Saturday, May 29, 2021

DAB Español, Domingo 30 de Mayo

Día 150, DAB Español, Domingo 30 de Mayo

2 Samuel 15:22-16:23; Juan 18:25-19:22; Salmos 119:113-128; Proverbios 16:10-11 (La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH))









2 Samuel 15:22-16:23

La Palabra (Hispanoamérica)

 

22 Entonces David le dijo:

 

— Está bien, pasa.

 

Y pasó Itay, el de Gat, con todos los hombres y los niños que lo acompañaban. 23 Toda la gente lloraba a gritos mientras iba desfilando. Luego David cruzó el torrente Cedrón por el camino que lleva al desierto, y con él cruzó toda la gente. 24 También estaba Sadoc con todos los levitas que llevaban el Arca de la alianza de Dios. Colocaron el Arca junto a Abiatar, hasta que toda la gente terminó de salir de la ciudad. 25 El rey dijo a Sadoc:

 

— Devuelve el Arca de Dios a la ciudad, que si alcanzo el favor del Señor, él me permitirá volver a ver el Arca y su morada. 26 Pero si manifiesta que no le agrado, estaré dispuesto a que haga conmigo lo que quiera.

 

27 Y el rey insistió al sacerdote Sadoc:

 

— Mira, regresen en paz a la ciudad junto con sus dos hijos, con tu hijo Ajimás y con Jonatán, el hijo de Abiatar. 28 Y estén atentos, pues yo estaré esperando en los pasos del desierto hasta que me llegue alguna información de ustedes.

 

29 Sadoc y Abiatar regresaron a Jerusalén con el Arca de Dios y se quedaron allí.

 

30 Cuando David subía la cuesta de los olivos, iba llorando, con la cabeza cubierta y los pies descalzos. La gente que lo acompañaba llevaba también la cabeza cubierta y subía llorando. 31 Entonces informaron a David que Ajitófel formaba parte de la conspiración de Absalón, y David suplicó:

 

— Confunde, Señor, los consejos de Ajitófel.

 

32 Cuando David llegó a la cumbre, lugar donde se daba culto a Dios, le salió al encuentro Jusay, el arquita, con la túnica rasgada y la cabeza llena de tierra. 33 David le dijo:

 

— Si te vienes conmigo, sólo serás una carga para mí. 34 Pero si le dices a Absalón: “Majestad, soy tu servidor. He sido servidor de tu padre y a partir de ahora, seré tu servidor”, me ayudarás a hacer fracasar los consejos de Ajitófel. 35 Allí estarán contigo los sacerdotes Sadoc y Abiatar, a los que podrás informar de todo lo que escuches en palacio. 36 También estarán con ellos sus dos hijos, Ajimás, el de Sadoc, y Jonatán, el de Abiatar, a través de los cuales ustedes me harán llegar todo lo que escuchen.

 

37 Jusay, el amigo de David, llegó a la ciudad cuando Absalón entraba en Jerusalén.

 

16 Apenas David había cruzado la cima, cuando le salió al encuentro Sibá, el criado de Mefibóset, con un par de burros aparejados y cargados con doscientos panes, cien racimos de pasas, cien higos y un pellejo de vino. 2 El rey le preguntó:

 

— ¿Qué pretendes con eso?

 

Y Sibá respondió:

 

— Los burros son para que suba la familia del rey; los panes y los frutos, para que coman los muchachos; y el vino, para que beban los que desfallezcan en el desierto.

 

3 El rey le preguntó:

 

— ¿Y dónde está el hijo de tu amo?

 

Sibá le respondió:

 

— Se ha quedado en Jerusalén, pensando que la casa de Israel le devolverá ahora el reino de su padre.

 

4 El rey dijo a Sibá:

 

— Todo lo de Mefibóset ahora es tuyo.

 

Y Sibá le dijo:

 

— ¡Me postro a tus pies! ¡Que pueda seguir contando con el favor de mi señor el rey!

