Saturday, May 4, 2019

DAB Español, Domingo 5 de Mayo

Día 125, DAB Español, Domingo 5 de Mayo

Jueces 21:1 - Rut 1:22; Juan 4:5-42; Salmos 105:1-15; Proverbios 14:25 (La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH))






Jueces 21 - Rut 1 La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)
Pesar de los israelitas
21 Los de Israel habían hecho este juramento en Mispá:

— Ninguno de nosotros dará su hija en matrimonio a Benjamín.

2 El pueblo fue a Betel y allí permaneció hasta la tarde delante de Dios, llorando y suplicando con grandes gemidos. 3 Decían:

— Señor, Dios de Israel, ¿por qué tiene que desaparecer hoy en Israel una de sus tribus?

4 Al día siguiente el pueblo se levantó de madrugada, construyó allí un altar, y ofreció holocaustos y sacrificios de comunión. 5 Dijeron los israelitas:

— ¿Qué tribu de Israel no acudió a la asamblea ante el Señor?

Porque se habían juramentado solemnemente a castigar con la muerte al que no se presentara en Mispá ante el Señor. 6 Pero los israelitas estaban apenados por su hermano Benjamín y decían:

— Hoy ha sido borrada una tribu de Israel. 7 ¿Qué haremos para proporcionar mujeres a los que quedan? Pues nosotros hemos jurado por el Señor no darles nuestras hijas en matrimonio.

Las vírgenes de Jabés para los benjaminitas
8 Entonces se dijeron:

— ¿Cuál es la única tribu de Israel que no se presentó ante el Señor en Mispá?

Y resultó que nadie de Jabés de Galaad había acudido al campamento, a la asamblea. 9 Se hizo el recuento de la gente y no estaba ninguno de los habitantes de Jabés de Galaad. 10 Entonces la comunidad escogió a doce mil hombres valientes y les dio esta orden:

— Vayan y pasen a cuchillo a los habitantes de Jabés de Galaad, incluidas las mujeres y los niños. 11 Esto es lo que han de hacer: consagrarán al exterminio a todo varón y a toda mujer que no sea virgen, pero dejarán con vida a las doncellas.

Así lo hicieron. 12 Encontraron entre los habitantes de Jabés de Galaad cuatrocientas muchachas vírgenes que no habían tenido relaciones sexuales con varón y las llevaron al campamento de Siló, en el país de Canaán.

13 Toda la comunidad mandó emisarios a los benjaminitas que estaban en la Peña de Rimón para hacer las paces. 14 Regresaron entonces los benjaminitas. Y les dieron las mujeres de Jabés de Galaad que habían quedado con vida. Pero no hubo bastantes para todos.

Rapto de las muchachas de Siló
15 El pueblo se compadeció de Benjamín, porque el Señor había dejado un vacío en las tribus de Israel. 16 Decían los ancianos de la comunidad:

— ¿Qué podríamos hacer para proporcionar mujeres a los que aún quedan, pues las mujeres de Benjamín han sido exterminadas?

17 Y añadían:

— ¿Cómo conservar un resto de Benjamín para que no sea borrada una tribu de Israel? 18 Porque nosotros no podemos darles nuestras hijas en matrimonio. (Los israelitas, en efecto, habían pronunciado este juramento: “Maldito el que dé mujer a Benjamín”).

19 Entonces se dijeron:

— En estos días tiene lugar la fiesta del Señor, la que se celebra todos los años en Siló. (Esta ciudad está al norte de Betel, en la parte oriental del camino que sube de Betel a Siquén y al sur de Leboná.)

20 Así que dieron estas instrucciones a los benjaminitas:

— Vayan y escóndanse entre las viñas. 21 Y estén alerta. Cuando las muchachas de Siló salgan para danzar en corro, salgan ustedes de las viñas y rapten cada uno una mujer de entre las muchachas de Siló y váyanse a tierra de Benjamín. 22 Si luego vienen sus padres o sus hermanos a reclamarles, les diremos: “Perdónenlos, por favor, pues han capturado cada uno una mujer como en la guerra”. Y tampoco puede decirse que se las han dado ustedes, porque en ese caso ustedes serían culpables.

23 Así lo hicieron los benjaminitas: raptaron tantas danzarinas como eran ellos; luego se fueron, regresaron cada uno a su heredad, reconstruyeron las ciudades y se establecieron en ellas.

24 Por su parte, los israelitas se marcharon de allí cada uno a su tribu, a su clan y a su heredad. 25 Porque era un tiempo en que no había rey en Israel y cada uno hacía lo que le venía en gana.

