Friday, July 23, 2021

DAB Español, Sábado 24 de Julio

Día 205, DAB Español, Sábado 24 de Julio

2 Crónicas 11:1-13:22; Romanos 8:24-39; Salmos 18:35-50; Proverbios 19:27-29 (Traducción en lenguaje actual (TLA))









2 Crónicas 11-13

Traducción en lenguaje actual

 

11 Cuando Roboam llegó a Jerusalén, reunió a ciento ochenta mil soldados que eligió de entre todas las familias de Judá y de la tribu de Benjamín, para luchar contra las demás tribus y recuperar el poder sobre todo Israel. 2 Pero Dios habló con Semaías, un hombre que amaba y respetaba a Dios, y le dijo: 3 «Debes darle a Roboam, y a todos los de la tribu de Judá y de Benjamín, este mensaje: 4 “Dios no quiere que haya guerra contra las demás tribus de Israel, pues ellos son sus parientes. Vuelvan a sus casas, pues es una orden de Dios”».

 

Al escuchar este mensaje, todos regresaron a sus casas y no atacaron a Jeroboam.

Roboam protege sus ciudades

 

5-12 Roboam se quedó a vivir en Jerusalén, y logró mantener bajo su control las ciudades de las tribus de Judá y de Benjamín. Pudo hacerlo porque protegió y fortaleció algunas ciudades hasta el punto de convertirlas en fortalezas. Además de construir fuertes murallas alrededor de ellas, puso en cada ciudad a jefes del ejército, y los armó con escudos y lanzas. Además, almacenó en las ciudades suficiente comida, aceite y vino.

 

Éstas son las ciudades que reforzó:

 

Belén,

 

Etam,

 

Tecoa,

 

Bet-sur,

 

Socó,

 

Adulam,

 

Gat,

 

Maresá,

 

Zif,

 

Adoraim,

 

Laquis,

 

Azecá,

 

Sorá,

 

Aialón y

 

Hebrón.

Los sacerdotes y levitas se unen a Roboam

 

13-15 Jeroboam hizo altares para que la gente adorara a los ídolos y toros que él había fabricado. También nombró sus propios sacerdotes, y él y sus hijos expulsaron a los sacerdotes que servían a Dios. Por esa razón, los sacerdotes y levitas de todo Israel dejaron sus tierras y posesiones, y se unieron a Roboam. Se quedaron a vivir en Jerusalén y en el territorio de Judá.

 

16 Con ellos, llegaron a Jerusalén israelitas de todas las tribus. Era gente que con toda sinceridad quería adorar al Dios de Israel, el Dios de sus antepasados.

 

17 Durante tres años, toda esta gente le dio su apoyo a Roboam hijo de Salomón, y así fortalecieron el reino de Judá, siguiendo el buen ejemplo de David y Salomón.

La familia de Roboam

 

18 Roboam se casó con Mahalat, que era hija de Jerimot y Abihail. Jerimot era hijo de David, y Abihail era hija de Eliab y nieta de Jesé. 19 Roboam y Mahalat tuvieron tres hijos:

 

Jehús,

 

Semarías,

 

Záham.

 

20 Roboam también se casó con Maacá hija de Absalón, y tuvo cuatro hijos:

 

Abiam,

 

Atai,

 

Ziza,

 

Selomit.

 

21 Roboam tuvo dieciocho esposas y sesenta mujeres, con las cuales tuvo veintiocho hijos y sesenta hijas.

 

Como Roboam amaba a Maacá más que a todas sus mujeres, 22 y quería que su hijo Abiam fuera el rey, lo nombró jefe de todos sus hermanos. 23 Pero también fue astuto, y envió a sus demás hijos a vivir en diferentes partes del territorio de Judá y de Benjamín. Los nombró jefes de las ciudades que había transformado en fortalezas, y les dio provisiones en abundancia y muchas esposas.

El rey de Egipto conquista Judá (1 R 14.21-31)

 

12 1-9 En cuanto Roboam se dio cuenta de que su reino era firme y poderoso, él y todo el pueblo de Israel dejaron de obedecer la ley de Dios. Por esa razón, cuando Roboam cumplió cinco años en el reinado, Dios permitió que Sisac, rey de Egipto, conquistara a los israelitas.

