Saturday, June 3, 2023

DAB Español, Domingo 04 de Junio

Día 155, DAB Español, Domingo 04 de Junio


2 Samuel 22:21-23:23; Hechos 2:1-47; Salmos 122; Proverbios 16:19-20 (La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH))








2 Samuel 22:21-23:23

La Palabra (Hispanoamérica)


21

El Señor me premia por mi buena conducta,

me recompensa por la inocencia de mis manos;

22

porque he respetado los caminos del Señor

y no he sido infiel a mi Dios;

23

tengo presentes todos sus mandatos

y no me alejo de sus normas;

24

he sido recto con él

y me he apartado del pecado.

25

El Señor me premia por mi buena conducta,

por mi inocencia ante sus ojos.

26

Eres fiel con quien es fiel,

honrado con el honrado,

27

sincero con el sincero;

sagaz con el retorcido.

28

Salvas al pueblo humillado

y tu mirada abate a los altivos.

29

Pues tú, Señor, eres mi lámpara;

el Señor ilumina mi oscuridad.

30

Contigo me lanzo al asalto,

con mi Dios franqueo la muralla.

31

El camino de Dios es perfecto,

la palabra del Señor, exquisita;

es un escudo para los que en él confían.

32

Pues, ¿quién es Dios, aparte del Señor?

¿quién una fortaleza, sino nuestro Dios?

33

Dios es mi plaza fuerte

y hace perfecto mi camino;

34

Él me da pies de gacela

y me mantiene firme en las alturas;

35

adiestra mis manos para la guerra

y mis brazos para tensar el arco de bronce.

36

Tú me ofreces tu escudo protector

y tú benevolencia me engrandece.

37

Agilizas mis pasos al andar

y no se tuercen mis tobillos.

38

Persigo a mis enemigos y los derroto,

no retrocedo hasta acabar con ellos.

39

Acabo con ellos, los abato y no se levantan,

quedan postrados a mis pies.

40

Me has armado de valor para el combate,

sometes bajo mis pies a mis enemigos.

41

Pones en fuga a mis enemigos

y aniquilas a mis adversarios.

42

Piden auxilio y no hay quien los salve,

claman al Señor y no les responde.

43

Yo los trituro como el polvo de la tierra,

los pisoteo y los aplasto como el barro de la calle.

44

Tú me libras de las disputas de mi pueblo,

me pones al frente de las naciones,

me sirven pueblos que no conozco.

45

Los extranjeros se humillan ante mí,

apenas me oyen y ya me obedecen.

46

Los extranjeros quedan sin fuerza

y salen temblando de sus refugios.

47

¡Viva el Señor! ¡Bendita sea mi Roca!

Sea ensalzado Dios mi salvador,

48

el Dios que me da la revancha

y me somete los pueblos,

49

quien me libra de mis enemigos.

Tú me encumbras sobre mis adversarios,

me proteges de los violentos.

50

Por eso te ensalzo entre los pueblos

y alabo tu nombre, Señor.

51

Él acrecienta las victorias de su rey

y se mantiene fiel a su ungido,

a David y a su descendencia para siempre.

Últimas palabras de David


23 Estas son las últimas palabras de David:


Oráculo de David, hijo de Jesé,

oráculo del hombre encumbrado,

ungido del Dios de Jacob,

favorito de los cantos de Israel.

2

El espíritu del Señor habla por mí

y su palabra está en mi lengua.

3

El Dios de Israel ha hablado,

la Roca de Israel me ha dicho:

“Quien gobierna a los humanos justamente,

el que los gobierna respetando a Dios,

4

es como la luz de la mañana

cuando sale el sol;

como mañana sin nubes,

que tras la lluvia hace brotar la hierba de la tierra”.

5

Así está mi casa junto a Dios,

pues ha sellado conmigo una alianza eterna,

estipulada al detalle y respetada.

Él me da la victoria completa

y cumple todos mis deseos.

6

Pero los malhechores son como cardos arrancados

que nadie recoge con sus manos:

7

cuando alguien quiere tocarlos,

utiliza un hierro o el asta de una lanza

para quemarlos allí mismo con fuego.

Héroes de David


8 He aquí los nombres de los héroes de David: Isbóset, el Jaquemonita, el jefe de los Tres, que una vez mató a ochocientos con su lanza. 9 Después, Eleazar, hijo de Dodó, el de Ajojí, uno de los tres héroes que acompañaron a David cuando desafiaron a los filisteos reunidos allí para el combate. Los israelitas se retiraron, 10 pero él resistió y estuvo matando filisteos hasta que su mano cansada se le quedó pegada a la espada. Aquel día el Señor consiguió una gran victoria. Luego el ejército regresó con Eleazar, pero únicamente para apoderarse del botín. 11 El siguiente fue Samá, hijo de Agué, el ararita. Los filisteos se habían reagrupado en Lejí, donde había un campo sembrado de lentejas, y la gente huyó ante ellos. 12 Pero él se mantuvo firme en medio del campo y derrotó a los filisteos. También aquel día el Señor obtuvo una gran victoria.


