Saturday, May 6, 2023

DAB Español, Domingo 07 de Mayo

Día 127, DAB Español, Domingo 07 de Mayo


1 Samuel 1:1-2:21; Juan 5:1-23; Salmos 105:37-45; Proverbios 14:28-29 (Reina Valera Contemporánea (RVC))








1 Samuel 1:1-2:21

Reina Valera Contemporánea

Nacimiento de Samuel


1 En Ramatayin de Sofín, de los montes de Efraín, vivía un varón llamado Elcana hijo de Jeroán, que era descendiente en línea directa de los efrateos Eliú, Tohu y Suf. 2 Elcana tenía dos mujeres; una de ellas se llamaba Ana, y la otra, Peniná. Ésta tenía hijos, pero no así Ana. 3 Todos los años Elcana salía de su ciudad para ir a Silo y adorar allí al Señor de los ejércitos. Allí oficiaban como sacerdotes Jofní y Finés, hijos de Elí. 4 Al llegar el día en que Elcana ofrecía sacrificio, les daba su parte a Peniná, su mujer, y a todos sus hijos y sus hijas, 5 pero a Ana le daba la mejor parte, porque la amaba, aunque el Señor no le había concedido tener hijos. 6 Pero Peniná la molestaba y la hacía enojar hasta entristecerla, porque el Señor no le había concedido tener hijos. 7 Y cada año era lo mismo: Peniná se burlaba de Ana cada vez que iban a la casa del Señor, y por lo tanto Ana lloraba y no comía.


8 Un día, Elcana le preguntó:


«Ana, ¿por qué lloras? ¿Por qué no comes? ¿Por qué estás afligida? ¿Acaso yo no soy para ti mejor que diez hijos?»


9 Y Ana se levantó, después de comer y beber en Silo. El sacerdote Elí estaba sentado en una silla, junto a un pilar del templo del Señor. 10 Entonces ella oró y lloró al Señor con mucha amargura, 11 y le hizo un voto. Le dijo:


«Señor de los ejércitos, si te dignas mirar la aflicción de esta sierva tuya, y te acuerdas de mí y me das un hijo varón, yo te lo dedicaré, Señor, para toda su vida. Yo te prometo que jamás la navaja rozará su cabeza.»


12 Y mientras ella oraba largamente delante del Señor, Elí la observaba mover los labios. 13 Y es que Ana le hablaba al Señor desde lo más profundo de su ser, y sus labios se movían pero no se oía su voz, así que Elí creyó que estaba ebria. 14 Entonces le dijo:


«¿Hasta cuándo vas a estar ebria? Digiere ya tu vino.»


15 Pero Ana le respondió:


«No, señor mío; no estoy ebria. No he bebido vino ni sidra. Lo que pasa es que estoy muy desanimada, y vine a desahogarme delante del Señor. 16 No pienses que tu sierva es una mujer impía. Es tan grande mi congoja y mi aflicción, que hasta ahora he estado hablando.»


17 Elí le respondió:


«Vete en paz, y que el Dios de Israel te conceda lo que le has pedido.»


18 Y ella respondió:


«Espero que veas con buenos ojos a esta sierva tuya.»


Y Ana se fue de allí, y comió, y dejó de estar triste. 19 Por la mañana, adoraron delante del Señor y regresaron todos a su casa en Ramá. Allí, Elcana tuvo relaciones con Ana, y el Señor se acordó de lo que ella le había pedido. 20 Ana quedó embarazada y, cuando se cumplió el tiempo, dio a luz un hijo, al que le puso por nombre Samuel, pues dijo: «Yo se lo pedí al Señor.»


21 Al año siguiente, Elcana fue con toda su familia a ofrecer su sacrificio al Señor y cumplir con su voto. 22 Pero Ana le dijo a su marido:


«Yo no iré hasta que destete al niño. Entonces lo llevaré y lo presentaré al Señor, para que se quede allá para siempre.»


23 Y Elcana le respondió:


«Haz lo que creas que es mejor. Quédate hasta que lo destetes, y que el Señor cumpla su palabra.»