 

Sisac tenía un ejército de mil doscientos carros de combate y sesenta mil jinetes; además, venían con él soldados libios, suquienos y etíopes, en tal cantidad que no se podían contar.

 

El rey de Egipto fue conquistando, una tras otra, las ciudades y fortalezas de Judá, y finalmente llegó hasta Jerusalén. Los principales jefes de Judá se habían reunido allí con Roboam, y fue entonces cuando el profeta Semaías les dijo: «Éste es el mensaje de Dios para ustedes: “Como se olvidaron de mí, ahora yo los abandono y los dejo bajo el poder de Sisac”».

 

Entonces los jefes y el rey reconocieron con humildad su maldad y confesaron: «¡El castigo de Dios es justo!»

 

Cuando Dios se dio cuenta de que habían reconocido con humildad su pecado, les mandó este mensaje por medio de Semaías:

 

«Ustedes han sido humildes al reconocer su pecado, y por eso no dejaré que Sisac destruya por completo Jerusalén. En poco tiempo los liberaré de su poder. Sin embargo, para que sepan cuán diferente es servirme a mí, que servir a los reyes de este mundo, serán servidores del rey de Egipto».

 

Entonces Sisac atacó y conquistó a Jerusalén. Se llevó todos los tesoros del templo de Dios y del palacio real, incluyendo los escudos de oro que había hecho Salomón. 10 Luego Roboam hizo escudos de bronce en lugar de los de oro, y los puso al cuidado de los oficiales que vigilaban la entrada de su palacio. 11 Cada vez que el rey iba al templo, los vigilantes llevaban los escudos. Cuando regresaban, los ponían de nuevo en el cuartel.

 

12 Sin embargo, como Roboam se había humillado, Dios no permitió que Jerusalén fuera totalmente destruida, pues aún había algo bueno en Judá. 13 De hecho, Roboam recuperó su poder y siguió reinando en Jerusalén, que era la ciudad que Dios había elegido de entre todas las tribus de Israel, para vivir en ella.

 

Roboam tenía cuarenta y un años de edad cuando comenzó a reinar, y su reinado duró diecisiete años. Su madre se llamaba Naamá, y era amonita. 14 Pero su conducta fue mala, pues no obedeció a Dios con sinceridad.

Muerte de Roboam

 

15-16 Roboam y Jeroboam siempre estuvieron en guerra. La historia de Roboam, de principio a fin, está escrita en estos libros: «Las historias del profeta Semaías» y «Los mensajes del profeta Iddo».

 

17 Cuando Roboam murió, lo enterraron en la Ciudad de David, en la tumba de sus antepasados. Su hijo Abiam reinó en su lugar.

Abiam, rey de Judá (1 R 15.1-8)

 

13 Abiam comenzó a reinar cuando Jeroboam tenía ya dieciocho años de gobernar en Israel. 2 La capital de su reino fue Jerusalén, y su reinado duró tres años. Su madre se llamaba Micaías y era hija de Uriel de Guibeá.

 

Y también hubo guerra entre Abiam y Jeroboam. 3 Abiam eligió para la batalla a cuatrocientos mil soldados de los más valientes. Por su parte, Jeroboam eligió para la batalla a ochocientos mil valientes soldados.

 

4 Cuando estaba a punto de comenzar la batalla, Abiam subió a la parte más alta de Semaraim, que está en la montaña de Efraín, y gritó:

 

«¡Jeroboam! ¡Soldados de Israel! ¡Escúchenme! 5 ¿Acaso no recuerdan que Dios hizo un pacto con David y sus descendientes, y les prometió que ellos reinarían sobre Israel por siempre?

 

6 »Sin embargo, tú, Jeroboam, que no eras más que un sirviente de Salomón, te pusiste en su contra. 7 Te has rodeado de un grupo de malvados, buenos para nada. Son los mismos que mal aconsejaron a Roboam, el hijo de Salomón, y como él era muy joven e indeciso, no pudo enfrentarse a ellos.

