Día 23, DAB Español, Miércoles 23 de Enero
Génesis 46:1-47:31; Mateo 15:1-28; Salmos 19; Proverbios 4:14-19 (Traducción en lenguaje actual (TLA))
Génesis
46-47 Traducción en lenguaje actual (TLA)
Jacob llega a Egipto
46 El padre de José salió de Canaán con todas sus
pertenencias, y al llegar a Beerseba ofreció sacrificios al Dios de su padre
Isaac. 2 Esa noche Dios le habló en un sueño, y le dijo:
—¡Jacob!
—¡Sí, aquí estoy! —respondió Jacob.
3-4 Entonces Dios le dijo:
«Yo soy el Dios de tu padre. No tengas miedo de ir a
Egipto, porque yo voy a ir contigo. Te convertiré en una gran nación, y te haré
volver de nuevo a Canaán. Además, cuando mueras, José estará a tu lado».
5-7 Entonces los hijos de Jacob lo ayudaron a subir a
las carretas que había enviado el rey de Egipto. Así fue como Jacob se fue de
Beerseba a Egipto con toda su familia, con todo su ganado y todo lo que tenía.
Los descendientes de Jacob y Lía
8-14 Ésta es la lista de los familiares de Jacob que
se fueron con él a Egipto, empezando por los descendientes de Jacob y Lía:
Rubén, hijo mayor de Jacob, y sus hijos:
Hanoc,
Falú,
Hesrón,
Carmí.
Simeón y sus hijos:
Jemuel,
Jamín,
Óhad,
Jaquín,
Sóhar,
Saúl, que era hijo de una cananea.
Leví y sus hijos:
Guersón,
Quehat,
Merarí.
Judá y sus hijos:
Er,
Onán,
Selá,
Fares,
Zérah.
Er y Onán ya habían muerto en Canaán.
Fares y sus hijos:
Hesrón,
Hamul.
Isacar y sus hijos:
Tolá,
Puvá,
Job,
Simrón.
Zabulón y sus hijos:
Séred,
Elón,
Jahleel.
15 En total, los hijos que Jacob y Lía tuvieron en
Padán-aram, y sus nietos, más su hija Dina, fueron treinta y tres.
Los descendientes de Jacob y Zilpá
16-18 Éstos son los descendientes de Jacob y Zilpá.
Esta mujer era la esclava que Labán le había dado a su hija Lía.
Gad y sus hijos:
Sefón,
Haguí,
Suní,
Esbón,
Erí,
Arodí,
Arelí.
Aser y sus hijos:
Imná,
Isvá,
Isví,
Beriá,
Sérah.
Beriá y sus hijos:
Héber,
Malquiel.
En total, los descendientes de Jacob y Zilpá fueron
dieciséis.
Los descendientes de Jacob y Raquel
19-22 Éstos son los descendientes de Jacob y Raquel:
José y sus hijos:
Manasés y
Efraín.
Ésos fueron los hijos que José tuvo con Asenat, hija
de Potifera, sacerdote de On, y que nacieron en Egipto.
Benjamín y sus hijos:
Bela,
Béquer,
Asbel,
Guerá,
Naamán,
Ehi,
Ros,
Mupim,
Hupim,
Ard.
En total, los descendientes de Jacob y Raquel fueron
catorce.
Los descendientes de Jacob y Bilhá
23-24 Éstos son los descendientes de Jacob y Bilhá, la
esclava que Labán le había dado a su hija Raquel:
Dan y su hijo Husim.
Neftalí y sus hijos:
Jahseel,
Guní,
Jezer,
Silem.
25 En total, los descendientes de Jacob y Bilhá fueron
siete.
26 A Egipto fueron sesenta y seis descendientes
directos de Jacob, sin contar a las esposas de sus hijos. 27 Contando a Jacob y
a José, y a los dos hijos de José que habían nacido en Egipto, la familia de
Jacob en Egipto fue de setenta personas en total.
Jacob y José se encuentran
28 Antes de salir de Canaán, Jacob envió a Judá para
que le preguntara a José cómo llegar a la región de Gosen. Cuando todos ellos
llegaron allá, 29 José mandó que le prepararan su carro, y salió a encontrarse
con su padre. En cuanto José lo vio, corrió a sus brazos y se soltó a llorar un
buen rato. 30 Y Jacob le dijo:
—Con mis propios ojos te he visto, y sé que estás
vivo. ¡Ya puedo morir en paz!
