Día 010,
DAB Español, Lunes 10 de Enero
Génesis 23:1-24:51; Mateo 8:1-17; Salmos 9:13-20; Proverbios 3:1-6 (La Palabra
(Hispanoamérica) (BLPH))
Génesis 23:1-24:51
La Palabra (Hispanoamérica)
Muerte y sepultura de Sara
23 Sara vivió ciento veintisiete años, 2 y murió en Quiriat Arbá, es
decir, en la ciudad de Hebrón, en la tierra de Canaán. Abrahán fue a llorar a
su mujer y a hacer duelo por ella. 3 Luego salió de donde estaba el cadáver de
Sara y fue a proponer a los hititas lo siguiente:
4 — Aunque soy un forastero, un extranjero entre ustedes, véndanme una
sepultura en propiedad dentro de su territorio para poder enterrar a mi esposa
difunta.
5 Los hititas le respondieron:
6 — ¡Escúchanos, señor! Nosotros te consideramos un hombre distinguido
por Dios. Sepulta a tu esposa difunta en el mejor de nuestros sepulcros.
Ninguno de nosotros te negará su sepulcro para que la entierres.
7 Puesto en pie, Abrahán hizo una reverencia ante los hititas, los
pobladores del país; 8 y les dijo:
— Si es su voluntad que entierre aquí a mi mujer difunta, les ruego que
intercedan por mí ante Efrón, el hijo de Sojar, 9 para que me venda la cueva de
Macpelá, que se encuentra en el extremo de su campo. Yo le pagaré lo que vale,
y así tendré una sepultura en propiedad dentro del territorio de ustedes.
10 Como Efrón, el hitita, estaba allí, entre ellos, contestó a Abrahán
delante de sus paisanos hititas y de todos los que estaban reunidos a la puerta
de la ciudad:
11 — No, señor mío, escúchame bien: te regalo el campo y también la
cueva que está en él. Mis paisanos son testigos de que yo te lo regalo.
Entierra allí a tu esposa difunta.
12 Pero Abrahán hizo otra reverencia a los habitantes del lugar 13 y,
teniéndolos por testigos, dijo a Efrón:
— Escúchame, por favor: Yo te pago el precio del campo. Acéptalo para
que yo entierre allí a mi esposa difunta.
14 A lo que Efrón respondió:
15 — Escúchame, señor mío: ¿qué es para ti o para mí un terreno que vale
cuatrocientos siclos de plata? Anda, entierra a tu esposa difunta.
16 Abrahán cerró el acuerdo con Efrón y le pagó el precio convenido en
presencia de los hititas: cuatrocientos siclos de plata de uso corriente entre
los comerciantes. 17 Así fue como el campo de Efrón que estaba en Macpelá,
frente a Mambré, junto con la cueva y todos los árboles frutales que estaban
dentro de sus límites, 18 pasaron a ser propiedad de Abrahán, teniendo por
testigos a los hititas y a todos los que asistieron al trato en la puerta de la
ciudad.
19 Después de esto, Abrahán enterró a Sara en la cueva del campo de
Macpelá, frente a Mambré, es decir, en Hebrón, en la tierra de Canaán. 20 De
esta manera, los hititas cedieron a Abrahán, como sepultura en propiedad, tanto
el campo como la cueva ubicada en él.
Isaac y Rebeca
24 Abrahán era un anciano muy entrado en años, y el Señor le había
bendecido en todo. 2 Un día llamó al criado más antiguo de su casa, el que le
administraba todos los bienes, y le dijo:
— Pon tu mano bajo mi muslo 3 y júrame por el Señor, el Dios del cielo y
de la tierra, que no dejarás que mi hijo se case con una mujer de este país de
Canaán, donde yo habito, 4 sino que irás a mi tierra, donde vive mi familia, y
allí buscarás esposa para mi hijo Isaac.
