 33, 36, 40.
15:3 Gentil[es], que
no es judío.
15:10 En griego
discípulos.
15:14 En griego
Simeón.
15:16 O el reino
caído; en griego dice la carpa caída.
15:16-18 Am 9:11-12
(versión griega); Is 45:21.
15:22 En griego eran
líderes entre los hermanos.
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Salmos 141 Nueva Traducción Viviente (NTV)
Salmo 141
Salmo de David.
1 Oh Señor, clamo a
ti. ¡Por favor, apresúrate!
¡Escucha cuando clamo a ti por ayuda!
2 Acepta como
incienso la oración que te ofrezco,
y mis manos levantadas, como una ofrenda
vespertina.
3 Toma control de lo
que digo, oh Señor,
y guarda mis labios.
4 No permitas que me
deslice hacia el mal
ni que me involucre en actos perversos.
No me dejes
participar de los manjares
de quienes hacen lo malo.
5 ¡Deja que los
justos me golpeen!
¡Será un acto de bondad!
Si me corrigen, es un
remedio calmante;
no permitas que lo rechace.
Pero oro
constantemente
en contra de los perversos y de lo que
hacen.
6 Cuando a sus
líderes los arrojen por un acantilado,
los perversos escucharán mis palabras y
descubrirán que son verdad.
7 Como las piedras
que levanta el arado,
los huesos de los perversos quedarán
esparcidos, sin que nadie los entierre.[a]
8 Busco tu ayuda, oh
Señor Soberano.
Tú eres mi refugio; no dejes que me maten.
9 Líbrame de las
trampas que me han tendido
y de los engaños de los que hacen el mal.
10 Que los perversos
caigan en sus propias redes,
pero a mí, déjame escapar.
Footnotes:
141:7 En hebreo
nuestros huesos serán esparcidos en la boca del Seol.
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Proverbios 17:23 Nueva Traducción Viviente (NTV)
23 Los perversos
aceptan sobornos a escondidas
para pervertir el curso de la justicia.
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