Día 175, DAB Español, Domingo 24 de Junio
2 Reyes 6:1-7:20; Hechos 15:32-16:15; Salmos 142; Proverbios 17:24-25 (Nueva Versión Internacional (NVI))
2
Reyes 6-7 Nueva Versión Internacional (NVI)
El milagro del hacha
6 Un día, los miembros de la comunidad de los profetas
le dijeron a Eliseo:
―Como puede ver, el lugar donde ahora vivimos con
usted nos resulta pequeño. 2 Es mejor que vayamos al Jordán. Allí podremos
conseguir madera y construir[a] un albergue.
―Bien, vayan —respondió Eliseo.
3 Pero uno de ellos le pidió:
―Acompañe usted, por favor, a sus servidores.
Eliseo consintió 4 en acompañarlos, y cuando llegaron
al Jordán empezaron a cortar árboles. 5 De pronto, al cortar un tronco, a uno
de los profetas se le zafó el hacha y se le cayó al río.
―¡Ay, maestro! —gritó—. ¡Esa hacha no era mía!
6 ―¿Dónde cayó? —preguntó el hombre de Dios.
Cuando se le indicó el lugar, Eliseo cortó un palo y,
echándolo allí, hizo que el hacha saliera a flote.
7 ―Sácala —ordenó Eliseo.
Así que el hombre extendió el brazo y la sacó.
Eliseo captura una tropa siria
8 El rey de Siria, que estaba en guerra con Israel,
deliberó con sus ministros y les dijo: «Vamos a acampar en tal lugar». 9 Pero
el hombre de Dios le envió este mensaje al rey de Israel: «Procura no pasar por
este sitio, pues los sirios te han tendido allí una emboscada».[b] 10 Así que
el rey de Israel envió a reconocer el lugar que el hombre de Dios le había
indicado. Y en varias otras ocasiones Eliseo le avisó al rey, de modo que este
tomó precauciones. 11 El rey de Siria, enfurecido por lo que estaba pasando,
llamó a sus ministros y les reclamó:
―¿Quieren decirme quién está informando al rey de
Israel?
12 ―Nadie, mi señor y rey —respondió uno de ellos—. El
responsable es Eliseo, el profeta que está en Israel. Es él quien le comunica
todo al rey de Israel, aun lo que Su Majestad dice en su alcoba.
13 ―Pues entonces averigüen dónde está —ordenó el
rey—, para que mande a capturarlo.
Cuando le informaron que Eliseo estaba en Dotán, 14 el
rey envió allá un destacamento grande, con caballos y carros de combate.
Llegaron de noche y cercaron la ciudad. 15 Por la mañana, cuando el criado del
hombre de Dios se levantó para salir, vio que un ejército con caballos y carros
de combate rodeaba la ciudad.
―¡Ay, mi señor! —exclamó el criado—. ¿Qué vamos a
hacer?
16 ―No tengas miedo —respondió Eliseo—. Los que están
con nosotros son más que ellos.
17 Entonces Eliseo oró: «Señor, ábrele a Guiezi los
ojos para que vea». El Señor así lo hizo, y el criado vio que la colina estaba
llena de caballos y de carros de fuego alrededor de Eliseo. 18 Como ya los
sirios se acercaban a él, Eliseo volvió a orar: «Señor, castiga a esta gente
con ceguera». Y él hizo lo que le pidió Eliseo.
19 Luego Eliseo les dijo: «Esta no es la ciudad adonde
iban; han tomado un camino equivocado. Síganme, que yo los llevaré adonde está
el hombre que buscan». Pero los llevó a Samaria. 20 Después de entrar en la
ciudad, Eliseo dijo: «Señor, ábreles los ojos, para que vean». El Señor así lo
hizo, y ellos se dieron cuenta de que estaban dentro de Samaria. 21 Cuando el
rey de Israel los vio, le preguntó a Eliseo:
―¿Los mato, mi señor? ¿Los mato?
22 ―No, no los mates —contestó Eliseo—. ¿Acaso los has
capturado con tu espada y tu arco, para que los mates? Mejor sírveles comida y
agua para que coman y beban, y que luego vuelvan a su rey.
23 Así que el rey de Israel les dio un tremendo
banquete. Cuando terminaron de comer, los despidió, y ellos regresaron a su
rey. Y las bandas de sirios no volvieron a invadir el territorio israelita.
