Friday, June 25, 2021

DAB Español, Sábado 26 de Junio

Día 177, DAB Español, Sábado 26 de Junio

2 Reyes 9:16-10:31; Hechos 17:1-34; Salmos 144; Proverbios 17:27-28 (Nueva Biblia Viva (NBV))









2 Reyes 9:16-10:31

Nueva Biblia Viva

 

16 Luego Jehú subió a un carro de combate y se dirigió a Jezrel, donde el rey Jorán se encontraba recuperándose de sus heridas. Ocozías, rey de Judá, se encontraba allí, pues había ido a visitar al rey Jorán.

 

17 El guardia que estaba en la torre de Jezrel vio a Jehú y a quienes iban con él, y gritó: «¡Alguien se acerca!».

 

―Envíen a un jinete para que vea si es amigo o enemigo —ordenó el rey Jorán.

 

18 El jinete salió al encuentro de Jehú.

 

―El rey desea saber si eres amigo o enemigo —le preguntó—. ¿Vienes en son de paz?

 

―¡Eso a ti no te importa! —le respondió Jehú—. ¡Sígueme!

 

El guardia dio voces avisándole al rey que el mensajero se había reunido con Jehú y sus compañeros, pero que no volvía.

 

19 Entonces el rey envió a un segundo jinete, quien los alcanzó y, en el nombre del rey, preguntó si las intenciones que traían eran amistosas o no.

 

―¡Eso a ti no te importa! —le respondió Jehú—. ¡Sígueme!

 

20 ―¡Este tampoco regresa! —exclamó el guardia—. Debe ser Jehú, porque conduce velozmente el carro.

 

21 Entonces el rey Jorán ordenó:

 

―¡Rápido! ¡Preparen mi carro de combate!

 

Una vez que le tuvieron listo el carro, Jorán y Ocozías, rey de Judá, salieron al encuentro de Jehú. Lo encontraron en el campo de Nabot, el de Jezrel.

 

22 ―¿Vienes como amigo, Jehú? —le preguntó el rey Jorán.

 

Jehú le respondió:

 

―¿Cómo puede haber amistad entre nosotros, si todavía sufrimos debido a las idolatrías y hechicerías de Jezabel, tu madre?

 

23 Entonces el rey Jorán dio la vuelta para huir, mientras le gritaba a Ocozías:

 

―¡Traición, Ocozías, traición!

 

24 Jehú tomó el arco, disparó con todas sus fuerzas y le clavó la flecha entre los dos hombros. La flecha le partió el corazón, y Jorán cayó muerto en su carro.

 

25 Jehú le dijo a su ayudante Bidcar:

 

―¡Arroja el cadáver en el campo que fue de Nabot, porque acuérdate que una vez, cuando tú y yo íbamos en un carro tras su padre, Acab, el Señor me reveló esta profecía: 26 “Yo vengaré el asesinato de Nabot y de sus hijos en su misma propiedad”. ¡Así que arroja el cadáver en el campo de Nabot, como el Señor dijo!

 

27 Mientras tanto, el rey Ocozías, de Judá, había huido hacia Bet Hagán. Jehú corrió en su persecución gritando:

 

―¡Dispárenle a él también!

 

Lo hirieron en su carro, cuando iba subiendo la cuesta de Gur, junto a Ibleam. Ocozías logró llegar hasta Meguido, pero allí murió. 28 Sus oficiales lo llevaron en un carro a Jerusalén, donde lo sepultaron en el cementerio real. 29 (El reinado de Ocozías, sobre Judá, había comenzado en el año doce del reinado de Jorán, de Israel).

Muerte de Jezabel

 

30 Cuando Jezabel supo que Jehú había regresado a Jezrel, se pintó los ojos, se adornó el pelo y se sentó junto a la ventana. 31 Cuando Jehú entró por la puerta del palacio, ella, en forma irónica, le gritó:

 

―¿Cómo estás, Zimri, asesino de tu rey?

 

32 Él miró y la vio en la ventana, y gritó:

 

―¿Quién está de parte mía?

 

Y dos o tres oficiales del palacio se acercaron a la ventana.

 

33 ―¡Arrójenla por la ventana! —les ordenó Jehú.

 

Ellos la arrojaron por la ventana, y su sangre salpicó la muralla y a los caballos que la pisotearon.

 

34 Entonces Jehú entró en el palacio para comer y beber. Después dijo:

 

―Que alguien vaya y sepulte a esta mujer maldita, porque es hija de un rey.

 

35 Pero cuando salieron para sepultarla, encontraron solamente la calavera, los pies y las manos.

 

36 Cuando regresaron y se lo contaron, él dijo:

 

―Esto es lo que el Señor, por medio del profeta Elías, dijo que ocurriría. Sí, el Señor dijo que los perros comerían su carne en Jezrel, 37 y que su cuerpo quedaría esparcido como estiércol en el campo, de modo que nadie podría decir: “Estos son los restos de Jezabel”.

