Jueces 2:10-3:31; Lucas 22:14-34; Salmos 92-93; Proverbios 14:1-2 (La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH))
Jueces 2:10-3:31 La Palabra
(Hispanoamérica) (BLPH)
10
También aquella generación fue a reunirse con sus antepasados y surgió otra
generación que no conocía al Señor ni lo que había hecho por Israel.
11
Entonces los israelitas hicieron lo que desagrada al Señor: dieron culto a los
Baales; 12 abandonaron al Señor, el Dios de sus antepasados, que los había sacado
de Egipto, y siguieron a otros dioses de los pueblos de alrededor; se postraron
ante ellos e irritaron al Señor. 13 Dejaron al Señor y dieron culto a Baal y a
las Astartés. 14 Entonces se encolerizó el Señor contra Israel y los entregó en
manos de salteadores que los saqueaban; los dejó a merced de los enemigos de
alrededor y no pudieron ya resistir ante ellos. 15 En todas sus campañas el
Señor se les ponía en contra haciendo que fracasaran tal como el Señor se lo
tenía dicho y jurado. Los puso así en gran aprieto.
16
Pero entonces el Señor hacía surgir jueces que los ponían a salvo de quienes
los saqueaban. 17 Sin embargo, tampoco hicieron caso de esos jueces. Dieron
culto a otros dioses y se postraron ante ellos. Se desviaban en seguida del
camino seguido por sus padres que habían sido dóciles a los mandamientos del
Señor y no los imitaban.
18
Cuando el Señor les suscitaba jueces, el Señor asistía al juez y, mientras este
vivía, estaban a salvo de sus enemigos, porque el Señor se compadecía de los
gemidos que proferían ante los que los maltrataban y oprimían. 19 Pero en
cuanto moría el juez, volvían a corromperse más todavía que sus padres e iban
detrás de otros dioses, dándoles culto, postrándose ante ellos y siguiendo en
todo las prácticas y la conducta obstinada de sus padres. 20 Así que el Señor
se encolerizó con el pueblo israelita y dijo:
—
Ya que este pueblo ha quebrantado la alianza que sellé con sus antepasados y no
ha escuchado mi voz, 21 tampoco yo seguiré expulsando ante ellos a ninguno de los
pueblos que Josué al morir dejó sin conquistar.
22
El Señor quería poner a prueba con esos pueblos a los israelitas, a ver si
seguían o no los caminos del Señor, como los habían seguido sus antepasados. 23
Por eso el Señor no se metió con aquellos pueblos, y no los expulsó en seguida,
ni los entregó en manos de Josué. 3 1 Estos son los pueblos que el Señor dejó
para poner a prueba con ellos a los israelitas que no habían conocido ninguna
de las guerras de Canaán 2 —fue sólo para que las generaciones de los
israelitas aprendieran el arte de la guerra; porque antes no la conocían—: 3
los cinco principados de los filisteos y todos los cananeos, los sidonios y los
hititas que vivían en la montaña del Líbano, desde el monte de Baal Hermón
hasta el Paso de Jamat. 4 Sirvieron para poner a prueba con ellos a Israel, a
ver si cumplían los mandamientos que el Señor había prescrito a sus antepasados
por medio de Moisés.
5
Así pues, los israelitas convivieron con los cananeos, hititas, amorreos,
fereceos, jeveos y jebuseos; 6 se casaron con sus hijas, dieron como esposas
sus propias hijas a los hijos de ellos y rindieron culto a sus dioses.
Otoniel
7
Los israelitas hicieron lo que desagrada al Señor. Se olvidaron del Señor, su
Dios, y rindieron culto a los Baales y a las Aseras. 8 Entonces se encolerizó
el Señor contra Israel y los dejó a merced de Cusán Risatáin, rey de Edom, que
tuvo sometidos a los israelitas durante ocho años.
9
Los israelitas suplicaron al Señor y el Señor les concedió un libertador que
los salvó: Otoniel, hijo de Quenaz y hermano menor de Caleb. 10 El espíritu del
Señor lo invadió, se constituyó en juez de Israel y salió a la guerra. Y el
Señor puso en sus manos a Cusán Risatáin, rey de Edom, y triunfó sobre Cusán
Risatáin. 11 Y el país gozó de paz durante cuarenta años. Y murió Otoniel, hijo
de Quenaz.
