Tuesday, January 9, 2024

DAB Español, Miércoles 10 de Enero

Día 010, DAB Español, Miércoles 10 de Enero


Génesis 23:1-24:51; Mateo 8:1-17; Salmos 9:13-20; Proverbios 3:1-6 (La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH))




Génesis 23:1-24:51

La Palabra (Hispanoamérica)

Muerte y sepultura de Sara

23 Sara vivió ciento veintisiete años, 2 y murió en Quiriat Arbá, es decir, en la ciudad de Hebrón, en la tierra de Canaán. Abrahán fue a llorar a su mujer y a hacer duelo por ella. 3 Luego salió de donde estaba el cadáver de Sara y fue a proponer a los hititas lo siguiente:


4 — Aunque soy un forastero, un extranjero entre ustedes, véndanme una sepultura en propiedad dentro de su territorio para poder enterrar a mi esposa difunta.


5 Los hititas le respondieron:


6 — ¡Escúchanos, señor! Nosotros te consideramos un hombre distinguido por Dios. Sepulta a tu esposa difunta en el mejor de nuestros sepulcros. Ninguno de nosotros te negará su sepulcro para que la entierres.


7 Puesto en pie, Abrahán hizo una reverencia ante los hititas, los pobladores del país; 8 y les dijo:


— Si es su voluntad que entierre aquí a mi mujer difunta, les ruego que intercedan por mí ante Efrón, el hijo de Sojar, 9 para que me venda la cueva de Macpelá, que se encuentra en el extremo de su campo. Yo le pagaré lo que vale, y así tendré una sepultura en propiedad dentro del territorio de ustedes.


10 Como Efrón, el hitita, estaba allí, entre ellos, contestó a Abrahán delante de sus paisanos hititas y de todos los que estaban reunidos a la puerta de la ciudad:


11 — No, señor mío, escúchame bien: te regalo el campo y también la cueva que está en él. Mis paisanos son testigos de que yo te lo regalo. Entierra allí a tu esposa difunta.


12 Pero Abrahán hizo otra reverencia a los habitantes del lugar 13 y, teniéndolos por testigos, dijo a Efrón:


— Escúchame, por favor: Yo te pago el precio del campo. Acéptalo para que yo entierre allí a mi esposa difunta.


14 A lo que Efrón respondió:


15 — Escúchame, señor mío: ¿qué es para ti o para mí un terreno que vale cuatrocientos siclos de plata? Anda, entierra a tu esposa difunta.


16 Abrahán cerró el acuerdo con Efrón y le pagó el precio convenido en presencia de los hititas: cuatrocientos siclos de plata de uso corriente entre los comerciantes. 17 Así fue como el campo de Efrón que estaba en Macpelá, frente a Mambré, junto con la cueva y todos los árboles frutales que estaban dentro de sus límites, 18 pasaron a ser propiedad de Abrahán, teniendo por testigos a los hititas y a todos los que asistieron al trato en la puerta de la ciudad.


19 Después de esto, Abrahán enterró a Sara en la cueva del campo de Macpelá, frente a Mambré, es decir, en Hebrón, en la tierra de Canaán. 20 De esta manera, los hititas cedieron a Abrahán, como sepultura en propiedad, tanto el campo como la cueva ubicada en él.


Isaac y Rebeca

24 Abrahán era un anciano muy entrado en años, y el Señor le había bendecido en todo. 2 Un día llamó al criado más antiguo de su casa, el que le administraba todos los bienes, y le dijo:


— Pon tu mano bajo mi muslo 3 y júrame por el Señor, el Dios del cielo y de la tierra, que no dejarás que mi hijo se case con una mujer de este país de Canaán, donde yo habito, 4 sino que irás a mi tierra, donde vive mi familia, y allí buscarás esposa para mi hijo Isaac.


