Día 191, DAB Español, Miércoles 10 de Julio
1 Crónicas 9:1-10:14; Hechos 27:21-44; Salmos 8; Proverbios 18:23-24 (Traducción en lenguaje actual (TLA))
1
Crónicas 9-10 Traducción en lenguaje actual (TLA)
9 Éstas fueron las listas de todo el pueblo de Israel,
tal y como están escritas en el «Libro de los reyes de Israel».
Los que regresaron de Babilonia a Jerusalén
Los habitantes más importantes de Judá habían sido
llevados por la fuerza a Babilonia por causa de su maldad. 2 Los primeros que
regresaron a vivir a sus ciudades y propiedades fueron algunos del pueblo, los
sacerdotes y sus ayudantes, y los vigilantes de las entradas del templo. 3
Entre ellos llegaron a vivir a Jerusalén algunos de los descendientes de Judá,
Benjamín, Efraín y Manasés.
De Judá
4-6 De los descendientes de Judá regresaron
seiscientas noventa personas, que pertenecían a los grupos familiares de Utai,
Asaías y Jeuel.
Los antepasados de Utai fueron:
Amihud,
Omrí,
Imrí,
Baní,
Fares,
Judá.
Asaías, que era el mayor del grupo de los silonitas,
regresó junto con sus hijos. Jeuel, que era descendiente de Zérah, regresó
junto con sus familiares.
De Benjamín
7-9 De los descendientes de Benjamín regresaron
novecientos cincuenta y seis jefes de sus grupos familiares. Entre ellos
estaban:
Salú hijo de Mesulam, nieto de Hodavías y bisnieto de
Senúa.
Ibneías hijo de Jeroham.
Elá hijo de Uzí, nieto de Micrí.
Mesulam hijo de Sefatías, nieto de Reuel y bisnieto de
Ibnías.
De los sacerdotes
10-13 Regresaron mil setecientos sesenta sacerdotes
con sus familias. Todos ellos eran jefes de sus grupos familiares, hombres muy
capaces para servir en el templo de Dios. Entre ellos estaban:
Jedaías,
Joiarib,
Jaquín,
Azarías.
Azarías fue el jefe de los vigilantes del templo, y
sus antepasados fueron:
Hilquías,
Mesulam,
Sadoc,
Meraiot,
Ahitub,
Adaías,
Masai.
Los antepasados de Adaías fueron:
Jeroham,
Pashur,
Malquías.
Los antepasados de Masai fueron:
Adiel,
Jahzera,
Mesulam,
Mesilemit,
Imer.
De los ayudantes de los sacerdotes
14 De los ayudantes de los sacerdotes regresaron:
Semaías,
Bacbacar,
Jeres,
Galal,
Matanías,
Abdías,
Berequías.
Los antepasados de Semaías fueron:
Hasub,
Azricam,
Hasabías.
Hasabías fue descendiente de Merarí.
15 Los antepasados de Matanías fueron:
Micaías,
Zicrí,
Asaf.
16 Los antepasados de Abdías fueron:
Semaías,
Galal,
Jedutún.
Los antepasados de Berequías fueron:
Asá,
Elcaná.
Elcaná vivió en las aldeas de los netofatitas.
De los guardianes del templo
17-19 Los hombres que regresaron a Jerusalén y
estuvieron a cargo de vigilar las entradas del templo:
Salum,
Acub,
Talmón,
Ahimán.
Los antepasados de Salum fueron:
Coré,
Ebiasaf,
Coré.
Salum fue el jefe de todos los guardianes de las
entradas del templo, y hasta el momento en que esto se escribió tuvo la
responsabilidad de vigilar el Portón del Rey, al oeste de la ciudad. Los
antepasados de éstos vigilaron antes las entradas del campamento de la tribu de
Leví. Los parientes de Salum, del grupo familiar de Coré, eran los que cuidaban
la entrada del templo. Tiempo atrás, sus antepasados habían sido los guardianes
de la entrada al santuario en el desierto. 20 Antes de eso, el jefe de estos
guardianes había sido Finees hijo de Eleazar, al que Dios siempre ayudaba.
21 Zacarías hijo de Meselemías era el guardián de la
entrada al santuario.
22-23 David y el profeta Samuel habían elegido a
personas de confianza para vigilar la entrada del santuario. De los
descendientes de esas personas se eligieron luego doscientos doce, para que
cuidaran la entrada del templo de Dios. Estos guardianes fueron elegidos
siguiendo su lista familiar, y de acuerdo a los lugares donde vivían. 24 El
templo estaba vigilado por sus cuatro lados. 25-30 Cada siete días, los
guardianes elegidos venían de sus pueblos para cumplir con su deber. Algunos de
ellos eran responsables de cuidar los utensilios que se usaban en el culto, y
les tocaba contarlos cuando se sacaban y cuando se guardaban. Otros estaban
encargados de cuidar los demás utensilios sagrados, además de la harina fina,
el vino, el aceite, el incienso y los perfumes, que eran preparados por algunos
sacerdotes.