Una familia de emigrantes
1 En la época de los jueces hubo hambre en el país y un hombre de Belén de Judá emigró con su mujer y sus dos hijos a las tierras de Moab. 2 Este hombre se llamaba Elimélec; su mujer, Noemí; y sus dos hijos, Majlón y Quilión. Todos eran efrateos, de Belén de Judá. Cuando llegaron a las tierras de Moab, se quedaron allí. 3 Murió Elimélec, el marido de Noemí, y ella se quedó con sus dos hijos, 4 que se casaron con dos mujeres moabitas: una se llamaba Orfá y la otra Rut.

Al cabo de unos diez años de estancia en Moab, 5 murieron también sus dos hijos, Majlón y Quilión; y Noemí se quedó sola, sin su marido y sus hijos.

6 Cuando Noemí se enteró de que el Señor había bendecido a su pueblo, proporcionándole pan, se dispuso a regresar con sus nueras desde las tierras de Moab. 7 Partió con sus dos nueras del lugar donde vivía y emprendieron el camino de regreso al país de Judá. 8 Entonces Noemí dijo a sus dos nueras:

— Vayan y vuélvanse a su casa materna. Que el Señor las trate con la misma bondad que ustedes han demostrado con los difuntos y conmigo 9 y les permita encontrar una vida dichosa en la casa de un nuevo marido.

Noemí las besó y ellas se echaron a llorar 10 y le dijeron:

— ¡No! Volveremos contigo a tu pueblo.

11 Pero Noemí insistió:

— Vuélvanse, hijas mías. ¿A qué van a venir conmigo? Ya no tendré más hijos que puedan casarse con ustedes. 12 Vuélvanse, hijas mías, y márchense, que soy demasiado vieja para casarme. Y aunque pensara que aún tengo esperanzas y me casara esta misma noche y tuviera hijos, 13 ¿van a aguardar ustedes hasta que sean mayores, renunciando por ellos a casarse de nuevo? No, hijas mías. Mi pena es mayor que la de ustedes, pues la mano del Señor se ha excedido conmigo.

14 Ellas se echaron de nuevo a llorar y Orfá se despidió de su suegra, pero Rut se quedó con Noemí. 15 Entonces Noemí le dijo:

— Mira, tu cuñada regresa a su pueblo y a su dios. Vuelve tú también con ella.

16 Pero Rut le contestó:

— No me pidas que te abandone y que me separe de ti, pues iré adonde vayas y viviré donde vivas, que tu pueblo es mi pueblo y tu Dios es mi Dios. 17 Moriré donde mueras y allí seré enterrada. ¡Que Dios me castigue, si nos separa otra cosa que la muerte!

18 Como vio que Rut estaba empeñada en acompañarla, Noemí dejó de insistirle 19 y las dos prosiguieron su camino hasta Belén. Cuando llegaron, toda la ciudad se alborotó por su causa y las mujeres comentaban:

— ¿No es esa Noemí?

20 Pero ella les decía:

— No me llamen Noemí. Llámemme Mara, porque el Todopoderoso me ha amargado la vida. 21 Me marché cargada y el Señor me devuelve vacía. ¿Por qué me siguen llamando Noemí, si el Señor todopoderoso me ha afligido y maltratado?

22 Y así fue como Noemí, acompañada de su nuera, Rut, volvió de las tierras de Moab. Cuando llegaron a Belén, comenzaba la cosecha de la cebada.

La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)
La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España

Juan 4:5-42 La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)
5 llegó a un pueblo de esa región llamado Sicar, cerca del terreno que Jacob dio a su hijo José. 6 Allí se encontraba el pozo de Jacob. Jesús, fatigado del camino, se sentó junto al pozo. Era cerca de mediodía. 7 Y en esto, llega una mujer samaritana a sacar agua. Jesús le dice:

— Dame de beber.

8 Los discípulos habían ido al pueblo a comprar comida. 9 La mujer samaritana le contesta:

— ¡Cómo! ¿No eres tú judío? ¿Y te atreves a pedirme de beber a mí que soy samaritana?

(Es que los judíos y los samaritanos no se trataban).

10 Jesús le responde:

— Si conocieras el don de Dios y quién es el que te dice: “dame de beber”, serías tú la que me pedirías de beber, y yo te daría agua viva.

11 — Pero Señor —replica la mujer—, no tienes con qué sacar el agua y el pozo es hondo. ¿Dónde tienes ese agua viva? 12 Jacob, nuestro antepasado, nos dejó este pozo, del que bebió él mismo, sus hijos y sus ganados. ¿Acaso te consideras de mayor categoría que él?

13 Jesús le contesta:

— Todo el que bebe de esta agua volverá a tener sed; 14 en cambio, el que beba del agua que yo quiero darle, nunca más volverá a tener sed sino que esa agua se convertirá en su interior en un manantial capaz de dar vida eterna.

15 Exclama entonces la mujer:

— Señor, dame de esa agua; así ya no volveré a tener sed ni tendré que venir aquí a sacar agua.

16 Jesús le dice:

— Vete a tu casa, llama a tu marido y vuelve acá.

17 Ella le contesta:

— No tengo marido.