5 El criado le respondió:


— ¿Qué he de hacer si la mujer me dice que no quiere venir conmigo a esta tierra? ¿Tendré entonces que llevar a tu hijo a la tierra de donde saliste?


6 Abrahán le respondió:


— ¡De ningún modo lleves a mi hijo allá! 7 El Señor, Dios del cielo, que me sacó de la casa de mi padre y de mi país de origen, que habló conmigo y juró dar esta tierra a mi descendencia, enviará su mensajero delante de ti para que tomes allí esposa para mi hijo. 8 Si la mujer no quiere venir contigo, quedarás libre de este juramento; pero ¡de ninguna manera lleves allá a mi hijo!


9 Entonces el criado puso la mano bajo el muslo de su amo y le juró que cumpliría con este encargo. 10 Luego tomó diez de los camellos de su amo y, llevando consigo toda clase de regalos de su amo, se encaminó a Aram Najaráin, a la ciudad de Najor.


11 Cuando el criado llegó a las afueras de la ciudad, hizo arrodillar a los camellos junto a un pozo de agua. La tarde ya estaba cayendo y ese era el momento en que las aguadoras salían en busca de agua. 12 Así que oró diciendo:


— Señor, Dios de mi amo Abrahán, haz que me vaya bien en este día y muéstrate bondadoso con mi amo Abrahán. 13 Yo estaré aquí, junto a esta fuente, mientras las muchachas de esta ciudad salen a por agua. 14 La muchacha a quien yo diga: “por favor, inclina tu cántaro para que pueda beber”, y ella me responda: “Bebe, y también voy a dar de beber a tus camellos”, esa será la que tú has destinado para tu siervo Isaac. Así podré estar seguro de que has sido bondadoso con mi amo.


15 Aún no había terminado de orar, cuando Rebeca, la hija de Betuel, hijo de Milcá y de Najor, hermano de Abrahán, salía con su cántaro al hombro. 16 La muchacha era muy bella y, además, era virgen pues no había tenido relaciones sexuales con ningún hombre. Bajó a la fuente, llenó el cántaro y ya regresaba 17 cuando el criado de Abrahán corrió a su encuentro y le dijo:


— Por favor, déjame beber un poco de agua de tu cántaro.


18 Ella respondió:


- Bebe, señor mío.


Y enseguida bajó su cántaro y, sosteniéndolo entre sus manos, le dio de beber. 19 Cuando el criado acabó de beber, Rebeca le dijo:


— Traeré agua también para que tus camellos beban toda la que quieran.


20 Vació, pues, rápidamente su cántaro en el abrevadero, corrió a sacar más agua del pozo y trajo para todos los camellos. 21 El hombre, mientras tanto, la miraba en silencio, preguntándose si el Señor había dado o no éxito a su viaje. 22 Cuando los camellos terminaron de beber, el hombre tomó un anillo de oro que pesaba unos seis gramos, y dos brazaletes de oro que pesaban algo más de cien gramos para las muñecas de la muchacha, 23 y le dijo:


— Dime de quién eres hija y si habrá sitio en la casa de tu padre para pasar la noche.


24 Ella respondió:


— Soy hija de Betuel, el hijo de Milcá y de Najor.


25 Y añadió:


— En nuestra casa hay paja y forraje en abundancia, y también hay sitio para pasar la noche.


26 Entonces el hombre se arrodilló y adoró al Señor, 27 diciendo:


— ¡Bendito sea el Señor, el Dios de mi amo Abrahán, que no ha dejado de manifestar con mi amo su amor y su fidelidad guiando mis pasos hasta la casa de sus parientes!


28 La muchacha corrió a casa a contárselo todo a su madre. 29 Rebeca tenía un hermano llamado Labán. Este, apenas vio el anillo y los brazaletes de su hermana y oyó contar todo lo que aquel hombre le había dicho a Rebeca, salió corriendo hacia la fuente en busca del hombre. Al llegar, lo encontró con sus camellos junto a la fuente. 31 Y le dijo:


— Ven, bendito del Señor, no te quedes ahí fuera. Ya he preparado alojamiento y un lugar para los camellos.


