Sunday, May 29, 2022

DAB Español, Lunes 30 de Mayo

Día 150, DAB Español, Lunes 30 de Mayo


2 Samuel 15:22-16:23; Juan 18:25-19:22; Salmos 119:113-128; Proverbios 16:10-11 (Traducción en lenguaje actual (TLA))









2 Samuel 15:22-16:23

Traducción en lenguaje actual

22 Al oír esto, David dejó que los acompañara. 23-30 Cruzó entonces con toda su gente el arroyo de Cedrón, y comenzaron a subir por el Monte de los Olivos. Todos ellos iban llorando, y con la cabeza cubierta y descalzos.

Estaban por salir de Jerusalén cuando llegaron Abiatar y Sadoc con todos sus ayudantes, y éstos llevaban el cofre del pacto de Dios. Los ayudantes pusieron el cofre junto a Abiatar, hasta que pasó toda la gente. Entonces el rey le dijo a Sadoc:

«Lleva el cofre de vuelta a la ciudad. Si Dios me tiene compasión, volveré a ver su cofre. Eso tú debes saberlo, pues eres profeta. Pero si no es así, que sea lo que Dios quiera. Tú y tu hijo Ahimaas pueden regresar a Jerusalén en paz, junto con Abiatar y su hijo Jonatán. En cuanto a mí, andaré por los caminos del desierto. Allí podrás hacerme llegar cualquier mensaje».

Entonces Sadoc y Abiatar, y los ayudantes que llevaban el cofre de Dios, regresaron a Jerusalén y se quedaron allí. Por su parte, David y su gente se fueron al desierto. En el camino, quienes los veían se ponían a llorar a gritos.

31 Más tarde, David supo que Ahitófel se había unido al grupo de traidores que andaban con Absalón. Entonces dijo: «Dios mío, te ruego que eches a perder los planes de Ahitófel».

32 Cuando llegaron a la parte alta del cerro, que era donde se rendía culto a Dios, Husai el arquita fue a ver a David. Iba con la ropa toda rota, y se había echado polvo en la cabeza para demostrar su tristeza. 33 Al verlo, David dijo:

«Si te unes a mí, me vas a complicar la vida. 34 Mejor regresa a Jerusalén y ponte a las órdenes de Absalón, como antes te pusiste a las mías. Así echarás a perder los planes de Ahitófel. 35-36 Además, en Jerusalén contarás con la ayuda de los sacerdotes Sadoc y Abiatar, y de sus hijos Ahimaas y Jonatán. Cuéntales a ellos todo lo que oigas en el palacio, para que ellos me lo hagan saber».

37 Así fue como Husai, el amigo de David, regresó a Jerusalén y llegó en el momento en que Absalón entraba a la ciudad.

David y Sibá

16 Cuando David terminó de pasar por la parte alta del cerro, un sirviente de Mefi-bóset llamado Sibá fue a verlo. Llevaba dos burros cargados con doscientos panes, cien tortas de uvas pasas, cien frutas maduras y un recipiente de cuero lleno de vino. 2 Al verlo, el rey David le preguntó:

—¿Y para qué me traes todo esto?

Sibá le respondió:

—Los burros son para que la familia de Su Majestad viaje en ellos. Los panes y la fruta son para la gente más joven, y el vino es para los que se desmayen en el desierto.

3 El rey le preguntó:

—¿Y dónde está Mefi-bóset?

Sibá contestó:

—Se quedó en Jerusalén. Como es nieto de Saúl, cree que los israelitas lo harán rey.

4 Entonces el rey David le dijo a Sibá:

—Desde hoy, todo lo que era de Mefi-bóset será para ti. Yo te lo doy.

Sibá le dijo al rey:

—Yo estoy para servir a Su Majestad. Muchas gracias por este favor que me hace.

