Friday, May 19, 2023

DAB Español, Sábado 20 de Mayo

Día 140, DAB Español, Sábado 20 de Mayo


1 Samuel 26:1-28:25; Juan 11:1-54; Salmos 117; Proverbios 15:22-23 (Dios Habla Hoy (DHH))








1 Samuel 26-28

Dios Habla Hoy

David perdona la vida a Saúl


26 Los habitantes de Zif fueron a Guibeá a ver a Saúl, y le dijeron: «David está escondido en la colina de Haquilá, frente al desierto.»


2 Entonces Saúl se puso en marcha, acompañado de tres mil de los mejores soldados israelitas, y se fue al desierto de Zif en busca de David. 3 Acampó en la colina de Haquilá, que está junto al camino y frente al desierto. Pero David, que estaba en el desierto, se dio cuenta de que Saúl lo había seguido hasta allí, 4 así que envió espías para saber hasta dónde había llegado Saúl. 5 Después fue hasta el lugar en que Saúl había acampado y se fijó en dónde dormían Saúl y Abner, el hijo de Ner, que era jefe del ejército de Saúl. Resultó que Saúl dormía dentro del campamento, rodeado de su gente. 6 Entonces David habló con Ahimélec el hitita y con Abisai, que era hijo de Seruiá y hermano de Joab, y les preguntó:


—¿Quién está dispuesto a bajar conmigo al campamento para llegar hasta Saúl?


—Yo bajaré contigo —respondió Abisai.


7 Aquella misma noche, David y Abisai fueron al campamento. Saúl estaba durmiendo dentro del campamento, y a su cabecera tenía su lanza hincada en tierra. Abner y la tropa estaban acostados alrededor de él. 8 Entonces dijo Abisai a David:


—Dios ha puesto hoy en tus manos a tu enemigo. Déjame que lo mate ahora y que lo clave en tierra con su propia lanza. Un solo golpe será suficiente.


9 Pero David le contestó:


—No lo mates, pues nadie que intente matar al rey escogido por el Señor quedará sin castigo. 10 Juro por el Señor que él será quien le quite la vida, ya sea que le llegue la hora de la muerte, o que muera al entrar en combate. 11 Que el Señor me libre de intentar matar al rey que él ha escogido. Así que toma la lanza que está a su cabecera y la jarra del agua, y vámonos.


12 De esta manera David tomó la lanza y la jarra del agua que estaban a la cabecera de Saúl, y se fueron. Nadie los vio ni oyó; nadie se despertó, porque todos estaban dormidos, pues el Señor hizo que cayeran en un profundo sueño. 13 Después David pasó al otro lado del valle y se puso sobre la cumbre de un monte, a cierta distancia. Entre ellos quedaba un gran espacio. 14 Entonces David llamó en alta voz a Abner y al ejército:


—¡Abner, contéstame!


Abner respondió:


—¿Quién eres tú para gritarle al rey?


15 David le dijo:


—¿No eres tú ese hombre a quien nadie en Israel se le puede comparar? ¿Cómo es que no has protegido a tu señor el rey? Uno del pueblo ha entrado con intenciones de matarlo. 16 No está bien lo que has hecho. Yo les juro por el Señor que ustedes merecen la muerte, pues no han protegido a su señor, el rey que el Señor ha escogido. ¡Busca la lanza del rey y la jarra del agua que estaban a su cabecera, a ver si las encuentras!


17 Cuando Saúl reconoció la voz de David, exclamó:


—¡Pero si eres tú, David, hijo mío, quien me habla!


Y David contestó:


—Sí, Majestad, soy yo. 18 Pero, ¿por qué persigue Su Majestad a este servidor suyo? ¿Qué he hecho? ¿Qué mal he cometido? 19 Yo le ruego a Su Majestad que escuche a este siervo suyo: si es el Señor quien ha puesto a Su Majestad en contra mía, ojalá acepte una ofrenda; pero si es cosa de los hombres, que el Señor los maldiga. Porque me han arrojado ahora de esta tierra, que es del Señor, con lo cual me empujan a servir a otros dioses. 20 Yo no quisiera que mi sangre fuera derramada lejos de la presencia del Señor, ¡pero Su Majestad ha salido en busca de una pulga, y me persigue por los montes como a una perdiz!


21 Entonces Saúl dijo:


—¡David, hijo mío, reconozco que he pecado! ¡Me he portado como un necio, y he cometido un gran error! Pero regresa, que no volveré a buscar tu mal, ya que en este mismo día has mostrado respeto por mi vida.


22 David le contestó:


—Aquí está la lanza de Su Majestad. Que venga uno de los criados a recogerla, 23 y que el Señor recompense a cada cual según su lealtad y sinceridad. Aunque el Señor puso hoy a Su Majestad en mis manos, no quise alzar mi mano contra el rey que él ha escogido. 24 Y así como hoy he respetado la vida de Su Majestad, así quiera el Señor respetar la mía y me libre de toda angustia.


