Wednesday, June 23, 2021

DAB Español, Jueves 24 de Junio

Día 175, DAB Español, Jueves 24 de Junio

2 Reyes 6:1-7:20; Hechos 15:32-16:15; Salmos 142; Proverbios 17:24-25 (Nueva Biblia Viva (NBV))









2 Reyes 6-7

Nueva Biblia Viva

El milagro del hacha

 

6 Un día, los discípulos de profetas le dijeron a Eliseo:

 

2 ―Como puede ver, el dormitorio es muy estrecho. Díganos si podemos edificar uno nuevo con madera traída de las orillas del río Jordán.

 

―Muy bien háganlo —les dijo.

 

3 ―Señor, acompáñenos —le dijo uno de los jóvenes.

 

―Iré con ustedes —respondió.

 

4 Cuando llegaron al río Jordán, comenzaron a cortar árboles, 5 pero a uno de ellos se le cayó el hacha al río.

 

―¡Señor, era prestada! —gritó.

 

6 ―¿Dónde cayó? —preguntó el profeta.

 

El joven le mostró el lugar, y Eliseo cortó un palo, lo lanzó al agua e hizo que el hacha subiera a la superficie y flotara.

 

7 ―Sácala —le dijo Eliseo.

 

Entonces el profeta la sacó.

Eliseo captura una tropa siria

 

8 Una vez en que el rey de Siria estaba en guerra con Israel, les dijo a sus oficiales: «Movilizaremos nuestras tropas a tal lugar» (y dijo el nombre de un lugar). 9 Inmediatamente Eliseo advirtió al rey de Israel: «No vayan a tal lugar (y nombró el mismo lugar), porque los sirios están poniendo emboscadas contra ustedes allí».

 

10 El rey entonces envió a algunos espías para ver si Eliseo tenía razón. Se confirmó el hecho, y así se salvaron de un desastre. Esto ocurrió repetidas veces.

 

11 El rey de Siria, asombrado, convocó a sus oficiales y les preguntó:

 

―¿Quién de ustedes es el traidor? ¿Quién ha estado revelándole mis planes al rey de Israel?

 

12 ―Ninguno de nosotros —contestó uno de los oficiales—. Es el profeta Eliseo el que le dice al rey de Israel las mismas palabras que tú hablas en lo más privado de tu habitación.

 

13 ―¡Vayan y averigüen dónde está! ¡Enviaré soldados para que lo tomen preso! —exclamó el rey.

 

Pronto llegó el informe: «Eliseo está en Dotán». 14 Entonces, una noche, el rey de Siria envió un gran ejército con muchos carros y caballos que rodearon la ciudad. 15 Al día siguiente, cuando el criado del profeta se levantó temprano y salió al exterior, vio las tropas, los caballos y los carros por toda la ciudad.

 

―¡Ay, señor mío! ¿Qué haremos ahora? —exclamó ante Eliseo.

 

16 ―No tengas miedo —le dijo Eliseo—. Son más los que están con nosotros que los que están con ellos.

 

17 Entonces Eliseo oró: «Señor, ábrele los ojos a mi criado para que vea». Y el Señor le abrió los ojos al criado y este vio que estaban rodeados de caballos y carros de fuego. ¡No estaban solos en la montaña! 18 Cuando los sirios comenzaron a acercarse, Eliseo oró: «Señor, haz que queden ciegos». Y así fue.

 

19 Entonces Eliseo salió y les dijo: «Se han equivocado de ciudad. Síganme y los llevaré ante el hombre que andan buscando». Y los condujo a Samaria. 20 En cuanto llegaron, Eliseo oró: «Señor, ábreles ahora los ojos y permíteles ver». Y el Señor lo hizo; entonces se dieron cuenta de que estaban en Samaria, la capital de Israel. 21 Cuando el rey de Israel los vio, le preguntó a Eliseo:

 

―Señor, ¿los mataré? ¿Debo matarlos?

 

22 ―Desde luego que no —le respondió Eliseo—. ¿Es que nosotros damos muerte a los prisioneros de guerra? Dales de comer y de beber, y envíalos de regreso a su tierra.

 

23 Entonces el rey hizo un gran banquete para ellos, y los envió de regreso a su tierra y a su rey. Después de esto los sirios dejaron tranquila la tierra de Israel.

Hambre en Samaria

 

24 Sin embargo, algún tiempo después, el rey Ben Adad, de Siria, reunió sus tropas y puso sitio a Samaria. 25 Como resultado hubo gran hambre en la ciudad. Al poco tiempo la cabeza de un burro se vendía hasta por ochenta monedas de plata, y un cuarto de litro de estiércol de paloma, por cinco.

 

26-30 Un día que el rey de Israel caminaba sobre el muro de la ciudad, una mujer lo llamó:

 

―¡Auxilio, señor mío, mi rey!

 

―Si el Señor no te ayuda, ¿qué puedo hacer yo? —le contestó—. No tengo comida ni vino para darte. Pero, ¿de qué se trata?

