Deuteronomio 7:1-8:20; Lucas 7:36-8:3; Salmos 69:1-18; Proverbios 12:1 (La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH))
Deuteronomio
7-8 La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)
Israel, un pueblo consagrado (Ex 34,10-17)
7 El Señor tu Dios te va a introducir en la tierra de
la que vas a tomar posesión, y va a expulsar delante de ti a pueblos más
grandes que tú: hititas, guirgaseos, amorreos, cananeos, fereceos, jeveos y
jebuseos, siete pueblos más numerosos y fuertes que tú. 2 Cuando el Señor tu
Dios te los haya entregado y tú los hayas derrotado, los consagrarás sin
remisión al exterminio. No harás alianza con ellos, ni tendrás compasión de
ellos. 3 Tampoco establecerás vínculos de parentesco con esos pueblos
permitiendo que los hijos e hijas de ustedes se casen con los de ellos, 4
porque harán que sus hijos se aparten de mí y adoren a otros dioses; y entonces
la ira del Señor se encenderá contra ustedes y no tardarán en ser aniquilados.
5 Lo que tienen que hacer es derribar sus altares, hacer pedazos sus piedras
votivas, talar sus árboles sagrados y quemar sus ídolos. 6 Porque tú eres un
pueblo consagrado al Señor tu Dios, y a ti te ha elegido el Señor tu Dios,
entre todos los pueblos de la tierra, para que seas el pueblo de su propiedad.
Privilegios y obligaciones de Israel
7 Si el Señor se agradó de ustedes y los eligió no fue
por ser ustedes el pueblo más numeroso de todos —porque son el más
insignificante—, 8 sino por el amor que les tiene y para mantener el juramento
que había hecho con sus antepasados. Por eso los rescató del poder del faraón,
rey de Egipto, y los liberó de la esclavitud con grandes manifestaciones de
poder.
9 Reconoce, entonces, que el Señor tu Dios es
realmente Dios. Él es Dios fiel, que a lo largo de mil generaciones mantiene su
alianza y tiene misericordia de aquellos que lo aman y cumplen sus
mandamientos, 10 pero que castiga y hace perecer a aquellos que lo aborrecen.
No tarda en darles su merecido. 11 Cumple, pues, los estatutos, normas y preceptos
que hoy te prescribo.
Bendiciones a los que obedecen (Lv 26,3-13; Dt
28,1-14)
12 Si ustedes prestan atención a estas normas, las
cumplen y las ponen en práctica, entonces el Señor tu Dios mantendrá la alianza
y la fidelidad que prometió a tus antepasados. 13 Te amará, te bendecirá y te
multiplicará. Bendecirá el fruto de tus entrañas y el fruto de tu tierra —tu
trigo, tu vino y tu aceite— y las crías de tus vacas y tus ovejas, en la tierra
que te dará como juró a tus antepasados. 14 Serás bendito, más que cualquier
otro pueblo; no habrá entre tu gente ni entre tus ganados macho o hembra
estéril. 15 El Señor mantendrá alejada de ti toda enfermedad; no te hará sufrir
las funestas plagas que tú ya conociste en Egipto. Las tendrá reservadas, en
cambio, para los que te aborrezcan. 16 Tú deberás aniquilar a todos los pueblos
que el Señor tu Dios entregue en tus manos. No te apiades de ellos, ni rindas
culto a sus dioses, porque eso sería tu perdición.
17 Es posible que te preguntes: “¿Cómo voy a expulsar
a esos pueblos siendo ellos más numerosos que yo?”. 18 ¡No les tengas miedo! Tú
recuerda lo que hizo el Señor tu Dios con el faraón y con todos los egipcios.
19 Acuérdate de las terribles pruebas que viste con tus propios ojos, los
milagros y prodigios, y el gran poder y destreza sin igual con las que el Señor
tu Dios te sacó de allí. Lo mismo hará el Señor tu Dios con todos los pueblos a
quienes ahora temes. 20 Y los que escapen y huyan a esconderse, el Señor tu
Dios hará que también perezcan a causa del pánico. 21 No les tengas miedo,
porque está contigo el Señor tu Dios, Dios grande y terrible. 22 Poco a poco el
Señor tu Dios irá expulsando a los pueblos que encuentres a tu paso. No deberás
aniquilarlos de un golpe, no sea que las fieras salvajes se multipliquen en
perjuicio tuyo. 23 Pero el Señor tu Dios te los entregará y hará que el pánico
cunda entre ellos hasta destruirlos. 24 Entregará a sus reyes en tu poder, y tú
harás que nadie los recuerda nunca más. Ante tu ataque, nadie podrá ofrecer
resistencia. 25 Quemarás las imágenes de sus dioses, pero no intentarás
quedarte con el oro o la plata que las recubre; eso sería tu perdición, pues es
algo abominable para el Señor tu Dios. 26 No metas en tu casa nada de lo que el
Señor detesta, para que no seas tú también consagrado al exterminio lo mismo
que aquello. Aborrece todo eso y detéstalo, porque está consagrado al
exterminio.
