Saturday, January 13, 2024

DAB Español, Sábado 13 de Enero

Día 013, DAB Español, Sábado 13 de Enero


Génesis 28:1-29:35; Mateo 9:18-38; Salmos 11; Proverbios 3:11-12 (La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH))




Génesis 28-29

La Palabra (Hispanoamérica)

Viaje de Jacob a Parán Aram

28 Isaac llamó a Jacob, lo bendijo y le ordenó:


— No te cases con una mujer cananea. 2 Vete ahora mismo a Parán Aram, a casa de Betuel, tu abuelo materno, y cásate allí con una de las hijas de tu tío Labán. 3 Que el Todopoderoso te bendiga y te haga crecer y multiplicarte hasta llegar a ser una muchedumbre de tribus. 4 Qué él te conceda la bendición de Abrahán a ti y a tus descendientes, y llegues a poseer la tierra en la que vives como extranjero, la que Dios entregó a Abrahán.


5 Isaac, pues, despidió a Jacob, y este se fue a Parán Aram, a casa de Labán, hijo del arameo Betuel y hermano de Rebeca, la madre de Jacob y Esaú.


Matrimonio de Esaú con Majalat

6 Esaú había visto cómo Isaac bendecía a Jacob y lo había enviado a Parán Aram para que buscara allí esposa; vio también cómo, al bendecirlo, le había pedido que no se casase con una mujer cananea, 7 por lo que Jacob, obedeciendo a sus padres, había partido hacia Parán Aram. 8 Comprendió, pues, Esaú que las mujeres cananeas desagradaban a su padre Isaac; 9 así que se dirigió a territorio ismaelita y, aunque tenía otras esposas [cananeas], se casó con Majalat, hija de Ismael —el hijo de Abrahán— y hermana de Nebayot.


El sueño de Jacob en Betel

10 Jacob partió de Berseba y se dirigió a Jarán. 11 Cuando el sol se puso, se detuvo a pasar la noche en el lugar donde estaba. Tomó una piedra de las que había por allí, se la puso de cabezal y se acostó en aquel lugar. 12 Y tuvo un sueño: vio una escalinata que, apoyada en tierra, alcanzaba el cielo por el otro extremo. Por ella subían y bajaban los ángeles del Señor. 13 El Señor estaba en pie sobre ella y le decía:


— Yo soy el Señor, el Dios de tu abuelo Abrahán y el Dios de Isaac; yo te daré a ti y a tu descendencia la tierra sobre la que estás acostado. 14 Tu descendencia será tan numerosa como el polvo de la tierra: te extenderás a oriente y a occidente, al norte y al sur. Por ti y tu descendencia todos los pueblos de la tierra serán benditos. 15 Yo estoy contigo; te protegeré adondequiera que vayas y te traeré de vuelta a esta tierra, porque no te abandonaré hasta que haya cumplido lo que te he prometido.


16 Al despertar Jacob de su sueño, pensó:


— ¡Realmente el Señor está en este lugar, y yo no lo sabía!


17 Y añadió aterrorizado:


— ¡Qué lugar más temible es este! ¡Es nada menos que la casa de Dios y la puerta del cielo!


18 A la mañana siguiente Jacob se levantó temprano, tomó la piedra que había usado de cabezal, la erigió como piedra votiva y la consagró ungiéndola con aceite. 19 Y llamó a aquel lugar Betel —es decir, Casa de Dios—. El nombre que anteriormente tenía la ciudad era Luz, pero Jacob le cambió este nombre por el de Betel.


20 Después Jacob hizo esta promesa:


— Si Dios me acompaña y me protege en este viaje que acabo de emprender, si me proporciona alimento para sustentarme y vestido con que cubrirme, 21 y si regreso sano y salvo a la casa de mi padre, entonces el Señor será mi Dios, 22 esta piedra votiva que he erigido será casa de Dios y le daré el diezmo de todo lo que me dé.


Jacob en casa de Labán

29 Jacob continuó su viaje y llegó a territorio de los orientales.


2 Vio entonces en medio del campo un pozo, junto al cual reposaban tres rebaños de ovejas, porque los ganados solían abrevar en él. La boca del pozo estaba tapada por una gran piedra 3 que los pastores corrían cuando todos los rebaños se juntaban allí y que, una vez abrevado el ganado, volvían a colocar sobre la boca brocal del pozo. 4 Jacob preguntó a los pastores:


— ¿De dónde son, amigos míos?