 

Ella respondió:

 

―Esta mujer me propuso que nos comiéramos a mi hijo un día y el suyo al día siguiente. Cocinamos a mi hijo y nos lo comimos, pero al día siguiente, cuando yo le dije: “Ahora nos corresponde comernos a tu hijo” ella lo escondió.

 

Cuando el rey oyó esto, rasgó su ropa. (El pueblo que observaba se dio cuenta, al rasgarse él la ropa, que estaba vestido de ropas ásperas). 31 «¡Que el Señor me mate, si hoy mismo no le corto la cabeza a Eliseo hijo de Safat!» exclamó el rey.

 

32 Eliseo estaba sentado en su casa, con los ancianos de Israel, cuando el rey lo mandó a buscar. Pero antes que llegara el mensajero, Eliseo dijo a los ancianos:

 

―Este asesino ha enviado a un hombre para que me corte la cabeza. Cuando él llegue, cierren la puerta y déjenlo afuera, porque su amo pronto vendrá tras él.

 

33 Eliseo aún estaba diciendo esto cuando llegó el mensajero (seguido por el rey).

 

―El Señor ha causado toda esta aflicción —dijo el rey—. ¿Por qué he de esperar ayuda de él?

 

7 Eliseo le respondió:

 

―El Señor dice que mañana, a esta hora, ocho kilos de harina fina y el doble de cebada serán vendidos en el mercado de Samaria por una sola moneda de plata.

 

2 El oficial que servía de ayudante al rey le dijo:

 

―Eso no podría ocurrir ni aunque el Señor hiciera ventanas en los cielos.

 

Pero Eliseo le respondió:

 

―Tú lo verás, pero no podrás comprar nada.

Liberación de Samaria

 

3 Había cuatro leprosos sentados fuera del muro de la ciudad.

 

―¿Qué hacemos aquí sentados? —se dijeron—. 4 Si nos quedamos aquí nos moriremos de hambre, y si entramos en la ciudad también nos moriremos de hambre. Por lo tanto, bien podemos salir y rendirnos a los sirios. Si nos dejan vivir, bien; pero si nos matan, de todos modos aquí vamos a morir.

 

5 Aquella tarde fueron al campamento de los sirios, pero no había nadie allí, 6 porque el Señor había hecho que el ejército sirio oyera el sonido de muchos carros que corrían a gran velocidad y el estruendo del galope de caballos y el sonido de un gran ejército que se aproximaba. «El rey de Israel ha pagado a los hititas y a los egipcios para que nos ataquen», habían gritado, 7 y llenos de pánico habían huido en medio de la noche, abandonando tiendas, caballos, burros y todo lo demás.

 

8 Los leprosos llegaron al campamento, entraron en las tiendas y comieron, bebieron vino, y tomaron oro, plata y vestidos, y lo escondieron todo. 9 Pero después se dijeron:

 

―No es correcto lo que estamos haciendo. Esta es una noticia maravillosa, y debemos darla a conocer. Si esperamos hasta la mañana, nos puede ocurrir alguna desgracia. Vamos, regresemos y avisemos a la gente del palacio.

 

10 Entonces regresaron a la ciudad y les contaron a los guardias lo que había ocurrido. Les dijeron que habían ido al campamento sirio y no habían hallado a nadie. Que los caballos y los burros estaban atados, y que en las tiendas estaba todo en orden, pero no se veía ni un alma por allí. 11 Entonces los guardias, a gritos, dieron a conocer las noticias a los que estaban en el palacio.

 

12 El rey salió de la cama y les dijo a sus oficiales:

 

―Yo sé lo que ha ocurrido: como los sirios saben que tenemos hambre, han abandonado el campamento y se han escondido en los campos. Piensan que somos tan tontos que saldremos de la ciudad. Si salimos nos atacarán, nos harán esclavos y tomarán la ciudad.

 

13 Uno de sus oficiales propuso:

 

―Enviemos a algunos espías a averiguar lo que ocurre. Que vayan en cinco de los caballos que quedan. Si algo les ocurre, no será una pérdida mayor que la que les ocurrirá si se quedan aquí. ¡De todos modos, todos estamos condenados a morir!

 

14 Así que tomaron dos carros de combate, y fueron a investigar qué había acontecido en el campamento de los sirios, tal como el rey les había indicado. 15 Fueron hasta el Jordán. A lo largo del camino fueron hallando la ropa y el equipo que habían arrojado los sirios en su prisa. Los espías volvieron y dieron la información al rey. 16 El pueblo de Samaria, entonces, salió corriendo y saqueó el campamento de los sirios. De esta manera se cumplió lo que el Señor había dicho, pues con una sola moneda de plata se pudo comprar ocho kilos de harina fina y el doble de cebada.

 

17 El rey había ordenado a su ayudante especial que controlara el paso de la gente por la puerta de la ciudad, pero lo atropellaron, y murió. De ese modo se cumplió lo que el profeta Eliseo le había dicho el día anterior, cuando el rey había enviado a arrestarlo. 18 Cuando el profeta le dijo al rey que la harina y la cebada se venderían a un precio bajo al día siguiente, 19 su ayudante le respondió al profeta: «Eso no podrá ocurrir ni aunque el Señor abra las ventanas de los cielos». Entonces el profeta le dijo: «Tú lo verás, pero no podrás comprar nada de ello». 20 Y, efectivamente, no pudo, porque el pueblo lo atropelló a la entrada de la ciudad, y murió.