5 El criado le respondió:
— ¿Qué he de hacer si la mujer me dice que no quiere venir conmigo a
esta tierra? ¿Tendré entonces que llevar a tu hijo a la tierra de donde
saliste?
6 Abrahán le respondió:
— ¡De ningún modo lleves a mi hijo allá! 7 El Señor, Dios del cielo, que
me sacó de la casa de mi padre y de mi país de origen, que habló conmigo y juró
dar esta tierra a mi descendencia, enviará su mensajero delante de ti para que
tomes allí esposa para mi hijo. 8 Si la mujer no quiere venir contigo, quedarás
libre de este juramento; pero ¡de ninguna manera lleves allá a mi hijo!
9 Entonces el criado puso la mano bajo el muslo de su amo y le juró que
cumpliría con este encargo. 10 Luego tomó diez de los camellos de su amo y,
llevando consigo toda clase de regalos de su amo, se encaminó a Aram Najaráin,
a la ciudad de Najor.
11 Cuando el criado llegó a las afueras de la ciudad, hizo arrodillar a
los camellos junto a un pozo de agua. La tarde ya estaba cayendo y ese era el
momento en que las aguadoras salían en busca de agua. 12 Así que oró diciendo:
— Señor, Dios de mi amo Abrahán, haz que me vaya bien en este día y
muéstrate bondadoso con mi amo Abrahán. 13 Yo estaré aquí, junto a esta fuente,
mientras las muchachas de esta ciudad salen a por agua. 14 La muchacha a quien
yo diga: “por favor, inclina tu cántaro para que pueda beber”, y ella me
responda: “Bebe, y también voy a dar de beber a tus camellos”, esa será la que
tú has destinado para tu siervo Isaac. Así podré estar seguro de que has sido
bondadoso con mi amo.
15 Aún no había terminado de orar, cuando Rebeca, la hija de Betuel,
hijo de Milcá y de Najor, hermano de Abrahán, salía con su cántaro al hombro.
16 La muchacha era muy bella y, además, era virgen pues no había tenido
relaciones sexuales con ningún hombre. Bajó a la fuente, llenó el cántaro y ya
regresaba 17 cuando el criado de Abrahán corrió a su encuentro y le dijo:
— Por favor, déjame beber un poco de agua de tu cántaro.
18 Ella respondió:
- Bebe, señor mío.
Y enseguida bajó su cántaro y, sosteniéndolo entre sus manos, le dio de
beber. 19 Cuando el criado acabó de beber, Rebeca le dijo:
— Traeré agua también para que tus camellos beban toda la que quieran.
20 Vació, pues, rápidamente su cántaro en el abrevadero, corrió a sacar
más agua del pozo y trajo para todos los camellos. 21 El hombre, mientras
tanto, la miraba en silencio, preguntándose si el Señor había dado o no éxito a
su viaje. 22 Cuando los camellos terminaron de beber, el hombre tomó un anillo
de oro que pesaba unos seis gramos, y dos brazaletes de oro que pesaban algo
más de cien gramos para las muñecas de la muchacha, 23 y le dijo:
— Dime de quién eres hija y si habrá sitio en la casa de tu padre para
pasar la noche.
24 Ella respondió:
— Soy hija de Betuel, el hijo de Milcá y de Najor.
25 Y añadió:
— En nuestra casa hay paja y forraje en abundancia, y también hay sitio
para pasar la noche.
26 Entonces el hombre se arrodilló y adoró al Señor, 27 diciendo:
— ¡Bendito sea el Señor, el Dios de mi amo Abrahán, que no ha dejado de
manifestar con mi amo su amor y su fidelidad guiando mis pasos hasta la casa de
sus parientes!
28 La muchacha corrió a casa a contárselo todo a su madre. 29 Rebeca tenía
un hermano llamado Labán. Este, apenas vio el anillo y los brazaletes de su
hermana y oyó contar todo lo que aquel hombre le había dicho a Rebeca, salió
corriendo hacia la fuente en busca del hombre. Al llegar, lo encontró con sus
camellos junto a la fuente. 31 Y le dijo:
— Ven, bendito del Señor, no te quedes ahí fuera. Ya he preparado
alojamiento y un lugar para los camellos.