Los cuatro guardianes principales eran de la tribu de
Leví, y estaban todo el tiempo cuidando los cuartos y los tesoros del templo de
Dios: de noche vigilaban sus alrededores, y por la mañana abrían sus puertas.
31 Matatías, el encargado de preparar los panes para
las ofrendas diarias, era el hijo mayor de Salum el coreíta, y pertenecía a la
tribu de Leví. 32 Los encargados de ordenar los panes que todos los sábados se
ofrecían a Dios, eran de la tribu de Leví, y descendientes de Quehat.
33 Por último estaban los cantores, que eran de la
tribu de Leví y jefes de sus grupos familiares. Ellos vivían en los cuartos del
templo; sólo se dedicaban a cumplir con su trabajo, y no podían hacer otro tipo
de labores.
34 Según una lista, todos estos servidores del templo
eran descendientes de Leví, y jefes de familia que vivían en Jerusalén.
Los descendientes de Saúl (1 Cr 8.29-40)
35 Jehiel fundó la ciudad de Gabaón, y vivió allí con
su esposa Maacá. 36-38 Sus hijos, del mayor al menor, fueron:
Abdón,
Sur,
Quis,
Baal,
Ner,
Nadab,
Guedor,
Ahió,
Zéquer,
Miclot.
Todos estos vivieron en Jerusalén con sus familiares.
Miclot tuvo un hijo, Simam.
39 Ner tuvo un hijo, Quis.
Quis tuvo un hijo, Saúl.
Saúl tuvo cuatro hijos:
Jonatán,
Malquisúa,
Abinadab,
Es-baal.
40 Jonatán tuvo un hijo, Merib-baal.
Merib-baal tuvo un hijo, Micaías.
41 Micaías tuvo cuatro hijos:
Pitón,
Mélec,
Tarea,
Ahaz.
42 Ahaz tuvo un hijo, Jará.
Jará tuvo tres hijos:
Alémet,
Azmávet,
Zimrí.
Los descendientes de Zimrí fueron:
Mosá,
43 Biná,
Refaías,
Elasá,
Asel.
44 Asel tuvo seis hijos:
Azricam,
Bocrú,
Ismael,
Searías,
Abdías,
Hanán.
Muerte de Saúl y de sus hijos (1 S 31.1-13)
10 Los filisteos lucharon contra los israelitas y los
hicieron huir. A muchos de ellos los mataron en el cerro de Guilboa, 2 y a Saúl
y a sus hijos los persiguieron hasta matarlos. Así murieron Jonatán, Abinadab y
Malquisúa. 3 Luego los filisteos concentraron sus fuerzas en el ataque a Saúl,
y sus arqueros lograron herirlo de muerte. 4 Entonces Saúl le dijo a su
escudero:
—Saca tu espada y mátame. Hazlo antes de que vengan
esos extranjeros idólatras. De lo contrario, se burlarán de mí y me rematarán.
Pero su escudero tenía tanto miedo que no se atrevió a
matarlo. Entonces Saúl tomó su espada y se echó sobre ella.
5 Al ver muerto a Saúl, también el escudero se echó
sobre su espada y se mató. 6 Así fue como Saúl, sus tres hijos, y toda su
familia murieron el mismo día.
7 Cuando los israelitas del otro lado del valle vieron
que el ejército de Israel había huido, y que Saúl y sus hijos estaban muertos,
también ellos huyeron y abandonaron sus ciudades. Entonces llegaron los
filisteos y ocuparon esas ciudades.
8 Al otro día, mientras los filisteos les quitaban a
los israelitas muertos sus objetos de valor, encontraron muertos en el cerro de
Guilboa a Saúl y a sus tres hijos. 9 Entonces a Saúl le cortaron la cabeza y le
quitaron su armadura, y enviaron mensajeros a su país para que dieran la
noticia en los templos de sus dioses y entre todos los filisteos. 10 Más tarde,
pusieron la armadura de Saúl en el templo de sus dioses, y su cabeza la
colgaron en el templo de Dagón.
11 Los israelitas que vivían en Jabés de Galaad
supieron lo que los filisteos habían hecho con Saúl. 12 Entonces un grupo de
valientes fue y quitó de la muralla los cadáveres de Saúl y de sus hijos. Se
los llevaron a Jabés, y allí tomaron sus huesos y los enterraron bajo un árbol.
Después ayunaron por siete días en señal de luto.
13-14 Así fue como Dios le quitó la vida a Saúl,
porque no obedeció sus mandamientos y porque fue a consultar a una adivina en
vez de consultarlo a él. Por eso Dios hizo rey a David, hijo de Jesé.