Ejud
12
Volvieron los israelitas a hacer lo que desagrada al Señor; y el Señor aumentó
el poder de Eglón, rey de Moab, sobre Israel, porque hacían lo que desagrada al
Señor. 13 Los amonitas y los amalecitas hicieron causa común con Eglón que
salió y derrotó a Israel apoderándose de la ciudad de las Palmeras. 14 Los
israelitas estuvieron sometidos a Eglón, rey de Moab, dieciocho años.
15
Entonces los israelitas suplicaron al Señor y el Señor les concedió un
libertador: Ejud, hijo de Guerá, benjaminita, que era zurdo. Los israelitas le
encomendaron la entrega del tributo a Eglón, rey de Moab. 16 Ejud se hizo un
puñal de dos filos, de casi medio metro de largo, y se lo ciñó debajo de la
ropa sobre el muslo derecho. 17 Presentó el tributo a Eglón, rey de Moab, que
era extremadamente gordo. 18 En cuanto terminó de presentar el tributo, Ejud
mandó marchar a la gente que le había acompañado a llevar el tributo. 19 Él,
por su parte, se volvió desde el lugar llamado Los Ídolos, en la región de
Guilgal, y dijo:
—
Tengo un mensaje secreto para ti, ¡oh rey!
El
rey ordenó:
—
¡Que nos dejen solos!
Y
salieron de su presencia todos los que estaban con él. 20 Ejud se le acercó. El
rey estaba sentado tomando el fresco en su galería particular. Ejud le dijo:
—
Tengo una palabra de Dios para ti.
El
rey se levantó de su silla, 21 momento en que Ejud agarró con su mano izquierda
el puñal que llevaba en su muslo derecho y se lo hundió en la barriga. 22 Tras
la hoja entró también la empuñadura y la grasa se cerró sobre el puñal, pues
Ejud no le sacó el puñal del vientre. Luego saltó por la ventana, 23 llegó al
portal, cerró las puertas de la galería y echó el cerrojo. 24 Cuando él salía
los criados entraban. Al ver que las puertas de la galería tenían echado el
cerrojo, se dijeron:
—
Sin duda estará haciendo sus necesidades en el aposento de la galería de
verano.
25
Y se quedaron esperando. Hasta que desconcertados porque nadie abría las
puertas de la galería, se hicieron con una llave y abrieron. Su amo yacía en
tierra, muerto.
26
Mientras ellos esperaban, Ejud huyó, rebasando Los Ídolos y poniéndose a salvo
en Seirá. 27 En cuanto llegó, tocó el cuerno de guerra en la montaña de Efraín.
Los israelitas bajaron de la montaña con Ejud que se puso al frente de ellos 28
y les dijo:
—
Síganme, porque el Señor les ha entregado a Moab, su enemigo.
Fueron
con él, cortaron a Moab los vados del Jordán y no dejaron pasar a nadie. 29
Derrotaron en aquella ocasión a los de Moab, que eran unos diez mil hombres,
todos fuertes y valientes; no escapó ni uno. 30 Aquel día Moab quedó sometido a
Israel, y el país gozó de paz ochenta años.
Sangar
31
Después de Ejud vino Sangar, hijo de Anat. Derrotó a los filisteos, que eran
seiscientos hombres, valiéndose de una aguijada para conducir bueyes. También
él salvó a Israel.
La
Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)
La
Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de
España
Lucas 22:14-34 La Palabra
(Hispanoamérica) (BLPH)
La
cena del Señor (Mt 26,26-30; Mc 14,22-25; 1 Co 11,23-25)
14
Cuando llegó la hora, Jesús se sentó a la mesa junto con los apóstoles. 15
Entonces les dijo:
—
¡Cuánto he deseado comer esta Pascua con ustedes antes de mi muerte! 16 Porque
les digo que no volveré a comerla hasta que tenga su cumplimiento en el reino
de Dios.
17
Tomó luego en sus manos una copa, dio gracias a Dios y dijo:
—
Tomen esto y repártanlo entre ustedes, 18 porque les digo que ya no beberé más
de este fruto de la vid hasta que venga el reino de Dios.
19
Después tomó pan, dio gracias a Dios, lo partió y se lo dio diciendo:
—
Esto es mi cuerpo, entregado en favor de ustedes. Hagan esto en recuerdo de mí.
20
Lo mismo hizo con la copa después de haber cenado, diciendo:
—
Esta copa es la nueva alianza, confirmada con mi sangre, que va a ser derramada
en favor de ustedes. 21 Pero ahora, sobre la mesa y junto a mí, está la mano
del que me traiciona. 22 Es cierto que el Hijo del hombre ha de recorrer el
camino que le está señalado, pero ¡ay de aquel que lo traiciona!
