Día 150, DAB Español, Jueves 30 de Mayo
2 Samuel 15:22-16:23; Juan 18:25-19:22; Salmos 119:113-128; Proverbios 16:10-11 (Nueva Biblia Viva (NBV))
2
Samuel 15:22-16:23 Nueva Biblia Viva (NBV)
22 ―Bien, ven con nosotros —le dijo David.
Así que Itay y sus seiscientos hombres, junto con sus
familias, fueron con él.
23 Hubo profunda tristeza en la ciudad cuando el rey y
los que lo acompañaban salieron, cruzaron el arroyo de Cedrón, y se dirigieron
hacia el campo. 24 Abiatar, Sadoc y los levitas llevaron el cofre del pacto de
Dios y la pusieron junto al camino hasta que todos pasaron. 25-26 Entonces,
siguiendo las instrucciones de David, Sadoc llevó el cofre de regreso a la
ciudad.
―Si es la voluntad del Señor —dijo David—, él me
permitirá regresar para ver el cofre y el santuario nuevamente. Pero si no, que
haga conmigo lo que mejor le parezca.
27 Y dijo a Sadoc:
―Este es mi plan: Vuelve en paz a la ciudad con tu
hijo Ajimaz y con Abiatar y su hijo Jonatán. 28 Yo me detendré en los llanos
del desierto hasta que ustedes me manden a decir cómo está la situación en la
ciudad.
29 Sadoc y Abiatar, pues, regresaron con el cofre de
Dios a Jerusalén, y se quedaron allí. 30 David subió llorando por el camino que
lleva al monte de los Olivos. Llevaba la cabeza cubierta e iba descalzo, en
señal de duelo. Y la gente que lo acompañaba también llevaba la cabeza
cubierta, y lloraban mientras subían por el monte. 31 Cuando alguien le dijo a
David que Ajitofel, su consejero, estaba de parte de Absalón, David oró:
«Señor, haz que fracasen los planes de Ajitofel».
32 Cuando llegaron a la cumbre del monte de los
Olivos, donde el pueblo adoraba a Dios, David encontró a Husay, el arquita, con
la ropa rasgada y con la cabeza cubierta de ceniza, en señal de duelo. 33-34
Pero David le dijo:
―Si vas conmigo serás una carga. Vuelve a Jerusalén y
dile a Absalón: “Rey, yo le serviré de consejero como lo hice con su padre”.
Entonces podrás arruinar los planes de Ajitofel. 35-36 Los sacerdotes Sadoc y
Abiatar están allí. Cuéntales todo cuanto sepas sobre esta situación. Por medio
de Ajimaz hijo de Sadoc y de Jonatán hijo de Abiatar me podrán mandar cualquier
noticia.
37 Entonces Husay, el amigo de David, regresó a la
ciudad. Llegó precisamente en el momento en que Absalón entraba a Jerusalén.
David y Siba
16 David acababa de pasar por la cima del monte cuando
Siba, el administrador de la casa de Mefiboset, lo alcanzó. Llevaba dos burros
cargados con doscientos panes, un centenar de tortas de uvas pasas, cien frutas
de la estación y un pequeño barril de vino.
2 ―¿Para qué es esto? —preguntó el rey a Siba.
Y Siba le respondió:
―Los burros son para que la familia de mi señor, el
rey, monte en ellos; el pan y las frutas son para que sus soldados coman. El
vino deben llevarlo al desierto por si alguno desfallece de sed.
3 ―¿Y dónde está Mefiboset? —le preguntó el rey.
―Se ha quedado en Jerusalén —respondió Siba—. Él dijo:
“Ahora podré ser rey. Hoy recobraré el reino de Saúl mi abuelo”.
4 ―En ese caso —dijo el rey a Siba—, te doy todo lo
que él posee.
―Gracias, gracias, mi señor, el rey —respondió Siba.
Simí maldice a David
5 Cuando David y su compañía pasaron por Bajurín, un
hombre salió del pueblo, maldiciéndolo. Era Simí hijo de Guerá, miembro de la
familia de Saúl. 6 A la vez que arrojaba piedras contra el rey y sus siervos, y
contra todos los guerreros que lo acompañaban, le gritaba al rey:
7-8 ―¡Largo de aquí, asesino sanguinario! ¡El Señor te
está castigando por haber asesinado a Saúl y a toda su familia! ¡Tú le quitaste
el trono, y ahora el Señor se lo ha dado a tu hijo Absalón! ¡Por fin probarás
tu propia medicina, asesino!
9 ―¿Por qué ese perro muerto maldice a mi señor, el
rey? —preguntó Abisay hijo de Sarvia—. ¡Deme permiso para ir y cortarle la
cabeza!