 

5 Cuando el rey David llegó a Bajurín, salió de allí un pariente de Saúl, llamado Simeí, hijo de Guerá. Salía insultando 6 y tirando piedras a David y a todos los servidores del rey, a pesar de que la gente y los guerreros iban a su lado. 7 Simeí lo maldecía diciendo:

 

— ¡Vete, vete, asesino despiadado! 8 El Señor te ha castigado por todos los crímenes contra la familia de Saúl, cuyo trono has usurpado, y ha entregado el reino en poder de tu hijo Absalón. ¡Ahora te sobreviene la desgracia por ser un asesino!

 

9 Abisay, el hijo de Seruyá, dijo al rey:

 

— ¿Por qué ese perro muerto ha de insultar a mi señor el rey? Déjame que vaya y le corte la cabeza.

 

10 Pero el rey le contestó:

 

— ¡Esto no es asunto de ustedes, hijos de Seruyá! Si me maldice porque Dios le ha ordenado que maldiga a David, ¿quién va a pedirle cuentas?

 

11 Luego David siguió diciendo a Abisay y a todos sus servidores:

 

— Si mi propio hijo, salido de mis entrañas, atenta contra mi vida, ¿qué no podrá hacer un benjaminita? ¡Déjenlo que maldiga, pues el Señor se lo ha mandado! 12 Tal vez el Señor tenga en cuenta mi aflicción y recompense con bendiciones estas maldiciones de hoy.

 

13 David y sus hombres siguieron su camino, mientras que Simeí los seguía por la ladera del monte, maldiciendo, tirando piedras y levantando polvo. 14 David y toda la gente que lo acompañaba llegaron agotados al Jordán y descansaron allí.

Absalón en Jerusalén

 

15 Absalón entró en Jerusalén con todo el grupo de israelitas. También lo acompañaba Ajitófel. 16 Cuando Jusay, el arquita amigo de David, llegó ante Absalón, le dijo:

 

— ¡Viva el rey, viva el rey!

 

17 Absalón le replicó:

 

— ¿Esta es la lealtad que profesas a tu amigo? ¿Por qué no te has ido con tu amigo?

 

18 Jusay respondió a Absalón:

 

— No. Yo sólo estaré y viviré con aquel al que han elegido tanto el Señor como este pueblo y todos los israelitas. 19 Además, ¿a quién voy a servir yo, sino a su hijo? De la misma manera que serví a tu padre, te serviré a ti.

 

20 Entonces Absalón dijo a Ajitófel:

 

— Aconséjenme qué debemos hacer.

 

21 Ajitófel dijo a Absalón:

 

— Acuéstate con las concubinas que tu padre dejó al cuidado del palacio. Así se enterará todo Israel de que te has enfrentado a tu padre y reforzarás los ánimos de todos tus partidarios.

 

22 Inmediatamente le pusieron a Absalón una tienda en la terraza y él se acostó con las concubinas de su padre a la vista de todo Israel.

 

23 Los consejos que daba Ajitófel en aquella época se valoraban como oráculos divinos. Y eso valía para todos los consejos que dio, tanto a David como a Absalón.

Juan 18:25-19:22

La Palabra (Hispanoamérica)

 

25 mientras Simón Pedro seguía allí de pie, calentándose. Alguien le preguntó:

 

— ¿No eres tú también uno de los discípulos de ese hombre?

 

Pedro lo negó diciendo:

 

— No, no lo soy.

 

26 Pero uno de los criados del sumo sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro cortó la oreja, le replicó:

 

— ¿Cómo que no? ¡Yo mismo te vi en el huerto con él!

 

27 Pedro volvió a negarlo. Y en aquel momento cantó un gallo.

Jesús ante Pilato (Mt 27,1-2.11-14; Mc 15,1-5; Lc 23,1-5)

 

28 Condujeron a Jesús de casa de Caifás al palacio del gobernador. Era muy de mañana. Los judíos no entraron en el palacio para no contraer una impureza legal que les habría impedido participar en la cena de Pascua. 29 Por eso tuvo que salir Pilato para preguntarles:

 

— ¿De qué acusan a este hombre?

