Día 209, DAB Español, Domingo 28 de Julio
2 Crónicas 21:1-23:21; Romanos 11:13-36; Salmos 22:1-18; Proverbios 20:7 (La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH))
2
Crónicas 21-23 La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)
De Jorán a Ajaz (21—28)
Reinado de Jorán (1 Re 22,51; 2 Re 8,17-22)
21 Cuando murió Josafat, lo enterraron con sus
antepasados en la ciudad de David y su hijo Jorán lo sucedió como rey.
2 Los hermanos de Jorán fueron: Azarías, Jiel,
Zacarías, Uzías, Miguel y Sefatías. Todos ellos eran hijos de Josafat, rey de
Judá. 3 Su padre les hizo cuantiosos regalos en plata, oro y objetos preciosos,
junto con ciudades fortificadas de Judá; pero entregó el reino a Jorán, por ser
el primogénito. 4 Cuando Jorán subió al trono de su padre y se afianzó en él,
mató a espada a todos sus hermanos y también a algunos jefes de Israel. 5 Jorán
tenía treinta y dos años cuando comenzó a reinar, y reinó en Jerusalén durante
ocho años. 6 Siguió los pasos de los reyes de Israel, como había hecho la
dinastía de Ajab, pues se había casado con una hija de Ajab, y ofendió al
Señor. 7 Pero el Señor no quiso destruir a la dinastía de David en
consideración a la alianza que había sellado con David y a la lámpara que había
prometido mantener por siempre a él y a sus hijos.
8 Durante su reinado, Edom se independizó del dominio
de Judá y se eligió un rey. 9 Jorán con sus jefes y todos sus carros atacó de
noche a Edom, que los tenía cercados a él y a los jefes de los carros. 10 Pero
Edom se independizó del dominio de Judá hasta el presente. Por entonces también
Libná se independizó de su dominio, ya que Jorán había abandonado al Señor Dios
de sus antepasados.
11 Además, había levantado santuarios locales en los
montes de Judá, provocando la prostitución de los habitantes de Jerusalén y el
extravío de Judá. 12 Le llegó un escrito del profeta Elías, que decía:
— Así dice el Señor, Dios de tu antepasado David:
Puesto que no has seguido los pasos de tu padre Josafat, ni los de Asá, el rey
de Judá, 13 sino que has seguido los pasos de los reyes de Israel, provocando
la prostitución de Judá y de los habitantes de Jerusalén e imitando a la
dinastía de Ajab, y has asesinado además a tus hermanos paternos, que eran
mejores que tú, 14 el Señor va a azotar a tu pueblo, a tus hijos, a tus mujeres
y a toda tu hacienda con una terrible plaga. 15 Tú mismo sufrirás graves
enfermedades y un dolor de intestinos tal, que día tras día se te irán saliendo
a causa de la enfermedad.
16 El Señor incitó contra Jorán la enemistad de los
filisteos y de los árabes vecinos de los cusitas, 17 que atacaron Judá, la
invadieron y se llevaron todas las riquezas que encontraron en el palacio,
junto con sus hijos y mujeres, sin dejar ninguno, a excepción de Joacaz, su
hijo menor. 18 Después de todo esto el Señor lo hirió con una enfermedad de
intestinos incurable. 19 Pasó el tiempo y al cabo de dos años se le salieron
los intestinos por culpa de la enfermedad y murió entre horribles dolores. Su pueblo
no le dedicó una pira como las de sus antepasados. 20 Había comenzado a reinar
con treinta y dos años y reinó en Jerusalén durante ocho años. Partió sin ser
llorado y lo enterraron en la ciudad de David, fuera del panteón real.