31 José les dijo a sus hermanos y a todos sus
familiares:
—Voy a hablar con el rey. Le diré que toda mi familia,
que vivía en Canaán, ha venido a quedarse conmigo. 32 Le diré que ustedes crían
ovejas, y que se han traído sus rebaños y ganado, y todo lo que tienen. 33
Cuando el rey los llame y les pregunte a qué se dedican, 34 respóndanle que
siempre han sido pastores, como nuestros abuelos. Así los dejará quedarse en la
región de Gosen.
Y es que a los egipcios no les gusta vivir cerca de
los pastores.
Jacob ante el rey de Egipto
47 1-2 José eligió a cinco de sus hermanos y se los
presentó al rey. Le dijo:
—Mi padre y mis hermanos han venido desde Canaán, y
ahora están en Gosen. Han venido con sus rebaños y ganados, y con todo lo que
tienen.
3 El rey les preguntó:
—¿Y ustedes a qué se dedican?
Ellos le respondieron:
—Su Majestad, nosotros somos pastores, como lo fueron
nuestros abuelos. 4 Hemos venido a quedarnos aquí por algún tiempo, porque
falta comida en Canaán y ya no tenemos pastos para nuestros ganados. Le rogamos
a usted que nos deje vivir en Gosen.
5 Entonces el rey le dijo a José:
—Ya que tu padre y tus hermanos han venido a quedarse
contigo, 6 puedes elegir el lugar que quieras para que vivan en este país.
Dales los mejores terrenos; déjalos vivir en Gosen. Y si algunos de ellos
tienen alguna habilidad especial, que se dediquen a cuidar mi propio ganado.
7 Luego José llevó a su padre ante el rey. Jacob lo
saludó con mucho respeto, 8 y el rey le preguntó su edad. 9 Jacob le respondió:
—Su Majestad, ya llevo ciento treinta años de andar de
un lado a otro. Y aunque mi vida no ha sido fácil, todavía no he llegado a
vivir lo que vivieron mis abuelos.
10 Finalmente, Jacob se despidió del rey y salió de su
presencia.
11 José cumplió con las órdenes del rey, y les entregó
a su padre y a sus hermanos los mejores terrenos de Egipto. Ellos se
establecieron en la región de Gosen, que después se conoció como la región de
Ramsés. 12 Además, a todos ellos les dio alimentos según la cantidad de hijos
que tenían.
José y el hambre
13 Pero la falta de alimentos estaba acabando con los
habitantes de Canaán y de Egipto. En ninguna parte se encontraba comida. 14 Sin
embargo, José seguía vendiendo trigo y amontonando dinero en el palacio del
rey. Todo el dinero que había en esos países lo recogió en pago del trigo
comprado. 15 Cuando también los egipcios se quedaron sin dinero, todos ellos
fueron a hablar con José y le dijeron:
—Ya no tenemos dinero. Denos usted de comer, o pronto
moriremos.
16 José les respondió:
—Pues si ya no tienen dinero, tráiganme sus vacas y a
cambio de ellas les daré trigo.
17 Los egipcios le llevaron caballos, ovejas, cabras,
vacas y burros, y a cambio de ellos José les dio alimento durante todo ese año.
18 Pero al año siguiente fueron a verlo de nuevo, y le dijeron:
—Señor gobernador, no podemos negarle a usted que ya
no tenemos dinero, y que nuestros animales ahora son de usted. Ya no tenemos
nada que ofrecerle a cambio de comida, a no ser nuestras tierras y nosotros
mismos. 19 ¡Cómprenos usted nuestras tierras, seremos esclavos del rey, pero
denos de comer! Denos usted semilla, para que sembremos la tierra. Así no
moriremos. ¡No queremos que nos vea usted morir, y que nuestras tierras queden
como el desierto!
20 En verdad, fue tanta la falta de alimentos que
todos los egipcios le vendieron sus campos a José, quien los compró para el rey
de Egipto. Así fue como toda la tierra del país llegó a ser propiedad del rey,
21 y todos en Egipto quedaron a su servicio. Todo esto fue obra de José. 22 Sin
embargo, José no compró las tierras de los sacerdotes porque ellos no las
pusieron en venta. Como ellos siempre recibían ayuda de parte del rey, tenían
comida de sobra.
