Día 29, DAB Español, Miércoles 29 de Enero
Éxodo 7:25-9:35; Mateo 19:13-30; Salmos 24; Proverbios
6:1-5 (La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH))
Éxodo 7:25-9:35 La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)
Segunda plaga: las ranas
25 Siete días después de que el Señor golpeara el agua
del Nilo, 26 el Señor dijo a Moisés:
— Preséntate ante el faraón y dile: “Esto dice el
Señor: Deja salir a mi pueblo para que me rinda culto. 27 Si te opones a
dejarlo salir, infestaré tu reino con una plaga de ranas. 28 El Nilo bullirá de
ranas, que saldrán de él y se meterán en tu casa, en tu alcoba, y en tu misma
cama; se meterán también en las casas de tus cortesanos y de tu pueblo, en tus
hornos y en tus artesas. 29 Llegarán incluso a saltar sobre ti, sobre tus
cortesanos y sobre todo tu pueblo”.
8 Dijo, pues, el Señor a Moisés:
— Manda a Aarón que extienda su vara sobre los ríos,
canales y estanques, para que se llene de ranas el país de Egipto.
2 Extendió Aarón su mano sobre las aguas de Egipto, y
salió tal cantidad de ranas que se llenó de ellas el país. 3 Pero los magos,
con sus artes mágicas, hicieron lo mismo: consiguieron que las ranas invadieran
todo el país. 4 Entonces el faraón mandó llamar a Moisés y Aarón y les dijo:
— Supliquen al Señor para que retire las ranas de mí y
de mi pueblo, y dejaré salir a los israelitas para que ofrezcan sacrificios al
Señor.
5 Moisés contestó al faraón:
— ¿Cuándo quieres que interceda por ti, por tus
cortesanos y por tu pueblo, para que el Señor retire las ranas de ti y de tu
palacio, y se queden tan solo en el río?
6 — Mañana mismo, respondió el faraón.
Moisés asintió:
— Así se hará, para que reconozcas que no hay nadie
como el Señor nuestro Dios. 7 Las ranas se alejarán de ti y de tu palacio, de
tus cortesanos y de todo tu pueblo; únicamente encontrarás ranas en el río.
8 Moisés y Aarón salieron de la presencia del faraón,
y Moisés suplicó al Señor a propósito de las ranas con que había abrumado al
faraón. 9 El Señor accedió a la petición de Moisés y murieron las ranas de las
casas, patios y campos. 10 Los egipcios las recogieron y las amontonaron; y un
hedor insoportable se extendió por todo el país. 11 Viendo el faraón que se le
daba un respiro, se mantuvo intransigente y como había predicho el Señor, no
cumplió lo prometido a Moisés y Aarón.
Tercera plaga: los mosquitos
12 El Señor dijo a Moisés:
— Manda a Aarón que extienda su vara y golpee con ella
el polvo del suelo para que se convierta en mosquitos por todo Egipto.
13 Así lo hicieron. Aarón extendió la vara que tenía
en la mano y golpeó el polvo del suelo, el cual se convirtió en una inmensa
nube de mosquitos que atacaban a personas y animales. Todo el polvo del suelo
de Egipto se transformó en mosquitos. 14 Los magos intentaron hacer lo mismo
con sus artes mágicas, pero no lo lograron. Mientras tanto, los mosquitos
seguían atacando a personas y animales. 15 Entonces los magos dijeron al
faraón:
— ¡Esto es obra de Dios!
Pero el faraón seguía intransigente y no los escuchó,
tal como había predicho el Señor.
Cuarta plaga: los tábanos
16 El Señor dijo a Moisés:
— Mañana temprano, cuando el faraón se dirija al río,
preséntate ante él y dile: “Esto dice el Señor: Deja salir a mi pueblo para que
me rinda culto. 17 Porque si no lo dejas salir, yo enviaré sobre ti, sobre tus
cortesanos, sobre tu pueblo y tu palacio, tábanos que invadirán las casas de
los egipcios, incluso el suelo que pisan. 18 Pero esta vez haré una excepción
con la tierra de Gosen, donde habita mi pueblo, de modo que allí no habrá
tábanos; así tendrás que reconocer que yo, el Señor, estoy en este país. 19
Haré distinción entre mi pueblo y el tuyo. Mañana mismo tendrá lugar esta
señal”.