23
Los discípulos comenzaron entonces a preguntarse unos a otros quién de ellos
sería el traidor.
Grandeza
del servicio cristiano (Mt 20,25-27; Mc 10,42-44)
24
Surgió también una disputa entre los apóstoles acerca de cuál de ellos era el
más importante. 25 Jesús entonces les dijo:
—
Los reyes someten las naciones a su dominio, y los que ejercen poder sobre
ellas se hacen llamar bienhechores. 26 Pero entre ustedes no debe ser así.
Antes bien, el más importante entre ustedes debe ser como el más pequeño, y el
que dirige debe ser como el que sirve. 27 Pues ¿quién es más importante, el que
se sienta a la mesa o el que sirve? ¿No es, acaso, el que se sienta a la mesa?
Sin embargo, yo estoy entre ustedes como el que sirve.
28
Pero ustedes son los que han permanecido a mi lado en mis pruebas. 29 Por eso,
yo quiero asignarles un reino, como mi Padre me lo asignó a mí, 30 para que
coman y beban en la mesa de mi reino, y se sienten en tronos para juzgar a las
doce tribus de Israel.
Jesús
predice la negación de Pedro (Mt 26,31-35; Mc 14,27-31; Jn 13,36-38)
31
Y el Señor dijo:
—
Simón, Simón, Satanás los ha reclamado a ustedes para zarandearlos como a trigo
en la criba; 32 pero yo he pedido por ti, para que no desfallezca tu fe. Y tú,
cuando recuperes la confianza, ayuda a tus hermanos a permanecer firmes.
33
Pedro le dijo:
—
¡Señor, estoy dispuesto a ir contigo a la cárcel e incluso a la muerte!
34
Jesús le contestó:
—
Pedro, te digo que no cantará hoy el gallo sin que hayas negado tres veces que
me conoces.
La
Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)
La
Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de
España
Salmos 92-93 La Palabra
(Hispanoamérica) (BLPH)
Salmo
92 (91)
¡Qué
bueno es alabar al Señor!
92
Salmo. Canto para el sábado.
2
Qué
bueno es alabar al Señor,
elogiar,
oh Altísimo, tu nombre,
3
pregonar
tu amor durante el día,
tu
fidelidad durante la noche,
4
al
son del arpa y la cítara,
con
los acordes de la lira.
5
Tú,
Señor, con tus actos me alegras,
con
la obra de tus manos me regocijas.
6
Señor,
¡qué grandes son tus obras,
qué
profundos tus pensamientos!
7
El
ignorante nada sabe,
el
necio no entiende nada de esto:
8
aunque
broten los malvados como hierba,
aunque
todos los malhechores prosperen,
acabarán
destruidos para siempre.
9
Mas
tú, Señor, por siempre eres excelso.
10
Señor,
aquí tienes a tus enemigos,
a
los enemigos que han de perecer,
a
los malvados que se dispersarán.
11
Pero
tú me has dado la fuerza del búfalo,
me
has ungido con aceite nuevo.
12
Mis
ojos verán caer a mis rivales,
mis
oídos se enterarán
de
quiénes son los que me atacan.
13
El
justo florecerá cual palmera,
crecerá
como un cedro del Líbano;
14
plantado
en la casa del Señor,
brotará
en los atrios de nuestro Dios.
15
Aún
en la vejez darán su fruto,
se
mantendrán fecundos y frondosos,
16
para
anunciar la rectitud del Señor,
mi
refugio, en quien no hay maldad.
Salmo
93 (92)
El
Señor reina
93
El Señor es rey, está vestido de majestad;
el
Señor está vestido y ceñido de poder;
la
tierra está segura, no se derrumbará.
2
Tu
trono está firme desde siempre,
desde
la eternidad tú existes.
3
Señor,
alzaron los ríos su fragor,
elevaron
su estruendo los torrentes.
4
Poderoso
es el Señor en el cielo
más
que el fragor de aguas caudalosas,
más
que las impetuosas olas del mar.
5
Tus
mandamientos son perpetuos,
la
santidad engalana tu casa, Señor,
por
días sin término.
La
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Proverbios 14:1-2 La Palabra
(Hispanoamérica) (BLPH)
14
La mujer sabia edifica su casa,
la
necia la arruina con sus manos.
2
Quien
procede honradamente respeta al Señor,
el
de conducta torcida lo desprecia.
La
Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)
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Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de
España
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