23 Entonces José les dijo a los egipcios:
—Aquí tienen semilla para que siembren sus campos.
Pero recuerden que hoy los he comprado a ustedes y a sus tierras, y que ahora
pertenecen al rey. 24 Así que, cuando llegue la cosecha, le darán al rey una
quinta parte de lo que recojan, pero podrán quedarse con las otras cuatro
quintas partes. De allí apartarán la semilla que vayan a sembrar y el alimento
para ustedes y para sus hijos.
25 Los egipcios respondieron:
—Señor gobernador: ¡usted nos ha salvado la vida!
¡Denos ahora el privilegio de ser esclavos del rey!
26 José estableció como ley en Egipto que la quinta
parte de las cosechas sería para el rey. Y hasta el día en que esto se
escribió, esta ley se ha respetado. Las únicas tierras que no llegaron a ser
del rey fueron las de los sacerdotes.
27 Los israelitas se establecieron en el territorio
egipcio de Gosen. Allí compraron terrenos, y llegaron a tener muchos hijos.
Juramento de José a su padre
28 Jacob vivió en Egipto diecisiete años, así que
alcanzó a vivir ciento cuarenta y siete años. 29 Cuando se acercaba la hora de
su muerte, mandó llamar a su hijo José y le dijo:
—Voy a pedirte un favor, y júrame que lo cumplirás. Si
de veras me quieres, prométeme que no me enterrarás en Egipto. 30 Cuando yo
muera, saca mis restos de aquí y entiérralos donde están enterrados mis
antepasados.
Y José le prometió hacerlo así. 31 Pero Jacob
insistió:
—¡Júramelo!
José se lo juró. Entonces su padre se inclinó sobre la
cabecera de su cama, y dijo una oración.
Traducción en lenguaje actual (TLA)
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Mateo
15:1-28 Traducción en lenguaje actual (TLA)
Las enseñanzas de los antepasados
15 Algunos de los fariseos y de los maestros de la
Ley, que habían venido de Jerusalén, le preguntaron a Jesús:
2 —¿Por qué tus discípulos no siguen las costumbres
que nuestros antepasados han practicado desde hace mucho tiempo? ¿Por qué no se
lavan las manos antes de comer?
3 Jesús les dijo:
—¿Y por qué ustedes desobedecen el mandamiento de Dios
para obedecer sus propias costumbres? 4 Porque Dios dijo: “Obedezcan y cuiden a
su padre y a su madre; la persona que maltrate a su padre o a su madre tendrá
que morir.”
5-6 »Pero ustedes dicen que uno no desobedece a Dios
si le dice a sus padres: “No puedo ayudarlos, porque prometí darle a Dios todo
lo que tengo, incluyendo mi dinero.”
»Ustedes no hacen caso de los mandamientos de Dios,
con tal de seguir sus propias costumbres. 7 ¡Son unos hipócritas! Dios tenía
razón cuando dijo por medio del profeta Isaías:
8 “Este pueblo dice que me obedece,
pero en verdad nunca piensa en mí.
9 De nada sirve que ustedes me alaben,
pues inventan reglas
y luego las enseñan
diciendo que yo las ordené.”
Lo que realmente contamina
10 Jesús llamó a la gente y le dijo:
—Escuchen y entiendan bien: 11 Lo que los hace impuros
delante de Dios no es la comida que entra por su boca. Lo que los hace impuros
son los insultos y las malas palabras que dicen.
12 Entonces los discípulos de Jesús se acercaron y le
dijeron:
—A los fariseos no les gustó lo que dijiste.
13 Jesús respondió:
—Mi Padre tratará a los fariseos como trata el
jardinero a las plantas que no ha sembrado: las arranca de raíz y las echa
fuera. 14 No hagan caso de los fariseos: son como el ciego que guía a otro ciego,
y si un ciego guía a otro, los dos terminan cayéndose en una zanja.
15 Pedro preguntó:
—Explícanos qué quisiste decir cuando hablaste de lo
que nos hace impuros delante de Dios.
