Saturday, June 25, 2022

DAB Español, Domingo 26 de Junio

Día 177, DAB Español, Domingo 26 de Junio


2 Reyes 9:16-10:31; Hechos 17:1-34; Salmos 144; Proverbios 17:27-28 (La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH))









2 Reyes 9:16-10:31

La Palabra (Hispanoamérica)

16 Jehú montó en su carro y marchó a Jezrael, donde Jorán estaba convaleciente. Ocozías, el rey de Judá, había bajado a verlo. 17 El centinela que estaba en la torre de Jezrael vio venir al grupo de Jehú y dio el aviso:

— Veo venir un grupo.

Jorán ordenó:

— Elige a un jinete y mándalo a su encuentro a preguntarles si traen buenas noticias.

18 El jinete fue a su encuentro y le dijo:

— El rey pregunta si traen buenas noticias.

Jehú le respondió:

— A ti no te importa. Ponte detrás de mí.

El centinela informó:

— El centinela ha llegado hasta ellos, pero no vuelve. 19 El rey envió otro jinete que al llegar a ellos dijo:

— El rey pregunta si traen buenas noticias.

Jehú contestó:

— A ti no te importa. Ponte detrás de mí.

20 El centinela volvió a informar:

— Ha llegado hasta ellos, pero no vuelve. La manera de conducir es la de Jehú, el hijo de Nimsí, pues conduce a lo loco.

21 Entonces Jorán ordenó:

— Engancha el carro.

Engancharon su carro y Jorán, el rey de Israel, y Ocozías, el rey de Judá, salieron cada uno en su carro al encuentro de Jehú y se encontraron con él en la heredad de Nabot, el de Jezrael. 22 Cuando Jorán vio a Jehú le preguntó:

— ¿Traes buenas noticias, Jehú?

Pero Jehú respondió:

— ¿Qué buenas noticias puede haber mientras tu madre, Jezabel, siga con sus prostituciones y sus brujerías?

23 Inmediatamente Jorán dio la vuelta para escapar, gritando a Ocozías:

— ¡Traición, Ocozías!

24 Pero Jehú disparó su arco e hirió a Jorán por la espalda. La flecha le atravesó el corazón y cayó desplomado en su carro. 25 Entonces Jehú ordenó a su asistente Bidcar:

— Bájalo y tíralo en el campo de Nabot, el de Jezrael. Recuerda que cuando tú y yo cabalgábamos juntos con su padre Ajab, el Señor pronunció este oráculo contra él: 26 “Ayer vi la sangre de Nabot y la sangre de sus hijos. Pues en este mismo campo te daré tu merecido —oráculo del Señor—”. Así que, bájalo y arrójalo a la heredad de Nabot, como dijo el Señor.

Asesinato de Ocozías de Judá

27 Cuando Ocozías, el rey de Judá, vio lo que pasaba, salió huyendo en dirección a Ben Hagán. Pero Jehú lo persiguió y ordenó:

— Mátenlo también a él.

Lo hirieron sobre su carro en la cuesta de Gur, cerca de Jibleán; pero él logró huir hasta Meguido, donde murió. 28 Sus oficiales lo llevaron en carro a Jerusalén y lo enterraron con sus antepasados en la ciudad de David. 29 Jorán había comenzado a reinar en Judá el año undécimo de Jorán, el hijo de Ajab.

Muerte de Jezabel

30 Jezabel se enteró de que Jehú llegaba a Jezrael. Entonces se pintó los ojos, se arregló el pelo y se asomó a la ventana. 31 Cuando Jehú entraba a la ciudad, Jezabel le dijo:

— ¿Cómo estás, Zimrí, asesino de su señor?

32 Jehú miró a la ventana y preguntó:

— A ver, ¿quién está conmigo?

Se asomaron dos o tres cortesanos 33 a los que Jehú ordenó:

— ¡Tírenla abajo!

La tiraron y su sangre salpicó sobre las paredes y los caballos, que la pisotearon. 34 Jehú entró a comer y a beber y luego ordenó:

— Ocúpense de esa maldita y entiérrenla, pues es hija de reyes.

35 Cuando fueron a enterrarla sólo encontraron su cráneo, sus pies y sus manos. 36 Volvieron a informar a Jehú, y él comentó:

— Así se cumple la palabra que el Señor pronunció por medio de su siervo Elías, el de Tisbé: “Los perros devorarán el cuerpo de Jezabel en los campos de Jezrael, 37 su cadáver será como estiércol sobre el campo y nadie podrá reconocerla”.

