Día 348, DAB Español, Jueves 14 de Diciembre
Jonás 1:1-4:13; Apocalipsis 5:1-14; Salmos 133:1-3; Proverbios 29:26-27 (Reina-Valera 1995)
Jonás 1-4 Reina-Valera 1995 (RVR1995)
1 Jehová dirigió su
palabra a Jonás hijo de Amitai y le dijo: 2 «Levántate y ve a Nínive, aquella
gran ciudad, y clama contra ella, porque su maldad ha subido hasta mí.»
3 Pero Jonás se
levantó para huir de la presencia de Jehová a Tarsis, y descendió a Jope, donde
encontró una nave que partía para Tarsis; pagó su pasaje, y se embarcó para
irse con ellos a Tarsis, lejos de la presencia de Jehová. 4 Pero Jehová hizo
soplar un gran viento en el mar, y hubo en el mar una tempestad tan grande que
se pensó que se partiría la nave. 5 Los marineros tuvieron miedo y cada uno
clamaba a su dios. Luego echaron al mar los enseres que había en la nave, para
descargarla de ellos. Mientras tanto, Jonás había bajado al interior de la nave
y se había echado a dormir. 6 Entonces el patrón de la nave se le acercó y le
dijo: «¿Qué tienes, dormilón? Levántate y clama a tu Dios. Quizá tenga
compasión de nosotros y no perezcamos.»
7 Entre tanto, cada
uno decía a su compañero:
«Venid y echemos
suertes, para que sepamos quién es el culpable de que nos haya venido este
mal.»
Echaron, pues,
suertes, y la suerte cayó sobre Jonás. 8 Entonces ellos le dijeron:
—Explícanos ahora por
qué nos ha venido este mal. ¿Qué oficio tienes y de dónde vienes? ¿Cuál es tu
tierra y de qué pueblo eres?
9 Él les respondió:
—Soy hebreo y temo a
Jehová, Dios de los cielos, que hizo el mar y la tierra.
10 Aquellos hombres
sintieron un gran temor y le dijeron:
—¿Por qué has hecho
esto?
Pues ellos supieron
que huía de la presencia de Jehová por lo que él les había contado.
11 Como el mar se
embravecía cada vez más, le preguntaron:
—¿Qué haremos contigo
para que el mar se nos aquiete?
12 Él les respondió:
—Tomadme y echadme al
mar, y el mar se os aquietará, pues sé que por mi causa os ha sobrevenido esta
gran tempestad.
13 Aquellos hombres
se esforzaron por hacer volver la nave a tierra, pero no pudieron, porque el
mar se embravecía cada vez más contra ellos. 14 Entonces clamaron a Jehová y
dijeron: «Te rogamos ahora, Jehová, que no perezcamos nosotros por la vida de
este hombre, ni nos hagas responsables de la sangre de un inocente; porque tú,
Jehová, has obrado como has querido.»
15 Tomaron luego a
Jonás y lo echaron al mar; y se aquietó el furor del mar. 16 Sintieron aquellos
hombres gran temor por Jehová, le ofrecieron un sacrificio y le hicieron votos.
17 Pero Jehová tenía
dispuesto un gran pez para que se tragara a Jonás, y Jonás estuvo en el vientre
del pez tres días y tres noches.
2 Entonces oró Jonás
a Jehová, su Dios, desde el vientre del pez, 2 y dijo:
«Invoqué en mi
angustia a Jehová,
y él me oyó;
desde el seno del
seol clamé,
y mi voz oíste.
3 Me echaste a lo
profundo,
en medio de los
mares;
me envolvió la
corriente.
Todas tus ondas y tus
olas
pasaron sobre mí.
4 Entonces dije:
“Desechado soy
de delante de tus
ojos,
mas aún veré tu santo
Templo.”
5 Las aguas me
envolvieron hasta el alma,
me cercó el abismo,
el alga se enredó en
mi cabeza.
6 Descendí a los
cimientos de los montes.