10 ―No —dijo el rey—. Si el Señor le ha permitido que
me maldiga, ¿quién soy yo para oponerme? 11 Mi propio hijo está tratando de matarme,
y este benjaminita solamente me maldice. Déjenlo tranquilo, porque sin duda el
Señor le ha dicho que lo haga. 12 Quizá el Señor tenga en cuenta mi profundo
dolor, y en vez de maldiciones envíe bendiciones sobre mí.
13 David y sus hombres siguieron su marcha, y Simí los
siguió hasta una colina cercana, maldiciendo y arrojando piedras contra David y
lanzando polvo al aire. 14 El rey y todos los que estaban con él llegaron
extenuados a Bajurín, de modo que descansaron allí.
El consejo de Husay y Ajitofel
15 Mientras tanto, Absalón y sus hombres llegaron a
Jerusalén acompañados por Ajitofel. 16 Cuando el amigo de David, Husay el
arquita llegó, fue inmediatamente a ver a Absalón.
―¡Que Dios dé larga vida al rey! —exclamó—. ¡Que viva
el rey!
17 ―¿Es esta tu manera de tratar a tu amigo David? —le
preguntó Absalón—. ¿Por qué no te fuiste con él?
18 ―Porque yo trabajo para el hombre que ha sido
escogido por el Señor y por Israel —respondió Husay—. 19 Debo estar aquí. Yo
ayudé a su padre y ahora lo serviré a usted.
20 Absalón se volvió a Ajitofel y le preguntó:
―¿Qué debo hacer ahora?
21 Ajitofel le dijo:
―Vaya y acuéstese con las concubinas que su padre dejó
cuidando el palacio. Así todo Israel sabrá que usted ha insultado al rey David
y que no hay posibilidad de reconciliación. Entonces todos los que están
apoyándolo a usted se sentirán más seguros.
22 Enseguida levantaron una tienda en el terrado del
palacio, donde todos pudieran ver; y Absalón entró en la tienda para acostarse
con las concubinas de su padre. 23 (Absalón, al igual que antes David, hacía
todo lo que Ajitofel le decía, pues, en ese tiempo, se consideraba que oír el
consejo de Ajitofel era como oír a Dios mismo).
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Juan
18:25-19:22 Nueva Biblia Viva (NBV)
Pedro niega de nuevo a Jesús
25 Mientras tanto, Simón Pedro seguía de pie,
calentándose.
Le preguntaron:
―¿No eres tú uno de sus discípulos?
Pedro, negándolo, dijo:
―No lo soy.
26 Uno de los criados del sumo sacerdote, que era
pariente de aquel al que Pedro le había cortado la oreja, le preguntó:
―¿No te vi con él en el huerto?
27 Pedro lo negó una vez más y en ese momento el gallo
cantó.
Jesús ante Pilato
28 Luego los judíos llevaron a Jesús de la casa de
Caifás al palacio del gobernador romano. Como ya amanecía, los judíos no
entraron al palacio, pues si lo hacían se contaminarían de acuerdo con sus ritos
y no podrían comer la Pascua. 29 Por eso Pilato salió a preguntarles:
―¿De qué acusan a este hombre?
30 Ellos contestaron:
―Si no fuera un criminal, no te lo habríamos traído.
31 Pilato les dijo:
―Pues llévenselo ustedes y júzguenlo de acuerdo con su
propia ley.
Los judíos le respondieron:
―Nosotros no tenemos ninguna autoridad para dar muerte
a nadie.
32 Esto sucedió para que se cumpliera lo que Jesús
había dicho, en cuanto a la forma en que iba a morir.
33 Pilato volvió a entrar al palacio y llamó a Jesús.
Le preguntó:
―¿Eres tú el rey de los judíos?
34 Jesús le respondió:
―¿Dices eso por tu propia cuenta o es que otros te han
hablado de mí?
35 Pilato le contestó:
―¿Acaso soy judío? Fue tu propio pueblo y los jefes de
los sacerdotes los que te entregaron a mí. ¿Qué hiciste?
36 Jesús contestó:
―Mi reino no es de este mundo. Si lo fuera, mis
servidores pelearían para que no me entregaran a los judíos. Pero mi reino no
es de este mundo.
37 Pilato le dijo:
―Entonces eres rey.
Jesús le respondió:
―Tú eres el que dices que soy rey. Yo para esto nací y
vine al mundo: para hablar de la verdad. Todo el que está de parte de la
verdad, me escucha.
38 Pilato preguntó:
―¿Y qué es la verdad?
Luego de decir esto, salió otra vez a ver a los
judíos.
Él dijo:
―Yo no encuentro a este culpable de nada. 39 Pero como
ustedes tienen la costumbre de que yo libere a un preso durante la Pascua,
¿quieren que libere al “rey de los judíos”?
40 Ellos volvieron a gritar:
―¡No! ¡No sueltes a este, suelta a Barrabás!
Y Barrabás era un bandido.
La sentencia
19 Entonces Pilato tomó a Jesús y mandó que lo
azotaran. 2 Los soldados hicieron una corona de espinas, se la pusieron a Jesús
en la cabeza y también le pusieron un manto de color rojo oscuro.
