Día 127, DAB Español, Martes 7 de Mayo
1 Samuel 1:1-2:21; Juan 5:1-23; Salmos 105:37-45; Proverbios 14:28-29 (La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH))
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Samuel 1:1-2:21 La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)
I.— HISTORIA DE SAMUEL (1—7)
Nacimiento e infancia de Samuel (1,1—4,1a)
Nacimiento de Samuel
1 Vivía en Ramá un sufita de la montaña de Efraín,
llamado Elcaná, hijo de Jeroján y descendiente de Elihú, de Tojú y de Suf, de
la tribu de Efraín. 2 Tenía dos mujeres: una llamada Ana y la otra Peniná.
Peniná tenía hijos, pero Ana no los tenía. 3 Este hombre subía todos los años
desde su aldea para dar culto y ofrecer sacrificios al Señor del universo en
Siló, donde dos hijos de Elí, Jofní y Finés, oficiaban como sacerdotes del
Señor. 4 Cuando ofrecía el sacrificio, Elcaná repartía raciones a Peniná y a
todos sus hijos e hijas, 5 mientras que daba una sola ración a Ana; pues,
aunque era su preferida, el Señor la había hecho estéril. 6 Su rival la
provocaba para humillarla, porque el Señor la había hecho estéril. 7 Y todos
los años sucedía lo mismo: cuando subían al santuario del Señor, la insultaba
de igual manera y Ana lloraba y no comía. 8 Su marido Elcaná le decía:
— Ana, ¿por qué lloras y no comes? ¿Por qué te
entristeces? ¿No valgo yo más que diez hijos? 9 Una vez, después del banquete
ritual en Siló, Ana se levantó. El sacerdote Elí estaba sentado a la puerta del
santuario del Señor. 10 Ella, llena de tristeza, suplicó al Señor, llorando a
lágrima viva, 11 y le hizo esta firme promesa:
— Señor del universo, si prestas atención a la
humillación de tu esclava, si me tienes en cuenta y no me olvidas, si me
concedes un hijo varón, te prometo que te lo entregaré de por vida y que nunca
se rapará la cabeza.
12 Elí, por su parte, observaba los labios de Ana que
no cesaba de orar al Señor. 13 Como hablaba para sí, moviendo los labios, pero
sin alzar la voz, Elí creyó que estaba borracha 14 y le dijo:
— ¿Hasta cuándo te va a durar la borrachera? Arroja el
vino que tienes dentro.
15 Ana le respondió:
— No es eso, señor; es que soy una mujer desgraciada,
pero no he bebido vino ni alcohol; sólo desahogaba mis penas ante el Señor. 16
No me tomes por una desvergonzada; si me he excedido al hablar, lo he hecho
abrumada por mi dolor y mi desgracia.
17 Elí le dijo:
— Vete en paz y que el Dios de Israel te conceda la
gracia que le has pedido.
18 Ana respondió:
— Que tu servidora cuente con tu favor.
La mujer se marchó, comió y cambió de semblante.
19 A la mañana siguiente madrugaron, adoraron al Señor
y regresaron a su casa en Ramá. Elcaná se acostó con Ana, su mujer, y el Señor
se acordó de ella. 20 Ana quedó embarazada y, pasado el tiempo debido, dio a
luz un hijo al que puso de nombre Samuel, explicando: “Al Señor se lo pedí”. 21
Al año siguiente subió el marido Elcaná con su familia a ofrecer al Señor el
sacrificio anual y a cumplir su promesa, 22 pero Ana no subió, excusándose a su
marido:
— Cuando destete al niño, lo llevaré para presentarlo
ante el Señor y para que se quede allí de por vida.
23 Elcaná, su marido, le contestó:
— Haz lo que mejor te parezca. Quédate hasta que lo
destetes y que el Señor cumpla su palabra.
Ana se quedó en casa, criando a su hijo hasta que lo
destetó. 24 Entonces lo llevó al santuario del Señor en Siló, junto con un
novillo, un saco de harina y un pellejo de vino. 25 Sacrificaron el novillo y
presentaron el niño a Elí.