Hechos 15:32-16:15

Nueva Biblia Viva

 

32 Luego Judas y Silas, que también eran profetas, predicaron extensos sermones con el propósito de fortalecer y animar a los creyentes.

 

33 Judas y Silas permanecieron varios días en Antioquía, al cabo de los cuales los despidieron para regresar a los que los habían enviado. 34 Pero Silas decidió quedarse.

 

35 Pablo y Bernabé se quedaron en Antioquía y junto con otros muchos predicaban y enseñaban la palabra del Señor.

Desacuerdo entre Pablo y Bernabé

 

36 Varios días más tarde, Pablo le propuso a Bernabé regresar a visitar las ciudades donde anteriormente habían predicado la palabra del Señor, a fin de ver cómo estaban los creyentes. 37 Bernabé quería que Juan Marcos fuera de nuevo con ellos; 38 pero a Pablo no le agradó la idea, porque Juan los había abandonado en Panfilia, y no había seguido con ellos en el trabajo. 39 El desacuerdo que surgió entre ellos fue tan grande que se separaron. Bernabé tomó entonces a Marcos y zarpó con él hacia Chipre, 40-41 mientras que Pablo escogió a Silas. Luego, los hermanos los encomendaron a la gracia del Señor, y Pablo partió hacia Siria y Cilicia para alentar a las iglesias.

Timoteo se une a Pablo y a Silas

 

16 Pablo y Silas fueron primero a Derbe y luego a Listra, donde conocieron a un creyente llamado Timoteo, hijo de una judía creyente, pero de padre griego.

 

2 Como Timoteo tenía buen testimonio de los hermanos de Listra e Iconio, 3 Pablo le pidió que fuera con él. Y como todos los judíos de esa región sabían que no estaba circuncidado, porque su padre era griego, Pablo lo circuncidó.

 

4 Y de ciudad en ciudad fueron comunicando la decisión que habían tomado los apóstoles y los ancianos en Jerusalén. 5 De esta forma, las iglesias se afianzaban en la fe y crecían en número todos los días.

La visión de Pablo del hombre macedonio

 

6 Luego atravesaron Frigia y Galacia, porque el Espíritu Santo les prohibió predicar en la provincia de Asia. 7 Luego llegaron a Misia y quisieron ir hasta la provincia de Bitinia; pero el Espíritu les ordenó que no lo hicieran. 8 En vista de esto, atravesaron la provincia de Misia y llegaron a Troas.

 

9 Aquella noche, Pablo tuvo una visión. En el sueño vio a un varón de Macedonia que le suplicaba: «Ven y ayúdanos».

 

10 Inmediatamente nos fuimos a Macedonia, seguros de que Dios nos estaba llamando allá a predicar las buenas noticias.

Conversión de Lidia en Filipos

 

11 En Troas tomamos un barco y navegamos hacia Samotracia, y de allí, el siguiente día, a Neápolis. 12 Por último, llegamos a Filipos, colonia romana situada en Macedonia, y nos quedamos allí varios días.

 

13 El día de reposo fuimos a la orilla del río que está fuera de la puerta, donde se reunían para orar. Nos sentamos y hablamos con las mujeres que habían llegado. 14 Una de ellas, que se llamaba Lidia, era vendedora de púrpura en Tiatira, y ya desde antes adoraba a Dios. Mientras Lidia escuchaba, el Señor le abrió el corazón para que estuviera atenta a lo que Pablo decía.

 

15 Entonces la bautizamos junto con los demás miembros de su familia.

 

―Si ustedes creen que soy fiel al Señor —nos dijo ella—, vengan a hospedarse a mi casa.

 

Su insistencia fue tal que aceptamos.

Salmos 142

Nueva Biblia Viva

Salmo de David. Cuando estaba en la cueva. Oración.

 

142 ¡Cómo le suplico a Dios; cómo imploro su misericordia 2 y derramo ante él mis quejas y le cuento mis problemas! 3 Porque estoy abrumado y desesperado, y sólo tú sabes qué rumbo debo tomar. Por donde quiera que vaya, mis enemigos me ponen trampas. 4 Mira a mi derecha y ve: nadie me tiende la mano. Nadie me ayuda; a nadie le interesa lo que me pase. 5 Entonces, oro a ti, Señor, y te digo: «Tú eres mi refugio, tú eres lo único que yo quiero en la vida». 6 Escucha mi clamor, pues estoy muy deprimido. Rescátame de mis perseguidores, pues son demasiado fuertes para mí. 7 Sácame de la prisión para que pueda darte gracias. Los justos se reunirán a mi alrededor porque eres bueno conmigo.

Proverbios 17:24-25

Nueva Biblia Viva

 

24 La meta del prudente es la sabiduría; el necio divaga contemplando vanos horizontes.

 

25 El hijo necio causa dolor a su padre y amargura a su madre.

Nueva Biblia Viva (NBV)

 

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