Wednesday, June 2, 2021

DAB Español, Jueves 03 de Junio

Día 154, DAB Español, Jueves 03 de Junio

2 Samuel 20:14-22:20; Hechos 1:1-26; Salmos 121; Proverbios 16:18 (La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH))









2 Samuel 20:14-22:20

La Palabra (Hispanoamérica)

 

14 Sebá recorrió todas las tribus de Israel y llegó hasta Abel Bet Maacá, donde se congregaron todos los beritas entrando tras él. 15 Llegaron también los de Joab y sitiaron a Sebá en Abel Bet Maacá; construyeron una rampa de asedio contra la ciudad, la colocaron sobre la muralla y toda la gente de Joab se puso a golpear la muralla para derribarla. 16 Entonces una mujer sensata se puso a gritar desde la ciudad:

 

— ¡Escuchen, escuchen! Díganle a Joab que se acerque aquí, que quiero hablarle.

 

17 Él se acercó y la mujer le preguntó:

 

— ¿Eres tú Joab?

 

Él respondió:

 

— Sí, yo soy.

 

La mujer le dijo:

 

— Por favor, escucha las palabras de tu sierva.

 

Joab le dijo:

 

— Te escucho.

 

18 Entonces ella dijo:

 

— Antiguamente se solía decir: “Que pregunten en Abel, y caso resuelto”. 19 Somos israelitas pacíficos y fieles ¡y tú pretendes destruir una ciudad importante de Israel! ¿Por qué quieres arruinar el patrimonio del Señor?

 

20 Joab contestó:

 

— ¡Líbreme Dios! ¡Líbreme Dios de arruinar y destruir! 21 No es ese el caso. Se trata de un hombre de la montaña de Efraín, llamado Sebá, hijo de Bicrí, que se ha rebelado contra el rey David. Entréguennoslo a él solo y abandonaré la ciudad.

 

La mujer respondió a Joab:

 

— Te echaremos su cabeza desde la muralla.

 

22 La mujer convenció a toda la gente con su sensatez: cortaron la cabeza a Sebá, el hijo de Bicrí, y se la arrojaron a Joab. Luego Joab hizo sonar el cuerno, levantaron el asedio de la ciudad y cada cual marchó a su tienda. Joab por su parte regresó a Jerusalén, junto al rey.

Funcionarios de David

 

23 Joab era el jefe de todo el ejército de Israel; Benaías, hijo de Joyadá, estaba al mando de los quereteos y peleteos; 24 Adorán era inspector de trabajos forzados; Josafat, hijo de Ajilud, era el heraldo; 25 Seraías era secretario; y Sadoc y Abiatar, sacerdotes. 26 Irá, de Jaír, también era sacerdote de David.

VI.— SUPLEMENTOS (21—24)

Venganza de los gabaonitas y muerte de los hijos de Saúl

 

21 En tiempos de David hubo un hambre que duró tres años seguidos. David consultó al Señor, y el Señor le respondió:

 

— Es porque Saúl y su familia están manchados de sangre desde que mató a los gabaonitas.

 

2 Los gabaonitas no eran israelitas, sino descendientes de un resto de amorreos. Los israelitas estaban vinculados a ellos por juramento, pero Saúl, llevado de su celo por Israel y Judá, había intentado exterminarlos. David los convocó, habló con ellos 3 y les dijo:

 

— ¿Qué puedo hacer por ustedes? ¿Cómo podría desagraviarlos para que puedan bendecir la heredad del Señor?

 

4 Los gabaonitas respondieron:

 

— No queremos ni plata ni oro de Saúl y su familia, ni tampoco queremos que muera nadie en Israel.

 

David les dijo:

 

— Haré por ustedes lo que me digan.

 

5 Ellos le contestaron:

 

— Que se nos entreguen siete descendientes de quien quiso acabar con nosotros, haciendo planes para destruirnos y hacernos desaparecer de todo el territorio de Israel, 6 y los colgaremos ante el Señor en Guibeá de Saúl, el elegido del Señor.

 

El rey les dijo:

 

— Yo se los entregaré.

 

7 El rey perdonó la vida a Mefibóset, hijo de Jonatán, el hijo de Saúl, en virtud del juramento sagrado sellado entre David y Jonatán, el hijo de Saúl. 8 Tomó, pues, el rey a Armoní y Mefibóset, los dos hijos que Rispá, hija de Ayá, había dado a Saúl; tomó también a los cinco hijos que Mical, la hija de Saúl, le había dado a Adriel, hijo de Barzilay, el de Mejolá; 9 se los entregó a los gabaonitas y estos los colgaron en el monte ante el Señor. Cayeron los siete juntos y fueron ajusticiados en la época de la siega, al comienzo de la siega de la cebada.

