Jueces 4:1-5:31; Lucas 22:35-54; Salmos 94; Proverbios 14:3-4 (La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH))
Jueces 4-5 La Palabra (Hispanoamérica)
(BLPH)
Débora
y Barac (4—5)
Relato
en prosa
4
Cuando murió Ejud, los israelitas volvieron a hacer lo que desagrada al Señor,
2 por lo que el Señor los dejó a merced de Jabín, rey cananeo que reinaba en
Jasor. El jefe de su ejército era Sísara, que habitaba en Jaróset Goyín.
3
Entonces los israelitas suplicaron al Señor porque Jabín tenía novecientos
carros de hierro y llevaba veinte años oprimiendo duramente a los israelitas.
4
Por aquel tiempo, Débora, una profetisa, mujer de Lapidot, era juez en Israel.
5 Se sentaba a juzgar bajo la Palmera de Débora, entre Ramá y Betel, en la
montaña de Efraín; y los israelitas acudían a ella en busca de justicia. 6
Débora mandó llamar a Barac, hijo de Abinoán, de Cadés de Neftalí, y le dijo:
—
El Señor, Dios de Israel, te ordena: “Vete, recluta gente y reúne contigo en el
monte Tabor a diez mil hombres de los hijos de Neftalí y de los hijos de
Zabulón. 7 Yo atraeré hacia ti al torrente Quisón a Sísara, jefe del ejército
de Jabín, con sus carros y sus tropas, y lo pondré en tus manos”.
8
Barac le respondió:
—
Si tú vienes conmigo, yo también iré. Pero si tú no vienes conmigo, tampoco yo
iré.
Respondió
ella:
9
— Iré contigo, pero ya no será tuya la gloria de la campaña que vas a
emprender, porque el Señor entregará a Sísara en manos de una mujer.
Débora
se levantó y marchó con Barac a Cadés. 10 Y Barac convocó en Cadés a Zabulón y
Neftalí. Subieron tras él diez mil hombres y Débora subió con él.
11
Jéber, el quenita, se había separado de la tribu de Caín y del clan de los
hijos de Jobab, el suegro de Moisés, y había plantado su tienda cerca de la
Encina de Sananín, en Cadés.
12
Avisaron a Sísara que Barac, el hijo de Abinoán, había subido al monte Tabor.
13 Y Sísara reunió todos sus carros, novecientos carros de hierro, y todas sus
tropas, llevándolas desde Jaróset Goyín al torrente Quisón. 14 Débora dijo a
Barac:
—
¡Ánimo! que este es el día en que el Señor te va a entregar a Sísara. ¿Acaso no
va el Señor delante de ti?
Barac
bajó del monte Tabor seguido de sus diez mil hombres. 15 El Señor sembró el
pánico en Sísara, en todos sus carros y en todo su ejército ante Barac. Sísara
se bajó del carro y huyó a pie. 16 Barac persiguió a los carros y al ejército
hasta Jaróset Goyín. Todo el ejército de Sísara cayó a filo de espada: no quedó
ni uno. 17 Pero Sísara huyó a pie hacia la tienda de Jael, mujer de Jéber, el
quenita, porque reinaba la paz entre Jabín, rey de Jasor, y la familia de
Jéber, el quenita. 18 Jael salió al encuentro de Sísara y le dijo:
—
Entra, señor mío, entra en mi casa. No temas.
Sísara
entró en la tienda y ella lo cubrió con una manta. 19 Él le pidió:
—
Por favor, dame de beber un poco de agua, que tengo sed.
Ella
abrió el odre de la leche, le dio de beber y lo volvió a tapar. 20 Sísara le
dijo:
—
Quédate a la entrada de la tienda y si alguien viene y te pregunta: “¿Hay
alguien aquí?”, respóndele que no.