La educación de Israel en el desierto
8 Cumplan cuidadosamente todos los estatutos que hoy
les prescribo, para que vivan y lleguen a ser un pueblo numeroso y entren a
tomar posesión de la tierra que el Señor les prometió según juró a sus
antepasados. 2 Acuérdate del camino que durante cuarenta años el Señor tu Dios
te hizo recorrer por el desierto para afligirte y ponerte a prueba, con el fin
de conocer las inclinaciones de tu corazón y ver si cumplirías sus
mandamientos. 3 Te afligió y te hizo pasar hambre, y después te alimentó con el
maná —comida que ni tú ni tus antepasados conocían—, con lo que te enseñó que
no sólo de pan vive el hombre, sino de todo lo que sale de la boca del Señor. 4
Durante esos cuarenta años no se desgastó la ropa que llevabas puesta, ni se te
hincharon los pies. 5 Reconoce, entonces, en tu corazón, que el Señor tu Dios
te corrige del mismo modo que un padre corrige a su hijo. 6 Cumple los
mandamientos del Señor tu Dios, siguiendo sus caminos y respetándole.
Las tentaciones de los israelitas en la tierra
prometida
7 Cuando el Señor tu Dios te introduzca en esa tierra
fértil, tierra de arroyos, de aguas, de fuentes y de manantiales que brotan de
vegas y montes; 8 tierra de trigo y cebada, de viñedos, higueras y granados,
olivares y de miel; 9 tierra en la que no escaseará el pan y donde nada te
faltará; tierra donde las rocas son de hierro y de sus montes extraerás cobre;
10 entonces, comerás hasta saciarte y bendecirás al Señor tu Dios por la
fabulosa tierra que te habrá dado.
11 Pero, ten mucho cuidado, no sea que te olvides del
Señor tu Dios y dejes de cumplir los estatutos, normas y preceptos que yo te
prescribo hoy. 12 No suceda que cuando hayas comido hasta saciarte, cuando
hayas construido confortables casas en que habitar, 13 cuando se multipliquen
tus vacas y ovejas, y tu oro y plata sean abundantes y se acrecienten todas tus
riquezas, 14 te envanezcas y te olvides del Señor tu Dios, que te liberó de la
esclavitud de Egipto; 15 que te hizo caminar por aquel desierto inmenso y
espantoso habitado por serpientes venenosas y escorpiones; que en esa tierra
reseca y sedienta hizo brotar de la dura roca agua para ti; 16 que te alimentó
en el desierto con el maná, un alimento que no conocieron tus antepasados. El
Señor te afligió y te probó, para al final hacerte dichoso.
17 Que no se te ocurra pensar: “He alcanzado esta
prosperidad gracias a mi esfuerzo y mis propios medios”. 18 Recuerda que ha
sido el Señor tu Dios quien te ha dado las fuerzas para obtener esa
prosperidad; así ha confirmado hoy la alianza que juró a tus antepasados.
19 Pero si llegas a olvidarte del Señor tu Dios y
sigues a otros dioses, rindiéndoles culto y adorándolos, ten por seguro, desde
ahora, que perecerán irremisiblemente. 20 De la misma manera que el Señor va a
ir destruyendo a las naciones que encuentren a su paso, así perecerán también
ustedes por haber desobedecido al Señor su Dios.
La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)
La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y
Edición, Sociedad Bíblica de España
Lucas
7:36-8:3 La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)
Simón el fariseo
36 Un fariseo invitó a Jesús a comer. Fue, pues, Jesús
a casa del fariseo y se sentó a la mesa. 37 Vivía en aquella ciudad una mujer
de mala reputación que, al enterarse de que Jesús estaba en casa del fariseo,
tomó un frasco de alabastro lleno de perfume 38 y fue a ponerse detrás de
Jesús, junto a sus pies. La mujer rompió a llorar y con sus lágrimas bañaba los
pies de Jesús y los secaba con sus propios cabellos; los besaba también y
finalmente derramó sobre ellos el perfume. 39 Al verlo, el fariseo que había
invitado a Jesús se dijo para sí mismo: “Si este fuera profeta, sabría quién es
y qué reputación tan mala tiene la mujer que está tocándolo”. 40 Entonces Jesús
se dirigió a él y le dijo:
— Simón, quiero decirte una cosa.