 

8 »Dios reina en Israel por medio de los descendientes de David. Pero ahora ustedes creen que podrán vencer a nuestro Dios. Confían en que son muchísimos, y creen que les ayudarán sus dioses, ¡esos toros de oro que Jeroboam les hizo!, creen que podrán vencer a nuestro Dios.

 

9 »Además, ustedes han expulsado a los sacerdotes y a sus ayudantes, a los cuales Dios había elegido, ¡y han nombrado a sus propios sacerdotes! Se están comportando como los pueblos que no conocen al Dios verdadero: nombran como sacerdote de esos dioses falsos a cualquier fulano que traiga como ofrenda un ternero y siete carneros.

 

10 »Nosotros, al contrario, adoramos a nuestro Dios, y no lo hemos traicionado. Nuestros sacerdotes son los descendientes de Aarón, y sus ayudantes son de la tribu de Leví, a quienes Dios eligió para que le sirvieran.

 

11 »Tal y como Dios lo mandó, cada mañana y cada tarde ellos le presentan sacrificios e incienso; todas las tardes van a la mesa que ha sido preparada para la adoración, y colocan en ella el pan ofrecido a Dios, y encienden las lámparas del candelabro de oro. ¡Nada de esto hacen ustedes!

 

12 »Yo les advierto que nuestro capitán es Dios, y que sus sacerdotes están listos para tocar sus trompetas y dar la señal de guerra. Ustedes no podrán ganarnos, así que les aconsejo no pelear contra el Dios de sus antepasados».

 

13-14 Mientras Abiam hablaba, Jeroboam envió una parte de su ejército para que atacara por detrás al ejército de Abiam. Cuando los de Judá se dieron cuenta de que los iban a atacar por el frente y por detrás, le rogaron a Dios que los ayudara. Entonces los sacerdotes tocaron las trompetas, 15-19 y cuando el ejército de Judá lanzó el grito de guerra, Dios permitió que Abiam y sus hombres derrotaran a Jeroboam. Todo el ejército de Jeroboam salió huyendo de los hombres de Judá, quienes los persiguieron. Los de Judá lograron matar a quinientos mil de los mejores soldados de Jeroboam, y recuperaron las ciudades de Betel, Jesaná y Efraín, junto con las aldeas que las rodeaban.

 

Ese día, el ejército de Judá obtuvo una gran victoria porque confiaron en el Dios de sus antepasados. Por el contrario, los de Jeroboam sufrieron una gran derrota.

 

20 Mientras Abiam fue rey, Jeroboam nunca recobró su poder. Un día, Dios hirió a Jeroboam, y éste murió. 21 Por su parte, Abiam llegó a ser muy poderoso. Tuvo catorce esposas, veintidós hijos y dieciséis hijas. 22 El resto de la historia de Abiam, y sus acciones y sus palabras, está escrito en el «Comentario del profeta Iddo».

Romanos 8:24-39

Traducción en lenguaje actual

 

24 Dios nos salvó porque tenemos la confianza de que así sucederá. Pero esperar lo que ya se está viendo no es esperanza, pues ¿quién sigue esperando algo que ya tiene? 25 Sin embargo, si esperamos recibir algo que todavía no vemos, tenemos que esperarlo con paciencia.

 

26 Del mismo modo, y puesto que nuestra confianza en Dios es débil, el Espíritu Santo nos ayuda. Porque no sabemos cómo debemos orar a Dios, pero el Espíritu mismo ruega por nosotros, y lo hace de modo tan especial que no hay palabras para expresarlo. 27 Y Dios, que conoce todos nuestros pensamientos, sabe lo que el Espíritu Santo quiere decir. Porque el Espíritu ruega a Dios por su pueblo especial, y sus ruegos van de acuerdo con lo que Dios quiere.

 

28 Sabemos que Dios va preparando todo para el bien de los que lo aman, es decir, de los que él ha llamado de acuerdo con su plan. 29 Desde el principio, Dios ya sabía a quiénes iba a elegir, y ya había decidido que fueran semejantes a su Hijo, para que éste sea el Hijo mayor. 30 A los que él ya había elegido, los llamó; y a los que llamó también los aceptó; y a los que aceptó les dio un lugar de honor.

