Tuesday, June 1, 2021

DAB Español, Miércoles 02 de Junio

Día 153, DAB Español, Miércoles 02 de Junio

2 Samuel 19:11-20:13; Juan 21:1-25; Salmos 120; Proverbios 16:16-17 (La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH))









2 Samuel 19:11-20:13

La Palabra (Hispanoamérica)

 

11 Y Absalón, al que habíamos ungido como jefe, ha muerto en la batalla. Entonces, ¿a qué esperán para restablecer al rey?

 

12 Cuando los comentarios de Israel llegaron a oídos del rey, él mandó a decir a los sacerdotes Sadoc y Abiatar:

 

— Digan a los ancianos de Judá: “¿Por qué van a ser los últimos en restablecer al rey en su palacio? 13 Ustedes son mis hermanos de sangre, ¿serán los últimos en restablecer al rey?”. 14 Y a Amasá le dirán: “Tú eres mi pariente. Que Dios me castigue si no te nombro general vitalicio del ejército en sustitución de Joab”.

 

15 David se ganó a todos los de Judá de forma unánime, y ellos mandaron a decir al rey:

 

— Regresa con toda tu gente.

 

16 El rey emprendió el regreso y llegó al Jordán. Los de Judá fueron a Guilgal para salir al encuentro del rey y ayudarle a cruzar el Jordán.

 

17 Simeí, el hijo de Guerá, benjaminita de Bajurín, se apresuró a bajar con los hombres de Judá al encuentro del rey David. 18 Iba acompañado por mil hombres de Benjamín. También llegó Sibá, el criado de la familia de Saúl, con sus quince hijos y veinte siervos. Ambos llegaron al Jordán antes que el rey 19 y cruzaron el vado para ayudar a pasar a la familia del rey y ponerse a su disposición. Simeí, el hijo de Guerá, se postró ante el rey, cuando iba a cruzar el Jordán, 20 y le dijo:

 

— Que mi señor no tenga en cuenta mi delito, ni recuerde las ofensas de su siervo el día en que el rey, mi señor, salía de Jerusalén. Que el rey no se las tome a pecho. 21 Tu siervo reconoce que te ha ofendido. Por eso, hoy he sido el primero de toda la casa de José en venir a recibir al rey, mi señor.

 

22 Abisay, el hijo de Seruyá, intervino diciendo:

 

— ¿Y con esto va a seguir vivo Simeí, siendo así que maldijo al ungido del Señor?

 

23 David contestó:

 

— ¡Esto no es asunto de ustedes, hijos de Seruyá! ¡Dejen hoy de ponerme a prueba! Hoy no debe morir nadie en Israel, pues ahora estoy seguro de que soy el rey de Israel.

 

24 Luego dijo a Simeí:

 

— No vas a morir.

 

Y el rey se lo juró.

 

25 Mefibóset, el nieto de Saúl, bajó también al encuentro del rey. No se había lavado los pies, ni arreglado la barba, ni lavado sus ropas desde el día en que el rey se marchó hasta el día en que volvía a salvo. 26 Cuando llegó de Jerusalén al encuentro del rey, este le preguntó:

 

— Mefibóset, ¿por qué no viniste conmigo?

 

27 Él respondió:

 

— Majestad, mi criado me traicionó. Pues yo me dije: “voy a aparejar el burro, para montar en él y marchar con el rey”, ya que tu servidor está cojo. 28 Por lo tanto, han calumniado a tu servidor ante el rey, mi señor. Pero su majestad es como un enviado de Dios. Haz, pues, lo que te parezca mejor. 29 Y aunque para mi señor, el rey, toda la familia de mi padre merecía la muerte, tú invitaste a tu servidor a comer en tu mesa. ¿Con qué derecho, pues, voy a exigir nada más al rey?

 

30 El rey le dijo:

 

— ¡Basta de discursos! He decidido que tú y Sibá se repartan las tierras.

 

31 Mefibóset dijo al rey:

 

— Puede incluso quedarse con todo, toda vez que mi señor, el rey, vuelve a casa sano y salvo.

 

32 Barzilay, el de Galaad, bajó desde Roguelín para cruzar el Jordán con el rey y despedirlo desde allí. 33 Barzilay era muy viejo, tenía ochenta años, y había mantenido al rey durante su estancia en Majanáin, pues era un hombre muy rico. 34 El rey dijo a Barzilay:

 

— Tú seguirás conmigo, que yo te mantendré ahora en Jerusalén.

 

35 Pero Barzilay respondió al rey:

 

— ¿Cuántos años de vida me quedan para irme ahora con el rey a Jerusalén? 36 Ya he cumplido ochenta años y ya no sé distinguir lo bueno de lo malo, ni saboreo lo que como y lo que bebo, ni puedo escuchar la voz de cantores y cantoras. Tu servidor sólo sería ya una carga para mi señor, el rey. 37 Tu servidor sólo quiere acompañar un poco al rey hasta cruzar el Jordán, pero no es necesario que el rey me dé esa recompensa. 38 Déjame que regrese a morir en mi ciudad, junto a la sepultura de mis padres, y que tu servidor Quimeán siga con mi señor, el rey, y lo trate como le parezca mejor.