20 El Señor cumplió lo que había anunciado, y un
enjambre de tábanos se precipitó sobre el palacio del faraón y las casas de sus
cortesanos. Los tábanos dejaron todo el país completamente asolado.
21 Entonces el faraón mandó llamar a Moisés y Aarón y
les dijo:
— Vayan y rindan culto a su Dios, pero sin salir de
los límites del país.
22 Respondió Moisés:
— No podemos hacer eso, pues lo que nosotros ofrecemos
en sacrificio al Señor, nuestro Dios, es abominable para los egipcios; y si
inmolásemos a la vista de ellos lo que consideran abominable, sin duda nos
apedrearían. 23 Debemos hacer un viaje de tres días por el desierto para
ofrecer sacrificios al Señor, nuestro Dios, según él nos ha ordenado.
24 El faraón replicó:
— Los dejaré salir para ofrecer sacrificios al Señor
su Dios, con la condición de que no se alejen demasiado. Y rueguen también por
mí.
25 Moisés repuso:
— En cuanto yo salga de tu presencia, rogaré al Señor
para que mañana mismo los tábanos se alejen de ti, de tus cortesanos y de tu
pueblo, pero siempre y cuando no vuelvas a engañarnos ni a impedir que los
israelitas salgan a ofrecer sacrificios al Señor.
26 Apenas salió de la presencia del faraón, Moisés
suplicó al Señor, 27 y el Señor accedió a la petición de Moisés; los tábanos se
alejaron del faraón, de sus cortesanos y de su pueblo. ¡No quedó ni un tábano!
28 Pero el faraón, una vez más, mantuvo su intransigencia y no dejó salir al
pueblo.
Quinta plaga: peste del ganado
9 El Señor dijo a Moisés:
— Preséntate ante el faraón y dile: “Esto dice el
Señor, Dios de los hebreos: Deja salir a mi pueblo para que me rinda culto. 2
Si te resistes a dejarlo salir y continúas reteniéndolo por la fuerza, 3 el
poder divino dañará el ganado de tus campos: caballos, asnos, camellos, vacas y
ovejas. Habrá una epidemia terrible”. 4 Pero el Señor hará distinción entre el
ganado de los israelitas y el de los egipcios: ninguna res israelita perecerá.
5 El Señor fijó un plazo diciendo:
— Mañana llevaré a cabo esta amenaza contra Egipto.
6 Y, en efecto, al día siguiente, el Señor cumplió su
palabra: murió todo el ganado de los egipcios, pero del ganado de los
israelitas no murió ni un solo animal. 7 Cuando el faraón mandó evaluar los
daños, comprobó que del ganado de los israelitas no había muerto ni un solo
animal. A pesar de ello, el faraón siguió mostrándose intransigente y no
permitió salir al pueblo.
Sexta plaga: las llagas
8 El Señor dijo a Moisés y Aarón:
— Tomen ceniza de horno, y que Moisés la esparza por
el aire en presencia del faraón. 9 La ceniza se extenderá por todo el país como
una polvareda y en todo Egipto producirá úlceras purulentas en personas y
animales.
10 Recogieron ceniza de horno, la esparció Moisés por
el aire en presencia del faraón y tanto personas como animales se cubrieron de
llagas purulentas. 11 Los magos no pudieron enfrentarse a Moisés porque les
habían salido llagas al igual que a todos los egipcios. 12 Pero el Señor hizo
que el faraón se mantuviera intransigente, sin hacer caso a Moisés y Aarón,
como ya había predicho el Señor a Moisés.