16 Jesús respondió:
—¿Tampoco ustedes entienden? 17 Todo lo que comemos o
bebemos va al estómago, y después el cuerpo lo expulsa. 18-20 Pero si la gente
dice cosas malas, es porque es mala y siempre está pensando en lo malo: en cómo
matar, en cómo ser infieles en el matrimonio, en cómo hacer cosas indecentes, o
en cómo robar, o insultar a otras personas, y mentir. A Dios no le agrada que
gente así lo alabe. Pero cualquiera puede alabar a Dios, aunque coma sin
lavarse las manos.
Una mujer no judía confía en Dios
21 Jesús se fue de allí a la región de Tiro y de
Sidón. 22 Una mujer de esa región, que era del grupo al que los judíos llamaban
cananeos, se acercó a Jesús y le dijo a gritos:
—¡Señor, tú que eres el Mesías, ten compasión de mí y
ayúdame! ¡Mi hija tiene un demonio que la hace sufrir mucho!
23 Jesús no le hizo caso. Pero los discípulos se
acercaron a él y le rogaron:
—Atiende a esa mujer, pues viene gritando detrás de
nosotros.
24 Jesús respondió:
—Dios me envió para ayudar sólo a los israelitas, pues
ellos son para mí como ovejas perdidas.
25 Pero la mujer se acercó a Jesús, se arrodilló
delante de él y le dijo:
—¡Señor, ayúdame!
26 Jesús le dijo:
—No está bien quitarles la comida a los hijos para
echársela a los perros.[a]
27 La mujer le respondió:
—¡Señor, eso es cierto! Pero aun los perros comen de
las sobras que caen de la mesa de sus dueños.
28 Entonces Jesús le dijo:
—¡Mujer, tú sí que tienes confianza en Dios! Lo que me
has pedido se hará.
Y en ese mismo instante su hija quedó sana.
Footnotes:
Mateo 15:26 Echársela a los perros: Algunas veces los
judíos llamaban perros a la gente que no era judía.
Traducción en lenguaje actual (TLA)
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Salmos
19 Traducción en lenguaje actual (TLA)
Creación y palabra
SALMO 19 (18)
Himno de David.
19 El cielo azul nos habla
de la grandeza de Dios
y de todo lo que ha hecho.
2 Los días y las noches
lo comentan entre sí.
3 Aunque no hablan ni dicen nada,
ni se oye un solo sonido,
4 sus palabras recorren toda la tierra
y llegan hasta el fin del mundo.
En el cielo Dios ha puesto
una casa para el sol.
5 Y sale el sol de su casa
feliz como un novio;
alegre como un atleta,
se dispone a recorrer su camino.
6 Sale por un lado
y se oculta por el otro,
sin que nada ni nadie
se libre de su calor.
7 La ley de Dios es perfecta,
y nos da nueva vida.
Sus mandatos son dignos de confianza,
pues dan sabiduría a los jóvenes.
8 Las normas de Dios son rectas
y alegran el corazón.
Sus mandamientos son puros
y nos dan sabiduría.
9 La palabra de Dios es limpia
y siempre se mantiene firme.
Sus decisiones son al mismo tiempo
verdaderas y justas.
10 Yo prefiero sus decisiones
más que montones de oro,
me endulzan la vida
más que la miel del panal.
11 Me sirven de advertencia;
el premio es grande
si uno cumple con ellas.
12 Nadie parece darse cuenta
de los errores que comete.
¡Perdóname, Dios mío,
los pecados que cometo
sin darme cuenta!
13 ¡Líbrame del orgullo!
¡No dejes que me domine!
¡Líbrame de la desobediencia
para no pecar contra ti!
14 ¡Tú eres mi Dios y mi protector!
¡Tú eres quien me defiende!
¡Recibe, pues, con agrado
lo que digo y lo que pienso!
Traducción en lenguaje actual (TLA)
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Proverbios
4:14-19 Traducción en lenguaje actual (TLA)
14 No te juntes con gente malvada
ni sigas su mal ejemplo.
15 ¡Aléjate de su compañía!
¡Aléjate, y sigue adelante!
16 Esa gente no duerme
hasta que hace algo malo;
¡no descansa hasta destruir a alguien!
17 En vez de comer,
se satisface cometiendo maldades;
en vez de beber,
festeja la violencia que comete.
18 »La vida de los hombres buenos
brilla como la luz de la mañana:
va siendo más y más brillante,
hasta que alcanza todo su esplendor.
19 La vida de los malvados
es todo lo contrario:
es como una gran oscuridad
donde no saben ni en qué tropiezan.
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