Ezequiel 1:1-3:15; Hebreos 3:1-19; Salmos 104:1-23; Proverbios 26:24-26 (Nueva Biblia Viva (NBV))
Ezequiel 1:1-3:15 Nueva Biblia Viva
(NBV)
1
Ezequiel, hijo de Buzí, era un sacerdote que vivía con los exiliados judíos
junto al río Quebar, en Babilonia. El recibió de parte de Dios visiones que le
mostraban lo que acontecería en los próximos meses y años.
2
Un día, a fines de junio, cuando ya habían pasado cinco años del exilio del rey
Joaquín, 3 fue cuando empecé a recibir visiones y mensajes de parte del Señor.
4
Yo vi en una visión una gran tormenta acercándose hacia mí desde el norte, y
delante de ella una enorme nube que resplandecía con fuego, desde adentro de la
cual continuamente salían llamaradas, y en el fuego mismo había algo que
brillaba como el bronce pulido.
5
Luego, desde el centro de la nube aparecieron cuatro seres extraños, aunque su
figura era como la de un ser humano. 6 ¡Pero, cada uno tenía cuatro caras y dos
pares de alas! 7 Sus piernas eran como las de los hombres, pero sus pies tenían
pezuñas como de buey, aunque brillaban como el bronce bruñido. 8 Y debajo de
cada una de sus alas yo podía ver manos humanas.
9
Los cuatro seres extraños estaban vivos y unidos ala con ala y volaban hacia
delante sin volverse atrás. 10 Cada uno tenía la cara de un ser humano al
frente, las caras de los costados eran una de león y una de buey, en tanto que
la posterior era de águila. 11 Cada uno tenía, además, dos pares de alas
desplegadas que partían del medio de sus espaldas. Un par se extendía hacia
arriba y el otro par cubría su cuerpo. 12 A donde les impulsaba el Espíritu
iban, pero moviéndose siempre hacia adelante, sin darse vuelta.
13
Subiendo y descendiendo entre ellos había otras formas que resplandecían como
brasas ardientes o antorchas brillantes, y desde ellos salían relámpagos. 14
Los seres vivos iban y venían con la velocidad del relámpago.
15
Al estar mirando atentamente todo esto, vi cuatro ruedas sobre el suelo debajo
de ellos, correspondiendo una rueda a cada uno de los seres vivientes. 16 Las
ruedas parecían como si fueran hechas de ámbar pulido, y cada una estaba
construida con una segunda rueda cruzada por adentro. 17 Así podían avanzar en
cualquiera de las cuatro direcciones sin tener que darse vuelta. 18 Las cuatro
ruedas tenían una enorme circunferencia y despedían brillos intensos.
19
Cuando los cuatro seres vivos volaban hacia adelante, las ruedas se desplazaban
con ellos. Cuando volaban hacia arriba, las ruedas también subían con ellos. 20
Cuando los seres vivos se detenían, también se detenían las ruedas. 21 Es que
el Espíritu de los cuatro seres vivos estaba en las ruedas de modo que
dondequiera su Espíritu iba, las ruedas y los seres vivos iban también.
22
En la parte superior de este extraño ser había una especie de bóveda de cristal
purísimo y resplandeciente. 23 Las alas de cada uno de los seres estaban debajo
de esta bóveda extendidas para tocar las alas de los otros y cada uno tenía dos
alas cubriendo su cuerpo. 24 Al volar, el ruido de sus alas era muy intenso,
como las olas estrellándose sobre la costa, o como la voz de Dios, o como el
griterío de un poderoso ejército en medio de una feroz batalla. Cuando se
detenían, entonces plegaban sus alas. 25 Estaba yo observando cuando se produjo
un gran estruendo. 26 Entonces vi sobre la cúpula que estaba encima de ellos.
Había algo que se parecía a un trono hecho de zafiros azules, y sentado sobre
él, alguien con la apariencia de un ser humano.
27
Desde su cintura hacia arriba parecía como bronce reluciente, deslumbrante como
el rayo, y desde su cintura hacia abajo como si todo fuera una llamarada. 28
Había una aureola resplandeciente semejante a un arco iris alrededor de él. Ese
era el aspecto que la presencia magnífica del Señor tenía para mí. Y cuando yo
lo vi, caí rostro a tierra, y oí la voz de alguien que me hablaba.
Llamamiento
de Ezequiel
2
Y me dijo: ¡Ponte de pie, hombre mortal,[a] que hablaré contigo!
2
Y el Espíritu entró en mí mientras me hablaba, y me puso de pie.