 

30 Ellos le contestaron:

 

— Si no fuese un criminal, no te lo habríamos entregado.

 

31 Pilato les dijo:

 

— Muy bien, llévenselo y júzguenlo según la ley de ustedes.

 

Los judíos replicaron:

 

— Nosotros no tenemos autoridad para dar muerte a nadie.

 

32 Y es que tenía que cumplirse lo que Jesús había anunciado sobre la clase de muerte que iba a sufrir. 33 Entonces Pilato volvió a entrar en su palacio, mandó traer a Jesús y le preguntó:

 

— ¿Eres tú el rey de los judíos?

 

34 Contestó Jesús:

 

— ¿Me haces esa pregunta por tu cuenta o te la han sugerido otros?

 

35 Pilato replicó:

 

— ¿Acaso soy yo judío? Son los de tu propia nación y los jefes de los sacerdotes los que te han entregado a mí. ¿Qué es lo que has hecho?

 

36 Jesús respondió:

 

— Mi reino no es de este mundo. Si lo fuera, mis servidores habrían luchado para librarme de los judíos. Pero no, mi reino no es de este mundo.

 

37 Pilato insistió:

 

— Entonces, ¿eres rey?

 

Jesús le respondió:

 

— Soy rey, como tú dices. Y mi misión consiste en dar testimonio de la verdad. Precisamente para eso nací y para eso vine al mundo. Todo el que ama la verdad escucha mi voz.

 

38 Pilato repuso:

 

— ¿Y qué es la verdad?

Jesús y Barrabás (Mt 27,15-17.20-21; Mc 15,6-11; Lc 23,17-19)

 

Dicho esto, Pilato salió de nuevo y dijo a los judíos:

 

— Yo no encuentro delito alguno en este hombre. 39 Pero como ustedes tienen la costumbre de que durante la fiesta de la Pascua les ponga en libertad a un preso, ¿quieren que deje en libertad al rey de los judíos?

 

40 Ellos, entonces, se pusieron de nuevo a gritar:

 

— ¡No, a ese no! ¡Deja en libertad a Barrabás!

 

(El tal Barrabás era un bandido).

Jesús condenado a muerte (Mt 27,30-31; Mc 15,12-20; Lc 23,20-25)

 

19 Así pues, Pilato se hizo cargo del asunto y mandó que azotaran a Jesús. 2 Los soldados trenzaron una corona de espinas y se la pusieron en la cabeza. Le echaron también sobre los hombros un manto de púrpura 3 y, acercándose a él, decían:

 

— ¡Viva el rey de los judíos!

 

Y le daban bofetadas. 4 Salió de nuevo Pilato y les dijo:

 

— Miren, se lo voy a presentar a ustedes para dejar claro que no encuentro delito alguno en él.

 

5 Salió, pues, Jesús llevando la corona de espinas y el manto de púrpura. Pilato les dijo:

 

— ¡Este es el hombre!

 

6 Al ver a Jesús, los jefes de los sacerdotes y sus esbirros comenzaron a gritar:

 

— ¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!

 

Pilato insistió:

 

— Tómenlo ustedes y crucifíquenlo; yo no encuentro delito alguno en él.

 

7 Los judíos replicaron:

 

— Nosotros tenemos una ley, y según ella debe morir, porque ha querido hacerse pasar por Hijo de Dios.

 

8 Al oír esto, Pilato sintió aún más temor. 9 Entró de nuevo en el palacio y preguntó a Jesús:

 

— ¿De dónde eres tú?

 

Jesús ni siquiera le contestó. 10 Pilato le dijo:

 

— ¿Cómo? ¿Te niegas a contestarme? ¿Es que no sabes que tengo autoridad tanto para dejarte en libertad como para hacerte crucificar?