Hambre en Samaria
24 Algún tiempo después, Ben Adad, rey de Siria,
movilizó todo su ejército para ir a Samaria y sitiarla. 25 El sitio duró tanto
tiempo que provocó un hambre terrible en la ciudad, a tal grado que una cabeza
de asno llegó a costar ochenta monedas de plata,[c] y un poco de algarroba,[d]
cinco.
26 Un día, mientras el rey recorría la muralla, una
mujer le gritó:
―¡Sálvenos, Su Majestad!
27 ―Si el Señor no te salva —respondió el rey—, ¿de
dónde voy a sacar yo comida para salvarte? ¿Del granero? ¿Del lagar? 28 ¿Qué te
pasa?
Ella se quejó:
―Esta mujer me propuso que le entregara mi hijo para
que nos lo comiéramos hoy, y que mañana nos comeríamos el de ella. 29 Pues
bien, cocinamos a mi hijo y nos lo comimos, pero, al día siguiente, cuando le
pedí que entregara su hijo para que nos lo comiéramos, resulta que ya lo había
escondido.
30 Al oír la queja de la mujer, el rey se rasgó las
vestiduras. Luego reanudó su recorrido por la muralla, y la gente pudo ver que
bajo su túnica real iba vestido de luto. 31 «¡Que Dios me castigue sin piedad
—exclamó el rey— si hoy mismo no le corto la cabeza a Eliseo hijo de Safat!»
32 Mientras Eliseo se encontraba en su casa, sentado
con los ancianos, el rey le envió un mensajero. Antes de que este llegara,
Eliseo les dijo a los ancianos:
―Ahora van a ver cómo ese asesino envía a alguien a
cortarme la cabeza. Pues bien, cuando llegue el mensajero, atranquen la puerta
para que no entre. ¡Ya oigo detrás de él los pasos de su señor!
33 No había terminado de hablar cuando el mensajero
llegó y dijo:
―Esta desgracia viene del Señor; ¿qué más se puede
esperar de él?
7 Eliseo contestó:
―Oigan la palabra del Señor, que dice así: “Mañana a
estas horas, a la entrada de Samaria, podrá comprarse una medida[e] de flor de
harina con una sola moneda de plata,[f] y hasta una doble medida de cebada por
el mismo precio”.
2 El ayudante personal del rey replicó:
―¡No me digas! Aun si el Señor abriera las ventanas
del cielo, ¡no podría suceder tal cosa!
―Pues lo verás con tus propios ojos —le advirtió
Eliseo—, pero no llegarás a comerlo.
Liberación de Samaria
3 Ese día, cuatro hombres que padecían de lepra se
hallaban a la entrada de la ciudad.
―¿Qué ganamos con quedarnos aquí sentados, esperando
la muerte? —se dijeron unos a otros—. 4 No ganamos nada con entrar en la
ciudad. Allí nos moriremos de hambre con todos los demás, pero, si nos quedamos
aquí, nos sucederá lo mismo. Vayamos, pues, al campamento de los sirios, para
rendirnos. Si nos perdonan la vida, viviremos; y, si nos matan, de todos modos
moriremos.
5 Al anochecer se pusieron en camino, pero, cuando
llegaron a las afueras del campamento sirio, ¡ya no había nadie allí! 6 Y era
que el Señor había confundido a los sirios haciéndoles oír el ruido de carros
de combate y de caballería, como si fuera un gran ejército. Entonces se dijeron
unos a otros: «¡Seguro que el rey de Israel ha contratado a los reyes hititas y
egipcios para atacarnos!» 7 Por lo tanto, emprendieron la fuga al anochecer
abandonando tiendas de campaña, caballos y asnos. Dejaron el campamento tal
como estaba para escapar y salvarse.
8 Cuando los leprosos llegaron a las afueras del
campamento, entraron en una de las tiendas de campaña. Después de comer y
beber, se llevaron de allí plata, oro y ropa, y fueron a esconderlo todo. Luego
regresaron, entraron en otra tienda, y también de allí tomaron varios objetos y
los escondieron.
9 Entonces se dijeron unos a otros:
―Esto no está bien. Hoy es un día de buenas noticias,
y no las estamos dando a conocer. Si esperamos hasta que amanezca, resultaremos
culpables. Vayamos ahora mismo al palacio y demos aviso.