La tierra echó sus
cerrojos sobre mí para siempre;
mas tú sacaste mi
vida de la sepultura,
Jehová, Dios mío.
7 Cuando mi alma
desfallecía en mí,
me acordé de Jehová,
y mi oración llegó
hasta ti,
hasta tu santo Templo.
8 Los que siguen
vanidades ilusorias,
su fidelidad
abandonan.
9 Mas yo, con voz de
alabanza,
te ofreceré
sacrificios;
cumpliré lo que te
prometí.
¡La salvación viene
de Jehová!»
10 Entonces Jehová
dio orden al pez, el cual vomitó a Jonás en tierra.
3 Jehová se dirigió
por segunda vez a Jonás y le dijo: 2 «Levántate y ve a Nínive, aquella gran
ciudad, y proclama en ella el mensaje que yo te diré.»
3 Jonás se levantó y
fue a Nínive, conforme a la palabra de Jehová. Nínive era una ciudad tan
grande, tanto que eran necesarios tres días para recorrerla. 4 Comenzó Jonás a
adentrarse en la ciudad, y caminó todo un día predicando y diciendo: «¡Dentro
de cuarenta días Nínive será destruida!»
5 Los hombres de
Nínive creyeron a Dios, proclamaron ayuno y, desde el mayor hasta el más
pequeño, se vistieron con ropas ásperas. 6 Cuando la noticia llegó al rey de
Nínive, éste se levantó de su silla, se despojó de su vestido, se cubrió con
ropas ásperas y se sentó sobre ceniza. 7 Luego hizo anunciar en Nínive, por mandato
del rey y de sus grandes, una proclama que decía: «Hombres y animales, bueyes y
ovejas, no prueben cosa alguna; no se les dé alimento ni beban agua, 8 sino
cúbranse hombres y animales con ropas ásperas, y clamen a Dios con fuerza. Que
cada uno se convierta de su mal camino y de la violencia que hay en sus manos.
9 ¡Quizá Dios se detenga y se arrepienta, se calme el ardor de su ira y no
perezcamos!»
10 Vio Dios lo que
hicieron, que se convirtieron de su mal camino, y se arrepintió del mal que
había anunciado hacerles, y no lo hizo.
4 Pero Jonás se
disgustó en extremo, y se enojó. 2 Así que oró a Jehová y le dijo:
—¡Ah, Jehová!, ¿no es
esto lo que yo decía cuando aún estaba en mi tierra? Por eso me apresuré a huir
a Tarsis, porque yo sabía que tú eres un Dios clemente y piadoso, tardo en
enojarte y de gran misericordia, que te arrepientes del mal. 3 Ahora, pues, Jehová,
te ruego que me quites la vida, porque mejor me es la muerte que la vida.
4 Pero Jehová le
respondió:
—¿Haces bien en
enojarte tanto?
5 Jonás salió de la
ciudad y acampó hacia el oriente de ella; allí se hizo una enramada y se sentó
a su sombra, para ver qué sucedería en la ciudad. 6 Entonces Jehová Dios
dispuso que una calabacera creciera sobre Jonás para que su sombra le cubriera
la cabeza y lo librara de su malestar. Jonás se alegró mucho por la calabacera.
7 Pero, al amanecer del día siguiente, Dios dispuso que un gusano dañara la
calabacera, y ésta se secó. 8 Y aconteció que, al salir el sol, envió Dios un
fuerte viento del este. El sol hirió a Jonás en la cabeza, y sintió que se
desmayaba. Entonces, deseando la muerte, decía:
—Mejor sería para mí
la muerte que la vida.
9 Pero Dios dijo a
Jonás:
—¿Tanto te enojas por
la calabacera?
—Mucho me enojo,
hasta la muerte —respondió él.
10 Entonces Jehová le
dijo:
—Tú tienes lástima de
una calabacera en la que no trabajaste, ni a la cual has hecho crecer, que en
espacio de una noche nació y en espacio de otra noche pereció, 11 ¿y no tendré
yo piedad de Nínive, aquella gran ciudad donde hay más de ciento veinte mil
personas que no saben discernir entre su mano derecha y su mano izquierda, y
muchos animales?