— Es cierto —reconoce Jesús—; no tienes marido. 18 Has tenido cinco y ese con el que ahora vives no es tu marido. En esto has dicho la verdad.

19 Le responde la mujer:

— Señor, veo que eres profeta. 20 Nuestros antepasados rindieron culto a Dios en este monte; en cambio, ustedes los judíos dicen que el lugar para dar culto a Dios es Jerusalén.

21 Jesús le contesta:

— Créeme, mujer, está llegando el momento en que para dar culto al Padre, ustedes no tendrán que subir a este monte ni ir a Jerusalén. 22 Ustedes los samaritanos rinden culto a algo que desconocen; nosotros sí lo conocemos, ya que la salvación viene de los judíos. 23 Está llegando el momento, mejor dicho, ha llegado ya, en que los verdaderos adoradores rendirán culto al Padre en espíritu y en verdad, porque estos son los adoradores que el Padre quiere. 24 Dios es espíritu, y quienes le rinden culto deben hacerlo en espíritu y en verdad.

25 La mujer le dice:

— Yo sé que el Mesías (es decir, el Cristo) está por llegar; cuando venga nos lo enseñará todo.

26 Jesús, entonces, le manifiesta:

— El Mesías soy yo, el mismo que está hablando contigo.

El verdadero alimento
27 En ese momento llegaron los discípulos y se sorprendieron al ver a Jesús hablando con una mujer; pero ninguno se atrevió a preguntarle qué quería de ella o de qué estaban hablando. 28 La mujer, por su parte, dejó allí el cántaro, regresó al pueblo y dijo a la gente:

29 — Vengan a ver a un hombre que me ha adivinado todo lo que he hecho. ¿Será el Mesías?

30 Ellos salieron del pueblo y fueron a ver a Jesús. 31 Mientras tanto, los discípulos le insistían:

— Maestro, come.

32 Pero él les dijo:

— Yo me alimento de un manjar que ustedes no conocen.

33 Los discípulos comentaban entre sí:

— ¿Será que alguien le ha traído comida?

34 Jesús les explicó:

— Mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado y llevar a cabo sus planes.

35 ¿No dicen ustedes que todavía faltan cuatro meses para la cosecha? Pues fíjense: los sembrados están ya maduros para la recolección. 36 El que trabaja en la recolección recibe su salario y recoge el fruto con destino a la vida eterna; de esta suerte, se alegran juntos el que siembra y el que hace la recolección. 37 Con lo que se cumple el proverbio: “Uno es el que siembra y otro el que cosecha”. 38 Yo los envío a ustedes a recolectar algo que no han labrado; otros trabajaron y ustedes se benefician de su trabajo.

39 Muchos de los habitantes de aquel pueblo creyeron en Jesús movidos por el testimonio de la samaritana, que aseguraba:

— Me ha adivinado todo lo que he hecho.

40 Por eso, los samaritanos, cuando llegaron a donde estaba Jesús, le insistían en que se quedara con ellos. Y en efecto, se quedó allí dos días, 41 de manera que fueron muchos más los que creyeron en él por sus propias palabras. 42 Así que decían a la mujer:

— Ya no creemos en él por lo que tú nos has dicho, sino porque nosotros mismos hemos escuchado sus palabras, y estamos convencidos de que él es verdaderamente el salvador del mundo.

La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)
La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España

Salmos 105:1-15 La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)
Salmo 105 (104)
Él es el Señor Dios nuestro
105 Alaben al Señor, aclamen su nombre,
proclamen entre los pueblos sus hazañas.
2 Cántenle, toquen para él,
pregonen todas sus maravillas.
3 Enorgullézcanse de su santo nombre,
que se gocen los que buscan al Señor.
4 Recurran al poder del Señor,
busquen siempre su rostro;
5 recuerden las maravillas que hizo,
sus prodigios, las sentencias de su boca,
6 ustedes, estirpe de Abrahán, su siervo,
ustedes, descendencia de Jacob, su elegido.
7 Él es el Señor, nuestro Dios,
sus leyes dominan toda la tierra.
8 Recuerda eternamente su alianza,
la promesa hecha por mil generaciones:
9 el pacto que selló con Abrahán,
el juramento que hizo a Isaac,
10 lo que confirmó como ley para Jacob,
como alianza perpetua para Israel
11 diciendo: “Te daré el país de Canaán,
como propiedad hereditaria”.
12 Cuando eran sólo unos pocos,
un puñado de emigrantes en el país,
13 que iban vagando de nación en nación;
pasando de un reino a otro reino,
14 no permitió que nadie los maltratara
y por su causa castigó a algunos reyes:
15 “No toquen a mis ungidos,
no hagan daño alguno a mis profetas”.

La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)
La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España

Proverbios 14:25 La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)
25 El testigo veraz salva vidas,
el falso propaga mentiras.

La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)
La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España

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