Jehú extermina a la familia de Acab

 

10 Después de esto, Jehú envió cartas a las autoridades de la ciudad de Samaria y a los que cuidaban a los setenta hijos de Acab, que vivían allí. En las cartas les decía: 2-3 «Al recibir esta carta, elijan a uno de los mejores hijos de Acab para que sea su rey, y prepárenlo para que luche por su trono. Porque ustedes tienen carros, caballos, una ciudad fortificada y armamento. Y prepárense para defender a la familia de su rey».

 

4 Cuando recibieron las cartas sintieron mucho miedo, y dijeron: «Si dos reyes no pudieron vencer a este hombre, ¿qué podemos hacer nosotros?». 5 Entonces el administrador de los asuntos del palacio y el gobernador de la ciudad, junto con las demás autoridades de la ciudad y los que cuidaban a los hijos de Acab, le enviaron este mensaje: «Jehú, somos tus siervos y haremos todo lo que nos digas. No proclamaremos como rey a ninguno de los hijos de Acab. Queremos que tú seas nuestro rey. Haz lo que creas conveniente». 6 Jehú les escribió otra carta, con el siguiente mensaje: «Si de verdad están de mi parte, y están dispuestos a obedecerme, les pido que mañana, a esta hora, vayan a Jezrel y me lleven las cabezas de los hijos de Acab».

 

(Los setenta hijos del rey Acab vivían con los hombres que estaban a cargo de su crianza). 7 Cuando llegó la carta, los mataron y pusieron sus cabezas en canastos, para llevárselas a Jehú, que estaba en Jezrel. 8 Cuando un mensajero le dijo a Jehú que las cabezas de los hijos del rey habían llegado, ordenó que las pusieran en dos montones a la entrada de la ciudad, y las dejaran allí hasta la mañana siguiente.

 

9-10 Por la mañana, Jehú salió y habló a la multitud que se había reunido: «¡Ustedes son inocentes! Yo conspiré contra mi señor, y lo maté, pero ¿quién mató a sus hijos? Todo lo que el Señor dijo acerca de la familia de Acab se cumplirá. Él declaró por medio de Elías, su siervo, que esto ocurriría a los descendientes de Acab». 11 Jehú entonces dio muerte al resto de los miembros de la familia de Acab que estaban en Jezrel, y a todos los que habían sido oficiales de Acab, como también a sus amigos íntimos y a sus sacerdotes. Ninguno de ellos quedó con vida.

 

12 Luego, Jehú salió hacia Samaria. Cuando pasó por Bet Équed de los Pastores, 13 se encontró con los hermanos del rey Ocozías, de Judá.

 

―¿Quiénes son ustedes? —les preguntó.

 

Y ellos respondieron:

 

―Somos hermanos del rey Ocozías. Vamos a Samaria a visitar a los hijos del rey Acab y de la reina Jezabel.

 

14 ―¡Agárrenlos! —gritó Jehú a sus soldados.

 

Así que los agarraron y los llevaron junto al pozo de Bet Équed, donde los mataron a todos. En total eran cuarenta y dos. ¡Ninguno de ellos quedó con vida!

 

15 Al salir de allí, se encontró con Jonadab hijo de Recab, que venía a encontrarse con él. Después de saludarlo, Jehú le dijo:

 

―¿Eres leal a mí como yo lo soy a ti?

 

―Sí —respondió Jonadab.

 

―Dame tu mano entonces —le dijo Jehú, y lo ayudó a subir al carro real.

 

16 ―Ahora ven conmigo —dijo Jehú—, y comprueba cuánto amor siento por el Señor.

 

Jonadab se fue con él. 17 Cuando llegaron a Samaria, Jehú hizo matar a todos los amigos y parientes de Acab, que todavía quedaban vivos. Así se cumplió la palabra que el Señor había anunciado por medio de Elías.

Jehú elimina a los adoradores de Baal

 

18 Jehú convocó a una reunión a todos los habitantes de la ciudad, y les dijo: «Acab rindió poco culto a Baal en comparación con el culto que yo le voy a ofrecer. 19 Convoquen a todos los profetas y sacerdotes de Baal, y reúnan a todos sus adoradores. Asegúrense de que no falte ninguno, porque nosotros los adoradores de Baal vamos a hacer una gran celebración en su honor. Cualquiera de los adoradores que no venga, morirá».