Séptima plaga: el granizo
13 El Señor dijo a Moisés:
— Mañana, bien temprano, preséntate ante el faraón y
dile: “Esto dice el Señor, Dios de los hebreos: Deja que mi pueblo salga a
rendirme culto, 14 porque si no, voy a desencadenar esta vez sobre ti, sobre
tus cortesanos y sobre todo tu pueblo, todas mis plagas. De este modo
aprenderás que no hay nadie que se me parezca en toda la tierra. 15 Yo podría
haber usado mi poder para herirte a ti y a los tuyos con la peste, y habrían
desaparecido de la tierra; 16 pero te he preservado la vida para mostrarte mi
poder y para que todo el mundo me conozca 17 ¿Y todavía te resistes a dejar
salir a mi pueblo? 18 ¡Pues mira! Mañana a esta hora haré caer una granizada
tan recia, como no se vio nunca en Egipto, desde su fundación hasta hoy. 19 Así
que pon a resguardo tu ganado y cuanto tienes en el campo, porque la persona o
animal que quede fuera sin ponerse a resguardo, será víctima de la granizada
que le caerá encima”.
20 Los cortesanos del faraón que tomaron en serio la
amenaza del Señor, resguardaron bajo techo a sus siervos y al ganado; 21 pero
hubo otros que no dieron crédito a la amenaza y dejaron a sus siervos y ganados
en el campo.
22 Y el Señor dijo a Moisés:
— Alza tu mano hacia el cielo, para que caiga granizo
por todo el país de Egipto, sobre personas, animales y sobre los campos
sembrados. 23 Moisés alzó su vara hacia el cielo, y el Señor desató una
tormenta con truenos y granizo. Cayeron rayos sobre la tierra, y el Señor hizo
que granizara en todo Egipto. 24 Caían los granizos y rayos mezclados con el
granizo. Desde la fundación de Egipto no se vio jamás una granizada tan
violenta. 25 Aquel granizo destrozó en todo el país de Egipto cuanto se
encontraba en el campo —personas y animales—, acabó con toda la vegetación y
desgajó los árboles. 26 Únicamente el territorio de Gosen, donde vivían los
israelitas, se libró del granizo.
27 Entonces el faraón mandó llamar a Moisés y Aarón
para decirles:
— Reconozco que esta vez he pecado. La culpa es mía y
de mi pueblo, no del Señor que es justo. 28 Supliquen al Señor que cesen los
truenos y el granizo y no los retendré más. Esta vez los dejaré salir.
29 Moisés le respondió:
— En cuanto salga de la ciudad, alzaré mis manos al
Señor; los truenos y el granizo cesarán; así reconocerás que la tierra es del
Señor. 30 Pero bien sé que ni tú ni tus cortesanos temen todavía a Dios, el
Señor.
31 La cosecha de lino y cebada se perdió, pues la
cebada estaba ya espigada y el lino en flor. 32 En cambio, al trigo y al
centeno no les afectó porque brotan más tarde.
33 Salió Moisés de la presencia del faraón y, una vez
fuera de la ciudad, alzó sus manos al Señor. El granizo y los truenos cesaron,
y escampó. 34 En cuanto el faraón vio que habían cesado la lluvia, el granizo y
los truenos, volvió a pecar. No sólo él, sino también sus cortesanos se
volvieron intransigentes. 35 El faraón se obstinó en no dejar salir a los
israelitas, como el Señor ya había predicho por medio de Moisés.
La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)
La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y
Edición, Sociedad Bíblica de España
Mateo 19:13-30 La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)
Jesús bendice a los niños (Mc 10,13-16; Lc 18,15-17)
13 Por entonces le presentaron unos niños a Jesús para
que orara poniendo las manos sobre ellos. Los discípulos reñían a quienes los
llevaban, 14 pero Jesús dijo:
— Dejen que los niños vengan a mí y no se lo impidan,
porque el reino de los cielos es para los que son como ellos.
15 Y después de poner las manos sobre los niños, se
fue de allí.
El joven rico (Mc 10,17-31; Lc 18,18-30)
16 En cierta ocasión, un joven vino a ver a Jesús y le
preguntó:
— Maestro, ¿qué he de hacer de bueno para alcanzar la
vida eterna?