Traducción en lenguaje actual (TLA)
Copyright © 2000 by United Bible Societies
Hechos
27:21-44 Traducción en lenguaje actual (TLA)
21 Como habíamos pasado mucho tiempo sin comer, Pablo
se levantó y les dijo a todos:
«Señores, habría sido mejor que me hubieran hecho
caso, y que no hubiéramos salido de la isla de Creta. Así no le habría pasado
nada al barco, ni a nosotros. 22 Pero no se pongan tristes, porque ninguno de
ustedes va a morir. Sólo se perderá el barco. 23 Anoche se me apareció un
ángel, enviado por el Dios a quien sirvo y pertenezco. 24 El ángel me dijo:
“Pablo, no tengas miedo, porque tienes que presentarte ante el emperador de
Roma. Gracias a ti, Dios no dejará que muera ninguno de los que están en el
barco.” 25-26 Así que, aunque el barco se quedará atascado en una isla,
alégrense, pues yo confío en Dios y estoy seguro de que todo pasará como el
ángel me dijo.»
27 El viento nos llevaba de un lugar a otro. Una
noche, como a las doce, después de viajar dos semanas por el mar Adriático, los
marineros vieron que estábamos cerca de tierra firme. 28 Midieron, y se dieron
cuenta de que el agua tenía treinta y seis metros de profundidad. Más adelante
volvieron a medir, y estaba a veintisiete metros. 29 Esto asustó a los
marineros, pues quería decir que el barco podía chocar contra las rocas.
Echaron cuatro anclas al mar, por la parte trasera del barco, y le pidieron a Dios
que pronto amaneciera. 30 Pero aun así, los marineros querían escapar del
barco. Comenzaron a bajar el bote salvavidas, haciendo como que iban a echar
más anclas en la parte delantera del barco. 31 Pablo se dio cuenta de sus
planes, y les dijo al capitán y a los soldados: «Si esos marineros se van,
ustedes no podrán salvarse.»
32 Entonces los soldados cortaron las cuerdas que
sostenían el bote, y lo dejaron caer al mar.
33 A la madrugada, Pablo pensó que todos debían comer
algo y les dijo: «Hace dos semanas que sólo se preocupan por lo que pueda
pasar, y no comen nada. 34 Por favor, coman algo. Es necesario que tengan
fuerzas, pues nadie va a morir por causa de este problema.»
35 Luego Pablo tomó un pan y oró delante de todos.
Dando gracias a Dios, partió el pan y empezó a comer. 36 Todos se animaron y
también comieron. 37 En el barco había doscientas setenta y seis personas, 38 y
todos comimos lo que quisimos. Luego los marineros tiraron el trigo al mar,
para que el barco quedara más liviano.
El barco se hace pedazos
39 Al amanecer, los marineros no sabían dónde
estábamos, pero vieron una bahía con playa, y trataron de arrimar el barco
hasta allá. 40 Cortaron las cuerdas de las anclas y las dejaron en el mar.
También aflojaron los remos que guiaban el barco, y levantaron la vela
delantera. El viento empujó el barco, y éste comenzó a moverse hacia la playa,
41 pero poco después quedó atrapado en un montón de arena. La parte delantera
no se podía mover, pues quedó enterrada en la arena, y las olas comenzaron a
golpear con tanta fuerza la parte trasera que la despedazaron toda.
42 Los soldados querían matar a los prisioneros, para
que no se escaparan nadando. 43 Pero el capitán no los dejó, porque quería
salvar a Pablo. Ordenó que todos los que supieran nadar se tiraran al agua y
llegaran a la playa, 44 y que los que no supieran se agarraran de tablas o
pedazos del barco. Todos llegamos a la playa sanos y salvos.
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Salmos
8 Traducción en lenguaje actual (TLA)
Grandeza divina, grandeza humana
Himno de David. Instrucciones para el director del
coro: para cantarlo con la melodía que se toca cuando se exprimen las uvas.
8 Nuestro Dios y nuestro rey,
¡qué grande eres
en toda la tierra!
¡Tu grandeza está por encima
de los cielos más altos!
2 Con las primeras palabras
de los niños más pequeños,
y con los cantos
de los niños mayores
has construido una fortaleza
por causa de tus enemigos.
¡Así has hecho callar
a tus enemigos que buscan venganza!
3 Cuando contemplo el cielo,
y la luna y las estrellas
que tú mismo hiciste,
4 no puedo menos que pensar:
«¿Qué somos los mortales
para que pienses en nosotros
y nos tomes en cuenta?»
5 ¡Nos creaste casi igual a ti!
Nos trataste como a reyes;
6 nos diste plena autoridad
sobre todo lo que hiciste;
nos diste dominio
sobre toda tu creación:
7 sobre ovejas y vacas,
sobre animales salvajes,
8
sobre aves y peces,
¡sobre todo lo que se mueve
en lo profundo del mar!
9 Nuestro Dios y nuestro rey,
¡qué grande eres
en toda la tierra!
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Proverbios
18:23-24 Traducción en lenguaje actual (TLA)
23 El pobre suplica;
el rico insulta.
24 Con ciertos amigos,
no hacen falta enemigos,
pero hay otros amigos
que valen más que un hermano.
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