Matanza de la familia real de Israel

10 Ajab tenía setenta hijos en Samaría. Jehú escribió cartas y las envió a Samaría, a los notables de Israel, a los ancianos y a los tutores de los hijos de Ajab. En ellas decía: 2 “Ya que tienen con ustedes a los hijos de su señor, carros y caballos, una ciudad fortificada y armamento, cuando reciban esta carta, 3 disciernan cuál es el mejor y el más recto entre los hijos de su señor, siéntenlo en el trono de su padre y defiendan la dinastía de su señor”.

4 Ellos quedaron aterrorizados y dijeron:

— Si dos reyes no han podido resistírsele, ¿cómo podremos nosotros?

5 Así que el mayordomo del palacio, el gobernador de la ciudad, los ancianos y los preceptores mandaron a decir a Jehú:

— Somos tus servidores y haremos todo lo que nos digas, pero no proclamaremos a nadie rey. Haz lo que te parezca mejor.

6 Entonces Jehú les escribió otra carta que decía: “Si están conmigo y quieren obedecerme, vengan a verme mañana a estas horas a Jezrael, trayendo las cabezas de los descendientes de su señor”.

Los setenta hijos del rey vivían con los nobles de la ciudad, que se encargaban de criarlos. 7 Cuando recibieron la carta, mataron a los setenta hijos del rey, pusieron sus cabezas en cestos y se las enviaron a Jezrael. 8 Cuando llegó el mensajero, le comunicó:

— Ya han traído las cabezas de los hijos del rey.

Entonces Jehú ordenó:

— Déjenlas en dos montones a la entrada de la ciudad hasta mañana.

9 A la mañana siguiente, Jehú salió y, puesto en pie, dijo a todo el pueblo:

— Ustedes son inocentes. He sido yo quien ha conspirado contra mi señor y lo ha matado. Pero, ¿quién ha matado a todos estos? 10 Sepan, pues, que ninguna de las palabras que el Señor pronunció contra la dinastía de Ajab caerá en saco roto. El Señor ha realizado lo que anunció por medio de su siervo Elías.

11 Jehú mató a todos los supervivientes de la familia de Ajab en Jezrael y a todas sus autoridades, parientes y sacerdotes, hasta no dejar ni uno vivo.

Matanza de la familia real de Judá

12 Después emprendió el camino hacia Samaría y cuando llegó a Betequed de los Pastores 13 se encontró con los parientes de Ocozías, el rey de Judá, y les preguntó:

— ¿Quiénes son ustedes?

Ellos respondieron:

— Somos parientes de Ocozías, que venimos a saludar a los hijos del rey y a los hijos de la reina madre.

14 Entonces Jehú ordenó:

— Agárrenlos vivos.

Los prendieron vivos y los degollaron junto al pozo de Betequed. Eran cuarenta y dos, y no se salvó ninguno.

Jehú y Jonadab contra los adoradores de Baal

15 Se fue de allí y se encontró con Jonadab, el hijo de Recab que había ido a visitarlo. Lo saludó y le preguntó:

— ¿Estás de acuerdo conmigo, como yo lo estoy contigo?

Jonadab respondió:

— Sí, lo estoy.

Jehú le dijo:

— Entonces dame la mano.

Le dio la mano y Jehú lo hizo subir con él en su carro. 16 Luego le dijo:

— Ven conmigo y comprobarás cómo defiendo la causa del Señor.

17 Cuando llegó a Samaría mató a todos los supervivientes de la familia de Ajab que había allí hasta exterminarlos, como el Señor había anunciado a Elías.

18 Luego convocó a toda la gente y les dijo:

— Si Ajab rindió culto a Baal, Jehú lo superará. 19 Así que, llámenme a todos los profetas de Baal y a todos sus fieles y sacerdotes sin excepción, porque quiero ofrecer a Baal un gran sacrificio. El que falte morirá.

Jehú actuaba con astucia para exterminar a los fieles de Baal. 20 A continuación ordenó:

— Anuncien una celebración solemne en honor de Baal.

21 La anunciaron. Luego envió mensajeros por todo Israel y llegaron todos los fieles de Baal, sin faltar ninguno. Entraron al templo de Baal y lo llenaron por completo. 22 Entonces Jehú ordenó al encargado del vestuario:

— Saca vestiduras para todos los fieles de Baal.

Él se las sacó. 23 Jehú y Jonadab, el hijo de Recab, entraron en el templo, y Jehú dijo a los fieles de Baal:

— Comprueben que aquí entre ustedes sólo hay fieles de Baal y que no hay fieles del Señor.

24 Luego entraron a ofrecer sacrificios y holocaustos. Jehú había dejado apostados fuera ochenta hombres con estas órdenes:

— El que deje escapar a alguno de los hombres que yo les entregue, lo pagará con su vida.