21
Pero Jael, mujer de Jéber, cogió una clavija de la tienda, tomó el martillo en
la mano, se le acercó silenciosamente y le hincó la clavija en la sien hasta
clavarla en tierra. Y Sísara que, agotado de cansancio, estaba profundamente
dormido, murió. 22 Cuando llegó Barac persiguiendo a Sísara, Jael le salió al
encuentro y le dijo:
—
Ven, que te voy a mostrar al hombre que buscas.
Barac
entró en la tienda donde Sísara yacía muerto con la clavija clavada en la sien.
23
Así humilló Dios aquel día a Jabín, rey cananeo, ante los israelitas 24 que
cada vez fueron acosando más duramente a Jabín, rey cananeo, hasta que
terminaron con él.
Cántico
de Débora y Barac
5
Aquel día, Débora y Barac, hijo de Abinoán, entonaron este cántico:
2
Porque
Israel se desmelena,
porque
el pueblo acude voluntario,
¡bendigan
al Señor!
3
¡Oigan,
reyes! ¡atiendan, príncipes!
Voy
a cantar al Señor;
para
el Señor, Dios de Israel, voy a tocar.
4
Señor,
cuando salías de Seír,
cuando
avanzabas por los campos de Edom,
tembló
la tierra, chorrearon los cielos,
las
nubes chorrearon agua.
5
Los
montes se derritieron
delante
del Señor, el Dios del Sinaí,
delante
del Señor, el Dios de Israel.
6
En
los días de Sangar, hijo de Anat,
en
los días de Jael,
se
cerraron los caminos;
marchaban
los caminantes
por
senderos desviados.
7
Vacíos
los poblados, vacíos en Israel,
hasta
que tú, Débora, te alzaste,
hasta
que te alzaste, madre de Israel.
8
Preferían
dioses nuevos;
la
guerra les llegaba a las puertas;
no
se veía un escudo,
ni
una lanza entre los cuarenta mil de Israel.
9
Mi
corazón está con los capitanes de Israel,
con
los voluntarios del pueblo.
¡Bendigan
al Señor!
10
Ustedes,
los que cabalgan en blancas asnas;
ustedes,
los que se sientan sobre las albardas;
ustedes,
los que van por el camino, canten,
11
mientras
junto a los abrevaderos
se
oye la voz de quienes pregonan el botín.
Allí
se cantan las victorias del Señor,
las
victorias de su señorío en Israel.
Entonces
bajó a las puertas el pueblo del Señor.
12
¡Arriba,
Débora, arriba!
¡Arriba,
arriba, entona un cantar!
¡En
pie, Barac!
¡Apresa
a los que te apresaron,
hijo
de Abinoán!
13
El
superviviente somete a los poderosos,
el
pueblo del Señor a los guerreros.
14
Los
de Efraín tienen sus raíces en el valle;
detrás
de ti Benjamín,
en
medio de tu gente.
De
Maquir han bajado capitanes,
de
Zabulón son los que empuñan el bastón de mando.
15
Los
príncipes de Isacar con Débora,
y
Neftalí, con Barac, en la llanura,
lanzado
tras sus pasos.
En
los arroyos de Rubén,
largas
deliberaciones.
16
¿Por
qué te has quedado en los corrales,
escuchando
las flautas entre los rebaños?
En
los arroyos de Rubén,
largas
deliberaciones.
17
Galaad
se ha quedado al otro lado del Jordán;
y
Dan, ¿por qué tan lejos en sus naves?
Aser
se ha instalado a orillas del mar,
allí
en sus puertos mora.
18
Zabulón
es un pueblo que reta a la muerte,
y
Neftalí, en las alturas de sus campos.
19
Llegaron
los reyes y combatieron,
combatieron
los reyes de Canaán,
en
Tanac, junto a las aguas de Meguido,
mas
no lograron botín de plata.
20
Desde
los cielos combatieron las estrellas,
desde
sus órbitas combatieron contra Sísara.