3
«Hombre mortal, me dijo, yo te envío a los israelitas, una nación terca, nación
que está siempre rebelándose contra mí. Ellos y sus antepasados han vivido
siempre desoyendo mis consejos y sin aceptar mi dirección. 4 Ellos son un
pueblo terco, de corazón duro. Pero yo te envío para comunicarles a ellos mis
mensajes, los mensajes del Señor Dios. 5 Y si ellos escuchan o no (pues
acuérdate que son rebeldes), por lo menos sabrán que han tenido un profeta
entre ellos. 6 Hombre mortal, no tengas temor de ellos, no te asustes, aun
cuando te amenacen con arrojarte a un pozo lleno de escorpiones. No desmayes
ante sus semblantes airados, pues acuérdate que son rebeldes. 7 Tú debes
entregarles mis mensajes, escuchen ellos o no (pero no lo harán, porque son muy
rebeldes). 8 Escucha, hombre mortal, lo que yo te diré. ¡No seas tú también
rebelde! ¡Abre la boca y come lo que te daré!».
9
Entonces miré y vi una mano tendida hacia mí con un rollo escrito por ambos
lados. 10 Él lo desenrolló, y entonces vi que estaba lleno de advertencias,
lamentaciones y condenas.
3
Él me dijo: «¡Hombre mortal, come este rollo que te he dado! Luego ve y
comunica este mensaje al pueblo de Israel».
2
Entonces abrí la boca para comer el rollo que él me ofreció. 3 «Cómelo todo»,
me dijo. Y cuando lo comí, supe que tenía el gusto dulce de la miel.
4
Luego él me dijo: «Hombre mortal, yo te envío al pueblo de Israel con mis
mensajes. 5 No te envío a alguna tierra extraña y distante, donde no
entenderías el idioma. 6 No, no a tribus con lenguas extrañas y difíciles que
no entenderían lo que les dices. (¡Aunque si lo hiciera, ellos sí obedecerían
mis mandatos!) 7 Yo te envío al pueblo de Israel, y ¡no te van a escuchar a ti,
como no me han escuchado a mí! Pues todos ellos son duros y testarudos. 8 Pero
mira que yo te he hecho duro y testarudo también, tanto como ellos, para que
seas insistente. 9 Yo he hecho tu frente más dura que la roca. Así que no
tengas miedo de ellos, ni temas sus miradas amenazantes e iracundas, aunque
sean tan rebeldes».
10
Luego él agregó: «Hombre mortal, deja que mis palabras penetren en lo profundo
de tu propio corazón primero; medítalas tú mismo, atentamente. 11 Luego ve a
tus compatriotas en el exilio y, escuchen o no, diles: “Esto es lo que el Señor
Dios dice”».
12
Luego el Espíritu me alzó, y la magnífica presencia del Señor comenzó a
alejarse, acompañada por el sonido como de un gran terremoto al escucharse un
grito que decía: «Que magnífica es la presencia del Señor cuando está en su
templo». 13 También el ruido de las alas de los seres vivos al tocarse entre sí
era ensordecedor.
14
El Espíritu me alzó por los aires. Yo iba lleno de amargura e ira, pero la mano
del Señor me tenía agarrado con gran fuerza. 15 Llegamos a Tel Aviv, donde
estaban los israelitas deportados, junto al río Quebar. Al llegar me senté
entre ellos, abrumado y atónito, durante siete días.
Footnotes:
2.1 Hombre mortal: La expresión hombre
mortal (lit. «hijo de hombre») se usa con frecuencia en este libro (unas 87
veces), cuando Dios se dirige a Ezequiel. Con esta expresión se quiere resaltar
la pequeñez del ser humano frente la grandeza de Dios. Sin embargo, a pesar de
esa fragilidad, Dios usa al profeta como su instrumento para llevar a cabo sus
planes y dar esperanza al pueblo cautivo.
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Hebreos 3 Nueva Biblia Viva (NBV)
Jesús,
superior a Moisés
3
Por lo tanto, hermanos míos, a quienes Dios ha apartado para sí y que
participan en el mismo llamado de la salvación, piensen ahora en Jesús, apóstol
y sumo sacerdote de nuestra fe. 2 Jesús fue fiel a Dios, que lo nombró sumo
sacerdote, así como también Moisés fue fiel en el servicio a toda la casa de
Dios.
3
Pero Jesús tiene mayor honor que Moisés, porque el que construye una casa tiene
más honor que la casa misma. 4 Toda casa es hecha por un constructor, pero Dios
es el que construye todo lo que existe. 5 Pues bien, Moisés fue fiel en su
trabajo como siervo en la casa de Dios; lo hacía para dar testimonio de lo que
Dios diría en el futuro. 6 En cambio, Cristo es fiel como Hijo sobre la casa de
Dios. Y nosotros somos la casa de Dios si mantenemos hasta el fin nuestra
entereza y la esperanza que nos hace sentir orgullosos.