 

10 Rispá, la hija de Ayá, tomó un saco, lo extendió sobre una roca y estuvo allí desde el comienzo de la siega hasta que empezaron a caer las lluvias del cielo, sin dejar que se posasen sobre los cadáveres las aves del cielo por el día, ni los animales del campo por la noche. 11 Cuando informaron a David de lo que había hecho Rispá, hija de Ayá, la concubina de Saúl, 12 fue a recoger los restos de Saúl y de su hijo Jonatán, que estaban en poder de los ciudadanos de Jabés de Galaad, pues los habían robado de la plaza de Betsán, donde los filisteos los habían colgado el día en que derrotaron a Saúl en Guilboa. 13 Trajo, pues, de allí los restos de Saúl y de su hijo Jonatán, los juntaron con los restos de los ahorcados 14 y enterraron los restos de Saúl y de su hijo Jonatán en territorio de Benjamín, en Selá, en la sepultura de Quis, el padre de Saúl. Se hizo todo lo que mandó el rey y, después de esto, Dios se apiadó del país.

Héroes de las guerras contra los filisteos (1 Cr 20,4-8)

 

15 Se reanudó la guerra entre los filisteos e Israel y David bajó con sus seguidores a combatir contra los filisteos. David se sentía cansado. 16 Y un tal Jesbi Benob, de la raza de los gigantes, con una lanza de bronce que pesaba unos treinta y cinco kilos y una espada nueva, dijo que iba a matar a David. 17 Pero Abisay, el hijo de Seruyá, salió en su ayuda, atacó al filisteo y lo mató. Entonces los hombres de David le hicieron jurar diciendo:

 

— No vuelvas a salir con nosotros a la guerra, para que no apagues la lámpara de Israel.

 

18 Después de esto, hubo otra batalla contra los filisteos en Gob, y el jusita Sibcay derrotó a Saf, de la raza de los gigantes. 19 En otra batalla contra los filisteos, acaecida en Nob, Eljanán, hijo de Jaír de Belén, derrotó a Goliat, el de Gat, que tenía una lanza con un asta como el madero de un telar. 20 Hubo otra batalla en Gat. Un hombre muy alto con seis dedos en cada mano y en cada pie, veinticuatro en total, que también era de la raza de los gigantes, 21 desafió a Israel; pero Jonatán, hijo de Samá, el hermano de David, lo mató. 22 Estos cuatro eran de la raza de los gigantes de Gat y cayeron a manos de David y sus hombres.

Salmo de David (Sal 18)

 

22 David dirigió al Señor las palabras de este cántico el día que el Señor lo salvó de Saúl y de todos sus enemigos. 2 Dijo:

 

El Señor es mi bastión, mi baluarte, mi salvador;

3

es mi Dios, la fortaleza en que me resguardo;

es mi escudo, mi refugio y mi defensa;

el salvador que me libra de los violentos.

4

Yo invoco al Señor, digno de alabanza,

y quedo a salvo de mis enemigos.

5

Me rodeaban olas mortales,

me aterraban torrentes devastadores;

6

me envolvían las redes del abismo,

me acosaban trampas mortales.

7

En mi angustia supliqué al Señor,

a mi Dios invoqué.

Desde su santuario escuchó mi grito,

a sus oídos llegó mi clamor.

8

La tierra tembló y se estremeció,

se conmovieron los cimientos de los cielos,

retemblaron por su furia.

9

Salió humo de su nariz,

fuego devorador de su boca,

brasas ardientes despedía.

10

Inclinó los cielos y descendió

caminando sobre la densa niebla.

11

Se montó en un querubín,

emprendió el vuelo

y se elevó sobre las alas del viento.

12

De las tinieblas que lo envolvían hizo su tienda,

entre aguaceros y densos nubarrones.

13

De su propio resplandor

salían chispas de fuego.

14

El Señor tronó desde el cielo,

el Altísimo alzó su voz;

15

disparó sus flechas y los dispersó,

su rayo y los dejó aturdidos.

16

Emergieron los lechos de las aguas,

se mostraron los cimientos del mundo

con el estruendo del Señor,

ante el soplo de su ira.

17

Desde la altura me asió con su mano,

me sacó de las aguas turbulentas.

18

Me salvó de un enemigo poderoso,

de adversarios más fuertes que yo.

19

En un día aciago me atacaron,

pero el Señor fue mi apoyo;

20

me puso a salvo,

me libró porque me amaba.

Hechos 1

La Palabra (Hispanoamérica)

Introducción (1,1-26)

La promesa del Espíritu Santo

 

1 Querido Teófilo: En mi primer libro me ocupé de lo que hizo y enseñó Jesús desde sus comienzos 2 hasta el día en que subió al cielo, una vez que, bajo la acción del Espíritu Santo, dio las oportunas instrucciones a los apóstoles que había elegido. 3 A estos mismos apóstoles se presentó después de su muerte y les dio pruebas abundantes de que estaba vivo, apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles del reino de Dios.