25 Y cuando concluyó el holocausto, Jehú ordenó a los guardias y oficiales:

— Entren y mátenlos. Que no escape ninguno.

Los guardias y oficiales los pasaron a cuchillo y los arrojaron fuera. Luego fueron al camarín del templo de Baal, 26 sacaron de allí la estatua de Baal y la quemaron. 27 Finalmente derribaron las columnas y el templo de Baal y convirtieron el lugar en una cloaca hasta el día de hoy. 28 Y así fue como Jehú erradicó de Israel a Baal.

Reinado de Jehú

29 Sin embargo, Jehú no se apartó de los pecados que Jeroboán, el hijo de Nabat, hizo cometer a Israel: los becerros de oro de Betel y Dan. 30 El Señor le dijo: “Porque has obrado bien y has actuado correctamente respecto a mí, ejecutando todo cuanto había dispuesto contra la dinastía de Ajab, tus descendientes se sentarán en el trono de Israel hasta la cuarta generación”.

31 Pero Jehú no se preocupó de cumplir de corazón la ley del Señor, Dios de Israel, ni se apartó de los pecados que Jeroboán hizo cometer a Israel.

Hechos 17

La Palabra (Hispanoamérica)

Evangelización de Tesalónica

17 Pasaron por Anfípolis y Apolonia y llegaron a Tesalónica, donde había una sinagoga judía. 2 Siguiendo su costumbre, Pablo asistió a sus reuniones, y durante tres sábados consecutivos departió con ellos, 3 explicándoles y demostrándoles, con base en las Escrituras, que el Mesías había de padecer y resucitar de entre los muertos. Y añadía:

— El Mesías no es otro que Jesús, a quien yo les anuncio.

4 Algunos judíos se convencieron y se unieron a Pablo y a Silas, y lo mismo hicieron muchos griegos que rendían culto al verdadero Dios, junto con numerosas damas distinguidas. 5 Pero los judíos, movidos por la envidia, reclutaron unos cuantos maleantes callejeros que alborotaron a la población y provocaron un tumulto en la ciudad. Se aglomeraron ante la casa de Jasón con el propósito de conducir a Pablo y a Silas ante la asamblea popular. 6 Como no los encontraron, llevaron a rastras a Jasón y a algunos otros hermanos ante los magistrados, diciendo a gritos:

— ¡Esos individuos que han revolucionado el mundo entero, también se han presentado aquí! 7 ¡Jasón los ha hospedado en su casa y no hacen más que desafiar las leyes del emperador y afirman que hay otro rey, Jesús!

8 Estas palabras alarmaron a la gente y a los magistrados; 9 así que exigieron a Jasón y a los demás que depositasen una fianza para dejarlos en libertad.

Pablo y Silas en Berea

10 Al caer la noche, sin más dilación, los hermanos encaminaron a Pablo y a Silas hacia Berea. Llegados allí, no tardaron en acudir a la sinagoga judía. 11 En Berea, los judíos eran de mejor talante que los de Tesalónica, y recibieron el mensaje con gran interés, estudiando asiduamente las Escrituras para comprobar si las cosas eran realmente así. 12 Muchos de ellos creyeron, e incluso entre los no judíos hubo un gran número de señoras distinguidas y de hombres que abrazaron la fe.

13 Pero cuando los judíos de Tesalónica se enteraron de que Pablo estaba anunciando el mensaje de Dios en Berea, fueron allá para incitar y alborotar a la plebe. 14 Así que, sin pérdida de tiempo, los hermanos condujeron a Pablo hasta la costa; Silas y Timoteo se quedaron en Berea. 15 Los que acompañaban a Pablo lo escoltaron hasta Atenas y regresaron con el encargo de que Silas y Timoteo se reuniesen cuanto antes con él.

Pablo en Atenas

16 Mientras esperaba en Atenas a Silas y a Timoteo, Pablo se sentía exasperado al ver la ciudad sumida en la idolatría. 17 Conversaba en la sinagoga con los judíos y con los que, sin serlo, rendían culto al Dios verdadero; y lo mismo hacía diariamente en la plaza mayor con los transeúntes. 18 También entraron en contacto con él algunos filósofos epicúreos y estoicos. Unos preguntaban:

— ¿Qué podrá decir este charlatán?

Otros, basándose en que anunciaba la buena nueva de Jesús y de la resurrección, comentaban:

— Parece ser un propagandista de dioses extranjeros.

