Día 184, DAB Español, Martes 3 de Julio
2 Reyes 22:4-23:30; Hechos 21:37-22:16; Salmos 1; Proverbios 18:11-12 (La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH))
2
Reyes 22:4-23:30 La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)
4 — Sube a ver al sumo sacerdote Jilquías y dile que
prepare el dinero del Templo aportado por la gente y recogido por los porteros.
5 Que se lo entregue a los encargados de las obras del Templo, para que paguen
a los obreros que llevan a cabo la reparación de los desperfectos del Templo, 6
carpinteros, constructores y albañiles, y para que compren madera y piedras
labradas con destino a la reparación del Templo. 7 Y que no se les pida cuenta
del dinero entregado, porque actúan con honradez.
8 El sumo sacerdote Jilquías dijo al secretario Safán:
— He encontrado en el Templo el Libro de la Ley.
Jilquías entregó el libro a Safán y este lo leyó. 9
Luego se presentó al rey para informarle:
— Tus servidores han recogido el dinero que había en
el Templo y se lo han entregado a los constructores encargados de las obras del
Templo.
10 Luego Safán dio la noticia al rey:
— El sacerdote Safán me ha entregado un libro.
Y Safán se lo leyó al rey. 11 Cuando el rey oyó las
palabras del Libro de la Ley, se rasgó las vestiduras 12 y ordenó al sacerdote
Jilquías, a Ajicán, hijo de Safán, a Acbor, hijo de Miqueas, al secretario
Safán y a Asayá, el oficial del rey:
13 — Vayan a consultar al Señor por mí y por todo el
pueblo de Judá sobre el contenido de este libro que se acaba de encontrar, pues
el Señor estará muy furioso contra nosotros, ya que nuestros antepasados no han
obedecido las palabras de este libro ni han cumplido todo cuanto está escrito
en él.
14 El sacerdote Jilquías, Ajicán, Abcor, Safán y Asayá
fueron a visitar a la profetisa Julda, esposa de Salún, el hijo de Ticuá y
nieto de Jarjás, encargado del guardarropa, que vivía en el Barrio Nuevo de
Jerusalén, y le contaron el asunto. 15 Ella les contestó:
— Esto dice el Señor, Dios de Israel: Digan al hombre
que los ha enviado: 16 “Así dice el Señor: Voy a traer la desgracia sobre este
lugar y sus habitantes, de acuerdo con el contenido de este libro que ha leído
el rey de Judá. 17 Puesto que me han abandonado y han quemado incienso a otros
dioses, provocando mi indignación con todas sus acciones, mi cólera arderá
contra este lugar y no se apagará”. 18 Y al rey de Judá que los ha enviado a
consultar al Señor le dirán: “Esto dice el Señor, Dios de Israel, con relación
a las palabras que has escuchado: 19 Puesto que te has conmovido de corazón y
te has humillado ante el Señor, al escuchar lo que he anunciado contra este
lugar y sus habitantes, que se convertirán en objeto de ruina y maldición;
puesto que has desgarrado tus vestiduras y has llorado ante mí, yo también te
he escuchado —oráculo del Señor—. 20 Por eso, cuando yo te reúna con tus
antepasados, te enterrarán en paz y no llegarás a ver toda la desgracia que voy
a traer sobre este lugar”.
Entonces los enviados llevaron la respuesta al rey.
Renovación de la alianza (2 Cr 34,29-32a)
23 El rey mandó convocar a todos los ancianos de Judá
y Jerusalén. 2 Luego el rey subió al Templo, acompañado por toda la gente de
Judá, todos los habitantes de Jerusalén, los sacerdotes, los profetas y todo el
pueblo, pequeños y grandes, y allí les leyó en voz alta todo el contenido del
Libro de la Alianza encontrado en el Templo. 3 Entonces se puso en pie junto a
la columna y selló la alianza ante el Señor, comprometiéndose a seguirlo, a
observar sus mandamientos, normas y preceptos con todo el corazón y toda el
alma y a cumplir todas las estipulaciones contenidas en el libro de la Alianza.
Y todo el pueblo se comprometió con esta alianza.
Reforma de Josías (2 Cr 34,3-5)
4 Luego el rey ordenó al sumo sacerdote Jilquías, a
los sacerdotes auxiliares y a los porteros que sacasen del Templo todos los
objetos dedicados a Baal, a Astarté y a todos los astros celestes; los hizo
quemar fuera de Jerusalén, en los campos del Cedrón y mandó llevar sus cenizas
a Betel. 5 Destituyó a los sacerdotes instituidos por los reyes de Judá para
quemar incienso en los santuarios de las ciudades de Judá y alrededores de
Jerusalén y a los que quemaban incienso a Baal, al sol, a la luna, a los signos
del zodiaco y a todos los astros celestes. 6 Sacó del Templo la columna
sagrada, la llevó fuera de Jerusalén, al torrente Cedrón, y la quemó allí hasta
reducirla a cenizas, que luego tiró a la fosa común. 7 Demolió las habitaciones
del Templo dedicadas a la prostitución sagrada, donde las mujeres tejían mantos
para Astarté. 8 Hizo venir de las ciudades de Judá a todos los sacerdotes y
profanó los santuarios donde quemaban incienso, desde Gueba hasta Berseba.
