Thursday, July 22, 2021

DAB Español, Viernes 23 de Julio

Día 204, DAB Español, Viernes 23 de Julio

2 Crónicas 8:11-10:19; Romanos 8:9-23; Salmos 18:16-34; Proverbios 19:26 (Traducción en lenguaje actual (TLA))









2 Crónicas 8:11-10:19

Traducción en lenguaje actual

 

11 Salomón sabía que todos los lugares en donde había estado el cofre del pacto de Dios eran sagrados; por ello, no quiso que su esposa, que era hija del rey de Egipto, viviera en el mismo palacio en el que el rey David había vivido. Entonces le construyó un palacio en otro lugar, para que allí viviera.

 

12-16 Desde el día en que pusieron los cimientos del templo, hasta que se terminó la construcción, Salomón presentaba ofrendas quemadas en honor a Dios. Las presentaba sobre el altar que había construido frente a la entrada del templo.

 

Salomón siempre obedeció lo que Moisés había ordenado en cuanto a las ofrendas. Por eso, presentaba las ofrendas diarias, las de los sábados, las mensuales, y las de las tres grandes fiestas anuales: la fiesta de los panes sin levadura, la fiesta de la cosecha y la fiesta de las enramadas.

 

Salomón obedeció fielmente lo que su padre le había dicho en cuanto al culto. Por eso hizo un horario de trabajo para los sacerdotes y sus ayudantes, quienes se encargaban de la alabanza. También hizo horarios de trabajo para los que cuidaban las entradas del templo y para los tesoreros. Todos ellos cumplieron con su deber.

 

17 Luego, el rey Salomón fue a la ciudad de Esión-guéber, que estaba a la orilla del mar, cerca de Elat, en el territorio de Edom. 18 A ese lugar le envió el rey Hiram, por medio de sus servidores, barcos con muy buenos marineros. Estos hombres fueron a la región de Ofir junto con los servidores de Salomón, y de allí le llevaron a Salomón quince mil kilos de oro.

La reina de Sabá visita a Salomón (1 R 10.1-13)

 

9 Cuando la reina de Sabá escuchó hablar de lo famoso que era Salomón, decidió ir a visitarlo. Ella quería hacerle preguntas difíciles para ver si era tan sabio como decían. Llegó a Jerusalén acompañada de sus consejeros, y con camellos cargados de perfumes y gran cantidad de oro y piedras preciosas.

 

Cuando se encontró con Salomón, ella le hizo todas las preguntas que había preparado. 2 ¡Y Salomón contestó todas ellas! No hubo nada que no pudiera explicarle.

 

3-4 La reina quedó maravillada al ver lo sabio que era Salomón. También tuvo tiempo para admirar la hermosura del palacio, la rica comida que servían a la mesa, los asientos que ocupaban los asistentes, el aspecto y la ropa de todos los sirvientes, y en especial la de los que servían el vino al rey. Y al ver todos los animales que el rey daba como ofrenda en el templo de Dios, se asombró 5 y le dijo al rey:

 

«Todo lo que escuché en mi país acerca de lo que has hecho, y de lo sabio que eres, es cierto. 6 Yo no lo creía, pero ahora lo he visto con mis propios ojos, y sé que es verdad. En realidad, no me habían contado ni siquiera la mitad. ¡Eres más sabio y rico de lo que yo había escuchado! 7 ¡Qué felices deben ser tus esposas! ¡Y qué contentos deben estar todos tus servidores, pues siempre cuentan con tus sabios consejos! 8 ¡Bendito sea tu Dios, a quien le agradó tu conducta y te hizo rey de Israel, para que reines en su nombre y gobiernes con justicia! No hay duda, ¡Dios ama a Israel, y su pueblo permanecerá por siempre!»

 

9-11 Después la reina de Sabá le dio a Salomón tres mil novecientos sesenta kilos de oro, y gran cantidad de perfumes y piedras preciosas. Además, los barcos de Hiram y los de Israel, que habían traído desde Ofir el oro para Salomón, trajeron de allá gran cantidad de madera de sándalo y piedras preciosas. Con esa madera el rey hizo barandas para el templo de Dios y para el palacio. También hizo para los músicos arpas y liras. Nunca antes se había visto algo así en el territorio de Judá.

 

12 El rey Salomón le dio a la reina de Sabá todo lo que ella le pidió, lo cual fue mucho más de lo que ella le había traído. Después ella volvió a su país con sus consejeros.

Sabiduría y riqueza de Salomón (1 R 10.14-25; 2 Cr 1.14-17)

 

13 Cada año el rey Salomón recibía alrededor de veintidós mil kilos de oro, 14 sin contar los impuestos que le pagaban los comerciantes, y el oro y la plata que todos los reyes de Arabia y los gobernantes del país le daban.

 

15-16 Salomón mandó hacer doscientos escudos grandes, y trescientos escudos pequeños, y los puso en el palacio llamado «Bosque del Líbano». Cada uno de los escudos grandes pesaba seis kilos de oro, y los pequeños pesaban un poco más de tres kilos. 17 También mandó hacer un trono grande de marfil, recubierto de oro puro. 18 El trono estaba sobre una base de oro y tenía dos brazos. Al lado de cada brazo había un león de pie. El trono tenía seis escalones, 19 y en ambos lados de cada escalón había también un león de pie. ¡Ningún otro rey tenía un trono tan hermoso!