13 En otra ocasión, en la época de la cosecha, tres de los Treinta bajaron y fueron a la cueva de Adulán, a ver a David mientras un destacamento filisteo estaba acampado en el valle de Refaín. 14 David se encontraba en el refugio, al tiempo que una patrulla filistea estaba en Belén. 15 David formuló este deseo:


— ¡Quién me diera a beber agua del pozo que hay a las puertas de Belén!


16 Entonces los tres héroes irrumpieron en el campamento filisteo, sacaron agua del pozo que hay a las puertas de Belén y se la llevaron a David. Pero él no quiso beberla y la derramó como ofrenda al Señor, 17 diciendo:


— ¡Líbreme el Señor de beberla, pues es como la sangre de los hombres que han ido a buscarla arriesgando sus vidas!


Y no quiso beberla. Eso es lo que hicieron los tres héroes.


18 Abisay, hermano de Joab e hijo de Seruyá, era el jefe de los Treinta. Atacó con su lanza a trescientos hombres, los mató y adquirió fama con los Tres. 19 Recibió mayores honores que los Treinta y llegó a ser su jefe, pero no igualó a los Tres.


20 Benaías, hijo de Joyadá, era un valiente de Cabsel que realizó numerosas proezas: mató a los dos hijos de Ariel, de Moab, y en un día de nieve bajó a un aljibe a matar a un león. 21 También mató a un egipcio gigantesco que iba armado con una lanza. Benaías lo atacó con un palo, arrebató al egipcio la lanza de las manos y lo mató con su propia lanza. 22 Esto fue lo que hizo Benaías, el hijo de Joyadá, con lo que adquirió fama entre los Treinta héroes. 23 Pero, aunque recibió mayores honores que los Treinta, no llegó a igualar a los Tres. David lo puso al frente de su guardia personal.

Hechos 2

La Palabra (Hispanoamérica)

I.— TESTIGOS EN JERUSALÉN (2,1—8,3)

Venida del Espíritu Santo


2 Al llegar el día de Pentecostés continuaban todos reunidos en el mismo sitio. 2 De pronto, un estruendo que procedía del cielo y avanzaba como un huracán invadió la casa en que estaban congregados. 3 Vieron luego una especie de lenguas de fuego que se repartían y se posaban sobre cada uno de ellos. 4 El Espíritu Santo los llenó a todos, y en seguida se pusieron a hablar en distintos idiomas según el Espíritu Santo les concedía expresarse.


5 Se hallaban entonces hospedados en Jerusalén judíos devotos llegados de todas las regiones de la tierra, los cuales, 6 al oír el estruendo, acudieron en masa y quedaron perplejos, pues cada uno oía hablar a los apóstoles en su idioma nativo. 7 Tan estupefactos y maravillados estaban, que decían:


— ¿No son galileos todos los que están hablando? 8 ¿Cómo es que cada uno de nosotros los oímos expresarse en nuestro propio idioma nativo? 9 Entre nosotros hay partos, medos y elamitas; los hay que residen en Mesopotamia, en Judea y Capadocia, en el Ponto, en la provincia de Asia, 10 en Frigia y en Panfilia, en Egipto y en la región de Libia que limita con Cirene; hay visitantes romanos, 11 hay judíos y prosélitos, cretenses y árabes. Pues bien, todos y cada uno los oímos referir en nuestro propio idioma, las cosas portentosas de Dios.


12 Así que, llenos de estupefacción, se decían unos a otros con asombro:


— ¿Qué significa esto?


13 Otros, en cambio, se burlaban y decían que estaban borrachos.

Discurso de Pedro


14 Pedro entonces tomó la palabra y, en nombre propio y de sus once compañeros, les habló de esta manera:


— Judíos y todos los que residen en Jerusalén, presten atención a mis palabras a ver si les queda claro lo siguiente: 15 Estos no están borrachos como ustedes suponen pues sólo son las nueve de la mañana. 16 Lo que sucede es que se está cumpliendo lo anunciado por el profeta Joel:


17

En los últimos días, dice Dios,

concederé mi Espíritu a todo mortal:

los hijos y las hijas de ustedes

hablarán inspirados por mí;

sus jóvenes tendrán revelaciones

y sus ancianos

soñarán cosas extraordinarias.

18

A los que me sirven,

tanto hombres como mujeres,

otorgaré en aquellos días mi Espíritu,

y hablarán inspirados por mí.

19

Haré prodigios en el cielo

y milagros en la tierra:

sangre, fuego y vapor humeante.

20

Antes que llegue el día del Señor,

grande y glorioso,

el sol se convertirá en tinieblas

y la luna en sangre.

21

Y todo el que invoque al Señor,

obtendrá la salvación.