Reina-Valera 1995 (RVR1995)
Copyright © 1995 by United Bible Societies
Apocalipsis 5 Reina-Valera 1995 (RVR1995)
El rollo y el Cordero
5 Vi en la mano
derecha del que estaba sentado en el trono un libro escrito por dentro y por
fuera, sellado con siete sellos. 2 Y vi un ángel poderoso que pregonaba a gran
voz: «¿Quién es digno de abrir el libro y desatar sus sellos?» 3 Pero ninguno,
ni en el cielo ni en la tierra ni debajo de la tierra, podía abrir el libro, ni
siquiera mirarlo. 4 Y lloraba yo mucho, porque no se hallaba a nadie que fuera
digno de abrir el libro, ni siquiera de mirarlo. 5 Entonces uno de los ancianos
me dijo: «No llores, porque el León de la tribu de Judá, la raíz de David, ha
vencido para abrir el libro y desatar sus siete sellos.»
6 Miré, y vi que en
medio del trono y de los cuatro seres vivientes y en medio de los ancianos
estaba en pie un Cordero como inmolado, que tenía siete cuernos y siete ojos,
los cuales son los siete espíritus de Dios enviados por toda la tierra. 7 Él
vino y tomó el libro de la mano derecha del que estaba sentado en el trono. 8
Cuando hubo tomado el libro, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro
ancianos se postraron delante del Cordero. Todos tenían arpas y copas de oro
llenas de incienso, que son las oraciones de los santos. 9 Y cantaban un
cántico nuevo, diciendo:
«Digno eres de tomar
el libro
y de abrir sus
sellos,
porque tú fuiste
inmolado,
y con tu sangre nos
has redimido para Dios,
de todo linaje,
lengua, pueblo y nación;
10 nos has hecho para
nuestro Dios un reino y sacerdotes,
y reinaremos sobre la
tierra.»
11 Miré, y oí la voz
de muchos ángeles alrededor del trono, de los seres vivientes y de los
ancianos. Su número era millones de millones, 12 y decían a gran voz:
«El Cordero que fue
inmolado
es digno de tomar el
poder, las riquezas,
la sabiduría, la
fortaleza,
la honra, la gloria y
la alabanza.»
13 A todo lo creado
que está en el cielo, sobre la tierra, debajo de la tierra y en el mar, y a
todas las cosas que hay en ellos, oí decir:
«Al que está sentado
en el trono
y al Cordero,
sea la alabanza, la
honra,
la gloria y el poder,
por los siglos de los
siglos.»
14 Los cuatro seres
vivientes decían: «¡Amén!» Y los veinticuatro ancianos se postraron sobre sus
rostros y adoraron al que vive por los siglos de los siglos.
Reina-Valera 1995 (RVR1995)
Copyright © 1995 by United Bible Societies
Salmos 133 Reina-Valera 1995 (RVR1995)
La bienaventuranza
del amor fraternal
Cántico gradual; de
David
133 ¡Mirad cuán bueno
y cuán delicioso es
que habiten los
hermanos juntos en armonía!
2 Es como el buen
óleo sobre la cabeza,
el cual desciende
sobre la barba,
la barba de Aarón,
y baja hasta el borde
de sus vestiduras;
3 como el rocío del
Hermón,
que desciende sobre
los montes de Sión,
porque allí envía
Jehová bendición
y vida eterna.
Reina-Valera 1995 (RVR1995)
Copyright © 1995 by United Bible Societies
Proverbios 29:26-27 Reina-Valera 1995 (RVR1995)
26 Muchos buscan el
favor del príncipe,
pero de Jehová
procede la justicia para todos.
27 Abominable es para
los justos el hombre inicuo,
y abominable es para
el malvado el de caminos rectos.
Reina-Valera 1995 (RVR1995)
Copyright © 1995 by United Bible Societies
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