Simí insulta a David

5-6 Cuando el rey David llegó a Bahurim, salió a su encuentro Simí hijo de Guerá, que era pariente de Saúl. Simí empezó a arrojarles piedras a David y a los guardias que lo rodeaban, 7 Además, insultaba a David y le decía:

«¡Vete de aquí, asesino malvado! 8 ¡Tú querías ser rey, y por eso mataste a los parientes de Saúl! Pero ahora Dios te está castigando. ¡Qué bueno que ahora el rey es tu hijo Absalón! ¡Eso te mereces por asesino!»

9 Abisai hijo de Seruiá le dijo al rey:

—¿Por qué permite Su Majestad que este inútil lo ofenda? ¡Déjeme usted ir a cortarle la cabeza!

10 Pero el rey le dijo:

—No te metas en mis asuntos. Tal vez Dios lo mandó a maldecirme. Si es así, nosotros no somos nadie para impedírselo.

11 Enseguida, David les dijo a Abisai y a todos sus sirvientes:

«Déjenlo que me ofenda todo lo que quiera, pues Dios le ha ordenado hacerlo. Si hasta mi propio hijo quiere matarme, ¡con más razón lo hará este hombre de la tribu de Benjamín! 12 Pero cuando Dios vea lo mucho que estoy sufriendo, tal vez me envíe bendiciones y no maldiciones».

13 David y su gente siguieron caminando, pero desde el otro lado del cerro, Simí lo seguía maldiciendo, arrojándole piedras y levantando polvo.

14 Cuando David y toda su gente llegaron al río Jordán, se quedaron a descansar allí, pues estaban muy cansados.

Absalón entra en Jerusalén

15 Mientras tanto, Absalón y Ahitófel, y sus muchos seguidores entraron en Jerusalén. 16 Husai el arquita, que era amigo de David, se acercó a Absalón y gritó: «¡Viva el rey! ¡Viva el rey!»

17 Absalón le reclamó:

—¿Qué clase de amigo eres, que no te fuiste con tu amigo David?

18 Husai le contestó:

—Yo estoy para servir a quien todos los israelitas elijan como su rey, y el elegido es usted. Así que yo me quedo aquí. 19 ¿A quién más podría yo servir, si no a Su Majestad, que es hijo de un rey? Yo le serviré a usted como antes serví a su padre.

20 Después Absalón le preguntó a Ahitófel:

—¿Qué me aconsejas hacer?

21 Y Ahitófel le contestó:

—Tome Su Majestad a las mujeres que su padre dejó para que cuidaran el palacio, y acuéstese con ellas. Así los israelitas se darán cuenta de que usted ya ha roto relaciones con su padre, y entonces le tendrán más confianza.

22-23 En aquel tiempo, tanto David como Absalón tomaban los consejos de Ahitófel como si vinieran de Dios mismo. Por eso Absalón ordenó enseguida que pusieran en la azotea una tienda de campaña, y allí, a la vista de todos, tuvo relaciones sexuales con las mujeres de su padre.

Juan 18:25-19:22

Traducción en lenguaje actual

Pedro insiste en no conocer a Jesús

25 Mientras tanto, Pedro seguía calentándose junto a la fogata, y alguien le preguntó:

—¿No eres tú uno de los seguidores de Jesús?

—No, no lo soy —insistió Pedro.

26 Luego un sirviente del jefe de los sacerdotes, familiar del hombre al que Pedro le cortó la oreja, le dijo:

—¡Yo te vi en el jardín cuando arrestaron a ese hombre!

27 Pedro volvió a decir que no. En ese mismo momento, el gallo cantó.

Jesús y Pilato

28 Muy de mañana, llevaron a Jesús de la casa de Caifás al palacio del gobernador romano. Los jefes de los judíos no entraron en el palacio, porque la ley no les permitía entrar en la casa de alguien que no fuera judío, antes de la cena de la Pascua. 29 Por eso Pilato, el gobernador romano, salió y les dijo:

—¿De qué acusan a este hombre?

30 Ellos le contestaron:

—No lo habríamos traído si no fuera un criminal.