25 Saúl exclamó entonces:


—¡Bendito seas, David, hijo mío! ¡Tú emprenderás grandes cosas, y tendrás éxito en todo!


Después de esto, Saúl regresó a su casa, y David siguió su camino.

David en territorio filisteo


27 Sin embargo, David pensaba: «Tarde o temprano, Saúl me va a matar. Por eso, lo mejor que puedo hacer es huir al país filisteo para que Saúl me deje tranquilo y no me ande buscando por todo el territorio de Israel. Así escaparé de sus manos.» 2 Y así David y los seiscientos hombres que le acompañaban se pusieron en camino para ponerse al servicio de Aquís, hijo de Maoc y rey de Gat. 3 David y sus hombres vivieron en Gat, con Aquís, cada cual con su familia. David se llevó a sus dos mujeres: Ahinóam, la de Jezreel, y Abigail, la viuda de Nabal, el de Carmel. 4 Cuando Saúl supo que David había huido a Gat, dejó de perseguirlo.


5 Y David le dijo a Aquís:


—Si Su Majestad tiene a bien favorecerme, le ruego que me conceda vivir en alguna de las ciudades del país, pues no está bien que este servidor suyo viva con Su Majestad en la capital del reino.


6 Aquel mismo día, Aquís le dio la ciudad de Siclag. Por eso, hasta la fecha, Siclag es parte del reino de Judá.


7 David vivió durante un año y cuatro meses en territorio filisteo. 8 Y salía con sus hombres a saquear a los de Guesur, Guézer y Amalec, que habitaban en aquella región, desde Telaím, en la dirección de Sur, hasta Egipto. 9 Atacaba a aquella región y no dejaba vivo hombre ni mujer. Además se llevaba las ovejas, las vacas, los asnos, los camellos y hasta la ropa. Después volvía adonde estaba Aquís, 10 y éste le preguntaba: «¿Qué pueblo has saqueado hoy?» Y David le contestaba: «Al sur de Judá», o «Al sur de Jerahmeel», o «Al sur del territorio de los quenitas.»


11 David no dejaba hombre ni mujer con vida, para evitar que fueran a Gat y dieran aviso de lo que él hacía. Todo el tiempo que vivió en tierra filistea lo hizo así. 12 Y Aquís confiaba en David, y pensaba: «David se está volviendo odioso a Israel, y así será siempre mi servidor.»


28 Por aquellos días, los filisteos reunieron sus ejércitos para luchar contra Israel, y Aquís dijo a David:


—Como tú bien sabes, tú y tus hombres tienen que salir conmigo a campaña.


2 David le respondió:


—Muy bien. Ahora va a saber Su Majestad lo que este siervo suyo es capaz de hacer.


—En ese caso —contestó Aquís a David—, te nombraré jefe permanente de mi guardia personal.

Saúl y la adivina de Endor


3 Para entonces ya Samuel había muerto, y todos en Israel habían llorado su muerte, después de lo cual lo habían enterrado en Ramá, su ciudad natal. Saúl, por su parte, había expulsado del país a los adivinos y a los que invocaban a los muertos.


4 Los filisteos se reunieron y fueron a establecer su campamento en Sunem, y Saúl juntó a todo Israel y tomó posiciones en Guilboa. 5 Pero cuando vio el campamento filisteo, tuvo miedo y se sintió dominado por el terror. 6 Entonces consultó al Señor, pero el Señor no le respondió ni por sueños, ni por el Urim, ni por los profetas. 7 Por eso ordenó a sus oficiales:


—Busquen alguna mujer que invoque a los muertos, para que yo vaya a hacerle una consulta.


Y sus oficiales le respondieron:


—En Endor hay una mujer que invoca a los muertos.


8 Saúl se disfrazó, vistiéndose con otra ropa, y acompañado por dos hombres fue de noche a visitar a aquella mujer. Y le dijo:


—Te ruego que me adivines la suerte, y que hagas venir el espíritu de quien yo te diga.


9 La mujer le respondió:


—Tú sabes lo que ha hecho Saúl, que ha expulsado del país a los adivinos y a los que invocan a los muertos. ¿Por qué me metes en algo que me puede costar la vida?


10 Pero Saúl, jurando por el Señor, le dijo:


—Te juro por el Señor que no te pasará nada malo por esto.


11 —¿A quién quieres que haga venir? —contestó la mujer.


—Llámame a Samuel —dijo Saúl.


12 De repente la mujer vio a Samuel, y dio un grito; luego le dijo a Saúl:


—¿Por qué me has engañado? ¡Tú eres Saúl!


