Tuesday, June 22, 2021

DAB Español, Miércoles 23 de Junio

Día 174, DAB Español, Miércoles 23 de Junio

2 Reyes 4:18-5:27; Hechos 15:1-31; Salmos 141; Proverbios 17:23 (Nueva Biblia Viva (NBV))









2 Reyes 4:18-5:27

Nueva Biblia Viva

 

18 El niño creció. Un día en que había salido a visitar a su padre, que estaba trabajando con los segadores, 19 se quejó de un fuerte dolor de cabeza y comenzó a gritar:

 

―¡Ay, mi cabeza! ¡Me duele mucho la cabeza!

 

Entonces el padre le dijo a uno de sus criados:

 

―Llévalo a la casa con su madre.

 

20 Él se lo llevó para la casa, y la madre lo tuvo en sus brazos; pero hacia el mediodía murió. 21 Ella lo acostó entonces en la cama del profeta, y cerró la puerta. 22 Luego envió un mensaje a su marido:

 

―Envía a uno de los siervos con un burro para que me acompañe a ver al profeta.

 

23 ―¿Por qué hoy? —le preguntó—. No es día de fiesta religiosa.

 

Pero ella le dijo:

 

―Es importante. Debo ir.

 

24 Enseguida, la mujer hizo ensillar el burro, y le dijo al criado:

 

―¡Anda, vamos rápido! No te detengas en el camino, a menos que yo te lo ordene.

 

25 Cuando se acercaban al monte Carmelo, Eliseo la vio a la distancia, y le dijo a Guiezi:

 

―Mira, allá viene la sunamita. 26 Corre a encontrarla y pregúntale qué le pasa. Pregúntale si está bien su marido, y si el niño está bien.

 

―Sí —le dijo ella a Guiezi—. ¡Todo está bien!

 

27 Pero cuando llegó ante Eliseo, se arrojó al suelo delante de él y se abrazó a sus pies. Guiezi se acercó para apartarla, pero el profeta le dijo:

 

―Déjala. Es que tiene un gran pesar, y el Señor no me ha revelado de qué se trata.

 

28 ―Fue usted quien me dijo que tendría un hijo —le dijo por fin ella—, y yo le rogué que no se burlara de mí.

 

29 ―¡Rápido, toma mi vara! —le dijo Eliseo a Guiezi—. ¡No hables con nadie a lo largo del camino! ¡Date prisa! Al llegar, pon la vara sobre el rostro del niño.

 

30 Pero la madre del niño dijo:

 

―¡Le juro que si no me acompaña, no me iré de aquí! De eso puede estar tan seguro como que el Señor y usted viven.

 

Entonces Eliseo fue con ella.

 

31 Guiezi fue adelante y puso la vara en el rostro del niño, pero nada ocurrió. No dio señales de vida. Regresó a encontrar a Eliseo y le dijo:

 

―El niño aún está muerto.

 

32 Cuando Eliseo llegó, el niño estaba acostado, sin vida, sobre la cama del profeta. 33 Él entró, cerró la puerta y oró al Señor. 34 Luego se tendió sobre el cuerpo del niño, y colocó su boca sobre la boca del niño, y sus ojos sobre los ojos del niño, y sus manos sobre las manos del niño. El cuerpo del niño comenzó a calentarse nuevamente. 35 El profeta se bajó de la cama y caminó de un lado a otro de la casa por un rato. Volvió a subir y se acostó otra vez sobre el niño. Esta vez el niño estornudó siete veces y abrió los ojos. 36 Entonces el profeta llamó a Guiezi:

 

―Llama a la mujer —le dijo.

 

Y cuando ella entró, Eliseo le dijo:

 

―¡Aquí está tu hijo!

 

37 Ella se tiró a sus pies, tomó a su hijo, y salió.

El milagro de la comida

 

38 Eliseo regresó a Guilgal. Había hambre en la tierra. Un día, mientras enseñaba a los jóvenes profetas, le dijo a Guiezi:

 

―Haz un guiso para que cenen estos hombres.

 

39 Uno de los jóvenes fue al campo a buscar verduras y regresó con algunas calabazas silvestres, las partió y las puso en una olla, sin saber que eran venenosas. 40 Pero después que los hombres comieron un poco, gritaron:

 

―¡Señor, el guiso de la olla es venenoso!

 

41 ―Tráiganme un poco de harina —dijo Eliseo.