 

39 El rey dijo:

 

— Está bien. Que venga conmigo Quimeán y yo lo trataré como mejor te parezca, pues yo haré por ti todo lo que desees.

 

40 Toda la gente cruzó el Jordán y el rey también cruzó. Luego el rey abrazó a Barzilay, lo bendijo y él regresó a su tierra. 41 El rey siguió hasta Guilgal y Quimeán iba con él. Todo Judá y la mitad de Israel acompañaban al rey.

 

42 Entonces todos los israelitas vinieron a decir al rey:

 

— ¿Cómo es que nuestros hermanos de Judá te han acaparado, ayudando a cruzar el Jordán al rey, a su familia y a toda su gente?

 

43 Todos los de Judá respondieron a los de Israel:

 

— Porque el rey es pariente nuestro. Pero, ¿por qué se enfadan así? ¿Acaso hemos comido a costa del rey o hemos sacado algún provecho?

 

44 Pero los de Israel replicaron a los de Judá:

 

— Nosotros tenemos diez partes en el rey y más derechos que ustedes sobre David. ¿Por qué nos han despreciado? ¿Acaso no salió de nosotros la inicitiva de restablecer a nuestro rey?

 

Entonces los de Judá respondieron con palabras aún más duras que los de Israel.

Rebelión de Sebá

 

20 Se encontraba en Guilgal un indeseable llamado Sebá, hijo de Bicrí, de la tribu de Benjamín. Hizo sonar el cuerno y gritó:

 

— ¡No tenemos nada que ver con David, ni repartimos herencia con el hijo de Jesé! ¡Israel, a tus tiendas!

 

2 Todos los israelitas abandonaron a David y siguieron a Sebá. Los judaítas, en cambio, acompañaron fielmente a su rey desde el Jordán hasta Jerusalén.

 

3 Cuando David llegó a su palacio en Jerusalén, encerró en el harén a las diez concubinas que había dejado al cuidado del palacio. Las siguió manteniendo, pero no volvió a acostarse con ellas y estuvieron encerradas hasta el día de su muerte, como viudas de por vida.

 

4 Luego el rey dijo a Amasá:

 

— Convoca a la gente de Judá en el plazo de tres días y luego te presentas aquí.

 

5 Amasá fue a convocar a Judá, pero tardó más tiempo del previsto. 6 Entonces David dijo a Abisay:

 

— Ahora Sebá, el hijo de Bicrí, nos puede hacer más daño que Absalón. Sal con los hombres de tu señor a perseguirlo, antes de que llegue a las ciudades fortificadas y se nos escape.

 

7 Abisay partió de Jerusalén al frente de los hombres de Joab, los quereteos, los peleteos y todos los valientes y salieron en persecución de Sebá, el hijo de Bicrí. 8 Cuando estaban junto a la piedra grande que hay en Gabaón, se encontraron con Amasá. Joab llevaba sobre su vestimenta un cinturón con una espada envainada, atada al muslo. La espada se le salió y cayó. 9 Joab saludó a Amasá:

 

— ¿Estás bien, hermano?

 

Luego lo agarró de la barba con su mano derecha para besarlo. 10 Pero Amasá no reparó en la espada que Joab llevaba en la otra mano y este se la clavó en la barriga; se le salieron los intestinos a Amasá y así, de un sólo golpe, murió. Luego Joab y su hermano Abisay reanudaron la persecución de Sebá, el hijo de Bicrí.

 

11 Uno de los soldados de Joab se quedó junto a Amasá y gritó:

 

— ¡El que esté con Joab y David, que siga a Joab!

 

12 Amasá yacía en medio del camino, bañado en su propia sangre y, cuando el soldado aquel vio que la gente se detenía, retiró el cadáver fuera del camino y lo cubrió con un manto, pues había visto que todos los que llegaban junto a él se detenían. 13 Y cuando Amasá hubo sido retirado del camino, todo el mundo siguió a Joab en persecución de Sebá, el hijo de Bicrí.

Juan 21

La Palabra (Hispanoamérica)

Conclusión (21,1-25)

Aparición junto al lago

 

21 Poco después, se apareció Jesús de nuevo a sus discípulos junto al lago de Tiberíades. El hecho ocurrió así: 2 estaban juntos Simón Pedro, Tomás “el Mellizo”, Natanael el de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo y otros dos discípulos. 3 Pedro les dijo:

 

— Me voy a pescar.

 

Los otros le contestaron:

 

— Vamos también nosotros contigo.

 

Salieron, pues, y subieron a la barca; pero aquella noche no lograron pescar nada. 4 Ya amanecía cuando se presentó Jesús a la orilla del lago, aunque los discípulos no lo reconocieron. 5 Jesús les dijo:

 

— Muchachos, ¿han pescado algo?

