Thursday, January 11, 2024

DAB Español, Viernes 12 de Enero

Día 012, DAB Español, Viernes 12 de Enero


Génesis 26:17-27:46; Mateo 9:1-17; Salmos 10:6-18; Proverbios 3:9-10 (La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH))




Génesis 26:17-27:46

La Palabra (Hispanoamérica)

17 Isaac se fue de allí y montó su campamento en el valle de Guerar, donde se estableció. 18 Abrió nuevamente los pozos de agua que habían sido cavados en tiempos de su padre Abrahán y que los filisteos habían cegado después de su muerte, y les puso los mismos nombres que su padre les había dado. 19 Un día, los criados de Isaac, cavando un pozo en el valle, dieron con un manantial. 20 Pero los pastores de Guerar se pusieron a discutir con los pastores de Isaac diciendo:


— Esta agua es nuestra.


Por eso Isaac llamó al pozo Esec —es decir, “Pelea”—, porque habían peleado por él. 21 Después cavaron otro pozo, y volvieron a discutir por él; por eso Isaac lo llamó Sitná —es decir, “Discusión”—.


22 Entonces Isaac se fue de allí y volvió a cavar otro pozo, pero esta vez ya no hubo disputas por él. A este pozo lo llamó Rejobot —es decir, “Espacios abiertos”—, pues se dijo: “El Señor nos ha dado espacios abiertos para que prosperemos en esta región”.


Renovación de la promesa hecha a Abrahán

23 De allí Isaac se dirigió a Berseba. 24 Y aquella misma noche el Señor se le apareció y le dijo:


Yo soy el Dios de tu padre Abrahán.

No temas, porque yo estoy contigo.

Te bendeciré y multiplicaré tu descendencia,

por amor a mi siervo Abrahán.


25 Allí Isaac erigió un altar e invocó el nombre del Señor. Montó allí su tienda, y sus criados cavaron otro pozo.


Alianza entre Isaac y Abimélec

26 Cierto día, Abimélec fue a visitar a Isaac desde Guerar. Llegó acompañado de su amigo Ajuzat y de Picol, el jefe de su ejército. 27 Isaac les preguntó:


— ¿Por qué vienen a visitarme, si me odian y hasta me han echado de su tierra?


28 Ellos respondieron:


— Nos hemos dado cuenta de que el Señor está contigo y queremos proponerte sellar entre nosotros una alianza con juramento. 29 Jura que no nos harás ningún daño, pues nosotros no te hicimos mal, al contrario, siempre te tratamos bien y te despedimos en forma amistosa. Tú eres ahora el bendito del Señor.


30 Isaac les ofreció un banquete y ellos comieron y bebieron. 31 Al día siguiente se levantaron de madrugada y se hicieron mutuo juramento. Luego Isaac los despidió, y ellos se marcharon como amigos.


32 Aquel mismo día los criados de Isaac vinieron a darle noticias del pozo que estaban cavando, y le dijeron:


— Hemos encontrado agua.


33 Isaac le puso el nombre de Sebá —es decir, “Juramento”—. Por eso la ciudad se llama hasta el día de hoy Berseba, —es decir, “Pozo del Juramento”.


34 Cuando Esaú tenía cuarenta años tomó por mujer a Judit, hija de Beerí el hitita, y a Besemat, hija de otro hitita llamado Elón. 35 Estas dos mujeres trajeron muchos disgustos a Isaac y a Rebeca.


Ciclo de Jacob (27—36)

Isaac bendice a Jacob y Esaú

27 Isaac era ya anciano y sus ojos se habían nublado tanto que ya no veía. Entonces llamó a Esaú, su hijo mayor, y le dijo:


— ¡Hijo mío!


Él respondió:


— Aquí estoy.


2 Continuó Isaac:


— Como ves, ya soy un anciano y cualquier día me puedo morir. 3 Quiero que vayas al monte con tu arco y tus flechas y me traigas algo de caza. 4 Después me lo guisas como a mí me gusta y me lo traes para que me lo coma, pues deseo darte mi bendición antes de morir.


5 Pero Rebeca había estado escuchando lo que Isaac le decía a su hijo Esaú y, en cuanto este salió al monte a cazar algo para su padre, 6 ella llamó a su hijo Jacob y le dijo:


— Según acabo de escuchar, tu padre le ha pedido a tu hermano Esaú 7 que cace un animal y se lo traiga para hacerle un guiso como a él le gusta, y después le dará su bendición delante del Señor antes de morir. 8 Así que ahora, hijo mío, haz lo que te mando. 9 Vete al rebaño y tráeme dos de los mejores cabritos. Yo prepararé a tu padre un guiso como a él le gusta 10 y tú se lo llevarás para que coma; y así te dará su bendición antes de morir.


11 Pero Jacob replicó a Rebeca, su madre:


— Sabes que mi hermano Esaú es velludo y yo soy lampiño. 12 Si resulta que mi padre llega a palparme y descubre que soy un impostor, me acarrearé maldición en lugar de bendición.


13 Su madre le dijo:


— Caiga sobre mí esa maldición, hijo mío. Tú haz lo que te digo y tráeme esos cabritos.