21
El
torrente Quisón los barrió,
el
viejo torrente, el torrente Quisón.
¡Avanza,
alma mía, con denuedo!
22
Cascos
de caballos sacuden el suelo:
¡galopan,
galopan los corceles!
23
Maldigan
a Meroz, maldíganla,
dice
el ángel del Señor,
maldigan
a sus moradores:
porque
no vinieron en ayuda del Señor,
en
ayuda del Señor, entre los héroes.
24
Bendita
entre las mujeres Jael,
mujer
de Jéber, el quenita;
bendita
sea entre las mujeres
que
habitan en tiendas.
25
Pedía
agua, le dio leche,
en
copa de príncipes nata le ofreció.
26
Tendió
la izquierda a la clavija,
la
diestra al martillo carpintero.
Hirió
a Sísara, le partió la cabeza,
lo
golpeó y le atravesó la sien;
27
a
sus pies se desplomó, se acostó y cayó;
a
sus pies se desplomó y cayó;
allí
se desplomó, y allí cayó destrozado.
28
A
la ventana se asoma y atisba
la
madre de Sísara, tras la celosía:
“¿Por
qué tarda en llegar su carro?
¿Por
qué se retrasa el galopar de su carroza?”.
29
La
más discreta de sus damas le responde;
ella
se lo repite a sí misma:
30
“Se
habrán apoderado del botín y lo reparten:
una
doncella, dos doncellas para cada guerrero;
botín
de paños de colores para Sísara,
botín
de paños de colores;
un
manto, dos mantos bordados para mi cuello”.
31
Perezcan
así, Señor, todos tus enemigos,
y
sean tus amigos como el sol
cuando
sale con toda su fuerza.
Y
el país gozó de paz durante cuarenta años.
La
Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)
La
Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de
España
Lucas 22:35-54 La Palabra
(Hispanoamérica) (BLPH)
La
hora decisiva
35
Les dijo también Jesús:
—
Cuando los envié sin bolsa, sin zurrón y sin sandalias, ¿les faltó acaso algo?
Ellos
contestaron:
—
Nada.
36
Y continuó diciéndoles:
—
Pues ahora, en cambio, el que tenga una bolsa, que la lleve consigo, y que haga
lo mismo el que tenga un zurrón; y el que no tenga espada, que venda su manto y
la compre. 37 Porque les digo que tiene que cumplirse en mí lo que dicen las
Escrituras: Lo incluyeron entre los criminales. Todo lo que se ha escrito de
mí, tiene que cumplirse.
38
Ellos dijeron:
—
¡Señor, aquí tenemos dos espadas!
Él
les contestó:
—
¡Es bastante!
Jesús
ora en Getsemaní (Mt 26,36-46; Mc 14,32-42)
39
Después de esto, Jesús salió y, según tenía por costumbre, se dirigió al monte
de los Olivos en compañía de sus discípulos. 40 Cuando llegaron, les dijo:
—
Oren para que puedan resistir la prueba.
41
Luego se alejó de ellos como un tiro de piedra, se puso de rodillas y oró:
42
— Padre, si quieres, líbrame de esta copa de amargura; pero no se haga mi
voluntad, sino la tuya.
43
[Entonces se le apareció un ángel del cielo para darle fuerzas. 44 Jesús, lleno
de angustia, oraba intensamente. Y le caía el sudor al suelo en forma de
grandes gotas de sangre].
45
Después de orar, se levantó y se acercó a sus discípulos. Los encontró
dormidos, vencidos por la tristeza, 46 y les preguntó:
—
¿Cómo es que duermen? Levántense y oren para que puedan resistir la prueba.
Jesús
es arrestado (Mt 26,47-56; Mc 14,43-50; Jn 18,3-12)
47
Todavía estaba hablando Jesús, cuando se presentó un grupo de gente encabezado
por el llamado Judas, que era uno de los Doce. Este se acercó a Jesús para
besarlo; 48 pero Jesús le dijo:
—
Judas, ¿con un beso vas a entregar al Hijo del hombre?