Advertencia
contra la incredulidad
7
Como dice el Espíritu Santo:
«Si
ustedes escuchan hoy su voz, 8 no endurezcan el corazón como sucedió en la
rebelión, en aquel día de prueba en el desierto. 9 Allí sus antepasados me
tentaron y me pusieron a prueba, a pesar de haber visto mis obras por cuarenta
años. 10 Por eso me enojé con ellos y dije: “Su corazón siempre se extravía y
no han reconocido mis caminos”. 11 Entonces, airado contra ellos, juré
diciendo: “Jamás entrarán en mi reposo”».
12
Por lo tanto, cuídense, hermanos, y no sean incrédulos ni tengan un corazón
perverso que los esté apartando del Dios vivo. 13 Exhórtense todos los días
mientras les quede tiempo, para que ninguno se endurezca contra Dios, cegado
por el engaño del pecado, 14 pues hemos llegado a tener parte con Cristo, si
somos fieles hasta el fin, tal como confiamos en Cristo al principio.
15
Como acabamos de decir:
«Si
oyen hoy su voz, no endurezcan su corazón como sucedió en la rebelión».
16
¿Quiénes fueron los que a pesar de haber escuchado la voz de Dios se rebelaron
contra él? Los que escaparon de Egipto comandados por Moisés. 17 ¿Contra
quiénes estuvo enojado Dios durante aquellos cuarenta años? Contra los que, por
haber pecado, murieron en el desierto. 18 Y ¿a quiénes se refería Dios cuando
juró que no entrarían a la tierra que había prometido a su pueblo? Se refería a
los que lo habían desobedecido. 19 Como podemos ver, no pudieron entrar porque
no confiaban en él.
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Salmos 104:1-23 Nueva Biblia Viva
(NBV)
104
¡Alaba, alma mía, al Señor! Dios mío, qué grande eres tú. Estas revestido de
honor y majestad. 2 Te cubres de luz como con un manto; extiendes los cielos
como un velo. 3 Afirmas sobre las aguas tus altos aposentos y haces de las
nubes tus carros de guerra. ¡Tú cabalgas en las alas del viento! 4 Haces de los
vientos tus mensajeros, y de las llamas de fuego tus servidores.
5
Tú pusiste la tierra sobre sus cimientos, y de allí nunca se moverá. 6 Vestiste
la tierra con torrentes de agua que cubrieran las montañas. 7 Pero a tu
reprensión huyeron las aguas; ante el estruendo de tu voz se dieron a la fuga.
8 Las montañas salieron y los valles se hundieron hasta el lugar que tú les
diste. 9 Luego pusiste límite a los mares, para que nunca más cubrieran la
tierra.
10
Tú haces que los manantiales viertan sus aguas en las cañadas, y que los
riachuelos fluyan en abundancia desde las montañas. 11 Ellas suministran agua
para todos los animales. Allí apagan su sed los burros salvajes, 12 y las aves
anidan junto a las corrientes y cantan entre las ramas de los árboles. 13 Desde
tu casa en las nubes, envías la lluvia sobre las montañas, y llenas la tierra
con el fruto de tu trabajo. 14 Haces que crezca la hierba para el ganado, y las
plantas que la gente cultiva para sacar de la tierra su alimento, 15 y vino
para alegrarlo, y aceite de oliva como loción para su piel, y pan para
fortalecerlo. 16 Los árboles del Señor están bien regados, los cedros del
Líbano que él plantó. 17 Allí las aves hacen sus nidos, y en los cipreses tiene
su hogar las cigüeñas. 18 En lo alto de los montes hay pasto para las cabras
monteses, y en sus rocas hallan refugio los tejones.
19
Él destinó la luna para marcar los meses, y el sol para marcar los días. 20 Tú
envías la oscuridad, y cae la noche, y es cuando los animales del bosque salen
a buscar su presa. 21 Entonces rugen los leoncillos pidiendo alimento, pero en
manos del Señor están. 22 Cuando amanece regresan para ocultarse y reposar en
sus guaridas, 23 y la gente sale para cumplir con sus tareas, ellos trabajan
hasta que las sombras de la noche caen otra vez.
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Proverbios 26:24-26 Nueva Biblia Viva
(NBV)
24
El que odia lo disimula al hablar, pero en su corazón hace planes malvados.
25
No le creas, aunque te hable con dulzura, porque su corazón rebosa de
abominaciones.
26
Puede engañarnos disimulando su odio pero ante todos se descubrirá su maldad.
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