 

La puso dentro de la olla, y dijo:

 

―Ya todo está bien, así que pueden servirle a todos para que coman.

 

Así que todos comieron, sin sufrir ningún daño.

Alimentación de cien hombres

 

42 Un día, un hombre de Baal Salisá le llevó a Eliseo una bolsa con veinte panes de cebada, hechos con los primeros granos de la cosecha. Eliseo le dijo a Guiezi que repartiera los panes entre los jóvenes profetas para que comieran.

 

43 ―¿Qué? —exclamó Guiezi—. ¿Darle de comer a cien hombres con sólo esto? Pero Eliseo le dijo:

 

―Hazlo, porque el Señor dice que habrá suficiente para todos, y que aun sobrará.

 

44 Y sucedió exactamente como el Señor había dicho.

Eliseo sana a Naamán

 

5 El rey de Siria sentía mucha admiración por Naamán, comandante en jefe de su ejército, porque había conducido a sus soldados a muchas victorias gloriosas. Era un gran héroe, pero estaba leproso. 2 Los sirios habían invadido a Israel en varias ocasiones y habían llevado muchos cautivos, entre los cuales había una niña que había sido dada como esclava a la esposa de Naamán. 3 Un día la niña le dijo a su ama: «Me gustaría que mi amo fuera a ver al profeta que vive en Samaria. Estoy segura de que él lo puede sanar de la lepra».

 

4 Naamán le contó al rey lo que la niña había dicho.

 

5 ―Ve y visita al profeta —le dijo el rey—. Yo te daré una carta de presentación para que se la entregues al rey de Israel.

 

Naamán emprendió la marcha. Llevaba consigo regalos: treinta mil monedas de plata, seis mil monedas de oro y diez mudas de ropa. 6 La carta dirigida al rey de Israel decía: «El hombre que lleva esta carta es mi siervo Naamán. Quiero que lo sanes de la lepra».

 

7 Cuando el rey de Israel leyó la carta, rasgó su ropa, y dijo: «¡Este hombre me manda a un leproso para que lo sane! ¿Acaso soy Dios, para matar y dar la vida? ¡Ese rey solo está buscando un pretexto para invadirnos nuevamente!».

 

8 Pero cuando el profeta Eliseo oyó lo que le ocurría al rey de Israel, le envió este mensaje: «¿Por qué estás tan confundido? Envíame a Naamán, y él sabrá que hay profeta de Dios en Israel».

 

9 Naamán llegó con sus caballos y carros, y se paró a la puerta de la casa de Eliseo. 10 Entonces el profeta le mandó a decir que fuera a lavarse siete veces en el río Jordán, y que así sanaría de su lepra. 11 Pero Naamán se enojó, y se fue. «¿Qué les parece? —dijo—. Yo pensaba que, por lo menos, el profeta saldría y me hablaría. Pensé que levantaría la mano sobre la lepra, invocaría el nombre del Señor su Dios, y me sanaría. 12 Los ríos Abaná y Farfar, de Damasco, son mucho mejores que todos los ríos de Israel juntos. Si de ríos se trata, yo me lavaré en ellos y me libraré de mi lepra».

 

Se marchó furioso. 13 Pero sus criados le dijeron: «Si el profeta le hubiera pedido que hiciera algo extraordinario, ¿no lo habría hecho? Debiera obedecerle, pues lo único que le ha dicho es que vaya y se lave, para que quede sano».

 

14 Entonces Naamán fue al río Jordán, se sumergió siete veces, como el profeta le había dicho, y su carne quedó tan sana como la de un niño. 15 Inmediatamente él y toda su compañía volvieron a buscar al profeta. Parado humildemente ante él, Naamán le dijo:

 

―Ahora sé que no hay Dios en todo el mundo, sino el de Israel. Te ruego que aceptes un regalo.

 

16 Pero Eliseo respondió:

 

―Juro por el Señor mi Dios que no lo aceptaré.

 

Naamán insistió en que lo aceptara, pero Eliseo se negó rotundamente.

 

17 ―Bien —dijo Naamán—, muy bien. Pero dame dos cargas de tierra para llevar conmigo, porque de ahora en adelante no volveré a ofrecer sacrificios ni holocaustos a otros dioses, sino al Señor. 18 Claro que cuando mi amo, el rey, entre en el santuario del dios Rimón y se apoye sobre mi brazo, el Señor habrá de perdonarme que yo me incline también.