 

Jehú estaba invitando a esto, pues su plan era matar a todos los adoradores de Baal. 20-21 Envió mensajeros por todo Israel convocando a todos los que adoraban a Baal. Ni uno solo faltó, y llenaron el santuario de Baal, de un extremo a otro. 22 Jehú le ordenó al encargado de cuidar los vestidos de los sacerdotes: «Quiero que les entregues los vestidos de los sacerdotes a los adoradores de Baal, para que se los pongan».

 

23 Entonces Jehú y Jonadab hijo de Recab, entraron en el santuario de Baal y le dijeron a los adoradores de Baal: «Procuren que solamente haya adoradores de Baal entre los presentes. Que no haya ninguno de los que adoran al Señor».

 

24 Cuando los sacerdotes de Baal comenzaron a ofrecer sacrificios y holocaustos, Jehú rodeó el edificio con ochenta de sus hombres y les dijo: «Si dejan escapar a alguno, lo pagarán con sus vidas». 25 En cuanto acabaron de ofrecer el holocausto, Jehú salió y les dijo a sus oficiales y ayudantes: «Entren y mátenlos a todos. Que ninguno escape». Y los mataron a todos, y sacaron los cuerpos del santuario de Baal. Luego los hombres de Jehú entraron 26 y arrancaron el altar que se usaba para adorar a Baal y lo quemaron. 27 También derribaron el santuario y lo convirtieron en un basurero, el cual existe todavía.

 

28 Así destruyó Jehú todo vestigio del culto a Baal en Israel. 29 Sin embargo, no destruyó los becerros de oro que se hallaban en Betel y en Dan, sino que los adoró, siguiendo así el ejemplo de Jeroboán hijo de Nabat, el cual hizo pecar a Israel.

 

30 Después el Señor le dijo a Jehú: «Has hecho bien al obedecer mis órdenes de destruir a la familia de Acab. Por cuanto has hecho esto, haré que tu hijo, tu nieto y tu bisnieto sean reyes en Israel». 31 Pero Jehú no siguió al Señor, Dios de Israel, con todo su corazón, porque siguió adorando a los becerros de oro con que Jeroboán había hecho pecar a Israel.

Hechos 17

Nueva Biblia Viva

En Tesalónica

 

17 Viajaron luego a través de las ciudades de Anfípolis y Apolonia, y llegaron a Tesalónica, donde había una sinagoga judía. 2 Como ya era costumbre en Pablo, entró allí a predicar, y tres días de reposo estuvo discutiendo con ellos acerca de las Escrituras, 3 explicándoles que era necesario que el Mesías sufriera y que resucitara de los muertos, y que Jesús, a quien él predicaba, era el Mesías.

 

4 Varios de los judíos creyeron y se unieron a Pablo y Silas. También un gran número de griegos piadosos y muchas mujeres importantes de la ciudad. 5 Pero los judíos, celosos, anduvieron incitando a individuos ociosos de la peor calaña. Se formó así una turba que se dirigió a casa de Jasón, pues querían llevar a Pablo y a Silas ante el consejo municipal para que los castigaran.

 

6 Al no hallarlos allí, arrastraron fuera a Jasón y a varios creyentes más y los llevaron ante las autoridades de la ciudad.

 

―Los que trastornan al mundo andan por la ciudad —gritaron—. 7 Y Jasón los tiene alojados en su casa. Esos son unos traidores, porque andan diciendo que el rey es Jesús y no el César.

 

8 Los ciudadanos y las autoridades de la ciudad se sobresaltaron ante aquellas acusaciones, 9 pero como Jasón y los demás pagaron una fianza, los pusieron en libertad.

En Berea

 

10 Aquella misma noche los hermanos mandaron para Berea a Pablo y a Silas.

 

En Berea, como de costumbre, se fueron a predicar a la sinagoga. 11 Los bereanos eran mucho más nobles que los tesalonicenses, y escucharon gustosos el mensaje. Todos los días examinaban las Escrituras para comprobar si lo que Pablo y Silas decían era cierto. 12 En consecuencia, un buen grupo creyó, junto con varias griegas prominentes y muchos hombres.

 

13 Pero cuando los judíos de Tesalónica se enteraron de que Pablo estaba predicando el mensaje de Dios en Berea, fueron a ocasionarle problemas. 14 Los hermanos se movilizaron inmediatamente y mandaron a Pablo para la costa. No obstante, Silas y Timoteo se quedaron.

 

15 Los acompañantes de Pablo lo condujeron a Atenas y de allí regresaron a Berea con un mensaje para Silas y Timoteo, en el que Pablo les suplicaba que se unieran a él en cuanto pudieran.

En Atenas

 

16 Mientras los esperaba en Atenas, Pablo estaba sumamente molesto ante la gran cantidad de ídolos que veía por todas partes. 17 Por eso, discutía en la sinagoga con los judíos y los devotos gentiles, y también lo hacía diariamente en la plaza pública ante quienes estuvieran allí.