 

Ellos contestaron:

 

— No.

 

6 Él les dijo:

 

— Echen la red al lado derecho de la barca y encontrarán pescado.

 

Así lo hicieron, y la red se llenó de tal cantidad de peces, que apenas podían moverla. 7 El discípulo a quien Jesús tanto quería dijo entonces a Pedro:

 

— ¡Es el Señor!

 

Al oír Simón Pedro que era el Señor, se puso la túnica (pues estaba sólo con la ropa de pescar) y se lanzó al agua. 8 Los otros discípulos, como la distancia que los separaba de tierra era sólo de unos cien metros, llegaron a la orilla en la barca, arrastrando la red llena de peces. 9 Cuando llegaron a tierra, vieron un buen rescoldo de brasas, con un pescado sobre ellas, y pan. 10 Jesús les dijo:

 

— Traigan algunos de los peces que acaban de pescar.

 

11 Simón Pedro subió a la barca y sacó a tierra la red llena de peces; en total eran ciento cincuenta y tres peces grandes. Y, a pesar de ser tantos, no se rompió la red. 12 Jesús les dijo:

 

— Acérquense y coman.

 

A ninguno de los discípulos se le ocurrió preguntar: “¿Quién eres tú?”, porque sabían muy bien que era el Señor. 13 Jesús, por su parte, se acercó, tomó el pan y se lo repartió; y lo mismo hizo con los peces.

 

14 Esta fue la tercera vez que Jesús se apareció a sus discípulos después de haber resucitado.

Jesús y Pedro

 

15 Terminada la comida, Jesús preguntó a Pedro:

 

— Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos?

 

Pedro le contestó:

 

— Sí, Señor, tú sabes que te quiero.

 

Jesús le dijo:

 

— Apacienta mis corderos.

 

16 Jesús volvió a preguntarle:

 

— Simón, hijo de Juan, ¿me amas?

 

Pedro respondió:

 

— Sí, Señor, tú sabes que te quiero.

 

Jesús le dijo:

 

— Cuida de mis ovejas.

 

17 Por tercera vez le preguntó Jesús:

 

— Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?

 

Pedro se entristeció al oír que le preguntaba por tercera vez si lo quería, y contestó:

 

— Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te quiero.

 

Entonces Jesús le dijo:

 

— Apacienta mis ovejas.

 

18 Y añadió:

 

— Te aseguro que cuando eras más joven, tú mismo te ajustabas la túnica con el cinturón e ibas a donde querías; pero, cuando seas viejo, tendrás que extender los brazos y será otro quien te atará y te conducirá a donde no quieras ir.

 

19 Jesús se expresó en estos términos para indicar la clase de muerte con la que Pedro daría gloria a Dios. Acto seguido dijo:

 

— Sígueme.

El discípulo amado

 

20 Pedro se volvió y vio que detrás de ellos venía el discípulo a quien Jesús tanto quería, el mismo que en la cena se había recostado sobre el pecho de Jesús y le había preguntado: “Señor, ¿quién es el que va a traicionarte?”. 21 Al verlo, Pedro preguntó a Jesús:

 

— Señor, y este, ¿qué suerte correrá?

 

22 Jesús le contestó:

 

— Si yo quiero que él quede hasta que yo vuelva, ¿a ti qué? Tú sígueme.

 

23 Estas palabras dieron pie para que entre los hermanos circulase el rumor de que este discípulo no iba a morir. Sin embargo, Jesús no dijo a Pedro que este discípulo no moriría; simplemente dijo: “Si yo quiero que él quede hasta que yo vuelva, ¿a ti qué?”.

Conclusión

 

24 Este discípulo es el mismo que da testimonio de todas estas cosas y las ha escrito. Y nosotros sabemos que dice la verdad.

 

25 Jesús hizo además otras muchas cosas; tantas que, si se intentara ponerlas por escrito una por una, pienso que ni en el mundo entero cabrían los libros que podrían escribirse.

Salmos 120

La Palabra (Hispanoamérica)

Salmo 120 (119)

Soy persona de paz

 

120 Cántico de peregrinación.

Clamo al Señor en mi angustia

y él me responde.

2

Señor, líbrame de los labios mentirosos,

de la lengua embustera.

3

¿Qué te darán, con qué te pagarán,

lengua embustera?

4

Con flechas afiladas de guerrero

y brasas ardientes de retama.

5

¡Ay de mí que he tenido que emigrar a Mésec,

que habito entre las tiendas de Quedar!

6

Demasiado tiempo he vivido

con quienes odian la paz.

7

Yo soy persona de paz;

mas si hablo de paz,

ellos quieren la guerra.

Proverbios 16:16-17

La Palabra (Hispanoamérica)

 

16

Mejor es comprar sabiduría que oro,

más vale comprar inteligencia que plata.

17

La senda del honrado se aparta del mal,

quien vigila su conducta protege su vida.

La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)

 

La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España

 

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