 

19 ―Ve en paz —le dijo Eliseo.

 

Entonces Naamán emprendió el regreso. 20 Pero Guiezi, siervo de Eliseo, se dijo: «Mi amo no debió haber dejado que este hombre se fuera sin recibirle sus regalos. Yo lo alcanzaré y le pediré algo». Así que salió en busca de Naamán.

 

21 Cuando Naamán vio que Guiezi lo seguía, se bajó del carro y corrió a encontrarlo.

 

―¿Está todo bien? —preguntó.

 

22 ―Sí —dijo—, pero mi amo me ha enviado a decirte que dos jóvenes del monte de Efraín acaban de llegar, y le gustaría tener tres mil monedas de plata y dos mudas de ropa para ellos.

 

23 ―Lleva seis mil monedas —insistió Naamán.

 

Así que Naamán le entregó a Guiezi dos mudas de ropa muy preciosa y el dinero en dos bolsas, y envió a dos siervos para que ayudaran a Guiezi. 24 Pero cuando llegaron al monte donde Eliseo vivía, Guiezi tomó las bolsas que llevaban los dos siervos de Naamán, y los envió de regreso. Luego escondió el dinero en la casa. 25 Cuando entró a ver a su amo, Eliseo le preguntó:

 

―¿Dónde has estado Guiezi?

 

―En ninguna parte —respondió.

 

26 Pero Eliseo le dijo:

 

―¿No comprendes que, con mi pensamiento, yo te estaba acompañando cuando Naamán descendió de su carro para encontrarse contigo? ¿Es tiempo de recibir dinero, ropa, olivares, viñedos, ovejas, bueyes y criados? 27 Por cuanto has hecho esto, la lepra de Naamán se te pasará a ti, a tus hijos, y a los hijos de tus hijos para siempre.

 

Tan pronto dejó a Eliseo, la piel de Guiezi se volvió completamente blanca, debido a la lepra.

Hechos 15:1-31

Nueva Biblia Viva

El concilio de Jerusalén

 

15 Llegaron varias personas de Judea a Antioquía y empezaron a enseñar a los hermanos que, a menos que se circuncidaran conforme a la ley de Moisés, no podrían ser salvos.

 

2 Como Pablo y Bernabé discutieron con ellos y se les opusieron con todas sus fuerzas, los creyentes los enviaron a Jerusalén, acompañados de varios creyentes, para que consultaran el asunto con los apóstoles y los ancianos.

 

3 Después que los envió la iglesia, a lo largo del camino fueron deteniéndose en las ciudades de Fenicia y Samaria para visitar a los creyentes y contarles cómo los gentiles también estaban convirtiéndose. Y esto llenó a todos de mucha alegría.

 

4 Al llegar a Jerusalén, fueron muy bien recibidos por la iglesia, los apóstoles y los ancianos. Pablo y Bernabé los pusieron al tanto de lo que Dios había hecho por medio de ellos. 5 Entonces algunos de los que antes de convertirse habían sido fariseos, afirmaron que era necesario circuncidar a los gentiles y exigirles que obedecieran la ley de Moisés.

 

6 En vista de esto, los apóstoles y los ancianos convocaron una reunión para tratar el asunto. 7 Después de muchas discusiones, Pedro se puso de pie y pidió la palabra:

 

―Hermanos, ustedes saben que Dios me escogió de entre ustedes hace mucho tiempo para que predicara las buenas noticias entre los gentiles, a fin de que estos pudieran creer. 8 Dios, que conoce los corazones humanos, nos demostró que aceptaba a los gentiles al otorgarles el Espíritu Santo de la misma forma en que nos lo había otorgado a nosotros. 9 Y no hizo ninguna distinción entre ellos y nosotros, porque les había limpiado sus corazones por medio de la fe. 10 ¿Nos atreveremos a provocar a Dios, poniendo sobre los gentiles un yugo que ni nosotros ni nuestros padres hemos podido llevar? 11 ¿No creen ustedes que los gentiles se salvan de la misma forma en que nos salvamos nosotros, es decir, por medio de la gracia del Señor Jesús?

 

12 Allí mismo terminaron las discusiones, y todo el mundo prestó atención a las palabras de Bernabé y de Pablo que relataban los milagros que Dios había realizado a través de ellos entre los gentiles.