32 El hombre entró en la casa. En seguida Labán desaparejó los camellos,
les dio agua y forraje, y llevó agua para que el criado de Abrahán y sus
acompañantes lavaran sus pies.
33 Cuando le ofrecieron de comer, el criado dijo:
— No probaré bocado hasta que no diga lo que tengo que decir.
Labán le dijo:
— Habla.
34 Y él dijo:
— Soy criado de Abrahán. 35 El Señor ha bendecido mucho a mi amo y lo ha
colmado de riquezas; le ha dado ovejas y vacas, oro y plata, criados y criadas,
camellos y asnos. 36 Y Sara, su mujer, siendo ya anciana, le ha dado un hijo
que lo heredará todo. 37 Mi amo me hizo jurar, diciendo: “No busques esposa
para mi hijo de entre las hijas de los cananeos en cuya tierra habito, 38 sino
que irás a la casa de mi padre y escogerás a una que sea de mi clan”. 39 Y yo
pregunté a mi amo: “¿Y si la mujer no quiere venir conmigo?”. 40 Entonces él me
contestó: “Yo no me he apartado del camino del Señor. Por tanto él enviará a su
ángel para que te guíe y dé éxito a tu viaje encontrando una esposa para mi
hijo en casa de mi padre; una que sea de mi clan. 41 Sólo quedarás libre del
juramento que me haces si, aunque vayas adonde vive mi clan, ellos no te
conceden a la muchacha”.
42 Cuando hoy llegué a la fuente, dije: “Señor, Dios de mi amo Abrahán,
si es tu voluntad, lleva a feliz término la misión que he venido a realizar. 43
Yo me pondré junto a la fuente y pediré a la muchacha que venga a sacar agua,
que me deje beber un poco de agua de su cántaro. 44 Si ella me responde: ‘Bebe,
y también sacaré agua para tus camellos’, sabré que ella es la que tú, Señor,
has escogido para el hijo de mi amo”. 45 Todavía no había yo terminado de orar,
cuando salía Rebeca con el cántaro al hombro; bajó a la fuente, sacó agua, y yo
le dije: “Dame de beber, por favor”. 46 Ella bajó enseguida su cántaro y me
dijo: “Bebe, y también daré de beber a tus camellos”. Yo bebí y ella abrevó mis
camellos. 47 Luego le pregunté: “¿De quién eres hija?”. Y ella respondió: “Soy
hija de Betuel, el hijo de Milcá y de Najor”. Entonces le puse el anillo en la
nariz y los brazaletes en los brazos. 48 Luego me incliné para adorar al Señor
y bendije al Señor, Dios de mi amo Abrahán, por haberme guiado por el buen
camino para llevar la hija de su pariente al hijo de mi amo. 49 Ahora pues,
díganme si van a mostrar lealtad y fidelidad a mi amo; y si no, díganmelo también,
para que pueda actuar en consecuencia.
50 Entonces Labán y Betuel le respondieron:
— Esto es cosa del Señor, y no nos corresponde a nosotros decir si está
bien o está mal. 51 Aquí tienes a Rebeca; tómala y vete; que sea la esposa del
hijo de tu amo, tal como el Señor ha dispuesto.
Mateo 8:1-17
La Palabra (Hispanoamérica)
El reino en hechos y palabras (8,1—16,20)
Curación de un leproso (Mc 1,40-45; Lc 5,12-16)
8 Al bajar Jesús del monte, lo seguía mucha gente. 2 En esto se le
acercó un leproso, que se postró ante él y le dijo:
— Señor, si quieres, puedes limpiarme de mi enfermedad.
3 Jesús extendió la mano y lo tocó, diciendo:
— Quiero. Queda limpio.
