Friday, July 28, 2017

DAB Español, Sábado 29 de Julio

Día 210

2 Crónicas 24:1-25:28; Romanos 12:1-21; Salmos 22:19-31; Proverbios 20:8-10 (Reina-Valera 1995)





2 Crónicas 24-25 Reina-Valera 1995 (RVR1995)

Reinado de Joás de Judá
24 Siete años tenía Joás cuando comenzó a reinar, y cuarenta años reinó en Jerusalén. El nombre de su madre fue Sibia, de Beerseba. 2 E hizo Joás lo recto ante los ojos de Jehová todos los días de Joiada, el sacerdote. 3 Joiada lo hizo casar con dos mujeres, y engendró hijos e hijas.

4 Después de esto, aconteció que Joás decidió restaurar la casa de Jehová. 5 Reunió a los sacerdotes y a los levitas, y les dijo: «Salid por las ciudades de Judá y recoged dinero de todo Israel, para que cada año sea reparada la casa de vuestro Dios; y vosotros poned diligencia en el asunto.» Pero los levitas no pusieron diligencia. 6 Por lo cual el rey llamó al sumo sacerdote Joiada y le dijo: «¿Por qué no has procurado que los levitas traigan de Judá y de Jerusalén la ofrenda que Moisés, siervo de Jehová, impuso a la congregación de Israel para el tabernáculo del Testimonio?» 7 Pues la impía Atalía y sus hijos habían destruido la casa de Dios, y además habían gastado en los ídolos todas las cosas consagradas de la casa de Jehová.

8 Mandó, pues, el rey que hicieran un arca, la cual pusieron fuera, a la puerta de la casa de Jehová; 9 e hicieron pregonar en Judá y en Jerusalén que trajeran a Jehová la ofrenda que Moisés, siervo de Dios, había impuesto a Israel en el desierto. 10 Todos los jefes y todo el pueblo se gozaron, trajeron ofrendas y las echaron en el arca hasta llenarla. 11 Y cuando llegaba el momento de llevar el arca al secretario del rey por medio de los levitas, si veían que había mucho dinero, venía el escriba del rey y el que estaba puesto por el Sumo sacerdote, llevaban el arca, la vaciaban y la retornaban a su lugar. Así lo hacían de día en día, y recogían mucho dinero. 12 Luego el rey y Joiada lo daban a los que hacían el trabajo del servicio de la casa de Jehová. Estos contrataban canteros y carpinteros para que repararan la casa de Jehová, y artífices en hierro y bronce para componer la Casa. 13 Hacían, pues, los artesanos la obra, y con sus manos la obra quedó restaurada; restituyeron la casa de Dios a su antigua condición, y la consolidaron. 14 Cuando la terminaron, trajeron al rey y a Joiada lo que quedaba del dinero e hicieron de él utensilios para la casa de Jehová, utensilios para el servicio, morteros, cucharas, vasos de oro y de plata. Y sacrificaron holocaustos continuamente en la casa de Jehová durante todos los días de Joiada.

15 Pero Joiada envejeció y murió lleno de días; tenía ciento treinta años cuando murió. 16 Lo sepultaron en la Ciudad de David con los reyes, por cuanto había hecho el bien en Israel, con Dios y con su casa.

17 Muerto Joiada, vinieron los príncipes de Judá y le ofrecieron obediencia al rey. El rey los oyó, 18 y ellos abandonaron la casa de Jehová, el Dios de sus padres, y sirvieron a los símbolos de Asera y a las imágenes esculpidas. Entonces la ira de Dios vino sobre Judá y Jerusalén por este su pecado. 19 Y les envió profetas para que los hicieran volver a Jehová, los cuales los amonestaron; pero ellos no los escucharon.

20 Entonces el espíritu de Dios vino sobre Zacarías, hijo del sacerdote Joiada, se puso en pie, en un lugar alto, y dijo al pueblo: «Así ha dicho Dios: ¿Por qué quebrantáis los mandamientos de Jehová? No os vendrá bien por ello, porque por haber dejado a Jehová, él también os abandonará.»

21 Pero ellos conspiraron contra él, y por mandato del rey lo apedrearon hasta matarlo, en el patio de la casa de Jehová. 22 Así el rey Joás no se acordó de la misericordia que Joiada, padre de Zacarías, había tenido con él, sino que mató a su hijo, quien dijo al morir: «¡Jehová lo vea y lo demande!»

23 A la vuelta del año subió contra él el ejército de Siria, que invadieron a Judá y a Jerusalén, mataron de entre el pueblo a todos los principales, y enviaron todo el botín al rey de Damasco, 24 pues aunque el ejército de Siria había venido con poca gente, Jehová entregó en sus manos un ejército muy numeroso, por cuanto habían abandonado a Jehová, el Dios de sus padres. Así sufrió Joás el castigo merecido.