Reinado de Ocozías (2 Re 8,25-29)
22 Los habitantes de Jerusalén proclamaron rey sucesor
de Jorán a su hijo menor Ocozías, pues una banda de árabes llegada al
campamento había asesinado a los hijos mayores. Por eso reinó Ocozías, hijo de
Jorán, rey de Judá. 2 Ocozías tenía veintidós años cuando comenzó a reinar, y
reinó en Jerusalén durante un año. Su madre se llamaba Atalía y era hija de
Omrí. 3 También él siguió los pasos de la dinastía de Ajab, pues su madre lo
incitaba a hacer el mal 4 y ofendió al Señor, como la dinastía de Ajab, pues
tras la muerte de su padre ellos fueron sus consejeros para su perdición. 5
Precisamente por su consejo se alió con Jorán, el hijo de Ajab, rey de Israel,
para luchar contra Jazael, el rey de Siria, en Ramot de Galaad. Pero los sirios
hirieron a Jorán, 6 y tuvo que retirarse a Jezrael para curarse de las heridas
que había recibido en Ramot, cuando luchaba contra Jazael, rey de Siria.
Ocozías, el hijo de Jorán, rey de Judá, fue a Jezrael a visitar a Jorán, el
hijo de Ajab, pues estaba enfermo. 7 Por decisión divina, la visita de Ocozías
a Jorán se convirtió en su perdición; apenas llegó, salió con Jorán al
encuentro de Jehú, hijo de Nimsí, ungido por el Señor para exterminar a la
dinastía de Ajab. 8 Jehú hizo justicia con la dinastía de Ajab, matando también
a los príncipes de Judá y a los parientes de Ocozías que estaban a su servicio.
9 Luego mandó buscar a Ocozías, que se había escondido en Samaría; lo apresaron
y lo llevaron ante Jehú, que lo mandó ejecutar. Pero, por ser hijo de Josafat,
que había seguido íntegramente al Señor, lo enterraron. Y no quedó nadie en la
familia de Ocozías capaz de reinar.
Reinado de Atalía (2 Re 11,1-3)
10 Cuando Atalía, la madre de Ocozías, supo que su
hijo había muerto, se puso a eliminar a toda la familia real de Judá. 11 Pero
la princesa Josebá tomó a Joás, hijo de Ocozías, lo apartó de sus hermanos que
iban a ser asesinados y lo escondió con su nodriza en el dormitorio. De esta
manera, Josebá, hija del rey Jorán, esposa del sacerdote Joyadá y hermana de
Ocozías, lo ocultó de Atalía y evitó que lo matara. 12 Joás estuvo escondido
con ellos en el Templo durante seis años, mientras Atalía reinaba en el país.
Conjura contra Atalía y entronización de Joás (2 Re
11,4-20)
23 El séptimo año Joyadá se armó de valor y tomó
consigo a los centuriones Azarías, hijo de Jeroján, Ismael, hijo de Yojanán,
Azarías, hijo de Obed, Maasías, hijo de Adaías, y Elisafat, hijo de Zicrí.
Hicieron un pacto 2 y recorrieron Judá convocando a los levitas de todas las
ciudades de Judá y a los cabezas de familia de Israel para ir a Jerusalén. 3
Luego toda la asamblea selló un pacto con el rey en el Templo de Dios, y Joyadá
les dijo:
— Les presento al príncipe que debe reinar, tal como
el Señor prometió a los descendientes de David. 4 Esto es lo que harán: el
tercio de sacerdotes y levitas que entra de servicio el sábado hará guardia en
las puertas; 5 otro tercio se ocupará del palacio real, y el otro de la puerta
de la Fundación, mientras todo el pueblo se quedará en los atrios del Templo
del Señor. 6 Nadie entrará en el Templo del Señor, a excepción de los
sacerdotes y los levitas que estén de servicio, que podrán entrar por estar
consagrados. Pero el resto de la gente observará las prescripciones del Señor.
7 Los levitas rodearán completamente al rey con las armas en la mano y si
alguien intenta entrar en palacio, lo matan. Tienen que acompañar al rey a
todas partes.