19 Así que, sin más miramientos, lo llevaron al Areópago y le preguntaron:

— ¿Puede saberse qué nueva doctrina es esta que enseñas? 20 Pues nos estás martilleando los oídos con extrañas ideas y queremos saber qué significa todo esto.

21 (Téngase en cuenta que todos los atenienses, y también los residentes extranjeros, no se ocupaban más que de charlar sobre las últimas novedades).

Discurso de Pablo en el Areópago

22 Pablo, erguido en el centro del Areópago, tomó la palabra y se expresó así:

— Atenienses: resulta a todas luces evidente que ustedes son muy religiosos. 23 Lo prueba el hecho de que, mientras deambulaba por la ciudad contemplando los monumentos sagrados, he encontrado un altar con esta inscripción: “Al dios desconocido”. Pues al que ustedes adoran sin conocerlo, a ese les vengo a anunciar. 24 Es el Dios que ha creado el universo y todo lo que en él existe; siendo como es el Señor de cielos y tierra, no habita en templos construidos por hombres 25 ni tiene necesidad de ser honrado por humanos, pues es él quien imparte a todos vida, aliento y todo lo demás. 26 Él ha hecho que, a partir de uno solo, las más diversas razas humanas pueblen la superficie entera de la tierra, determinando las épocas concretas y los lugares exactos en que debían habitar. 27 Y esto para ver si, aunque fuese a tientas, pudieran encontrar a Dios, que realmente no está muy lejos de cada uno de nosotros. 28 En él, efectivamente, vivimos, nos movemos y existimos, como bien dijeron algunos de sus poetas: “Estirpe suya somos”. 29 Siendo, pues, estirpe de Dios, no debemos suponer que la divinidad tenga algún parecido con esas imágenes de oro, plata o mármol, que son labradas por el arte y la inspiración humana. 30 Y aunque es verdad que Dios no ha tomado en cuenta los tiempos en que reinaba la ignorancia, ahora dirige un aviso a todos los humanos, dondequiera que estén, para que se conviertan. 31 Y ya tiene fijado el día en que ha de juzgar con toda justicia al mundo; a tal fin ha designado a un hombre, a quien ha dado su aprobación delante de todos al resucitarlo triunfante de la muerte.

32 Cuando oyeron hablar de resurrección de muertos, unos lo tomaron a burla. Y otros dijeron:

— ¡Ya nos hablarás de ese tema en otra ocasión!

33 Así que Pablo abandonó la reunión. 34 Sin embargo, hubo quienes se unieron a él y abrazaron la fe; entre ellos, Dionisio, que era miembro del Areópago; una mujer llamada Dámaris y algunos otros.

Salmos 144

La Palabra (Hispanoamérica)

Salmo 144 (143)

Tú das la victoria a los reyes

144 De David.

Bendito sea el Señor, mi fortaleza,

que adiestra mi mano para el combate,

mis dedos para la guerra.

2 Él es mi bien, mi baluarte,

mi defensa y quien me salva;

el escudo que me sirve de refugio,

el que me somete a mi pueblo.

3 Señor, ¿qué es el ser humano para que lo cuides,

el simple mortal para que pienses en él?

4 El ser humano se parece a un soplo,

su vida es como sombra que pasa.

5 Señor, inclina los cielos y baja,

toca los montes y que echen humo.

6 Lanza rayos y dispérsalos,

envía tus flechas y destrúyelos.

7 Desde el cielo extiende tu mano,

líbrame, sálvame de las aguas turbulentas,

de la mano de gente extranjera,

8 pues es mentirosa su boca,

es engañosa su diestra.

9 Señor, te cantaré un cántico nuevo,

tocaré para ti con un arpa de diez cuerdas.

10 Tú que das la victoria a los reyes,

tú que salvas de la espada mortal

a tu siervo David,

11 líbrame y sálvame

de la mano de gente extranjera,

pues es mentirosa su boca,

es engañosa su diestra.

12 Sean nuestros hijos como plantas

que en su juventud van creciendo;

sean nuestras hijas pilares tallados

que sustentan un palacio.

13 Que rebosen nuestros graneros

de toda clase de granos,

que las ovejas aumenten por miles,

por millares en nuestros campos;

14 que vayan bien cargados nuestros bueyes,

que no haya brecha ni grieta en la muralla,

que no haya gritos en nuestras plazas.

15 ¡Feliz el pueblo que esto tiene,

feliz el pueblo que al Señor tiene por Dios!

Proverbios 17:27-28

La Palabra (Hispanoamérica)

27 El parco en palabras es rico en saber,

mantener la calma es de inteligentes.

28 Hasta el necio que calla es tenido por sabio,

quien mide sus palabras, por inteligente.

La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)

La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España

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