49
Los que acompañaban a Jesús, al ver lo que sucedía, le preguntaron:
—
Señor, ¿los atacamos con la espada?
50
Y uno de ellos dio un golpe al criado del sumo sacerdote y le cortó la oreja
derecha. 51 Pero Jesús dijo:
—
¡Déjenlo! ¡Basta ya!
En
seguida tocó la oreja herida y la curó. 52 Luego dijo a los jefes de los
sacerdotes, a los oficiales de la guardia del Templo y a los ancianos que
habían salido contra él:
—
¿Por qué han venido a buscarme con espadas y garrotes, como si fuera un ladrón?
53 Todos los días he estado entre ustedes en el Templo, y no me detuvieron.
¡Pero esta es la hora de ustedes, la hora del poder de las tinieblas!
Pedro
niega a Jesús (Mt 26,57-58.69-75; Mc 14,53-54; 66-72; Jn 18,15-18.25-27)
54
Apresaron, pues, a Jesús, se lo llevaron y lo introdujeron en la casa del sumo
sacerdote. Pedro iba detrás a cierta distancia.
La
Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)
La
Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de
España
Salmos 94 La Palabra (Hispanoamérica)
(BLPH)
Salmo
94 (93)
Ponte
en acción, juez de la tierra
94
¡Dios justiciero, Señor,
Dios
justiciero, muéstrate!
2
Ponte
en acción, juez de la tierra,
da
su merecido a los soberbios.
3
Señor,
¿hasta cuándo los malvados,
hasta
cuándo se regocijarán?
4
Presumen,
hablan con arrogancia,
se
ensoberbecen los malhechores;
5
oprimen,
Señor, a tu pueblo,
humillan
a tu heredad.
6
Matan
a la viuda y al forastero,
quitan
la vida a los huérfanos
7
y
dicen: “Dios no lo ve,
el
Dios de Jacob no se da cuenta”.
8
Entiendan,
necios del pueblo;
insensatos,
¿cuándo van a razonar?
9
Quien
formó el oído, ¿no oirá?
Quien
hizo el ojo, ¿no verá?
10
Quien
corrige a las naciones, ¿no castigará?
Quien
enseña al ser humano, ¿no sabrá?
11
El
Señor conoce los planes humanos
y
sabe que son únicamente vanidad.
12
Feliz
a quien tú, oh Dios, corriges,
a
quien instruyes en tu ley;
13
le
darás paz en días de desgracia,
mientras
se cava la fosa del malvado.
14
Porque
el Señor no olvida a su pueblo,
él
no abandona a su heredad.
15
Se
juzgará de nuevo con justicia
y
los rectos caminarán tras ella.
16
¿Quién
me defenderá ante los malvados?
¿Quién
me apoyará frente a los malhechores?
17
Si
el Señor no me hubiese ayudado,
el
país del silencio sería pronto mi morada.
18
Si
yo digo: “Mi pie resbala”,
tu
bondad, Señor, me sostiene.
19
Cuando
me invaden las penas,
tus
consuelos me dan alegría.
20
¿Te
aliarás con el juez corrupto
que
utiliza la ley para cometer injusticias?
21
Atacan
la vida del justo,
declaran
culpable al inocente.
22
Pero
el Señor es mi refugio;
mi
Dios, la fortaleza que me ampara.
23
Se
volverá contra ellos su propia maldad;
el
Señor, nuestro Dios, los destruirá,
por
sus maldades los destruirá.
La
Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)
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Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de
España
Proverbios 14:3-4 La Palabra
(Hispanoamérica) (BLPH)
3
Las
palabras del necio son brote de soberbia,
las
del sabio le sirven de protección.
4
Donde
no hay bueyes, granero vacío;
la
fuerza del toro trae cosecha abundante.
La
Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)
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