14 Jacob fue en busca de los cabritos, se los llevó a su madre y ella preparó el guiso como a su padre le gustaba. 15 Después Rebeca tomó la ropa de su hijo mayor Esaú, el mejor vestido que guardaba en casa, y se lo vistió a Jacob, su hijo menor. 16 Con la piel de los cabritos le cubrió las manos y la parte lampiña del cuello, 17 y puso en las manos de su hijo Jacob el guiso y el pan que había preparado.


18 Jacob entró adonde estaba su padre y le dijo:


— ¡Padre!


Isaac respondió:


— Aquí estoy. ¿Quién eres tú, hijo mío?


19 Jacob dijo:


— Soy Esaú, tu primogénito. Ya hice lo que me pediste. Ven, incorpórate para comer de lo que he cazado, y después me darás tu bendición.


20 Isaac dijo a su hijo:


— ¡Qué pronto has encontrado caza!


Jacob respondió:


— El Señor tu Dios me la puso al alcance.


21 Pero Isaac le dijo:


— Acércate, hijo mío, deja que te palpe para saber si de veras eres o no mi hijo Esaú.


22 Y Jacob se acercó a Isaac, su padre, que palpándolo dijo:


— La voz es la de Jacob, pero las manos son de Esaú. 23 Así que no lo reconoció porque sus manos eran velludas como las de su hermano Esaú. Ya se disponía a bendecirlo 24 cuando volvió a preguntarle:


— ¿Eres tú de verdad mi hijo Esaú?


Jacob contestó:


— Lo soy.


25 Entonces su padre le dijo:


— Sírveme de lo que has cazado, hijo mío, para que coma, y te daré mi bendición.


Jacob sirvió de comer a su padre, y comió; también le sirvió vino, y bebió. 26 Después Isaac, su padre, le dijo:


— Acércate ahora, hijo mío, y bésame.


27 Cuando Jacob se acercó para besarlo, Isaac le olió la ropa. Entonces lo bendijo con estas palabras:


“El aroma de mi hijo

es como el aroma de un campo

que el Señor ha bendecido.

28 Que Dios te conceda del cielo el rocío,

y de la tierra una abundante cosecha

de vino y de trigo.

29 Que tengas pueblos por vasallos

y naciones se inclinen ante ti.

Que seas señor de tus hermanos

y ante ti se postren los hijos de tu madre.

¡Maldito sea quien te maldiga,

y quien te bendiga, bendito sea!”.


30 Apenas había terminado Isaac de bendecir a Jacob y de salir este de donde estaba su padre, cuando volvió de cazar Esaú, su hermano. 31 Preparó también Esaú un guiso, se lo llevó a su padre y le dijo:


— Levántate, padre, come de esto que ha cazado tu hijo y dame tu bendición.


32 Su padre Isaac le preguntó:


— ¿Quién eres tú?


Él respondió:


— Soy Esaú, tu hijo primogénito.


33 Isaac se estremeció sobremanera y exclamó:


— Entonces ¿quién es el que fue a cazar y me lo trajo y comí de todo antes de que tú llegaras? Le di mi bendición, y bendecido quedará.


34 Al oír Esaú las palabras de su padre, lanzó un grito atroz, lleno de amargura, y le suplicó:


— ¡Dame tu bendición a mí también, padre!


35 Pero Isaac le respondió:


— Ha venido tu hermano con engaños y te ha robado tu bendición.


36 Esaú exclamó:


— ¡Con razón le pusieron el nombre de Jacob! Ya van dos veces que me ha hecho trampa; primero me quitó mi primogenitura, y ahora me ha arrebatado mi bendición. ¿No te queda otra bendición para mí?


37 Isaac le respondió:


— Mira, lo he puesto por señor tuyo y he declarado siervos suyos a todos sus hermanos. Le he provisto de vino y trigo, ¿qué puedo hacer ya por ti, hijo mío?


38 Pero Esaú insistió:


— ¿Es que sólo tienes una bendición, padre? ¡Bendíceme también a mí, padre mío!


Y Esaú se puso a llorar y a dar grandes gritos.


39 Entonces Isaac, su padre, le dijo:


Vivirás lejos de la tierra fértil,

lejos del rocío del cielo.

40 Vivirás de tu espada

y a tu hermano servirás.

Pero cuando te rebeles,

lograrás quitar su yugo de tu cuello.


41 Desde entonces Esaú guardó un profundo rencor hacia su hermano por la bendición que le había dado su padre, y se decía: “No está lejos el día en que hagamos duelo por la muerte de mi padre; después de eso, mataré a mi hermano Jacob.”


42 Alguien contó a Rebeca lo que Esaú, su hijo mayor, estaba tramando; así que mandó llamar a Jacob, el hijo menor, y le dijo:


— Mira, tu hermano Esaú quiere matarte para vengarse de ti. 43 Créeme, hijo mío, debes huir en seguida a Jarán, a casa de mi hermano Labán. 44 Quédate con él por algún tiempo, hasta que se apacigüe la furia de tu hermano. 45 Cuando ya se haya calmado y olvide lo que le has hecho, entonces te mandaré aviso para que vuelvas. ¡No quiero perderlos a los dos el mismo día!