Y Ana se quedó y crió a su hijo hasta que lo destetó. 24 Después, lo llevó con ella a la casa del Señor en Silo, y además llevó tres becerros, veinte litros de harina y una vasija de vino. El niño aún era muy pequeño. 25 En cuanto mataron el becerro, el niño fue llevado a Elí. 26 Y ella le dijo:


«Señor mío, ¡que tengas una larga vida! Yo soy aquella mujer que estuvo aquí, junto a ti, orando al Señor. 27 Oraba por este niño, y el Señor me lo concedió. 28 He venido porque prometí dedicarlo al Señor para toda la vida. ¡Para siempre será del Señor!»


Y allí adoró al Señor.

Cántico de Ana


2 En su oración, Ana dijo:


En ti, Señor, mi corazón se regocija;

En tu nombre, mi fuerza es mayor.

Ahora puedo burlarme de mis enemigos

porque me regocijo en tu salvación.

2

Nadie es santo como tú, Señor.

Fuera de ti, no hay nadie más.

No hay mejor refugio que tú, Dios nuestro.


3

Que nadie se jacte ni sea altanero;

que aparte la insolencia de sus labios,

porque sólo el Señor es quien lo sabe todo;

es el Dios que pondera toda acción.

4

El Señor quiebra los arcos de los poderosos,

y reviste de poder a los débiles.

5

Los que eran ricos, ahora mendigan trabajo;

los que sufrían de hambre han sido saciados.

Aun la estéril ha dado a luz siete hijos,

y la mujer fecunda ahora desfallece.

6

El Señor da la vida, y la quita;

nos lleva al sepulcro, y nos rescata de él.

7

El Señor da pobreza y riqueza;

el Señor nos humilla y nos enaltece.

8

Al pobre lo levanta de la nada,

y saca de la inmundicia al mendigo

para sentarlo entre los príncipes.


Del Señor son las bases de la tierra;

sobre ellas ha afirmado el mundo.

9

El Señor vigila los pasos de sus fieles,

pero los impíos mueren en medio de las tinieblas,

Porque nadie triunfa por sus propias fuerzas.

10

Ante el Señor son derrotados sus enemigos;

desde el cielo lanza rayos sobre ellos.

El Señor es juez de los confines de la tierra;

otorga poder al Rey que escogió,

y exalta el poder de su Ungido.


11 Elcana regresó a su casa en Ramá, y el niño se quedó a servir al Señor bajo la supervisión del sacerdote Elí.

El pecado de los hijos de Elí


12 Los hijos de Elí eran unos malvados, y no reconocían la autoridad del Señor. 13 Era costumbre entre los sacerdotes y el pueblo que, cuando alguien ofrecía un sacrificio, mientras se cocía la carne, el criado del sacerdote tomaba un tridente e iba 14 al perol, la olla, el caldero o la marmita, y sacaba carne para el sacerdote. Así lo hacían con todos los israelitas que acudían a Silo. 15 Además, antes de quemar la grasa, llegaba el criado del sacerdote y le decía al que sacrificaba: «El sacerdote quiere carne para asar. No quiere carne cocida, sino cruda.» 16 Y si la persona le decía: «Primero debe quemarse la grasa; después de eso podrás tomar todo lo que quieras», el criado respondía: «Dámela ahora mismo; de lo contrario, la tomaré por la fuerza.» 17 Este pecado de los jóvenes sacerdotes era muy grave, porque no mostraban ningún respeto por las ofrendas del Señor.


18 El joven Samuel servía ante el Señor, vestido con un efod de lino. 19 Cada año, su madre le hacía una túnica pequeña y se la llevaba cuando iba con su marido a entregar sus ofrendas de costumbre. 20 Entonces Elí bendecía a Elcana y a su mujer, y les decía: «Que el Señor te dé más hijos de esta mujer, para que ocupen el lugar del que ella le entregó al Señor.» Después de eso, ellos se regresaban a su casa.


21 Y el Señor bendijo a Ana con tres hijos y dos hijas. Mientras tanto, el joven Samuel crecía y seguía sirviendo al Señor.