 

18 En una ocasión se enfrentó a varios filósofos epicúreos y estoicos.

 

«¿Qué quiere decir este hablador?», exclamaron algunos. Y cuando lo oyeron hablar acerca de Jesús y de la resurrección, otros decían: «Parece que habla de nuevos dioses».

 

19-20 Y lo invitaron a ir al Areópago.

 

―Ven y cuéntanos acerca de esa nueva religión —le dijeron—, porque has estado diciendo algunas cosas raras y quisiéramos entenderlas.

 

21 Era que a los atenienses, al igual que a los extranjeros que residían en Atenas, les gustaba matar el tiempo discutiendo cualquier idea nueva.

 

22 Puesto de pie en el Areópago, Pablo se expresó así:

 

―Atenienses, he notado que ustedes son muy religiosos, 23 porque al andar por la ciudad hallé que entre todos los altares que poseen hay uno con la siguiente inscripción: “Al Dios desconocido”. Al Dios que ustedes han estado adorando sin conocer, es al que yo les anuncio.

 

24 »Ese Dios fue el que hizo el mundo y cuanto en él existe y, por cuanto es Señor del cielo y de la tierra, no habita en templos que el hombre construya, 25 ni necesita que los seres humanos satisfagan sus necesidades, porque él es el que da vida y aliento a todas las cosas. 26 De un solo hombre creó a la humanidad, y luego distribuyó las naciones sobre la faz de la tierra, tras decidir de antemano cuándo y cuáles serían sus fronteras. 27 En todo esto, el propósito de Dios era que las naciones lo buscaran y, quizás palpando, descubrieran el camino donde se le pudiera hallar. Pero él no está lejos de ninguno de nosotros, 28 porque en él vivimos, nos movemos y existimos. Como uno de los poetas de ustedes dijo: “Somos de la familia de Dios”.

 

29 »Si esto es verdad, no debíamos pensar que Dios sea un ídolo hecho de oro, plata y piedra esculpida. 30 Dios toleró la ignorancia de la humanidad en el pasado, pero ahora ordena que todos se arrepientan, 31 porque ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia por medio del varón que escogió y que acreditó al levantarlo de entre los muertos».

 

32 Al oírlo hablar de la resurrección de un muerto, algunos se rieron; pero otros dijeron:

 

―Queremos que otro día nos hables de esto.

 

33 Entonces, Pablo se retiró de entre ellos. 34 Sin embargo, algunos creyeron y se le unieron; por ejemplo, Dionisio, encargado del Areópago, y una mujer llamada Dámaris.

Salmos 144

Nueva Biblia Viva

Salmo de David.

 

144 Bendito sea el Señor, que es mi roca. Él me da fortaleza y destreza en la batalla. 2 Él es mi amoroso aliado y mi fortaleza, mi torre de seguridad y mi libertador, mi escudo y mi refugio. Él es quien pone los pueblos a mis pies.

 

3 Señor, ¿qué es el mortal para que lo tomes en cuenta? ¿Qué es el ser humano para que lo cuides? 4 Porque el ser humano no es más que un soplo; sus días son sombras pasajeras.

 

5 Abre los cielos y desciende. Toca los montes para que echen humo. 6 Libera tus relámpagos y dispersa a tus enemigos; libera tus flechas y dispérsalos. 7 Extiende tu brazo desde el cielo, y rescátame; líbrame de las aguas profundas, del poder de mis enemigos. 8 La boca de ellos está llena de mentiras; juran decir la verdad, pero mienten.

 

9 Te cantaré un canto nuevo, Dios; te cantaré alabanzas con el arpa de diez cuerdas. 10 Porque tú das la victoria a los reyes. Tú eres el que rescatará a tu siervo David. 11 Sálvame de la espada fatal. Rescátame del poder de mis enemigos. Sus bocas están llenas de mentiras; juran decir la verdad, pero mienten.

 

12 Que nuestros hijos crezcan en su juventud, como plantas frondosas;

 

que sean nuestras hijas como columnas labradas para adornar un palacio.

 

13 Que nuestros graneros se llenen con toda clase de cosechas.

 

Que en nuestros campos los rebaños aumenten por millares, por decenas de millares.

 

14 Que nuestros bueyes lleven cargas pesadas;

 

Que no haya grietas en los muros, ni tengamos que huir,

 

Que no haya gritos de angustia en nuestras calles.

 

15 ¡Dichosos aquellos que tienen todo esto!

 

¡Dichoso el pueblo cuyo Dios es el Señor!

Proverbios 17:27-28

Nueva Biblia Viva

 

27 El sabio habla poco y el inteligente se sabe controlar.

 

28 Hasta un necio pasa por sabio si guarda silencio; se le considera prudente si cierra la boca.

Nueva Biblia Viva (NBV)

 

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