10 Así que fueron a la ciudad y llamaron a los
centinelas. Les dijeron: «Fuimos al campamento de los sirios y ya no había
nadie allí. Solo se oía a los caballos y asnos, que estaban atados. Y las
tiendas las dejaron tal como estaban». 11 Los centinelas, a voz en cuello,
hicieron llegar la noticia hasta el interior del palacio. 12 Aunque era de
noche, el rey se levantó y les dijo a sus ministros:
―Déjenme decirles lo que esos sirios están tramando
contra nosotros. Como saben que estamos pasando hambre, han abandonado el
campamento y se han escondido en el campo. Lo que quieren es que salgamos, para
atraparnos vivos y entrar en la ciudad.
13 Uno de sus ministros propuso:
―Que salgan algunos hombres con cinco de los caballos
que aún quedan aquí. Si mueren, no les irá peor que a la multitud de israelitas
que está por perecer. ¡Enviémoslos a ver qué pasa!
14 De inmediato los hombres tomaron dos carros con
caballos, y el rey los mandó al campamento del ejército sirio, con
instrucciones de que investigaran. 15 Llegaron hasta el Jordán y vieron que
todo el camino estaba lleno de ropa y de objetos que los sirios habían arrojado
al huir precipitadamente. De modo que regresaron los mensajeros e informaron al
rey, 16 y el pueblo salió a saquear el campamento sirio. Y tal como la palabra
del Señor lo había dado a conocer, se pudo comprar una medida de flor de harina
con una sola moneda de plata, y hasta una doble medida de cebada por el mismo
precio.
17 El rey le había ordenado a su ayudante personal que
vigilara la entrada de la ciudad, pero el pueblo lo atropelló ahí mismo, y así
se cumplió lo que había dicho el hombre de Dios cuando el rey fue a verlo. 18
De hecho, cuando el hombre de Dios le dijo al rey: «Mañana a estas horas, a la
entrada de Samaria, podrá comprarse una doble medida de cebada con una sola
moneda de plata, y una medida de flor de harina por el mismo precio», 19 ese
oficial había replicado: «¡No me digas! Aun si el Señor abriera las ventanas
del cielo, ¡no podría suceder tal cosa!» De modo que el hombre de Dios
respondió: «Pues lo verás con tus propios ojos, pero no llegarás a comerlo». 20
En efecto, así ocurrió: el pueblo lo atropelló a la entrada de la ciudad, y
allí murió.
Footnotes:
6:2 podremos conseguir madera y construir. Lit. cada
uno tomará una viga y construirá.
6:9 te han tendido allí una emboscada. Alt. piensan
acampar allí.
6:25 ochenta monedas de plata. Lit. ochenta [siclos]
de plata.
6:25 un poco de algarroba. Lit. un cuarto de cab de
estiércol de paloma (es decir, aprox. un tercio de litro de cierta legumbre no
comestible).
7:1 una medida. Lit. un seah (aprox. siete litros);
también en vv. 16 y 18.
7:1 una sola moneda de plata. Lit. un siclo; también
en vv. 16 y 18.
Nueva Versión Internacional (NVI)
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Hechos 15:32-16:15 Nueva Versión
Internacional (NVI)
32 Judas y Silas, que también eran profetas, hablaron
extensamente para animarlos y fortalecerlos. 33 Después de pasar algún tiempo
allí, los hermanos los despidieron en paz, para que regresaran a quienes los
habían enviado.[a] 35 Pablo y Bernabé permanecieron en Antioquía, enseñando y
anunciando la palabra del Señor en compañía de muchos otros.
Desacuerdo entre Pablo y Bernabé
36 Algún tiempo después, Pablo le dijo a Bernabé: «Volvamos
a visitar a los creyentes en todas las ciudades en donde hemos anunciado la
palabra del Señor, y veamos cómo están». 37 Resulta que Bernabé quería llevar
con ellos a Juan Marcos, 38 pero a Pablo no le pareció prudente llevarlo,
porque los había abandonado en Panfilia y no había seguido con ellos en el
trabajo. 39 Se produjo entre ellos un conflicto tan serio que acabaron por
separarse. Bernabé se llevó a Marcos y se embarcó rumbo a Chipre, 40 mientras
que Pablo escogió a Silas. Después de que los hermanos lo encomendaron a la
gracia del Señor, Pablo partió 41 y viajó por Siria y Cilicia, consolidando a
las iglesias.