22 Escuchen esto, israelitas: Jesús de Nazaret fue el hombre a quien Dios avaló ante ustedes con los milagros, prodigios y señales que, como bien saben, Dios realizó entre ustedes a través de Jesús. 23 Dios lo entregó conforme a un plan proyectado y conocido de antemano, y ustedes, valiéndose de no creyentes, lo clavaron en una cruz y lo mataron. 24 Pero Dios lo ha resucitado, librándolo de las garras de la muerte. Y es que no era posible que la muerte dominase a aquel 25 a quien se refiere David cuando dice:


Sentía constantemente

al Señor junto a mí,

ya que está a mi lado

para impedir que caiga.

26

Por eso se alegra mi corazón,

canta gozosa mi lengua

y hasta mi cuerpo rebosa de esperanza.

27

Porque no me abandonarás al poder del abismo

ni permitirás que tu elegido se corrompa.

28

Me has enseñado el camino que conduce a la vida

y tu presencia me llenará de alegría.


29 Hermanos, voy a hablarles con franqueza: a nadie se le oculta que nuestro antepasado David murió y fue enterrado; es más, su tumba se conserva todavía entre nosotros. 30 Pero como era profeta y sabía que Dios le había prometido solemnemente que un descendiente de su misma sangre había de sucederle en el trono, 31 previó la resurrección del Mesías cuando anunció que ni lo abandonaría al poder del abismo ni su cuerpo se corrompería. 32 Pues bien, a este, que es Jesús, Dios lo ha resucitado, y todos nosotros somos testigos de ello. 33 El poder de Dios lo ha exaltado y él, habiendo recibido del Padre el Espíritu Santo prometido, lo ha repartido en abundancia, como ustedes están viendo y oyendo. 34 David no ascendió al cielo; sin embargo, dice:


Dijo el Señor a mi Señor:

“Siéntate a mi derecha

35

hasta que yo ponga a tus enemigos

por estrado de tus pies”.


36 Por consiguiente, sepa con seguridad todo Israel que Dios ha constituido Señor y Mesías a este mismo Jesús a quien ustedes han crucificado.

Los primeros convertidos


37 Estas palabras les llegaron hasta el fondo del corazón; así que dijeron a Pedro y a los demás apóstoles:


— ¿Qué debemos hacer, hermanos?


38 Pedro les contestó:


— Conviértanse y que cada uno de ustedes se bautice en el nombre de Jesucristo, a fin de obtener el perdón de sus pecados. Entonces recibirán, como don de Dios, el Espíritu Santo. 39 Porque la promesa les corresponde a ustedes y a sus hijos, e incluso a todos los extranjeros que reciban la llamada del Señor, nuestro Dios.


40 Con estas y otras muchas razones los instaba y animaba, diciendo:


— Pónganse a salvo de este mundo corrupto.


41 Los que aceptaron con agrado la invitación se bautizaron, y aquel día se unieron a los apóstoles alrededor de tres mil personas.

Vida de la primera comunidad cristiana


42 Todos se mantenían constantes a la hora de escuchar la enseñanza de los apóstoles, de compartir lo que tenían, de partir el pan* y de participar en la oración. 43 Todo el mundo estaba impresionado a la vista de los numerosos prodigios y señales realizados por los apóstoles. 44 En cuanto a los creyentes, vivían todos de mutuo acuerdo y todo lo compartían. 45 Hasta vendían las propiedades y bienes, y repartían el dinero entre todos según la necesidad de cada cual. 46 A diario acudían al Templo con constancia y en íntima armonía, en familia partían el pan y compartían juntos el alimento con sencillez y alegría sinceras. 47 Alababan a Dios, y toda la gente los miraba con simpatía. Por su parte, el Señor aumentaba cada día el grupo de los que estaban en camino de salvación.

Salmos 122

La Palabra (Hispanoamérica)

Salmo 122 (121)

Vamos a la casa del Señor


122 Cántico de peregrinación. De David.

Me alegro cuando me dicen:

“Vamos a la casa del Señor”.

2

Nuestros pies ya descansan

a tus puertas, Jerusalén.

3

Jerusalén, construida como ciudad

armoniosamente conjuntada.

4

Allí suben las tribus,

las tribus del Señor,

para alabar el nombre del Señor,

como es norma en Israel.

5

Allí están los tribunales de justicia,

los tribunales del palacio de David.

6

Pidan paz para Jerusalén,

que tengan paz quienes te aman;

7

que reine la paz entre tus muros,

la tranquilidad en tus palacios.

8

Por mis hermanos y amigos diré:

“¡Que la paz esté contigo!”.

9

Por amor a la casa del Señor nuestro Dios,

me desviviré por tu bien.

Proverbios 16:19-20

La Palabra (Hispanoamérica)


19

Más vale rebajarse entre pobres

que compartir botín de soberbios.

20

Al que atiende la palabra le irá bien,

dichoso quien confía en el Señor.

La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)


La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España

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