Juan 5:1-23

Reina Valera Contemporánea

El paralítico de Betesda


5 Después de estas cosas había una fiesta de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén.


2 En Jerusalén, cerca de la puerta de las ovejas, hay un estanque, llamado en hebreo Betesda, el cual tiene cinco pórticos. 3 En ellos yacían muchos enfermos, ciegos, cojos y paralíticos [que esperaban el movimiento del agua, 4 porque un ángel descendía al estanque de vez en cuando, y agitaba el agua; y el primero que descendía al estanque después del movimiento del agua, quedaba sano de cualquier enfermedad que tuviera.][a] 5 Allí había un hombre que hacía treinta y ocho años que estaba enfermo. 6 Cuando Jesús lo vio acostado, y se enteró de que llevaba ya mucho tiempo así, le dijo: «¿Quieres ser sano?» 7 El enfermo le respondió: «Señor, no tengo a nadie que me meta en el estanque cuando el agua se agita; y en lo que llego, otro baja antes que yo.» 8 Jesús le dijo: «Levántate, toma tu lecho, y vete.» 9 Y al instante aquel hombre fue sanado, y tomó su lecho y se fue. Pero aquel día era día de reposo, 10 así que los judíos le dijeron a aquel que había sido sanado: «Hoy es día de reposo; no te está permitido llevar tu lecho.» 11 Pero él les respondió: «El mismo que me sanó fue el que me dijo: “Toma tu lecho y anda”.» 12 Entonces le preguntaron: «¿Y quién fue el que te dijo: “Toma tu lecho y anda”?» 13 Pero el que había sido sanado no sabía quién lo había sanado, pues Jesús se había apartado de la gente que estaba en aquel lugar. 14 Después Jesús lo encontró en el templo, y le dijo: «Como puedes ver, has sido sanado; así que no peques más, para que no te sobrevenga algo peor.» 15 Aquel hombre se fue, y les hizo saber a los judíos que el que lo había sanado era Jesús, 16 y por eso los judíos lo perseguían y procuraban matarlo, porque hacía esto en el día de reposo. 17 Pero Jesús les respondió: «Hasta ahora mi Padre trabaja, y yo también trabajo.» 18 Por esto los judíos con más ganas procuraban matarlo, porque no sólo quebrantaba el día de reposo sino que, además, decía que Dios mismo era su Padre, con lo cual se hacía igual a Dios.

La autoridad del Hijo


19 Entonces Jesús les dijo: «De cierto, de cierto les digo: El Hijo no puede hacer nada por sí mismo, sino lo que ve que el Padre hace; porque todo lo que el Padre hace, eso mismo lo hace el Hijo. 20 Y es que el Padre ama al Hijo, y le muestra todo lo que él hace; y mayores obras que éstas le mostrará, para el asombro de ustedes. 21 Porque así como el Padre levanta a los muertos, y les da vida, así también el Hijo da vida a los que él quiere. 22 Pues el Padre no juzga a nadie, sino que todo el juicio se lo ha dado al Hijo, 23 para que todos honren al Hijo tal y como honran al Padre. El que no honra al Hijo, no honra al Padre que lo envió.

Footnotes


Juan 5:4 El texto de la parte final del v. 3, y del v. 4, que aparece entre corchetes, se halla sólo en mss. tardíos.


Salmos 105:37-45

Reina Valera Contemporánea


37

Su pueblo salió cargado de oro y plata;

en sus tribus no había un solo enfermo.

38

Cuando el pueblo salió, los egipcios se alegraron,

pues ante ellos sentían un profundo terror.

39

En el desierto los cubría una nube,

y un fuego los alumbraba de noche.

40

Pidieron comida, y Dios les mandó codornices;

sació su hambre con el pan que cayó del cielo.

41

Dios partió la peña, y fluyeron aguas

que corrieron como ríos por el desierto.

42

Dios se acordó de su santa palabra,

y de su juramento a Abrahán, su siervo.


43

Su pueblo salió con gran gozo;

sus elegidos salieron con gran júbilo.

44

Dios les dio las tierras de otras naciones,

lo mismo que los frutos de esos pueblos,

45

para que obedecieran sus preceptos

y cumplieran todos sus mandatos.

¡Aleluya!

Proverbios 14:28-29

Reina Valera Contemporánea


28

Un pueblo numeroso es la gloria del rey;

un pueblo escaso es la debilidad del príncipe.

29

Enojo lento, gran inteligencia;

espíritu impaciente, demasiada necedad.

Reina Valera Contemporánea (RVC)


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