17 Jesús le respondió:
— ¿Por qué me preguntas acerca de lo bueno? Sólo uno
es bueno. Si quieres entrar en la vida, cumple los mandamientos.
18 Dijo el joven:
— ¿Cuáles?
Jesús le contestó:
— No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no
darás falso testimonio, 19 honra a tu padre y a tu madre y ama al prójimo como
a ti mismo.
20 El joven respondió:
— Todo eso ya lo he cumplido. ¿Qué otra cosa debo
hacer?
21 Jesús le dijo:
— Si quieres ser perfecto, vete a vender lo que posees
y reparte el producto entre los pobres. Así te harás un tesoro en el cielo.
Luego vuelve y sígueme.
22 Cuando el joven oyó esto, se marchó entristecido
porque era muy rico. 23 Entonces Jesús dijo a sus discípulos:
— Les aseguro que a los ricos les va a ser muy difícil
entrar en el reino de los cielos. 24 Lo repito a ustedes: es más fácil para un
camello pasar por el ojo de una aguja que para un rico entrar en el reino de
los cielos.
25 Los discípulos se quedaron muy sorprendidos al oír
esto, y le preguntaron:
— Pues, en ese caso, ¿quién podrá salvarse?
26 Jesús los miró y les dijo:
— Para los seres humanos es imposible, pero para Dios
todo es posible.
27 Entonces intervino Pedro y le preguntó:
— Tú sabes que nosotros lo hemos dejado todo para
seguirte; ¿qué recibiremos por ello?
28 Jesús le respondió:
— Les aseguro que el día de la renovación de todas las
cosas, cuando el Hijo del hombre se siente en su trono glorioso, ustedes, los
que me han seguido, se sentarán también en doce tronos para juzgar a las doce
tribus de Israel. 29 Y todos los que hayan dejado casas, hermanos, hermanas,
padre, madre, hijos o tierras por causa de mí, recibirán el ciento por uno de
beneficio y la herencia de la vida eterna. 30 Muchos que ahora son primeros,
serán los últimos, y muchos que ahora son últimos, serán los primeros.
La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)
La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y
Edición, Sociedad Bíblica de España
Salmos 24 La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)
Salmo 24 (23)
Llega el rey de la gloria
24 De David. Salmo.
Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el mundo y quienes lo habitan.
2 Él la cimentó sobre los mares,
él la asentó sobre los ríos.
3 ¿Quién podrá subir al monte del Señor?
¿Quién podrá permanecer en su santa morada?
4 El de manos honradas y corazón limpio,
quien no desea la mentira ni jura en falso.
5 Ese recibirá la bendición del Señor,
la recompensa del Dios que lo salva.
6 Esta es la generación de quienes lo buscan,
de los que anhelan tu rostro, Dios de Jacob. [ Pausa]
7 ¡Puertas, eleven sus dinteles,
álcense, portones eternos,
que llega el rey de la gloria!
8 ¿Quién es el rey de la gloria?
El Señor valeroso y aguerrido,
el Señor adalid de la guerra.
9 ¡Puertas, eleven sus dinteles,
álcense, portones eternos,
que llega el rey de la gloria!
10 ¿Quién es el rey de la gloria?
El Señor del universo,
él es el rey de la gloria. [ Pausa]
La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)
La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y
Edición, Sociedad Bíblica de España
Proverbios 6:1-5 La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)
El fiador
6 Hijo mío, si has salido fiador de tu prójimo,
si has cerrado un trato con un extraño,
2 si has empeñado tu palabra
y has quedado obligado por lo dicho,
3 haz lo siguiente, hijo mío, para salir bien librado,
pues has caído en manos de tu prójimo:
Trágate el orgullo e importuna a tu prójimo;
4 no te entregues al sueño
ni te des un instante de reposo;
5 escapa cual gacela de la trampa,
como ave de la red del cazador.
La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)
La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y
Edición, Sociedad Bíblica de España
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