 

13 Cuando Pablo y Bernabé terminaron, Jacobo pidió la palabra:

 

―Hermanos —les dijo—, escúchenme. 14 Ya Simón nos ha relatado cómo Dios visitó por primera vez a los gentiles para escoger de entre ellos un pueblo que honre su nombre. 15 Esto concuerda con lo que los profetas predijeron, como está escrito:

 

16 »“Después de esto regresaré y reedificaré la casa de David que quedó derrumbada, reconstruiré sus ruinas y la restauraré, 17 para que encuentren también al Señor los gentiles que llevan mi nombre. 18 Esto lo dijo el Señor, el que da a conocer el plan que tenía trazado desde el principio”.

 

19 »Por lo tanto, opino que no debemos ponerles trabas a los gentiles que se hayan convertido al Señor. 20 Pero mandémosles a decir por carta que se abstengan de comer las carnes sacrificadas a los ídolos, de los vicios sexuales y de comer carnes de animales sin desangrar o ahogados, 21 ya que estas son las cosas contra las cuales a través de los tiempos se ha estado predicando todos los sábados en las sinagogas judías de todas las ciudades».

Carta del concilio a los creyentes gentiles

 

22 Entonces los apóstoles, los ancianos y la congregación en pleno decidieron nombrar a personas que fueran con Pablo y Bernabé a Antioquía a dar a conocer la decisión. Escogieron a Judas (conocido también como Barsabás) y a Silas. Ambos tenían buen testimonio entre los hermanos. 23 Y llevaron con ellos la siguiente carta:

 

Los apóstoles y los ancianos, a los hermanos gentiles de Antioquía, Siria y Cilicia: ¡Saludos!

 

24 Hemos sabido que varios creyentes de Judea, sin la autorización nuestra, los han estado molestando y los han confundido con lo que les han dicho. 25 Nos ha parecido bien y hemos acordado unánimemente, que dos de nuestros hombres, Judas y Silas, acompañen a nuestros queridos hermanos Pablo y Bernabé 26 que han expuesto sus vidas por la causa de nuestro Señor Jesucristo. 27 Judas y Silas confirmarán personalmente lo que les escribimos. 28 Nos ha parecido bien, al Espíritu Santo y a nosotros, no imponer sobre ustedes ninguna carga aparte de lo siguiente: 29 Sólo les pedimos que se abstengan de comer carnes ofrecidas a los ídolos, sangre, animales ahogados, y que, por supuesto, se aparten de los vicios sexuales. Bastará que se abstengan de estas cosas.

 

Los saludamos con nuestros mejores deseos.

 

30 Los cuatro mensajeros partieron inmediatamente rumbo a Antioquía, donde convocaron a la congregación y le entregaron la carta. 31 Un júbilo desbordante llenó a los hermanos cuando leyeron tan alentador mensaje.

Salmos 141

Nueva Biblia Viva

Salmo de David.

 

141 ¡Pronto, Señor, respóndeme! Porque a ti he orado. ¡Escúchame cuando clamo a ti pidiéndote ayuda! 2 Que suba a tu presencia mi oración como una ofrenda de incienso; que hacia ti levante mis manos como un sacrificio vespertino.

 

3 Ayúdame, Señor, a mantener cerrada mi boca y sellados mis labios. 4 No me dejes desear cosas malas, ni que participe en hechos malvados; no me dejes compartir banquetes con los que hacen mal. 5 ¡Haz que los justos me hieran! ¡Eso será bondad! Si ellos me reprenden, eso es medicina. No permitas que yo la rechace. Pero yo estoy en constante oración contra los malvados y sus hechos. 6 Cuando sus dirigentes sean lanzados desde un precipicio, sabrán que mis palabras eran bien intencionadas. 7 Así como un agricultor abre surcos en la tierra y saca la roca, así los huesos de los malvados serán dispersados sin un buen entierro.

 

8 A ti alzo los ojos en espera de ayuda, Señor soberano. Tú eres mi refugio; no permitas que me maten. 9 Guárdame de las trampas que me tienden, de las trampas de los que hacen mal. 10 Haz que ellos caigan en sus propios lazos y yo me libre.

Proverbios 17:23

Nueva Biblia Viva

 

23 El malvado acepta soborno en secreto para torcer la justicia.

Nueva Biblia Viva (NBV)

 

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