Ellos respondieron:


— Somos de Jarán.


5 Jacob volvió a preguntar:


— ¿Conocen a Labán, el hijo de Najor?


Ellos contentaron:


— Sí, lo conocemos.


6 Siguió preguntando Jacob:


— ¿Qué tal está?


Ellos contestaron:


— Está bien. Mira, por ahí viene su hija Raquel con las ovejas.


7 Entonces Jacob les dijo:


— Quedan muchas horas de luz y no es aún el momento de recoger el ganado. Abreven, pues, las ovejas y llévenlas a pastar.


8 Y ellos respondieron:


— No podemos hacer eso hasta que no lleguen todos los rebaños y se retire la piedra que está sobre la boca del pozo; solamente entonces podremos abrevar las ovejas.


9 Mientras Jacob hablaba con ellos, llegó Raquel con las ovejas de su padre, que ella misma pastoreaba. 10 Cuando Jacob vio a Raquel, hija de su tío materno Labán, con las ovejas de este, quitó la piedra que tapaba la boca del pozo y abrevó las ovejas de su tío Labán. 11 Luego saludó a Raquel con un beso y rompió a llorar. 12 Cuando Jacob le explicó a Raquel que él era hijo de Rebeca y sobrino de Labán, ella salió corriendo a dar la noticia a su padre.


13 Al oír Labán las noticias acerca de su sobrino Jacob, salió a su encuentro y, entre abrazos y besos, lo llevó a su casa. Y cuando Jacob le contó todo lo que había sucedido, 14 Labán le dijo:


— ¡No cabe duda de que perteneces a mi familia!


Boda de Jacob

Jacob se quedó con Labán durante un mes.


15 Un día, Labán dijo a Jacob:


— Tú eres pariente mío, pero no por eso has de trabajar gratis para mí. Dime qué salario quieres que te pague.


16 Labán tenía dos hijas. La mayor se llamaba Lía y la menor Raquel. 17 Lía tenía unos ojos apagados; Raquel, en cambio, era hermosa de los pies a la cabeza. 18 Como Jacob se había enamorado de ella, contestó a Labán:


— Trabajaré siete años a tu servicio para casarme con Raquel, tu hija menor.


19 Labán le contestó:


— Es mejor que te la entregue a ti, y no a un extraño. Quédate conmigo.


20 Y así Jacob trabajó por Raquel durante siete años, pero estaba tan enamorado de ella que le parecieron unos pocos días. 21 Pasado ese tiempo, Jacob dijo a Labán:


— Ya se ha cumplido el tiempo, dame a mi mujer para que me una a ella.


22 Entonces Labán invitó a todos los vecinos del lugar a la fiesta de bodas. 23 Pero al anochecer, tomó a su hija Lía y se la entregó a Jacob que se acostó con ella. 24 Además, Labán regaló a Lía una de sus criadas, llamada Zilpá, para que la atendiera.


25 Al día siguiente por la mañana, Jacob se llevó la sorpresa de que se trataba de Lía y fue a protestar a Labán:


— ¿Qué me has hecho? ¿No te he servido yo por Raquel? Entonces, ¿por qué me has engañado?


26 Labán respondió:


— Aquí no es costumbre dar a la hija pequeña antes que a la mayor. 27 Por eso, cumple la semana de festejos que corresponde a la boda con Lía y entonces te daremos también a Raquel a cambio de otros siete años de trabajo a mi servicio.


28 Así lo hizo Jacob; terminó la semana de festejos que correspondía a la boda con Lía, y después Labán le dio por mujer a su hija Raquel. 29 Asimismo, Labán regaló a Raquel una de sus criadas, llamada Bilhá, para que la atendiera. 30 Jacob se acostó también con Raquel y la amó más que a Lía. Y durante siete años más continuó trabajando al servicio de Labán.


Los hijos de Jacob

31 Cuando el Señor vio que Lía no era amada, la hizo fecunda, mientras Raquel seguía estéril. 32 Lía quedó embarazada y dio a luz un hijo, al que llamó Rubén, pues dijo:


— El Señor ha visto mi aflicción; ahora mi marido me amará.


33 Lía volvió a quedar embarazada y dio a luz otro hijo, al que llamó Simeón, y comentó:


— El Señor se ha dado cuenta de que era menospreciada, y por eso me dio también este hijo.


34 Volvió a quedar embarazada y dio a luz un tercer hijo, al que llamó Leví, y comentó:


— Ahora sí que mi marido se sentirá ligado a mí, porque le he dado tres hijos.