Y al instante el leproso quedó limpio. 4 Jesús le advirtió:
— Mira, no se lo cuentes a nadie; vete a mostrarte al sacerdote y
presenta la ofrenda prescrita por Moisés. Así todos tendrán evidencia de tu
curación.
Jesús sana al asistente de un oficial romano (Lc 7,1-12; Jn 4,46-54)
5 Cuando Jesús entró en Carfarnaún, se acercó a él un oficial del
ejército romano suplicándole:
6 — Señor, tengo a mi asistente en casa paralítico y está sufriendo
dolores terribles.
7 Jesús le dijo:
— Yo iré y lo curaré.
8 Pero el oficial le respondió:
— Señor, yo no soy digno de que entres en mi casa. Pero una sola palabra
tuya bastará para que sane mi asistente. 9 Porque yo también estoy sujeto a mis
superiores, y a la vez tengo soldados a mis órdenes. Si a uno de ellos le digo:
“Vete”, va; y si le digo a otro: “Ven”, viene; y si a mi asistente le digo:
“Haz esto”, lo hace.
10 Jesús se quedó admirado al oír esto. Y dijo a los que lo seguían:
— Les aseguro que no he encontrado en Israel a nadie con una fe tan
grande como esta. 11 Y Les advierto que vendrán muchos de oriente y occidente y
se sentarán a la mesa con Abrahán, Isaac y Jacob en el reino de los cielos. 12
En cambio, los que primero fueron llamados al Reino serán arrojados afuera, a
la oscuridad. Allí llorarán y les rechinarán los dientes. 13 Luego dijo Jesús
al oficial:
— Vete a tu casa y que se haga como creíste.
En aquel mismo momento, el asistente quedó curado.
Curación de la suegra de Pedro (Mc 1,29-31; Lc 4,38-39)
14 Al llegar Jesús a casa de Pedro, encontró a la suegra de este en cama,
con fiebre. 15 Jesús le tocó la mano y se le desapareció la fiebre. Y ella se
levantó y se puso a atenderlo.
Otras curaciones (Mc 1,32-34; Lc 4,40-41)
16 Al anochecer, presentaron a Jesús muchas personas que estaban
poseídas por demonios. Él, con solo una palabra, expulsó a los espíritus
malignos y curó a todos los enfermos. 17 De este modo se cumplió lo dicho por
medio del profeta Isaías: Tomó sobre sí nuestras debilidades y cargó con
nuestras enfermedades.
Salmos 9:13-20
La Palabra (Hispanoamérica)
13 El vengador se acuerda de ellos,
no olvida el grito de los humildes.
14 ¡Ten piedad, Señor, de mí;
mira cómo mis enemigos me afligen!
Tú que me alejas de las puertas de la muerte
15 para que pueda proclamar tus alabanzas
y alegrarme en tu salvación a las puertas de Sión.
16 Los paganos se hundieron en la fosa que excavaron,
su pie quedó aprisionado en la trampa que tendieron.
17 El Señor se ha revelado, ha hecho justicia,
el malvado está atrapado en sus propias obras. [ Pausa]
18 ¡Que vuelvan al reino de los muertos los malvados,
todos los paganos que se olvidan de Dios!
19 El pobre no caerá para siempre en el olvido,
ni se desvanecerá eternamente la esperanza del humilde.
20 Ponte, Señor, en acción;
que no cante victoria el ser humano,
que los paganos sean juzgados ante ti.
Proverbios 3:1-6
La Palabra (Hispanoamérica)
3 Hijo mío, no olvides mi enseñanza
y guarda en tu memoria mis mandatos,
2 pues te prolongarán los días
y tendrás años de vida y bienestar.
3 Que el amor y la verdad
no se separen de ti:
átalos a tu cuello,
grábalos en tu corazón;
4 así obtendrás estima y favor
ante Dios y ante los hombres.
5 Confía plenamente en el Señor
y no te fíes de tu inteligencia.
6 Cuenta con él en todos tus caminos
y él dirigirá tus senderos.
La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)
La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España
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