¡Cuánto nos ama Dios!

 

31 Sólo nos queda decir que, si Dios está de nuestra parte, nadie podrá estar en contra de nosotros. 32 Dios no nos negó ni siquiera a su propio Hijo, sino que lo entregó por nosotros, así que también nos dará junto con él todas las cosas. 33 ¿Quién puede acusar de algo malo a los que Dios ha elegido? ¡Si Dios mismo los ha declarado inocentes! 34 ¿Puede alguien castigarlos? ¡De ninguna manera, pues Jesucristo murió por ellos! Es más, Jesucristo resucitó, y ahora está a la derecha de Dios, rogando por nosotros. 35 ¿Quién podrá separarnos del amor de Jesucristo? Nada ni nadie. Ni los problemas, ni los sufrimientos, ni las dificultades. Tampoco podrán hacerlo el hambre ni el frío, ni los peligros ni la muerte. 36 Como dice la Biblia:

 

«Por causa tuya nos matan;

¡por ti nos tratan siempre

como a ovejas para el matadero!»

 

37 En medio de todos nuestros problemas, estamos seguros de que Jesucristo, quien nos amó, nos dará la victoria total. 38 Yo estoy seguro de que nada podrá separarnos del amor de Dios: ni la vida ni la muerte, ni los ángeles ni los espíritus, ni lo presente ni lo futuro, 39 ni los poderes del cielo ni los del infierno, ni nada de lo creado por Dios. ¡Nada, absolutamente nada, podrá separarnos del amor que Dios nos ha mostrado por medio de nuestro Señor Jesucristo!

Salmos 18:35-50

Traducción en lenguaje actual

 

35

Tú me das tu protección;

me salvas con tu gran poder

y me concedes la victoria.

36

Me despejas el camino

para que no tenga yo tropiezos.

 

37

Perseguí a mis enemigos

y los alcancé,

y no volví hasta haberlos destruido.

38

Los derroté por completo;

¡los aplasté bajo mis pies,

y no volvieron a levantarse!

39

Tú me llenaste de valor

para entrar en combate;

tú hiciste que los rebeldes

cayeran derrotados a mis pies.

40

Me hiciste vencer a mis enemigos,

y acabé con los que me odiaban.

41

A gritos pedían ayuda,

pero nadie fue a salvarlos.

Hasta de ti pedían ayuda,

pero tampoco tú los salvaste.

42

Los deshice por completo:

¡quedaron como el polvo

que se lleva el viento!

¡Me di gusto aplastándolos

como al lodo de la calle!

 

43-45

Dios mío,

tú me libras de la gente

que anda buscando pelea;

me hiciste jefe de naciones,

y gente extraña que yo no conocía

ahora está dispuesta a servirme.

Tan pronto esos extranjeros me oyen,

se desaniman por completo

y temblando salen de sus escondites

dispuestos a obedecerme.

 

46

¡Bendito seas, mi Dios,

tú que vives y me proteges!

¡Alabado seas, mi Dios y Salvador!

47

¡Tú me permitiste

vengarme de mis enemigos!

¡Tú pusiste a los pueblos

bajo mi dominio!

48

Tú me pusiste a salvo

de la furia de mis enemigos.

Me pusiste por encima

de mis adversarios,

y me libraste de gente violenta.

49

Por eso, Dios mío,

yo te alabo y te canto himnos

en medio de las naciones.

50

Tú siempre le das la victoria

al rey que pusiste sobre Israel.

Tú siempre les muestras tu amor

a David y a sus herederos.

Proverbios 19:27-29

Traducción en lenguaje actual

 

27

Querido jovencito,

si no aceptas la corrección,

te apartarás de los sabios consejos.

 

28

Un testigo malvado

se burla de la justicia;

su alimento es la maldad.

 

29

Para el malcriado, el castigo;

para el tonto, los azotes.

Traducción en lenguaje actual (TLA)

 

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