32 El hombre entró en la casa. En seguida Labán desaparejó los camellos, les dio agua y forraje, y llevó agua para que el criado de Abrahán y sus acompañantes lavaran sus pies.


33 Cuando le ofrecieron de comer, el criado dijo:


— No probaré bocado hasta que no diga lo que tengo que decir.


Labán le dijo:


— Habla.


34 Y él dijo:


— Soy criado de Abrahán. 35 El Señor ha bendecido mucho a mi amo y lo ha colmado de riquezas; le ha dado ovejas y vacas, oro y plata, criados y criadas, camellos y asnos. 36 Y Sara, su mujer, siendo ya anciana, le ha dado un hijo que lo heredará todo. 37 Mi amo me hizo jurar, diciendo: “No busques esposa para mi hijo de entre las hijas de los cananeos en cuya tierra habito, 38 sino que irás a la casa de mi padre y escogerás a una que sea de mi clan”. 39 Y yo pregunté a mi amo: “¿Y si la mujer no quiere venir conmigo?”. 40 Entonces él me contestó: “Yo no me he apartado del camino del Señor. Por tanto él enviará a su ángel para que te guíe y dé éxito a tu viaje encontrando una esposa para mi hijo en casa de mi padre; una que sea de mi clan. 41 Sólo quedarás libre del juramento que me haces si, aunque vayas adonde vive mi clan, ellos no te conceden a la muchacha”.


42 Cuando hoy llegué a la fuente, dije: “Señor, Dios de mi amo Abrahán, si es tu voluntad, lleva a feliz término la misión que he venido a realizar. 43 Yo me pondré junto a la fuente y pediré a la muchacha que venga a sacar agua, que me deje beber un poco de agua de su cántaro. 44 Si ella me responde: ‘Bebe, y también sacaré agua para tus camellos’, sabré que ella es la que tú, Señor, has escogido para el hijo de mi amo”. 45 Todavía no había yo terminado de orar, cuando salía Rebeca con el cántaro al hombro; bajó a la fuente, sacó agua, y yo le dije: “Dame de beber, por favor”. 46 Ella bajó enseguida su cántaro y me dijo: “Bebe, y también daré de beber a tus camellos”. Yo bebí y ella abrevó mis camellos. 47 Luego le pregunté: “¿De quién eres hija?”. Y ella respondió: “Soy hija de Betuel, el hijo de Milcá y de Najor”. Entonces le puse el anillo en la nariz y los brazaletes en los brazos. 48 Luego me incliné para adorar al Señor y bendije al Señor, Dios de mi amo Abrahán, por haberme guiado por el buen camino para llevar la hija de su pariente al hijo de mi amo. 49 Ahora pues, díganme si van a mostrar lealtad y fidelidad a mi amo; y si no, díganmelo también, para que pueda actuar en consecuencia.


50 Entonces Labán y Betuel le respondieron:


— Esto es cosa del Señor, y no nos corresponde a nosotros decir si está bien o está mal. 51 Aquí tienes a Rebeca; tómala y vete; que sea la esposa del hijo de tu amo, tal como el Señor ha dispuesto.


Mateo 8:1-17

La Palabra (Hispanoamérica)

El reino en hechos y palabras (8,1—16,20)

Curación de un leproso (Mc 1,40-45; Lc 5,12-16)

8 Al bajar Jesús del monte, lo seguía mucha gente. 2 En esto se le acercó un leproso, que se postró ante él y le dijo:


— Señor, si quieres, puedes limpiarme de mi enfermedad.


3 Jesús extendió la mano y lo tocó, diciendo:


— Quiero. Queda limpio.