26 Y Ana le dijo:
— Por favor, señor, escúchame. Yo soy la mujer que
estuvo aquí, junto a ti, orando al Señor. 27 Este es el niño que pedía y el
Señor me ha concedido la petición que le hice. 28 Ahora se lo entrego al Señor
para que sea suyo de por vida.
Y adoraron allí al Señor.
El canto de Ana
2 Y Ana comenzó a orar así:
Mi corazón salta de alegría por el Señor,
mi fuerza reside en el Señor,
mi boca se ríe de mis rivales,
porque he disfrutado de tu ayuda.
2 Nadie es santo como el Señor,
nadie es fuerte como nuestro Dios,
porque no hay otro como tú.
3 No pronuncien ustedes discursos altaneros,
arrojen ustedes la arrogancia de sus bocas,
porque el Señor es un Dios sabio
y evalúa todas las acciones.
4 El arco de los valientes se hace trizas
y los cobardes se arman de valor.
5 Los hartos se alquilan por pan
y los hambrientos se sacian:
la mujer estéril da a luz siete hijos
y la madre fecunda se marchita.
6 El Señor da la muerte y da la vida,
hunde en el abismo y salva de él.
7 El Señor empobrece y enriquece,
rebaja y engrandece;
8 saca del lodo al miserable,
levanta de la basura al pobre
para sentarlo entre los príncipes
y adjudicarle un puesto de honor.
Del Señor son los pilares de la tierra
y sobre ellos cimentó el universo.
9 Él guía los pasos de sus amigos,
mientras los malvados se pierden en la oscuridad,
porque nadie triunfa por sus fuerzas.
10 El Señor desarma a sus adversarios,
el Altísimo lanza truenos desde el cielo;
el Señor juzga hasta el lugar más apartado;
el Señor fortalece a su rey
y engrandece el poder de su ungido.
11 Elcaná volvió a su casa en Ramá, mientras el niño
quedaba al servicio del Señor, bajo la custodia del sacerdote Elí.
Samuel y los hijos de Elí
12 Los hijos de Elí eran unos desalmados que no
respetaban al Señor, 13 ni tenían en cuenta las obligaciones de los sacerdotes
para con el pueblo. Cuando alguien ofrecía un sacrificio, mientras se guisaba
la carne, llegaba el ayudante del sacerdote con el tenedor trinchante en la
mano, 14 pinchaba en la olla, en el caldero, en el perol o en la cazuela y todo
lo que enganchaba el trinchante se lo quedaba el sacerdote. Esto era lo que
hacían con todos los israelitas que iban a Siló. 15 Incluso antes de que se
quemara la grasa, llegaba el ayudante del sacerdote y decía al que estaba
ofreciendo el sacrificio:
— Dame la carne para asársela al sacerdote, pues él no
te aceptará carne asada, sino cruda.
16 A lo que el oferente respondía:
— Primero se ha de quemar la grasa, después podrás
tomar lo que quieras.
Entonces el otro replicaba:
— No. Me la das ahora mismo, o me la llevo por la
fuerza.
17 El pecado de aquellos jóvenes ante el Señor era muy
grave porque menospreciaban la ofrenda hecha al Señor.
18 Samuel estaba al servicio del Señor y vestía una
túnica de lino. 19 Su madre le hacía cada año una pequeña túnica y se la
llevaba cuando subía con su marido a ofrecer el sacrificio anual. 20 Elí
bendijo a Elcaná y a su mujer, diciendo:
— Que el Señor te conceda hijos con esta mujer en
recompensa por la donación que ella ha hecho al Señor.
Luego volvieron a su hogar. 21 El Señor bendijo a Ana,
que volvió a quedar embarazada y dio a luz tres hijos y dos hijas. Mientras
tanto, el joven Samuel iba creciendo junto al Señor.