Destruyó los santuarios de los sátiros que había junto a la puerta de Josué,
gobernador de la ciudad, a mano izquierda de la entrada a la ciudad. 9 Sin
embargo, los sacerdotes de los santuarios no podían servir en el altar del
Señor en Jerusalén y sólo podían compartir con sus hermanos los panes sin levadura.
10 Josías profanó también el quemadero del valle de Ben Hinón, para que nadie
quemase a sus hijos o hijas en sacrificio a Moloc. 11 Retiró los caballos que
los reyes de Judá habían dedicado al sol a la entrada del Templo, junto a la
habitación del eunuco Natanmélec, en los anejos del Templo, y quemó los carros
del sol. 12 Josías demolió los altares que los reyes de Judá habían construido
en la azotea de la sala de Ajab y los altares construidos por Manasés en los
dos patios del Templo, los pulverizó y arrojó el polvo en el torrente Cedrón.
13 Profanó también los santuarios que había frente a Jerusalén, al sur del
monte de los Olivos, construidos por Salomón, el rey de Israel, en honor de
Astarté, diosa despreciable de los fenicios, en honor de Quemós, dios
despreciable de Moab, y de Malcón, dios despreciable de los amonitas. 14
Trituró las estatuas, derribó los postes sagrados y rellenó sus huecos con
huesos humanos.
15 También derribó el altar de Betel y el santuario
construido por Jeroboán, el hijo de Nabat, con el que hizo pecar a Israel;
quemó el santuario hasta reducirlo a cenizas y quemó igualmente el poste
sagrado. 16 Josías giró el rostro y al ver los sepulcros que había en el monte,
mandó recoger los huesos de los sepulcros y los quemó sobre el altar, para
profanarlo, cumpliendo así la palabra del Señor proclamada por el hombre de
Dios que predijo estos hechos. 17 Luego preguntó:
— ¿Qué monumento es ese que veo?
La gente de la ciudad le respondió:
— Es la sepultura del hombre de Dios que vino de Judá
y profetizó todo lo que acabas de hacer contra el altar de Betel.
18 Entonces Josías ordenó:
— Déjenlo. Que nadie toque sus huesos.
— Y así se respetaron sus huesos junto con los del
profeta que había venido de Samaría.
19 Josías eliminó también todas las construcciones de
los santuarios locales construidos por los reyes de Israel en las ciudades de
Samaría para provocar la indignación del Señor e hizo con ellos lo mismo que
había hecho en Betel. 20 Luego degolló sobre los altares a todos los sacerdotes
de los santuarios que había allí, quemó sobre ellos huesos humanos y regresó a
Jerusalén.
Celebración de la Pascua (2 Cr 35,1.18-19)
21 Entonces el rey ordenó a todo el pueblo:
— Celebren la Pascua en honor del Señor, su Dios,
según está escrito en este Libro de la Alianza.
22 No se había celebrado una Pascua como esta desde la
época en que los jueces gobernaban a Israel, ni durante el período de los reyes
de Israel y de Judá. 23 Esta Pascua en honor del Señor se celebró en Jerusalén
el año décimo octavo del reinado de Josías.
Conclusión de la reforma y del reinado de Josías (2 Cr
35,26-27; 36,1)
24 Finalmente, Josías eliminó también a los brujos y
adivinos, así como los dioses familiares, los ídolos y todas las aberraciones
religiosas que encontró en el territorio de Judá y en Jerusalén, cumpliendo así
las cláusulas de la ley escritas en el libro que el sacerdote Jilquías había
encontrado en el Templo.
25 Ni antes ni después de Josías hubo un rey como él,
que se convirtiera al Señor de todo corazón y con toda el alma, totalmente de
acuerdo con la ley de Moisés. 26 Sin embargo, el Señor no aplacó su terrible
cólera contra Judá, causada por la indignación que le había provocado Manasés.
27 El Señor dijo:
— Expulsaré de mi presencia también a Judá, como
expulsé a Israel, y rechazaré a Jerusalén, mi ciudad preferida, y al Templo en
el que quise que residiera mi nombre.
28 El resto de la historia de Josías y todo cuanto
hizo está escrito en el libro de los Anales de los Reyes de Judá.