25 Cuando se fueron los sirios, dejándolo agobiado por sus dolencias, conspiraron contra él sus siervos, a causa de la sangre de los hijos de Joiada, el sacerdote, y lo hirieron en su cama, donde murió. Lo sepultaron en la Ciudad de David, pero no en los sepulcros de los reyes. 26 Los que conspiraron contra él fueron Zabad hijo de Simeat, el amonita, y Jozabad hijo de Simrit, el moabita.

27 En lo tocante a los hijos de Joás, la multiplicación que hizo de las rentas y la restauración de la casa de Jehová, está escrito en la historia del libro de los reyes. Y reinó en su lugar su hijo Amasías.

Reinado de Amasías
25 Veinticinco años tenía Amasías cuando comenzó a reinar, y veintinueve años reinó en Jerusalén; el nombre de su madre era Joadán, de Jerusalén. 2 Hizo él lo recto ante los ojos de Jehová, aunque no de perfecto corazón.

3 Cuando fue confirmado en el reino, mató a los siervos que habían matado al rey, su padre. 4 Pero no mató a los hijos de ellos, según lo que está escrito en la Ley, en el libro de Moisés, donde Jehová mandó diciendo: «No morirán los padres por los hijos, ni los hijos por los padres, sino cada uno morirá por su pecado.»

5 Reunió luego Amasías a Judá y, con arreglo a las familias, puso jefes de millares y de centenas sobre todo Judá y Benjamín. Después puso en lista a todos los de veinte años para arriba, y fueron hallados trescientos mil escogidos para salir a la guerra, que tenían lanza y escudo. 6 Y de Israel tomó a sueldo por cien talentos de plata, a cien mil hombres valientes.

7 Pero un varón de Dios vino ante él y le dijo:

—Rey, que no vaya contigo el ejército de Israel, porque Jehová no está con Israel, ni con todos los hijos de Efraín. 8 Pero si vas así, si eso haces y te esfuerzas en la pelea, Dios te hará caer delante de los enemigos; porque Dios tiene poder para ayudar, y para derribar.

9 Le preguntó Amasías al varón de Dios:

—¿Qué, pues, se hará con los cien talentos que he dado al ejército de Israel?

Respondió el varón de Dios:

—Jehová puede darte mucho más que esto.

10 Entonces Amasías apartó el ejército de la gente que había venido a unírsele de Efraín, para que se fueran a sus casas. Ellos se enojaron mucho contra Judá y volvieron a sus casas encolerizados.

11 Amasías se armó de valor, sacó a su pueblo, vino al valle de la Sal y mató a diez mil de los hijos de Seir. 12 Los hijos de Judá tomaron vivos a otros diez mil, los cuales llevaron a la cumbre de un peñasco, los despeñaron desde allí, y todos se hicieron pedazos.

13 Mientras tanto, los del ejército que Amasías había despedido, para que no fueran con él a la guerra, invadieron las ciudades de Judá, desde Samaria hasta Bet-horón, mataron a tres mil personas y recogieron mucho botín.

14 Al volver Amasías de la matanza de los edomitas, trajo también consigo los dioses de los hijos de Seir, los tomó por dioses suyos, los adoró y les quemó incienso. 15 Por esto se encendió la ira de Jehová contra Amasías, y le envió un profeta que le dijo:

—¿Por qué has buscado los dioses de una nación que no han podido librar a su pueblo de tus manos?

16 Mientras el profeta hablaba estas cosas, él lo interrumpió:

—¿Acaso te han nombrado consejero del rey? Déjate de eso. ¿O es que quieres que te maten?

El profeta concluyó diciendo:

—Yo sé que Dios ha determinado destruirte, porque has hecho esto y no obedeciste mi consejo.

17 Pero Amasías, rey de Judá, después de tomar consejo, envió a decir a Joás hijo de Joacaz hijo de Jehú, rey de Israel: «Ven y veámonos cara a cara.» 18 Entonces Joás, rey de Israel, envió a decir a Amasías, rey de Judá: «El cardo que estaba en el Líbano le mandó a decir al cedro que estaba en el Líbano: “Da tu hija a mi hijo por mujer.” Pero las fieras que estaban en el Líbano pasaron y pisotearon el cardo. 19 Tú dices: “He derrotado a Edom.” Por eso se enaltece y gloría tu corazón. Pero mejor quédate ahora en tu casa. ¿Para qué provocas un mal en que puedas caer tú y Judá contigo?»

20 Pero Amasías no quiso oír; pues era la voluntad de Dios entregarlos en manos de sus enemigos, por cuanto habían buscado a los dioses de Edom. 21 Subió, pues, Joás, rey de Israel, y se vieron cara a cara él y Amasías, rey de Judá, en la batalla de Bet-semes de Judá. 22 Y Judá cayó delante de Israel, y huyó cada uno a su casa. 23 Joás, rey de Israel, apresó en Bet-semes a Amasías, rey de Judá, hijo de Joás hijo de Joacaz, y lo llevó a Jerusalén, en cuyo muro hizo una brecha desde la puerta de Efraín hasta la puerta del Ángulo, un tramo de cuatrocientos codos. 24 Asimismo tomó todo el oro y la plata, y todos los utensilios que se hallaron en la casa de Dios en casa de Obed-edom, los tesoros de la casa del rey y los hijos de los nobles como rehenes; después volvió a Samaria.