13 Pero el rey le dijo:


—No tengas miedo. ¿Qué has visto?


—Veo un dios que sube de la tierra —contestó la mujer.


14 —¿Qué aspecto tiene? —preguntó Saúl.


—Es un hombre anciano, vestido con una capa —respondió ella.


Saúl comprendió en seguida que era Samuel, y se inclinó hasta tocar el suelo con la frente. 15 Entonces le dijo Samuel:


—¿Para qué me has molestado, haciéndome venir?


Saúl respondió:


—Es que estoy muy angustiado, pues me están atacando los filisteos y Dios me ha abandonado. No me responde ya ni por medio de los profetas ni por sueños. Por eso te he llamado, para que me indiques lo que debo hacer.


16 Samuel le contestó:


—¿Por qué me preguntas a mí, si el Señor ya te ha abandonado y se ha vuelto tu enemigo? 17 El Señor ha hecho contigo lo que te anunció por medio de mí. Te ha arrebatado el reino y se lo ha entregado a tu compañero David, 18 ya que tú no obedeciste el mandato del Señor, ni cumpliste su orden de destruir a los amalecitas. Por eso ahora el Señor ha hecho esto contigo. 19 Además, el Señor va a entregar a los israelitas y a ti en poder de los filisteos, y mañana tú y tus hijos estarán conmigo. También hará el Señor que el campamento de Israel caiga en poder de los filisteos.


20 De pronto Saúl cayó al suelo cuan largo era. Estaba tan asustado por las palabras de Samuel, que se desmayó. Para colmo, no había comido nada en todo el día ni en toda la noche. 21 Al ver la mujer que Saúl estaba tan aturdido, se acercó a él y le dijo:


—Esta servidora tuya ha atendido tu petición. Jugándome la vida, he obedecido tus órdenes. 22 Así que ahora te ruego que me hagas caso: te voy a servir un poco de comida, para que te reanimes y puedas seguir adelante.


23 Saúl no quería comer, pero sus oficiales y la mujer insistieron tanto que al fin aceptó. En seguida se levantó del suelo y se sentó en una cama. 24 Mientras tanto, la mujer mató un becerro gordo que tenía en su casa, y amasó harina para cocer unas tortas sin levadura. 25 Luego les llevó esto a Saúl y a sus oficiales, los cuales, después de haber comido, se despidieron, y aquella misma noche se fueron.

Juan 11:1-54

Dios Habla Hoy

Muerte de Lázaro


11 Había un hombre enfermo que se llamaba Lázaro, natural de Betania, el pueblo de María y de su hermana Marta. 2 Esta María, que era hermana de Lázaro, fue la que derramó perfume sobre los pies del Señor y los secó con sus cabellos. 3 Así pues, las dos hermanas mandaron a decir a Jesús:


—Señor, tu amigo querido está enfermo.


4 Jesús, al oírlo, dijo:


—Esta enfermedad no va a terminar en muerte, sino que ha de servir para mostrar la gloria de Dios, y también la gloria del Hijo de Dios.


5 Aunque Jesús quería mucho a Marta, a su hermana y a Lázaro, 6 cuando le dijeron que Lázaro estaba enfermo se quedó dos días más en el lugar donde se encontraba. 7 Después dijo a sus discípulos:


—Vamos otra vez a Judea.


8 Los discípulos le dijeron:


—Maestro, hace poco los judíos de esa región trataron de matarte a pedradas, ¿y otra vez quieres ir allá?


9 Jesús les dijo:


—¿No es cierto que el día tiene doce horas? Pues si uno anda de día, no tropieza, porque ve la luz que hay en este mundo; 10 pero si uno anda de noche, tropieza, porque le falta la luz.


11 Después añadió:


—Nuestro amigo Lázaro se ha dormido, pero voy a despertarlo.


12 Los discípulos le dijeron:


—Señor, si se ha dormido, es señal de que va a sanar.


13 Pero lo que Jesús les decía es que Lázaro había muerto, mientras que los discípulos pensaban que se había referido al sueño natural. 14 Entonces Jesús les dijo claramente:


—Lázaro ha muerto. 15 Y me alegro de no haber estado allí, porque así es mejor para ustedes, para que crean. Pero vamos a verlo.


16 Entonces Tomás, al que llamaban el Gemelo, dijo a los otros discípulos:


—Vamos también nosotros, para morir con él.

Jesús, la resurrección y la vida


17 Al llegar, Jesús se encontró con que ya hacía cuatro días que Lázaro había sido sepultado. 18 Betania se hallaba cerca de Jerusalén, a unos tres kilómetros; 19 y muchos de los judíos habían ido a visitar a Marta y a María, para consolarlas por la muerte de su hermano. 20 Cuando Marta supo que Jesús estaba llegando, salió a recibirlo; pero María se quedó en la casa. 21 Marta le dijo a Jesús:


—Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto. 22 Pero yo sé que aun ahora Dios te dará todo lo que le pidas.