35 Lía volvió a quedar embarazada y dio a luz un hijo más, al que llamó Judá, y comentó:


— Esta vez alabaré al Señor.


Y Lía dejó de dar a luz.


Mateo 9:18-38

La Palabra (Hispanoamérica)

La hija del dignatario y la mujer enferma (Mc 5,21-43; Lc 8,40-56)

18 Mientras Jesús les estaba diciendo estas cosas, se le acercó un dignatario que, arrodillándose delante de él, le dijo:


— Mi hija acaba de morir; pero si tú vienes y pones tu mano sobre ella, volverá a vivir.


19 Jesús se levantó y, seguido de sus discípulos, fue con él.


20 En esto, una mujer que padecía hemorragias desde hacía doce años, se acercó por detrás a Jesús y tocó el borde de su manto, 21 pues pensaba para sí misma: “Con sólo tocar su manto, me curaré”. 22 Pero Jesús se volvió y, al verla, le dijo:


— Ánimo, hija, tu fe te ha salvado.


Y en aquel mismo instante la mujer recuperó la salud.


23 Cuando Jesús llegó a casa del dignatario y vio a los flautistas y a la gente que se lamentaba, dijo:


24 — Salgan de aquí. La muchacha no está muerta; está dormida.


Al oír esto, todos se rieron de Jesús; 25 pero él, después que salió la gente, pasó adentro, tomó a la muchacha por la mano y ella se levantó. 26 Y la noticia de este suceso se extendió por toda aquella región.


Curación de dos ciegos

27 Al salir Jesús de allí, lo siguieron dos ciegos que suplicaban a voces:


— ¡Ten compasión de nosotros, Hijo de David!


28 Cuando entró en casa, los ciegos se le acercaron y Jesús les preguntó:


— ¿Creen ustedes que puedo hacer esto?


Ellos le contestaron:


— Sí, Señor.


29 Entonces les tocó los ojos y dijo:


— Que se haga en ustedes conforme a la fe que tienen.


30 Se les abrieron al punto los ojos y Jesús les ordenó:


— Procuren que nadie lo sepa.


31 Ellos, sin embargo, en cuanto salieron, comenzaron a divulgarlo por toda la región.


Curación de un mudo

32 Acababan de irse los ciegos cuando se acercaron unos a Jesús y le presentaron un mudo que estaba poseído por un demonio. 33 En cuanto Jesús expulsó al demonio, el mudo comenzó a hablar. Y los que lo presenciaron decían asombrados:


— ¡Nunca se ha visto en Israel nada parecido!


34 En cambio, los fariseos decían:


— El propio jefe de los demonios es quien le da a este el poder para expulsarlos.


Mucha mies y pocos trabajadores

35 Jesús recorría todos los pueblos y aldeas enseñando en las sinagogas judías. Anunciaba la buena noticia del Reino y curaba toda clase de enfermedades y dolencias. 36 Y al ver a toda aquella gente, se sentía conmovido porque estaban maltrechos y desalentados, como ovejas sin pastor. 37 Dijo entonces a sus discípulos:


— La mies es mucha, pero son pocos los trabajadores. 38 Por eso, pídanle al dueño de la mies que mande trabajadores a su mies.


Salmos 11

La Palabra (Hispanoamérica)

Salmo 11 (10)

En el Señor confío

11 Al maestro del coro. De David.

En el Señor confío, ¿cómo pueden decirme:

“Vuela a los montes como un pájaro,

2 si los malvados ya han tensado su arco

y tienen ya la flecha en la cuerda

para disparar en la penumbra a los honrados?

3 Cuando son arrasados los cimientos,

¿qué puede hacer el justo”?

4 El Señor está en su santo Templo,

el Señor tiene su trono en el cielo.

Sus ojos están observando,

su mirada sondea a los humanos:

5 el Señor sondea al justo y al malvado,

él detesta al que ama la violencia.

6 Hará llover sobre los malos brasas y azufre,

un viento ardiente será la porción de su copa.

7 Porque el Señor es justo y ama la justicia;

quien es recto podrá contemplar su rostro.


Proverbios 3:11-12

La Palabra (Hispanoamérica)

11 Hijo mío, no rechaces la corrección del Señor

ni te disguste su reprensión,

12 porque el Señor reprende a quien ama,

como un padre al hijo preferido.


La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)

La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España

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