31 Pilato les dijo:

—Llévenselo y júzguenlo de acuerdo con sus propias leyes.

Los jefes judíos respondieron:

—Nosotros no tenemos autoridad para enviar a nadie a la muerte.

32 Así se cumplió lo que el mismo Jesús había dicho sobre el modo en que iba a morir.[a]

33 Pilato, entonces, entró de nuevo en el palacio, llamó a Jesús y le preguntó:

—¿Acaso eres tú el rey de los judíos?

34 Jesús le contestó con otra pregunta:

—¿Se te ocurrió a ti esa idea, o alguien te ha hablado de mí?

35 Pilato le contestó:

—¿Me ves cara de judío? La gente de tu mismo país y los sacerdotes principales son los que te han entregado. ¿Qué fue lo que hiciste?

36 Jesús le respondió:

—Yo no soy como los reyes de este mundo. Si lo fuera, mis ayudantes habrían luchado para que yo no fuera entregado a los jefes de los judíos.

37 —Entonces sí eres rey —replicó Pilato.

Y Jesús le contestó:

—Si tú lo dices... Yo, por mi parte, vine al mundo para hablar acerca de la verdad. Y todos los que conocen y dicen la verdad me escuchan.

38 —¿Y qué es la verdad? —preguntó Pilato.

Pilato permite la muerte de Jesús

Después de decir esto, Pilato regresó a donde estaba la gente, y le dijo:

«No encuentro ninguna razón para castigar a este hombre. 39 Ustedes tienen la costumbre de que yo libere a un preso durante la Pascua. ¿Quieren que deje libre al rey de los judíos?»

40 Hacía algún tiempo, Pilato había arrestado a un bandido llamado Barrabás. Por eso, cuando Pilato preguntó si querían que soltara al rey de los judíos, algunos de ellos gritaron: «¡No, a ése no! ¡Deja libre a Barrabás!»

19 Entonces Pilato ordenó que le dieran azotes a Jesús. 2 Luego, los soldados romanos hicieron una corona de espinas y se la pusieron a Jesús. También le pusieron un manto de color rojo oscuro[b] 3 y, acercándose a él, dijeron: «¡Viva el rey de los judíos!» Y lo golpeaban en la cara.

4 Pilato volvió a salir, y dijo a la gente: «¡Escuchen! Ordené que traigan a Jesús de nuevo. Yo no creo que sea culpable de nada malo.»

5 Cuando sacaron a Jesús, llevaba puesta la corona de espinas y vestía el manto rojo. Pilato dijo:

—¡Aquí está el hombre!

6 Cuando los jefes de los sacerdotes y los guardias del templo vieron a Jesús, comenzaron a gritar:

—¡Clávalo en una cruz! ¡Clávalo en una cruz!

Pilato les dijo:

—Yo no creo que sea culpable de nada. Así que llévenselo y clávenlo en la cruz ustedes mismos.

7 La gente respondió:

—De acuerdo a nuestra ley, este hombre tiene que morir porque dice ser el Hijo de Dios.

8 Cuando Pilato oyó lo que decían, sintió más miedo. 9 Volvió a entrar en el palacio, llamó a Jesús y le preguntó:

—¿De dónde eres?

Pero Jesús no le contestó. 10 Entonces Pilato le dijo:

—¿No me vas a contestar? ¿Acaso no sabes que tengo poder para mandar que te dejen libre, o para que mueras clavado en una cruz?

11 Jesús le respondió:

—No tendrías ningún poder sobre mí, si Dios no te lo hubiera dado. El hombre que me entregó es más culpable de pecado que tú.

12 A partir de ese momento, Pilato buscó la manera de dejar libre a Jesús, pero la gente gritó:

—¡Si dejas libre a ese hombre, no eres amigo del emperador romano! ¡Cualquiera que quiera hacerse rey, es enemigo del emperador!