Y al instante el leproso quedó limpio. 4 Jesús le advirtió:


— Mira, no se lo cuentes a nadie; vete a mostrarte al sacerdote y presenta la ofrenda prescrita por Moisés. Así todos tendrán evidencia de tu curación.


Jesús sana al asistente de un oficial romano (Lc 7,1-12; Jn 4,46-54)

5 Cuando Jesús entró en Carfarnaún, se acercó a él un oficial del ejército romano suplicándole:


6 — Señor, tengo a mi asistente en casa paralítico y está sufriendo dolores terribles.


7 Jesús le dijo:


— Yo iré y lo curaré.


8 Pero el oficial le respondió:


— Señor, yo no soy digno de que entres en mi casa. Pero una sola palabra tuya bastará para que sane mi asistente. 9 Porque yo también estoy sujeto a mis superiores, y a la vez tengo soldados a mis órdenes. Si a uno de ellos le digo: “Vete”, va; y si le digo a otro: “Ven”, viene; y si a mi asistente le digo: “Haz esto”, lo hace.


10 Jesús se quedó admirado al oír esto. Y dijo a los que lo seguían:


— Les aseguro que no he encontrado en Israel a nadie con una fe tan grande como esta. 11 Y Les advierto que vendrán muchos de oriente y occidente y se sentarán a la mesa con Abrahán, Isaac y Jacob en el reino de los cielos. 12 En cambio, los que primero fueron llamados al Reino serán arrojados afuera, a la oscuridad. Allí llorarán y les rechinarán los dientes. 13 Luego dijo Jesús al oficial:


— Vete a tu casa y que se haga como creíste.


En aquel mismo momento, el asistente quedó curado.


Curación de la suegra de Pedro (Mc 1,29-31; Lc 4,38-39)

14 Al llegar Jesús a casa de Pedro, encontró a la suegra de este en cama, con fiebre. 15 Jesús le tocó la mano y se le desapareció la fiebre. Y ella se levantó y se puso a atenderlo.


Otras curaciones (Mc 1,32-34; Lc 4,40-41)

16 Al anochecer, presentaron a Jesús muchas personas que estaban poseídas por demonios. Él, con solo una palabra, expulsó a los espíritus malignos y curó a todos los enfermos. 17 De este modo se cumplió lo dicho por medio del profeta Isaías: Tomó sobre sí nuestras debilidades y cargó con nuestras enfermedades.


Salmos 9:13-20

La Palabra (Hispanoamérica)

13 El vengador se acuerda de ellos,

no olvida el grito de los humildes.

14 ¡Ten piedad, Señor, de mí;

mira cómo mis enemigos me afligen!

Tú que me alejas de las puertas de la muerte

15 para que pueda proclamar tus alabanzas

y alegrarme en tu salvación a las puertas de Sión.

16 Los paganos se hundieron en la fosa que excavaron,

su pie quedó aprisionado en la trampa que tendieron.

17 El Señor se ha revelado, ha hecho justicia,

el malvado está atrapado en sus propias obras. [ Pausa]

18 ¡Que vuelvan al reino de los muertos los malvados,

todos los paganos que se olvidan de Dios!

19 El pobre no caerá para siempre en el olvido,

ni se desvanecerá eternamente la esperanza del humilde.

20 Ponte, Señor, en acción;

que no cante victoria el ser humano,

que los paganos sean juzgados ante ti.


Proverbios 3:1-6

La Palabra (Hispanoamérica)

3 Hijo mío, no olvides mi enseñanza

y guarda en tu memoria mis mandatos,

2 pues te prolongarán los días

y tendrás años de vida y bienestar.

3 Que el amor y la verdad

no se separen de ti:

átalos a tu cuello,

grábalos en tu corazón;

4 así obtendrás estima y favor

ante Dios y ante los hombres.

5 Confía plenamente en el Señor

y no te fíes de tu inteligencia.

6 Cuenta con él en todos tus caminos

y él dirigirá tus senderos.


La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)

La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España

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