8 Los levitas y todo Judá hicieron todo lo que el
sacerdote Joyadá les había ordenado: cada uno con sus hombres, tanto los que entraban
de servicio el sábado, como los que salían, pues el sacerdote Joyadá no había
licenciado a ningún turno. 9 El sacerdote Joyadá entregó a los centuriones las
lanzas y los escudos grandes y pequeños del rey David que se guardaban en el
Templo; 10 al mismo tiempo distribuyó a toda la gente empuñando sus armas,
desde el ala derecha del Templo hasta el ala izquierda, entre el altar y el
Templo, alrededor del rey. 11 Entonces sacaron al príncipe, le entregaron la
corona y el testimonio y lo proclamaron rey. Joyadá y sus hijos lo ungieron,
aclamándolo:
— ¡Viva el rey!
12 Atalía oyó el griterío del pueblo que corría y
aclamaba al rey, y se acercó a la gente que estaba en el Templo del Señor. 13
Cuando vio al rey de pie sobre el estrado, junto a la entrada, a los oficiales
y a los que tocaban las trompetas junto al rey, y a todo el pueblo de fiesta,
mientras sonaban las trompetas y los cantores con los instrumentos musicales
entonaban cánticos de alabanza, se rasgó las vestiduras y gritó:
— ¡Traición! ¡Traición!
14 El sacerdote Joyadá ordenó a los centuriones que
estaban al mando del ejército:
— Sáquenla de las filas y maten a cuchillo al que la
siga.
Como el sacerdote había ordenado que no la matasen en
el Templo, 15 le echaron mano cuando entraba en el palacio por la puerta de las
caballerías y la mataron allí.
16 Joyadá selló un pacto con el rey y con todo el
pueblo, que se comprometió a ser el pueblo del Señor. 17 Entonces toda la gente
se dirigió al templo de Baal y lo destruyeron, hicieron trizas sus altares e
imágenes y degollaron ante los altares a Matán, el sacerdote de Baal. 18 Luego
Joyadá puso guardia en el Templo del Señor a las órdenes de los sacerdotes y
levitas que David había asignado al Templo del Señor para ofrecer holocaustos
al Señor, conforme está escrito en la ley de Moisés, con los cantos de alegría
compuestos por David; 19 y colocó porteros a las puertas del Templo del Señor,
para impedir la entrada de personas impuras por cualquier causa. 20 Finalmente
tomó consigo a los centuriones, a los notables, a las autoridades y a toda la
gente, bajó al rey desde el Templo, lo llevaron hasta el palacio real por la
puerta superior y sentaron al rey en el trono real. 21 Todo el pueblo hizo
fiesta y la ciudad quedó tranquila, una vez que Atalía había muerto a filo de
espada.
La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)
La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y
Edición, Sociedad Bíblica de España
Romanos
11:13-36 La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)
13 Me dirijo ahora a ustedes, los paganos.
Precisamente porque soy apóstol de los paganos, tengo que poner todo mi empeño
en este ministerio, 14 a ver si provoco la emulación de los de mi raza y
consigo salvar a algunos de ellos. 15 Porque si el rechazo momentáneo de los
judíos ha servido para que el mundo vuelva a estar en paz con Dios, su
readmisión ¿no será como un volver de los muertos a la vida? 16 Y si los
primeros panes están consagrados a Dios, lo está toda la masa; si está
consagrada la raíz, lo están también las ramas. 17 Es verdad que algunas ramas
fueron desgajadas y que entre las que quedaban has sido injertado tú, que eras
olivo silvestre, compartiendo así la raíz y la savia del olivo. 18 Pero no
vayas a creerte mejor que las ramas originales; en cualquier caso, a la hora de
presumir, recuerda que no eres tú quien sostiene a la raíz, sino ella la que te
sostiene a ti. 19 Bien, dirás, “pero las ramas fueron desgajadas para
injertarme a mí”. 20 De acuerdo, pero fue su infidelidad la causa del desgajamiento,
mientras que tú te mantienes en pie por la fe. Así que no presumas y ándate con
cuidado. 21 Porque si Dios no tuvo miramientos con las ramas originales,
tampoco los tendrá contigo. 22 Ahí tienes a un Dios que es bueno y severo al
mismo tiempo. Severo con los que cayeron; bueno, en cambio, contigo, con tal
que tu vida responda a esa bondad. De lo contrario, también a ti te cortarán,
23 en tanto que los israelitas, si no persisten en su infidelidad, volverán a
ser injertados. Y Dios puede muy bien injertarlos de nuevo. 24 Porque si tú,
que eres por naturaleza olivo silvestre, has sido injertado contra tu
naturaleza en el olivo productivo, con mucha más facilidad las ramas originales
podrán ser injertadas en su propio olivo.