46 Luego Rebeca dijo a Isaac:


— Estas nueras hititas me están amargando la vida. Como Jacob se case también con una de esas hititas, con una nativa de este país, ¡más me valdría morir!


Mateo 9:1-17

La Palabra (Hispanoamérica)

Curación de un paralítico (Mc 2,1-12; Lc 5,17-26)

9 Después de esto, Jesús subió de nuevo a la barca, pasó a la otra orilla del lago y se dirigió a la ciudad donde vivía. 2 Allí le llevaron un paralítico echado en una camilla. Viendo Jesús la fe de los que lo llevaban, dijo al paralítico:


— Ánimo, hijo. Tus pecados quedan perdonados.


3 Entonces algunos maestros de la ley se dijeron: “Este blasfema”. 4 Pero Jesús, que leía sus pensamientos, les dijo:


— ¿Por qué piensan mal? 5 ¿Qué es más fácil? ¿Decir: “Tus pecados quedan perdonados”, o decir: “Levántate y anda”? 6 Pues voy a demostrarles que el Hijo del hombre tiene autoridad en este mundo para perdonar pecados.


Se volvió entonces al paralítico y le dijo:


— Levántate, recoge tu camilla y vete a tu casa.


7 Y él se levantó y se fue a su casa. 8 Los que estaban allí presentes quedaron sobrecogidos al ver esto, y alabaron a Dios, porque había dado tal autoridad a los humanos.


Jesús llama a Mateo (Mc 2,13-17; Lc 5,27-32)

9 Jesús continuó su camino. Al pasar vio a un hombre llamado Mateo que estaba sentado en su despacho de recaudación de impuestos, y le dijo:


— Sígueme.


Mateo se levantó y lo siguió.


10 Más tarde, estando Jesús sentado a la mesa en casa de Mateo, acudieron muchos recaudadores de impuestos y gente de mala reputación, que se sentaron también a la mesa con Jesús y sus discípulos. 11 Los fariseos, al verlo, preguntaron a los discípulos:


— ¿Cómo es que su Maestro se sienta a comer con esa clase de gente?


12 Jesús lo oyó y les dijo:


— No necesitan médico los que están sanos, sino los que están enfermos. 13 A ver si aprendéis lo que significa aquello de: Yo no quiero que me ofrezcan sacrificios, sino que sean compasivos. Yo no he venido a llamar a los buenos, sino a los pecadores.


La cuestión del ayuno (Mc 2,18-22; Lc 5,33-39)

14 Entonces se acercaron a Jesús los discípulos de Juan el Bautista y le preguntaron:


— ¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos tantas veces y, en cambio, tus discípulos no ayunan?


15 Jesús les contestó:


— ¿Pueden acaso estar tristes los invitados a una boda mientras el novio está con ellos? Ya llegará el momento en que les faltará el novio; entonces ayunarán. 16 Nadie remienda un vestido viejo con una pieza de tela nueva, porque el remiendo tira de la tela, y el roto se hace mayor. 17 Tampoco se echa vino nuevo en odres viejos, porque los odres se revientan, se derrama el vino y se pierden los odres. El vino nuevo hay que echarlo en odres nuevos, para que ambas cosas se conserven.


Salmos 10:6-18

La Palabra (Hispanoamérica)

6 Él piensa: “Nadie me hará caer;

seré feliz, no me alcanzará la desgracia”.

7 Su boca está llena de maldición, mentira y engaño;

bajo su lengua hay injusticia y maldad.

8 Se aposta al acecho junto a los poblados,

a escondidas mata al inocente,

sus ojos espían al desvalido.

9 Se esconde al acecho

como león en su guarida,

acecha para apresar al humilde,

lo apresa atrayéndolo a su trampa.

10 Se agazapa, se encorva

y caen en sus garras los desvalidos.

11 Piensa: “Dios lo ha olvidado,

ha ocultado su rostro, nunca vio nada”.

12 ¡Ponte, Señor, en acción!

¡Muestra, oh Dios, tu poder!

No olvides a los humildes.

13 ¿Por qué el malvado injuria al Señor

pensando: “de nada me hace responsable”?

14 Pero tú lo has visto, tú miras la miseria y el dolor

para acogerlos en tus manos.

En ti se abandona el desvalido,

tú eres quien protege al huérfano.

15 Destruye el poder del malvado y del injusto,

hazle responder de su maldad

hasta que desaparezca por completo.

16 El Señor es el rey eterno,

los paganos desaparecerán de su tierra.

17 Tú atiendes, Señor, el deseo de los humildes,

fortaleces su corazón, les prestas oído;

18 haces justicia al huérfano y al oprimido,

¡que el simple mortal no vuelva a sembrar el miedo!


Proverbios 3:9-10

La Palabra (Hispanoamérica)

9 Honra al Señor con tus riquezas,

con las primicias de todas tus cosechas:

10 tus graneros se llenarán de trigo

y tus bodegas rebosarán de vino.


La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)

La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España

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