 

20 Todas las copas del rey, y todos los platos del palacio «Bosque del Líbano» eran de oro puro. No había nada de plata, porque en aquella época no la consideraban de mucho valor.

 

21 Los barcos del rey Salomón y los del rey Hiram viajaban juntos, y cada tres años traían de Tarsis oro, plata, marfil, monos y pavos reales.

 

22 El rey Salomón era más sabio y más rico que todos los reyes de esa región. 23 Todos los reyes de la tierra querían verlo y escuchar la sabiduría que Dios le había dado, 24 así que cada año le llevaban regalos de oro y plata, ropas, perfumes, caballos y mulas.

Salomón comercia con carros y caballos (1 R 10.26-29; 2 Cr 1.14-17)

 

25 Salomón tenía un ejército tan grande que tuvo que construir cuatro mil cuarteles en Jerusalén y en otras ciudades, para guardar sus caballos y carros de combate, y para albergar a sus doce mil jinetes.

 

26 Salomón llegó a ser tan poderoso que puso bajo su dominio a todos los reyes del este, desde el río Éufrates; a los reyes del oeste, hasta la tierra de los filisteos; y a los reyes del sur, hasta la frontera con Egipto.

 

27 El rey Salomón acumuló en Jerusalén grandes cantidades de plata, y sembró tantos árboles de cedro que llegaron a ser tan comunes como las flores del campo. 28 Además, los caballos de Salomón eran comprados en Egipto y en otros países.

Muerte de Salomón (1 R 11.41-43)

 

29-30 Salomón fue rey de Israel cuarenta y tres años, y todo ese tiempo vivió en Jerusalén. Todo lo que hizo, de principio a fin, está escrito en los siguientes libros: «La historia del profeta Natán», «La profecía de Ahías, el de Siló», y «Los mensajes del profeta Iddo acerca de Jeroboam hijo de Nabat». 31 Cuando Salomón murió, lo enterraron en la Ciudad de David, su padre, y en su lugar reinó su hijo Roboam.

Israel se divide en dos reinos (1 R 12.1-24)

 

10 Roboam fue a Siquem, pues todo el pueblo de Israel había ido allá para nombrarlo rey. 2-3 Pero las tribus del norte de Israel mandaron a llamar a Jeroboam, que se había quedado a vivir en Egipto, para escapar de Salomón. Así fue como la noticia llegó a sus oídos.

 

Cuando Jeroboam llegó, él y los hombres de las tribus del norte fueron a hablar con Roboam y le dijeron:

 

4 —Tu padre fue muy duro con nosotros. Si tú nos tratas mejor, nos pondremos a tu servicio.

 

5 Roboam les contestó:

 

—Váyanse y vengan a verme de nuevo dentro de tres días.

 

Así que la gente se fue. 6 Entonces el rey Roboam les preguntó a sus consejeros qué debía hacer; como estos consejeros también habían ayudado a su padre Salomón, les preguntó:

 

—¿Qué puedo contestarle a esta gente?

 

7 Ellos le dijeron:

 

—Si te pones al servicio del pueblo y lo tratas bien, el pueblo te servirá por siempre.

 

8 Pero Roboam no les hizo caso. En vez de eso, les pidió consejo a los muchachos que habían crecido con él y que estaban a su servicio. 9 Les dijo:

 

—Esta gente quiere que yo la trate mejor que mi padre. ¿Ustedes qué opinan?

 

10 Ellos le contestaron:

 

—Diles que si tu padre fue duro con ellos, tú lo serás más. 11 Si tu padre los trató mal, tú los tratarás peor. Si tu padre los azotaba con correas, tú lo harás con látigos de puntas de hierro.

 

12 Después de tres días, Jeroboam y los hombres de las tribus del norte fueron a ver de nuevo a Roboam, como él les había pedido. 13 El rey les habló con dureza. No hizo caso a los consejeros, 14 sino a los muchachos, y les dijo:

 

—Mi padre fue duro con ustedes, pero yo lo seré más todavía. Mi padre los azotó con correas, pero yo lo haré con látigos de puntas de hierro.

 

15 Así que el rey no hizo lo que el pueblo le pidió. Y es que Dios así lo había planeado, para cumplir lo que le había prometido a Jeroboam hijo de Nabat. El profeta Ahías de Siló le había dicho a Jeroboam que Dios le quitaría al hijo de Salomón diez tribus de su reino, y se las daría a él.

 

16 Cuando todos vieron que el rey no les había hecho caso, le dijeron:

 

«¡No tenemos nada que ver con David, el hijo de Jesé! ¡No queremos que su familia reine sobre nosotros! ¡Volvamos a nuestras casas, israelitas! ¡Que la familia de David reine sobre su propia tribu!»

 

Así que los israelitas se fueron a sus casas. 17 Pero Roboam reinó sobre los israelitas que vivían en las ciudades de Judá.