Simón le contestó:
— Dime, Maestro.
41 Jesús siguió:
— Había una vez un acreedor que tenía dos deudores,
uno de los cuales le debía diez veces más que el otro. 42 Como ninguno de los
dos podía pagarle, los perdonó a ambos. ¿Cuál de ellos te parece que amará más
a su acreedor?
43 Simón contestó:
— Supongo que aquel a quien perdonó una deuda mayor.
Jesús le dijo:
— Tienes razón.
44 Y volviéndose a la mujer, dijo a Simón:
— Mira esta mujer. Cuando llegué a tu casa, no me
ofreciste agua para los pies; en cambio, ella me los ha bañado con sus lágrimas
y me los ha secado con sus cabellos. 45 Tampoco me diste el beso de bienvenida;
en cambio ella, desde que llegué, no ha cesado de besarme los pies. 46 Tampoco
vertiste aceite sobre mi cabeza; pero ella ha derramado perfume sobre mis pies.
47 Por eso te digo que, si demuestra tanto amor, es porque le han sido
perdonados sus muchos pecados. A quien poco se le perdona, poco amor manifiesta.
48 Luego dijo a la mujer:
— Tus pecados quedan perdonados.
49 Los demás invitados comenzaron, entonces, a
preguntarse a sí mismos: “¿Quién es este, que hasta perdona pecados?”. 50 Pero
Jesús dijo a la mujer:
— Tu fe te ha salvado. Vete en paz.
Mujeres que acompañan a Jesús
8 Más tarde, Jesús andaba recorriendo pueblos y
aldeas, proclamando la buena noticia del reino de Dios. Lo acompañaban los Doce
2 y algunas mujeres a quienes había liberado de espíritus malignos y de otras
enfermedades: María, llamada Magdalena, de la que Jesús había hecho salir siete
demonios; 3 Juana, la mujer de Cusa, administrador de Herodes; Susana y muchas
otras. Todas ellas ayudaban con sus propios recursos a Jesús y sus discípulos.
La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)
La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y
Edición, Sociedad Bíblica de España
Salmos
69:1-18 La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)
Salmo 69 (68)
Estoy cansado de gritar
69 Al maestro del coro. Según “Los lirios”. De David.
2 Oh Dios, sálvame, que estoy
con el agua al cuello,
3 que me hundo en un profundo cenagal
y no tengo dónde apoyar el pie;
me encuentro en el seno de las aguas
y me arrastra la corriente.
4 Estoy cansado de gritar,
tengo seca la garganta
y se consumen mis ojos
mientras espero a mi Dios.
5 Más numerosos que mis cabellos
son los que me odian sin motivo;
son fuertes quienes quieren destruirme,
quienes me detestan sin razón alguna.
¿Tendré que devolver lo que no robé?
6 Oh Dios, tú conoces mi necedad,
no se te ocultan mis pecados.
7 Que no se avergüencen por mi culpa
quienes ponen en ti su esperanza,
Dios mío, Señor del universo;
que no se sonrojen por mi culpa
quienes te buscan, Dios de Israel,
8 pues por ti soporto la humillación
y la vergüenza cubre mi rostro.
9 Soy un desconocido para mis hermanos,
un extraño para los hijos de mi madre.
10 Me consume la pasión por tu Templo,
me abate el desprecio de quienes te desprecian.
11 Yo me mortifico con el ayuno
y soy por esto motivo de burla;
12 me visto con tela de saco
y soy para ellos motivo de risa.
13 Me critican los que se sientan en la plaza
y también los bebedores en sus cantos.
14 Pero yo, Señor, te dirijo mi oración
en el momento propicio.
Oh Dios, por tu inmenso amor, respóndeme;
por tu fidelidad, sálvame.
15 Sácame del barro, que no me hunda;
líbrame de mis enemigos y del seno de las aguas.
16 Que no me arrastre la corriente,
que no me trague el abismo,
que no se cierre sobre mí el brocal del pozo.
17 Respóndeme, Señor, por la bondad de tu amor;
por tu gran misericordia vuélvete hacia mí.
18 No apartes tu rostro de tu siervo;
estoy angustiado, respóndeme pronto.
La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)
La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y
Edición, Sociedad Bíblica de España
Proverbios
12:1 La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)
12 Quien ama la educación ama el saber,
quien odia la corrección es un estúpido.
La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)
La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y
Edición, Sociedad Bíblica de España
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