La restauración final de Israel
25 No quiero, hermanos, que ignoren este misterio para
que no presuman de inteligentes. La obstinación de una parte de Israel no es
definitiva; durará hasta que el conjunto de las naciones se convierta. 26
Entonces todo Israel se salvará, según dice la Escritura:
De Sión vendrá el libertador
que alejará la iniquidad
del pueblo de Jacob.
27 Yo borraré sus pecados,
y mi alianza quedará así restablecida.
28 En lo que respecta a la aceptación del mensaje de
salvación, los israelitas aparecen como enemigos de Dios para provecho de
ustedes; pero si se atiende a la elección, siguen siendo muy queridos de Dios a
causa de sus antepasados, 29 ya que los dones y el llamamiento divinos son
irrevocables. 30 Ustedes eran en otro tiempo rebeldes a Dios, pero la rebeldía
de los israelitas ha servido para que Dios tenga ahora compasión de ustedes. 31
De modo semejante, ellos son ahora los rebeldes para que Dios pueda tener
compasión de ustedes y también un día pueda tenerla de ellos. 32 En una
palabra, Dios ha permitido que todos seamos rebeldes para tener compasión de
todos. 33 ¡Qué profundas la riqueza, la sabiduría y la ciencia de Dios! ¡Qué
insondables sus decisiones y qué irrastreables sus caminos! 34 Porque:
¿Quién conoce el pensamiento del Señor?
¿Quién fue jamás su consejero?
35 ¿Quién ha podido darle algo
para exigirle que se lo devuelva?
36 Él es origen, camino y meta de todas las cosas. ¡A
él la gloria por siempre! Amén.
La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)
La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y
Edición, Sociedad Bíblica de España
Salmos
22:1-18 La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)
Salmo 22 (21)
Tú, Señor, no te alejes
22 Al maestro del coro. Según “La cierva de la
aurora”. Salmo de David.
2 Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
Está lejos mi salvación y son mis palabras un gemido.
3 Dios mío, te llamo de día y no me respondes,
de noche y no encuentro descanso.
4 Tú eres el Santo, el que se sienta en el trono,
rodeado por las alabanzas de Israel.
5 En ti confiaron nuestros antepasados,
confiaron y tú los liberaste;
6 te imploraron y quedaron libres,
confiaron en ti y no fueron defraudados.
7 Pero yo soy un gusano, no una persona,
la deshonra del ser humano, la vergüenza del pueblo.
8 Cuantos me ven se ríen de mí,
hacen muecas con los labios, balancean la cabeza:
9 “¡Que acuda al Señor; que él lo libre;
que lo salve si tanto lo ama!”.
10 Fuiste tú quien me sacó del vientre,
quien me protegió junto al pecho de mi madre;
11 desde el seno materno te fui confiado,
desde el vientre de mi madre tú eres mi Dios.
12 No te separes de mí, que la angustia está cerca
y no hay quien me ayude.
13 Manadas de novillos me cercan,
toros de Basán me acosan.
14 Abren sus fauces contra mí
cual león que ruge y despedaza.
15 Me diluyo como el agua,
mis huesos se desencajan,
mi corazón, como cera,
se derrite en mis entrañas;
16 está agostada mi fuerza como la tierra seca,
mi lengua está pegada al paladar;
tú me hundes en el polvo de la muerte.
17 Me acorralan jaurías,
hordas de criminales me asedian,
como un león asedian mis manos y mis pies.
18 Puedo contar todos mis huesos.
Ellos me miran, se fijan en mí,
La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)
La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y
Edición, Sociedad Bíblica de España
Proverbios
20:7 La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)
7 El justo procede con rectitud,
¡dichosos los hijos que deja!
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