 

18 Luego Roboam envió a Adoram, el encargado del trabajo obligatorio, a hablar con los demás israelitas, pero ellos lo mataron a pedradas. Entonces el rey Roboam subió rápidamente a su carro y escapó a la ciudad de Jerusalén. 19 Así fue como las tribus del norte de Israel se rebelaron y no quisieron que la familia de David reinara sobre ellas; y así fue hasta el día en que esto se escribió.

Romanos 8:9-23

Traducción en lenguaje actual

 

9 Pero, si el Espíritu de Dios vive en ustedes, ya no tienen que seguir sus malos deseos, sino obedecer al Espíritu de Dios. El que no tiene al Espíritu de Cristo, no es de Cristo. 10 Por culpa del pecado, sus cuerpos tienen que morir. Pero si Cristo vive en ustedes, también el espíritu de ustedes vivirá, porque Dios los habrá declarado inocentes. 11 Dios resucitó a Jesús, y él también hará que los cuerpos muertos de ustedes vuelvan a vivir, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Esto Dios lo hará por medio de su Espíritu, que vive en ustedes.

 

12 Por eso, hermanos, ya no estamos obligados a vivir de acuerdo con nuestros propios deseos. 13 Si ustedes viven de acuerdo a esos deseos, morirán para siempre; pero si por medio del Espíritu Santo ponen fin a esos malos deseos, tendrán vida eterna. 14 Todos los que viven en obediencia al Espíritu de Dios, son hijos de Dios. 15 Porque el Espíritu que Dios les ha dado no los esclaviza ni les hace tener miedo. Por el contrario, el Espíritu nos convierte en hijos de Dios y nos permite llamar a Dios: «¡Papá!» 16 El Espíritu de Dios se une a nuestro espíritu, y nos asegura que somos hijos de Dios. 17 Y como somos sus hijos, tenemos derecho a todo lo bueno que él ha preparado para nosotros. Todo eso lo compartiremos con Cristo. Y si de alguna manera sufrimos como él sufrió, seguramente también compartiremos con él la honra que recibirá.

Un futuro maravilloso

 

18 Estoy seguro de que los sufrimientos por los que ahora pasamos no son nada, si los comparamos con la gloriosa vida que Dios nos dará junto a él. 19 El mundo entero espera impaciente que Dios muestre a todos que nosotros somos sus hijos. 20 Pues todo el mundo está confundido, y no por su culpa, sino porque Dios así lo decidió. Pero al mundo le queda todavía la esperanza 21 de ser liberado de su destrucción. Tiene la esperanza de compartir la maravillosa libertad de los hijos de Dios. 22 Nosotros sabemos que este mundo se queja y sufre de dolor, como cuando una mujer embarazada está a punto de dar a luz.

 

23 Y no sólo sufre el mundo, sino que también sufrimos nosotros, los que tenemos al Espíritu Santo, que es el anticipo de todo lo que Dios nos dará después. Mientras esperamos que Dios nos adopte definitivamente como sus hijos, y nos libere del todo, sufrimos en silencio.

Salmos 18:16-34

Traducción en lenguaje actual

 

16

Desde los altos cielos

me tendiste la mano

y me sacaste del mar profundo.

17

Mis enemigos me odiaban;

eran más fuertes y poderosos que yo,

¡pero tú me libraste de ellos!

18

Se enfrentaron a mí

en el peor momento,

pero tú me apoyaste.

19

Me diste libertad,

¡me libraste porque me amas!

 

20

Me diste mi recompensa

porque hago lo que quieres.

Me trataste con bondad

porque hago lo que es justo.

21

Yo obedezco tus enseñanzas

y no me aparto de ti.

22

Cumplo todas tus leyes,

y jamás me aparto de ellas.

23

He sido honesto contigo

y no he hecho nada malo.

24

Me diste mi recompensa

porque hago lo que quieres,

porque tú sabes

que yo hago lo que es justo.

25

Tú eres fiel

con los que te son fieles,

y tratas bien

a quienes bien se comportan.

26

Eres sincero

con los que son sinceros,

pero con los tramposos

demuestras ser más astuto.

27

A la gente humilde

le concedes la victoria,

pero a los orgullosos

los haces salir derrotados.

 

28-30

Dios mío,

tú alumbras mi vida,

tú iluminas mi oscuridad.

Con tu ayuda venceré al enemigo

y podré conquistar sus ciudades.

Tus enseñanzas son perfectas,

tu palabra no tiene defectos.

Tú proteges como un escudo

a los que buscan refugio en ti.

31

Dios de Israel,

sólo tú eres Dios,

¡sólo tú puedes protegernos!

32

¡Sólo tú me llenas de valor

y me guías por el buen camino!

33

¡Tú me das fuerzas para correr

con la velocidad de un venado!

Cuando ando por las altas montañas,

tú no me dejas caer.

34

Tú me enseñas

a enfrentarme a mis enemigos;

tú me das valor para vencerlos.

Proverbios 19:26

Traducción en lenguaje actual

 

26

No hay hijo más malo

ni más sinvergüenza

que el que roba a su padre

y echa a la calle a su madre.

Traducción en lenguaje actual (TLA)

 

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