3 Mientras se acercaban a pegarle en la cara, le
gritaban:
―¡Viva el rey de los judíos!
4 Pilato volvió a salir y les dijo a los judíos:
―Aquí está. Lo saqué para que sepan que no creo que
sea culpable de nada.
5 Cuando sacaron a Jesús, llevaba puestos la corona de
espinas y el manto de color rojo.
Pilato les dijo:
―¡Aquí está el hombre!
6 Al verlo, los jefes de los sacerdotes y los guardias
gritaron:
―¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!
Pilato les respondió:
―Llévenselo y crucifíquenlo ustedes. Yo no creo que
sea culpable de nada.
7 Los judíos le dijeron:
―Nosotros tenemos una ley, y según esa ley tiene que
morir, pues se ha hecho pasar por el Hijo de Dios.
8 Cuando Pilato oyó esto, sintió miedo. 9 Entró una
vez más en el palacio y le preguntó a Jesús:
―¿De dónde eres tú?
Pero Jesús no le respondió.
10 Pilato le dijo:
―¿No me vas a hablar? ¿No te das cuenta de que tengo
poder para ponerte en libertad o para mandar que te crucifiquen?
11 Jesús le contestó:
―No tendrías ningún poder sobre mí si no se te hubiera
dado de arriba. Por eso el que me entregó a ti, es culpable de un pecado más
grande.
12 Desde ese momento Pilato trató de poner en libertad
a Jesús, pero los judíos gritaban:
―Si dejas en libertad a ese hombre, no eres amigo del
emperador. Cualquiera que quiera ser rey, es enemigo del emperador.
13 Al oír esto, Pilato llevó afuera a Jesús y se sentó
en el tribunal, en un lugar llamado Gabatá que en arameo significa el
Empedrado. 14 Era cerca del mediodía, un día antes de la Pascua.
Pilato les dijo a los judíos:
―Aquí tienen a su rey.
15 Ellos gritaron:
―¡Fuera! ¡Fuera! ¡Crucifícalo!
Pilato les respondió:
―¿Creen que voy a crucificar a su rey?
Los jefes de los sacerdotes contestaron:
―Nuestro único rey es el emperador romano.
16 Entonces Pilato se lo entregó para que lo
crucificaran, y los soldados se lo llevaron.
La crucifixión
17 Jesús salió cargando su propia cruz, iba hacia el
Gólgota, que en arameo significa de la Calavera. 18 Allí lo crucificaron junto
a otros dos, uno a cada lado, y Jesús en medio.
19 Pilato mandó que pusieran un letrero sobre la cruz.
En este estaba escrito: «jesús de nazaret, rey de los judíos». 20 Muchos de los
judíos lo leyeron, porque el lugar donde crucificaron a Jesús estaba cerca de
la ciudad. El letrero estaba escrito en arameo, latín y griego. 21 Los jefes de
los sacerdotes judíos le dijeron a Pilato:
―No escribas “Rey de los judíos”, sino “Él dice que es
rey de los judíos”.
22 Pilato les respondió:
―Lo que he escrito, escrito se queda.
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Salmos
119:113-128 Nueva Biblia Viva (NBV)
113 Aborrezco a los que no se deciden a obedecerte;
pero mi elección es clara: amo tu ley: 114 Tú eres mi refugio y mi escudo; y
tus promesas son mi única fuente de esperanza. 115 Apártense de mi camino,
gente perversa, que quiero obedecer los mandamientos de mi Dios. 116 Señor,
sostenme como lo prometiste, y viviré; no defraudes mis esperanzas. 117
Sostenme, y estaré a salvo; y meditaré en tus decretos continuamente.
118 Tú rechazas a los que se desvían de tus decretos,
porque sólo maquinan falsedad. 119 Tú desechas como escoria a los malvados de
la tierra; por eso amo tus decretos. 120 El temor a ti me hace temblar; temo
tus juicios.
121 No me abandones en manos de mis enemigos, porque
yo he hecho lo recto y justo. 122 Asegura una bendición para mí. No permitas
que los orgullosos me opriman. 123 Mis ojos se nublan en espera de tu
liberación; en espera del cumplimiento de tu promesa. 124 Soy tu siervo,
trátame de acuerdo a tu gran amor; y enséñame tus decretos. 125 Dame
entendimiento, soy tu siervo; y así conoceré tus decretos.
126 Señor, ya es tiempo de que actúes. Porque estos
malvados han violado tus leyes. 127 Verdaderamente amo tus mandamientos más que
el oro finísimo. 128 Toda ley de Dios es recta. Yo detesto toda senda falsa.
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Proverbios
16:10-11 Nueva Biblia Viva (NBV)
10 La sentencia está en labios del rey, en el
veredicto que emite no hay error.
11 Las pesas y las balanzas justas le pertenecen al
Señor, todas las medidas han sido creadas por él.
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