Timoteo se une a Pablo y a Silas
16 Llegó Pablo a Derbe y después a Listra, donde se
encontró con un discípulo llamado Timoteo, hijo de una mujer judía creyente,
pero de padre griego. 2 Los hermanos en Listra y en Iconio hablaban bien de
Timoteo, 3 así que Pablo decidió llevárselo. Por causa de los judíos que vivían
en aquella región, lo circuncidó, pues todos sabían que su padre era griego. 4
Al pasar por las ciudades, entregaban los acuerdos tomados por los apóstoles y
los ancianos de Jerusalén, para que los pusieran en práctica. 5 Y así las
iglesias se fortalecían en la fe y crecían en número día tras día.
La visión de Pablo del hombre macedonio
6 Atravesaron la región de Frigia y Galacia, ya que el
Espíritu Santo les había impedido que predicaran la palabra en la provincia de
Asia. 7 Cuando llegaron cerca de Misia, intentaron pasar a Bitinia, pero el
Espíritu de Jesús no se lo permitió. 8 Entonces, pasando de largo por Misia,
bajaron a Troas. 9 Durante la noche Pablo tuvo una visión en la que un hombre
de Macedonia, puesto de pie, le rogaba: «Pasa a Macedonia y ayúdanos». 10
Después de que Pablo tuvo la visión, en seguida nos preparamos para partir
hacia Macedonia, convencidos de que Dios nos había llamado a anunciar el
evangelio a los macedonios.
Conversión de Lidia en Filipos
11 Zarpando de Troas, navegamos directamente a
Samotracia, y al día siguiente a Neápolis. 12 De allí fuimos a Filipos, que es
una colonia romana y la ciudad principal de ese distrito de Macedonia. En esa
ciudad nos quedamos varios días.
13 El sábado salimos a las afueras de la ciudad, y
fuimos por la orilla del río, donde esperábamos encontrar un lugar de oración.
Nos sentamos y nos pusimos a conversar con las mujeres que se habían reunido.
14 Una de ellas, que se llamaba Lidia, adoraba a Dios. Era de la ciudad de
Tiatira y vendía telas de púrpura. Mientras escuchaba, el Señor le abrió el
corazón para que respondiera al mensaje de Pablo. 15 Cuando fue bautizada con
su familia, nos hizo la siguiente invitación: «Si ustedes me consideran
creyente en el Señor, vengan a hospedarse en mi casa». Y nos persuadió.
Footnotes:
15:33 enviado. Var. enviado, 34 pero Silas decidió
quedarse.
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Salmos 142 Nueva Versión Internacional
(NVI)
Masquilde David. Cuando estaba en la cueva. Oración.
142 A voz en cuello, al Señor le pido ayuda;
a voz en
cuello, al Señor le pido compasión.
2 Ante él expongo mis quejas;
ante él
expreso mis angustias.
3 Cuando ya no me queda aliento,
tú me muestras
el camino.[a]
Por la senda que transito
algunos me
han tendido una trampa.
4 Mira a mi derecha, y ve:
nadie me
tiende la mano.
No tengo dónde refugiarme;
por mí nadie
se preocupa.
5 A ti, Señor, te pido ayuda;
a ti te
digo: «Tú eres mi refugio,
mi porción
en la tierra de los vivientes».
6 Atiende a mi clamor,
porque me
siento muy débil;
líbrame de mis perseguidores,
porque son
más fuertes que yo.
7 Sácame de la prisión,
para que
alabe yo tu nombre.
Los justos se reunirán en torno mío
por la
bondad que me has mostrado.
Footnotes:
142:3 tú me muestras el camino. Lit. tú conoces mi
encrucijada.
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Proverbios 17:24-25 Nueva Versión
Internacional (NVI)
24 La meta del prudente es la sabiduría;
el necio
divaga contemplando vanos horizontes.[a]
25 El hijo necio irrita a su padre,
y causa
amargura a su madre.
Footnotes:
17:24 el necio … horizontes. Lit. y los ojos del necio
en los confines de la tierra.
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