29 Durante su reinado, el faraón Necó, rey de Egipto,
subió para ayudar al rey de Asiria junto al río Éufrates, y Josías le salió al
paso. Pero cuando se encontraron en Meguido, Necó lo mató. 30 Sus oficiales
trasladaron su cadáver en un carro y desde Meguido lo llevaron a Jerusalén,
donde lo enterraron en su sepultura. Entonces el pueblo tomó a Joacaz, el hijo
de Josías, y lo consagró rey en lugar de su padre.
La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)
La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y
Edición, Sociedad Bíblica de España
Hechos
21:37-22:16 La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)
Autodefensa de Pablo
37 Estaban ya a punto de introducirlo en el interior
de la fortaleza, cuando Pablo dijo al comandante:
— ¿Puedo hablar un momento contigo?
— ¿Sabes hablar griego? —le dijo extrañado el
comandante—. 38 Entonces, ¿no eres tú el egipcio que hace unos días provocó una
revuelta y se fue al desierto con cuatro mil guerrilleros?
39 — Yo soy judío —respondió Pablo—, natural de Tarso
de Cilicia, una ciudad importante. Te ruego que me permitas hablar al pueblo.
40 Concedido el permiso, Pablo se situó en lo alto de
la escalinata e hizo con la mano un ademán para conseguir la atención del
pueblo. Se hizo un profundo silencio y Pablo comenzó a hablar en arameo:
22 — Hermanos israelitas y dirigentes de nuestra
nación, escuchen lo que ahora voy a alegar ante ustedes en mi defensa.
2 Al oír que se expresaba en arameo, prestaron más
atención.
3 — Soy judío —afirmó Pablo—; nací en Tarso de
Cilicia, pero me he educado en esta ciudad. Mi maestro fue Gamaliel, quien me
instruyó con esmero en la ley de nuestros antepasados. Siempre he mostrado un
celo ardiente por Dios, igual que ustedes hoy. 4 He perseguido a muerte a los
seguidores de este nuevo camino del Señor, apresando y metiendo en la cárcel a
hombres y mujeres. 5 De ello pueden dar testimonio el sumo sacerdote y todo el
Consejo de Ancianos, pues de ellos recibí cartas para nuestros correligionarios
judíos de Damasco, adonde me dirigía con el propósito de apresar a los
creyentes que allí hubiera y traerlos encadenados a Jerusalén para ser
castigados.
Pablo relata su vocación
6 Iba, pues, de camino cuando, cerca ya de Damasco,
hacia el mediodía, me envolvió de repente una luz deslumbrante que procedía del
cielo. 7 Caí al suelo y escuché una voz, que me decía: “Saúl, Saúl, ¿por qué me
persigues?”. 8 “¿Quién eres, Señor?”, —pregunté—. “Soy Jesús de Nazaret, a
quien tú persigues”, —me contestó—. 9 Mis acompañantes vieron la luz, pero no
oyeron la voz del que me hablaba. 10 Yo pregunté: “¿Qué debo hacer, Señor?”. El
Señor me dijo: “Levántate y vete a Damasco. Allí te dirán lo que se te ha
encargado realizar”. 11 Como el fulgor de aquella luz me había dejado ciego,
mis acompañantes me condujeron de la mano hasta Damasco.
12 Había allí un hombre llamado Ananías, fiel
cumplidor de la ley y muy estimado por todos los residentes judíos. 13 Este
vino a mi encuentro y, poniéndose a mi lado, me dijo: “Hermano Saúl, recobra la
vista”. Al instante recobré la vista y pude verlo. 14 Ananías, por su parte,
añadió: “El Dios de nuestros antepasados te ha escogido para manifestarte su
voluntad, para que vieras al Justo y oyeras su propia voz. 15 Porque debes ser
su testigo ante todos de cuanto has oído y presenciado. 16 No pierdas tiempo
ahora; anda, bautízate y libérate de tus pecados invocando el nombre del
Señor”.
La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)
La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y
Edición, Sociedad Bíblica de España
Salmos
1 La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)
Salmo 1
Dichoso quien se complace en la ley del Señor
1 Dichoso quien no sigue el consejo de los malvados,
ni en la senda de los pecadores se detiene,
ni en compañía de los necios se sienta,
2 sino que se complace en la ley del Señor
sobre la que reflexiona día y noche.
3 Es como un árbol plantado junto al arroyo:
da fruto a su tiempo y no se secan sus hojas;
consigue
todo cuanto emprende.
4 No ocurre así a los malvados,
paja que el viento arrastra.
5 No vencerán los malvados en el juicio,
ni los pecadores en la asamblea de los justos
6 pues el Señor protege la senda de los justos
mientras la senda de los malvados se desvanece.
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La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y
Edición, Sociedad Bíblica de España
Proverbios
18:11-12 La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)
11 El alcázar del rico es su hacienda,
cual muralla protectora la imagina.
12 A la soberbia sigue la ruina,
a la humildad la fama.
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Edición, Sociedad Bíblica de España
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