 

4 Con ocasión de una comida que tuvo con ellos, les ordenó:

 

— No se marchen de Jerusalén; esperen a que el Padre cumpla la promesa de que les hablé; 5 porque Juan bautizaba con agua, pero ustedes serán bautizados con el Espíritu Santo dentro de pocos días.

La ascensión de Jesús

 

6 Los que lo acompañaban le preguntaron:

 

— Señor, ¿vas a restablecer ahora el reino de Israel?

 

7 Jesús les contestó:

 

— No es cosa de ustedes saber la fecha o el momento que el Padre se ha reservado fijar. 8 Ustedes recibirán la fuerza del Espíritu Santo que descenderá sobre ustedes y los capacitará para que den testimonio de mí en Jerusalén, en toda Judea, en Samaría y hasta el último rincón de la tierra.

 

9 Y, dicho esto, lo vieron elevarse, hasta que una nube lo arrebató de su vista. 10 Estaban aún contemplando sin pestañear cómo se alejaba en el cielo, cuando dos personajes vestidos de blanco se presentaron ante ellos 11 y les dijeron:

 

— Galileos, ¿qué hacen ahí plantados mirando al cielo? Estén seguros de que el mismo Jesús que ha sido arrebatado de junto a ustedes para subir al cielo, igual que lo han visto ir al cielo, volverá.

Elección del sucesor de Judas

 

12 Regresaron entonces a Jerusalén desde el llamado monte de los Olivos, lugar cercano a la ciudad, de la que distaba el trayecto que se permitía recorrer en sábado. 13 Cuando llegaron, subieron al piso en que se alojaban; eran Pedro, Juan, Santiago, Andrés, Felipe, Tomás, Bartolomé, Mateo, Santiago hijo de Alfeo, Simón el Zelote y Judas, hijo de Santiago. 14 Todos estos, junto con las mujeres, con María la madre de Jesús y con los hermanos de este, oraban constantemente en íntima armonía. 15 Uno de aquellos días, Pedro, puesto en pie en medio de los hermanos, que formaban un grupo de unas ciento veinte personas, habló como sigue:

 

16 — Hermanos, tenía que cumplirse lo que el Espíritu Santo anunció de antemano en la Escritura por medio de David, referente a Judas, el guía de los que detuvieron a Jesús. 17 Era uno de los nuestros y había tomado parte en nuestra tarea. 18 Pero después, con el producto de su delito, compró un campo, se tiró de cabeza desde lo alto y reventó por medio, desparramándose todas sus entrañas. 19 Este suceso se divulgó entre todos los habitantes de Jerusalén, por lo cual llamaron a aquel lugar, en su propio idioma, Hacéldama, es decir “campo de sangre”. 20 Todo esto está escrito en el libro de los Salmos:

 

Que su mansión se vuelva un desierto

y no haya quien habite en ella.

 

Y también:

 

Que otro ocupe su cargo.

 

21 Se impone, por tanto, que alguno de los hombres que nos acompañaron durante todo el tiempo en que Jesús, el Señor, se encontraba entre nosotros, 22 desde los días en que Juan bautizaba hasta que fue arrebatado de nuestro lado, se agregue a nuestro grupo para ser con nosotros testigo de su resurrección.

 

23 Así que propusieron a dos: a José, llamado Barsabás, y apodado "el Justo", y a Matías. 24 Luego hicieron esta oración: “Señor, tú que conoces a todos en lo íntimo de su ser, manifiesta a cuál de estos dos has escogido 25 para que ocupe, en este ministerio apostólico, el puesto del que renegó Judas para irse al lugar que le correspondía”. 26 A continuación echaron suertes, y le tocó a Matías, quien fue agregado al grupo de los otros once apóstoles.

Salmos 121

La Palabra (Hispanoamérica)

Salmo 121 (120)

El Señor es quien te cuida

 

121 Cántico de peregrinación.

Levanto mis ojos a los montes,

¿de dónde me vendrá el auxilio?

2

Mi auxilio viene del Señor,

que hizo el cielo y la tierra.

3

No dejará que tropiece tu pie,

no dormirá quien te protege.

4

No duerme, no está dormido

el protector de Israel.

5

El Señor es quien te cuida,

es tu sombra protectora.

6

De día el sol no te hará daño,

ni la luna de noche.

7

El Señor te protege de todo mal,

él protege tu vida.

8

El Señor protege tus idas y venidas

desde ahora y para siempre.

Proverbios 16:18

La Palabra (Hispanoamérica)

 

18

La soberbia precede a la ruina

y el orgullo al fracaso.

La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)

 

La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España

 

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