La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)
La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y
Edición, Sociedad Bíblica de España
Juan
5:1-23 La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)
Tercer signo (5,1-47)
El paralítico de Betzata
5 Después de esto, Jesús subió a Jerusalén con motivo
de una fiesta judía. 2 Hay en Jerusalén, cerca de la puerta llamada de las
Ovejas, un estanque conocido con el nombre hebreo de Betzata, que tiene cinco
soportales. 3 En estos soportales había una multitud de enfermos recostados en
el suelo: ciegos, cojos y paralíticos. 5 Había entre ellos un hombre que
llevaba enfermo treinta y ocho años. 6 Jesús, al verlo allí tendido y sabiendo
que llevaba tanto tiempo, le preguntó:
— ¿Quieres curarte?
7 El enfermo le contestó:
— Señor, no tengo a nadie que me meta en el estanque
una vez que el agua ha sido agitada. Cuando llego, ya otro se me ha adelantado.
8 Entonces Jesús le ordenó:
— Levántate, recoge tu camilla y vete.
9 En aquel mismo instante, el enfermo quedó curado,
recogió su camilla y comenzó a andar. Pero aquel día era sábado. 10 Así que los
judíos dijeron al que había sido curado:
— Hoy es sábado y está prohibido que cargues con tu
camilla.
11 Él respondió:
— El que me curó me dijo que recogiera mi camilla y me
fuera.
12 Ellos le preguntaron:
— ¿Quién es ese hombre que te dijo que recogieras tu
camilla y te fueras?
13 Pero el que había sido curado no lo sabía, pues
Jesús había desaparecido entre la muchedumbre allí reunida.
14 Poco después, Jesús se encontró con él en el Templo
y le dijo:
— Ya ves que has sido curado; no vuelvas a pecar para
que no te suceda algo peor.
15 Se marchó aquel hombre e hizo saber a los judíos
que era Jesús quien lo había curado. 16 Y como Jesús no se privaba de hacer
tales cosas en sábado, los judíos no dejaban de perseguirlo. 17 Pero él les
replicaba diciendo:
— Mi Padre no cesa nunca de trabajar, y lo mismo hago
yo.
18 Esta afirmación provocó en los judíos un mayor
deseo de matarlo, porque no sólo no respetaba el sábado, sino que además decía
que Dios era su propio Padre, haciéndose así igual a Dios.
La autoridad del Hijo
19 Jesús, entonces, se dirigió a ellos diciendo:
— Yo les aseguro que el Hijo no puede hacer nada por
su propia cuenta; él hace únicamente lo que ve hacer al Padre. Lo que hace el
Padre, eso hace también el Hijo. 20 Pues el Padre ama al Hijo y le hace
partícipe de todas sus obras. Y le hará partícipe de cosas mayores todavía, de
modo que ustedes mismos quedarán maravillados. 21 Porque así como el Padre
resucita a los muertos, dándoles vida, así también el Hijo da vida a los que
quiere.
22 El Padre no juzga a nadie; todo el poder de juzgar
se lo ha dado al Hijo. 23 Y quiere que todos den al Hijo el mismo honor que dan
al Padre. El que no honra al Hijo, tampoco honra al Padre que lo ha enviado.
La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)
La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y
Edición, Sociedad Bíblica de España
Salmos
105:37-45 La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)
37 Pero a ellos los sacó entre plata y oro,
ninguno entre sus tribus sucumbió.
38 Egipto se alegró cuando partieron,
porque el miedo los sobrecogía.
39 Extendió para cubrirlos una nube,
un fuego para iluminar la noche.
40 Suplicaron y envió codornices,
los sació con pan del cielo.
41 Hendió una roca y brotó agua,
como un río fluyó por el desierto.
42 Se acordó de su santa promesa,
la que había hecho a Abrahán, su siervo,
43 y con gozo liberó a su pueblo,
con regocijo a sus elegidos.
44 Les entregó la tierra de los paganos,
heredaron la riqueza de los pueblos;
45 así respetarían sus leyes
y cumplirían sus mandatos. ¡Aleluya!
La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)
La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y
Edición, Sociedad Bíblica de España
Proverbios
14:28-29 La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)
28 Pueblo numeroso, gloria del rey;
escasez de gente, ruina del príncipe.
29 El paciente demuestra gran inteligencia,
el impulsivo delata necedad.
La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)
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Edición, Sociedad Bíblica de España
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