 

11 Jesús le respondió:

 

— No tendrías autoridad alguna sobre mí si Dios no te la hubiera concedido; por eso, el que me ha entregado a ti es mucho más culpable que tú.

 

12 Desde ese momento, Pilato intentaba por todos los medios poner a Jesús en libertad. Pero los judíos le gritaban:

 

— Si lo pones en libertad, no eres amigo del emperador. El que pretende ser rey se enfrenta al emperador.

 

13 Al oír esto, Pilato mandó sacar fuera a Jesús y se sentó en el tribunal, en el lugar conocido con el nombre de “Enlosado”, que en la lengua de los judíos se llama “Gábata”. 14 Era el día de preparación de la Pascua, hacia el mediodía. Pilato dijo a los judíos:

 

— ¡Aquí tienen a su rey!

 

15 Pero ellos comenzaron a gritar:

 

— ¡Quítalo de en medio! ¡Crucifícalo!

 

Pilato insistió:

 

— ¿Cómo voy a crucificar a su rey?

 

Pero los jefes de los sacerdotes replicaron:

 

— Nuestro único rey es el emperador romano.

 

16 Así que, al fin, Pilato se lo entregó para que lo crucificaran.

Crucifixión de Jesús (Mt 27,32-44; Mc 15,21-32; Lc 23,26-43)

 

Tomaron, pues, a Jesús 17 que, cargando con su propia cruz, se encaminó hacia el llamado “lugar de la Calavera” (que en la lengua de los judíos se conoce como “Gólgota”). 18 Allí lo crucificaron, y con él crucificaron también a otros dos, uno a cada lado y Jesús en medio.

 

19 Pilato mandó poner sobre la cruz un letrero con esta inscripción: “Jesús de Nazaret, el rey de los judíos.” 20 La inscripción fue leída por muchos judíos, porque el lugar donde Jesús había sido crucificado estaba cerca de la ciudad. Además, el texto estaba escrito en hebreo, latín y griego. 21 Así que los jefes de los sacerdotes se presentaron a Pilato y le dijeron:

 

— No pongas: “El rey de los judíos” sino: “Este hombre dijo: Yo soy el rey de los judíos”.

 

22 Pero Pilato les contestó:

 

— Que quede escrito lo que yo mandé escribir.

Salmos 119:113-128

La Palabra (Hispanoamérica)

 

113

Odio a los hipócritas

y amo, en cambio, tu ley.

114

Tú eres mi refugio y mi escudo,

en tu palabra pongo mi esperanza.

115

¡Aléjense de mí, malvados,

que yo guardaré los mandatos de mi Dios!

116

Protégeme según tu promesa y viviré,

no defraudes mi esperanza.

117

Socórreme y estaré a salvo,

me entregaré siempre a tus normas.

118

Desprecias a quien se aparta de tus normas,

porque es mentira su astucia.

119

Rechazas como escoria a los malvados del país

y por eso yo amo tus mandatos.

120

Mi ser se estremece ante ti,

por tus decretos te venero.

 

121

He seguido la justicia y el derecho,

no me entregues a mis opresores.

122

Favorece a tu siervo,

que los soberbios no me humillen.

123

Se nublan mis ojos esperando tu auxilio,

tu promesa de justicia.

124

Trata a tu siervo de acuerdo con tu amor

y enséñame tus normas.

125

Yo soy tu siervo, instrúyeme

para que pueda conocer tus mandatos.

126

Señor, ya es tiempo de actuar:

tu ley ha sido violada.

127

Por eso amo tus mandamientos

y al oro más puro los prefiero;

128

por eso encuentro justos

todos tus preceptos

y aborrezco los senderos falsos.

Proverbios 16:10-11

La Palabra (Hispanoamérica)

 

10

El rey habla de parte de Dios,

su boca no yerra en el juicio.

11

Balanza y platillos exactos son del Señor,

todas las pesas son obra suya.

La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)

 

La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España

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