23 Jesús le contestó:


—Tu hermano volverá a vivir.


24 Marta le dijo:


—Sí, ya sé que volverá a vivir cuando los muertos resuciten, en el día último.


25 Jesús le dijo entonces:


—Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; 26 y todo el que todavía está vivo y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?


27 Ella le dijo:


—Sí, Señor, yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo.

Jesús llora junto al sepulcro de Lázaro


28 Después de decir esto, Marta fue a llamar a su hermana María, y le dijo en secreto:


—El Maestro está aquí y te llama.


29 Tan pronto como lo oyó, María se levantó y fue a ver a Jesús. 30 Jesús no había entrado todavía en el pueblo; estaba en el lugar donde Marta se había encontrado con él. 31 Al ver que María se levantaba y salía rápidamente, los judíos que estaban con ella en la casa, consolándola, la siguieron pensando que iba al sepulcro a llorar.


32 Cuando María llegó a donde estaba Jesús, se puso de rodillas a sus pies, diciendo:


—Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto.


33 Jesús, al ver llorar a María y a los judíos que habían llegado con ella, se conmovió profundamente y se estremeció, 34 y les preguntó:


—¿Dónde lo sepultaron?


Le dijeron:


—Ven a verlo, Señor.


35 Y Jesús lloró. 36 Los judíos dijeron entonces:


—¡Miren cuánto lo quería!


37 Pero algunos de ellos decían:


—Éste, que dio la vista al ciego, ¿no podría haber hecho algo para que Lázaro no muriera?

Resurrección de Lázaro


38 Jesús, otra vez muy conmovido, se acercó a la tumba. Era una cueva, cuya entrada estaba tapada con una piedra. 39 Jesús dijo:


—Quiten la piedra.


Marta, la hermana del muerto, le dijo:


—Señor, ya huele mal, porque hace cuatro días que murió.


40 Jesús le contestó:


—¿No te dije que, si crees, verás la gloria de Dios?


41 Quitaron la piedra, y Jesús, mirando al cielo, dijo:


—Padre, te doy gracias porque me has escuchado. 42 Yo sé que siempre me escuchas, pero lo digo por el bien de esta gente que está aquí, para que crean que tú me has enviado.


43 Después de decir esto, gritó:


—¡Lázaro, sal de ahí!


44 Y el que había estado muerto salió, con las manos y los pies atados con vendas y la cara envuelta en un lienzo. Jesús les dijo:


—Desátenlo y déjenlo ir.

Conspiración para arrestar a Jesús


45 Por esto creyeron en Jesús muchos de los judíos que habían ido a acompañar a María y que vieron lo que él había hecho. 46 Pero algunos fueron a ver a los fariseos, y les contaron lo que había hecho Jesús. 47 Entonces los fariseos y los jefes de los sacerdotes reunieron a la Junta Suprema, y dijeron:


—¿Qué haremos? Este hombre está haciendo muchas señales milagrosas. 48 Si lo dejamos, todos van a creer en él, y las autoridades romanas vendrán y destruirán nuestro templo y nuestra nación.


49 Pero uno de ellos, llamado Caifás, que era el sumo sacerdote aquel año, les dijo:


—Ustedes no saben nada, 50 ni se dan cuenta de que es mejor para ustedes que muera un solo hombre por el pueblo, y no que toda la nación sea destruida.


51 Pero Caifás no dijo esto por su propia cuenta, sino que, como era sumo sacerdote aquel año, dijo proféticamente que Jesús iba a morir por la nación judía; 52 y no solamente por esta nación, sino también para reunir a todos los hijos de Dios que estaban dispersos. 53 Así que desde aquel día las autoridades judías tomaron la decisión de matar a Jesús.


54 Por eso Jesús ya no andaba públicamente entre los judíos, sino que salió de la región de Judea y se fue a un lugar cerca del desierto, a un pueblo llamado Efraín. Allí se quedó con sus discípulos.

Salmos 117

Dios Habla Hoy

Alabanza al Señor


117 Naciones y pueblos todos,

alaben al Señor,

2

pues su amor por nosotros es muy grande;

¡la fidelidad del Señor es eterna!


¡Aleluya!

Proverbios 15:22-23

Dios Habla Hoy


22

Cuando no hay consulta, los planes fracasan;

el éxito depende de los muchos consejeros.


23

¡Qué grato es hallar la respuesta apropiada,

y aún más cuando es oportuna!

Dios Habla Hoy (DHH)


Dios habla hoy ®, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1966, 1970, 1979, 1983, 1996.

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