13 Al oír esto, Pilato mandó que sacaran a Jesús del palacio. Luego se sentó en el asiento del tribunal, en un lugar llamado Gabatá, que en hebreo significa El Empedrado. 14 Faltaba un día para la fiesta de la Pascua, y eran como las doce del día. Entonces Pilato dijo a los judíos:

—¡Aquí tienen a su rey!

15 Pero la gente gritó:

—¡Clávalo en una cruz! ¡Clávalo en una cruz!

Pilato les preguntó:

—¿De veras quieren que mate a su rey?

Y los sacerdotes principales le respondieron:

—¡Nosotros no tenemos más rey que el emperador de Roma!

16 Entonces Pilato les entregó a Jesús para que lo mataran en una cruz, y ellos se lo llevaron.

Jesús es clavado en una cruz

17 Jesús salió de allí cargando su propia cruz, y fue al lugar llamado Gólgota, que en hebreo significa «Lugar de la Calavera». 18 Allí clavaron a Jesús en la cruz. También crucificaron a otros dos hombres, uno a cada lado de Jesús.

19-20 Pilato ordenó que escribieran un letrero que explicara por qué habían matado a Jesús. El letrero fue escrito en tres idiomas: hebreo, latín y griego; y decía: «Jesús de Nazaret, Rey de los judíos». Colocaron el letrero en la cruz, por encima de la cabeza de Jesús.

Como el lugar donde clavaron a Jesús estaba cerca de la ciudad, muchos judíos leyeron el letrero. 21 Por eso los sacerdotes principales le dijeron a Pilato:

—No escribas: “Rey de los judíos”. Más bien debes escribir: “Este hombre afirma ser el Rey de los judíos.”

22 Pilato les dijo:

—Lo que he escrito así se queda.

Footnotes

  1. Juan 18:32 Morir: Jesús había dicho que él sería colgado. Esto significa que él sería clavado en una cruz, pues ésta era la manera en que los romanos mataban a los criminales. La ley romana no permitía que los judíos mataran a alguien de esa manera.

  2. Juan 19:2 La corona y el manto de color rojo oscuro eran símbolos que usaban los reyes de aquella época. Como Jesús era acusado de proclamarse rey de los judíos, los soldados romanos le pusieron la corona de espinas y el manto para burlarse de él.

Salmos 119:113-128

Traducción en lenguaje actual

113-115 ¡Déjenme solo, gente malvada!

¡Los odio porque no son sinceros!

Pero a ti, Dios mío, te amo

y quiero seguir tus enseñanzas.

Tú me das refugio y protección;

tus promesas me llenan de esperanza.

116 Dame fuerza y seguiré con vida,

tal como lo has prometido;

¡no defraudes mi confianza!

117 ¡Ayúdame y ponme a salvo

para que obedezca tu palabra!

118-119 A los malvados de este mundo

que desprecian tus enseñanzas

no los quieres tener cerca;

los tratas como a basura.

De nada les sirve hacer planes malvados;

yo, en cambio, obedezco tu palabra.

120 Tiemblo de miedo en tu presencia;

¡tu palabra me hace temblar!

121 Dios mío, ¡no me dejes caer

en manos de mis enemigos!

Yo hago lo que es bueno y justo;

122 haz que siempre me vaya bien,

y que no me molesten los orgullosos.

123 La vista se me nubla

esperando que cumplas tu promesa

de venir a ayudarme.

124 ¡Trátame con mucho amor,

y enséñame tus mandamientos!

125 Permíteme llegar a entenderlos,

pues los quiero comprender.

126 Dios mío,

ya es hora de que actúes,

pues nadie cumple tus mandatos.

127 Prefiero tus mandamientos

que tener muchas riquezas.

128 Por eso los sigo

y no soporto la mentira.

Proverbios 16:10-11

Traducción en lenguaje actual

10 No hay rey que cometa errores,

si deja que Dios lo aconseje.

11 Dios quiere que seas honrado

en todos tus negocios.

Traducción en lenguaje actual (TLA)

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