25 Amasías hijo de Joás, rey de Judá, vivió aún quince años después de la muerte de Joás hijo de Joacaz, rey de Israel. 26 Los demás hechos de Amasías, los primeros y los últimos, ¿no están escritos en el libro de los reyes de Judá y de Israel? 27 Desde el tiempo en que Amasías se apartó de Jehová, empezaron a conspirar contra él en Jerusalén; y habiendo huido a Laquis, lo persiguieron hasta esa ciudad y allá lo mataron; 28 lo trajeron en caballos y lo sepultaron con sus padres en la ciudad de Judá.

Reina-Valera 1995 (RVR1995)
Copyright © 1995 by United Bible Societies

Romanos 12 Reina-Valera 1995 (RVR1995)

La nueva vida
12 Por lo tanto, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios que presentéis vuestros cuerpos como sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro verdadero culto. 2 No os conforméis a este mundo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál es la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.

3 Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno. 4 De la manera que en un cuerpo tenemos muchos miembros, pero no todos los miembros tienen la misma función, 5 así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros.

6 Tenemos, pues, diferentes dones, según la gracia que nos es dada: el que tiene el don de profecía, úselo conforme a la medida de la fe; 7 el de servicio, en servir; el que enseña, en la enseñanza; 8 el que exhorta, en la exhortación; el que reparte, con generosidad; el que preside, con solicitud; el que hace misericordia, con alegría.

Deberes de la vida cristiana
9 El amor sea sin fingimiento. Aborreced lo malo y seguid lo bueno. 10 Amaos los unos a los otros con amor fraternal; en cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a los otros. 11 En lo que requiere diligencia, no perezosos; fervientes en espíritu, sirviendo al Señor; 12 gozosos en la esperanza, sufridos en la tribulación, constantes en la oración. 13 Compartid las necesidades de los santos y practicad la hospitalidad. 14 Bendecid a los que os persiguen; bendecid y no maldigáis. 15 Gozaos con los que se gozan; llorad con los que lloran. 16 Unánimes entre vosotros; no seáis altivos, sino asociaos con los humildes. No seáis sabios en vuestra propia opinión.

17 No paguéis a nadie mal por mal; procurad lo bueno delante de todos los hombres. 18 Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres. 19 No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios, porque escrito está: «Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor.» 20 Así que, si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; si tiene sed, dale de beber, pues haciendo esto, harás que le arda la cara de vergüenza.

21 No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal.

Reina-Valera 1995 (RVR1995)
Copyright © 1995 by United Bible Societies

Salmos 22:19-31 Reina-Valera 1995 (RVR1995)

19 Mas tú, Jehová, ¡no te alejes!
Fortaleza mía, ¡apresúrate a socorrerme!
20 Libra de la espada mi alma,
del poder del perro mi vida.
21 Sálvame de la boca del león
y líbrame de los cuernos de los toros salvajes.
22 Anunciaré tu nombre a mis hermanos;
en medio de la congregación te alabaré.
23 Los que teméis a Jehová, ¡alabadlo!
¡Glorificadlo, descendencia toda de Jacob!
¡Temedlo vosotros, descendencia toda de Israel!,
24 porque no menospreció ni rechazó el dolor del afligido,
ni de él escondió su rostro,
sino que cuando clamó a él, lo escuchó.
25 De ti será mi alabanza en la gran congregación;
mis votos pagaré delante de los que lo temen.
26 Comerán los humildes hasta quedar saciados;
alabarán a Jehová los que lo buscan;
vivirá vuestro corazón para siempre.
27 Se acordarán y se volverán a Jehová
todos los confines de la tierra,
y todas las familias de las naciones
adorarán delante de ti,
28 porque de Jehová es el reino
y él regirá las naciones.
29 Comerán y adorarán todos los poderosos de la tierra;
se postrarán delante de él todos los que descienden al polvo,
aun el que no puede conservar la vida a su propia alma.
30 La posteridad lo servirá;
esto será contado de Jehová hasta la postrera generación.
31 Vendrán y anunciarán su justicia;
a pueblo no nacido aún, anunciarán que él hizo esto.
Reina-Valera 1995 (RVR1995)
Copyright © 1995 by United Bible Societies

Proverbios 20:8-10 Reina-Valera 1995 (RVR1995)

8 El rey, al sentarse en el trono para juzgar,
con su mirada descubre todo mal.
9 ¿Quién puede decir: «Yo he limpiado mi corazón,
limpio estoy de mi pecado»?
10 Pesa falsa y medida falsa,
ambas cosas son abominables para Jehová.
Reina-Valera 1995 (RVR1995)
Copyright © 1995 by United Bible Societies


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