2 Reyes 4:18-5:27; Hechos 15:1-31; Salmos 141; Proverbios 17:23 (Reina Valera Contemporánea (RVC))
2 Reyes 4:18-5:27 Reina Valera
Contemporánea (RVC)
18
Y el niño creció. Pero un día que fue a ver a su padre, que andaba con los
segadores, 19 de pronto gritó:
«¡Padre,
mi cabeza! ¡Me duele la cabeza!»
Enseguida
el padre ordenó a uno de sus criados que lo llevara con su madre. 20 El criado
así lo hizo. Pero al mediodía, mientras el niño estaba sentado en el regazo de
su madre, murió. 21 Entonces ella subió al aposento del varón de Dios, lo puso
sobre la cama, y cerrando la puerta salió de allí. 22 Luego fue a llamar a su
marido, y le dijo:
«Te
ruego que me prestes a uno de los criados y una de tus asnas. Quiero ir
corriendo a ver al varón de Dios, para que regrese.»
23
Pero su marido objetó:
«¿Y
para qué vas a verlo hoy? Si no es nueva luna, ni día de reposo.»
Pero
ella simplemente se despidió. 24 Mandó aparejar el asna, y le dijo al criado:
«¡En
marcha! ¡Tú nos diriges! ¡Pero no me detengas en el camino, a menos que yo te
lo ordene.»
25
Y así, la mujer partió y se fue al monte Carmelo, donde estaba el varón de
Dios. Y cuando éste la vio a la distancia, le dijo a su criado Guejazí:
«Aquí
viene la sunamita. 26 Hazme el favor de ir corriendo a recibirla, y pregúntale
cómo está ella, y su marido y su hijo.»
Ella
respondió que estaba bien, 27 pero en cuanto llegó al monte, donde estaba el
varón de Dios, se arrojó a sus pies. Guejazí se acercó y trató de levantarla,
pero el varón de Dios le dijo:
«Déjala,
que se encuentra muy amargada. Pero el Señor no me ha dicho qué es lo que pasa,
sino que me ha encubierto el motivo.»
28
Entonces ella dijo:
«¿Acaso
yo le pedí un hijo a mi señor? ¿No dije, más bien, que no te burlaras de mí?»
29
Entonces Eliseo le dijo a Guejazí:
«Cíñete
la ropa, toma mi bastón, y ponte en marcha. Si te encuentras con alguien, no lo
saludes, y si alguien te saluda, no le respondas. Al llegar, pon mi bastón
sobre el rostro del niño.»
30
Pero la madre del niño le dijo:
«Juro
por el Señor, y por tu vida, que no voy a dejarte aquí.»
31
Entonces Eliseo se levantó y la siguió. Guejazí, que se había adelantado, llegó
y puso el bastón sobre el rostro del niño; pero el niño no había dado señales
de vida, así que Guejazí se había vuelto para encontrarse con Eliseo, y cuando
lo encontró le dijo: «El niño no despierta.»
32
Cuando Eliseo llegó a la casa, el niño yacía tendido sobre la cama, sin vida.
33 Entonces Eliseo entró y cerró la puerta tras de sí, y oró al Señor. 34
Luego, subió a la cama y se tendió sobre el niño, juntando boca con boca, ojos
con ojos, y manos con manos. Así, se mantuvo tendido sobre el niño, hasta que
el cuerpo del niño comenzó a entrar en calor. 35 Luego Eliseo se levantó y comenzó
a pasearse de un lado a otro de la casa, y después volvió a subirse a la cama,
y se tendió otra vez sobre el niño; en ese momento el niño estornudó siete
veces, y abrió sus ojos. 36 Entonces Eliseo llamó a Guejazí, y le ordenó que
llamara a la sunamita. Guejazí la llamó y, cuando ella entró, Eliseo le dijo:
«Toma tu hijo.»
37
La mujer entró y, sin levantar el rostro, se arrojó a los pies de Eliseo.
Después de eso, tomó a su hijo y se fue.
Milagros
en beneficio de los profetas
38
Cuando Eliseo volvió a Gilgal, se encontró con que había una grave hambruna en
la región. Como los hijos de los profetas estaban con él, le ordenó a su
criado:
«Pon
una olla grande, y haz un guisado para los profetas.»
39
Uno de ellos salió al campo a recoger hierbas, y halló una planta parecida a
una parra silvestre; llenó su manto con los frutos de esa planta y regresó, y
al llegar cortó los frutos y los echó en la olla del guisado, sin saber qué
clase de frutos eran. 40 Después se sirvió el guisado para que comieran los profetas,
pero en cuanto ellos lo probaron, dijeron:
«¡Varón
de Dios, lo que hay en la olla nos va a matar!»
Y
no lo pudieron comer. 41 Entonces Eliseo pidió que trajeran harina, y luego de
esparcirla en la olla, dijo:
«Ya
pueden dar de comer a la gente.»
Y
no hubo nada en la olla que hiciera daño.
42
Llegó entonces un hombre de Baal Salisá, que trajo al varón de Dios panes de
primicias, veinte panes de cebada, y trigo nuevo todavía en su espiga. Eliseo
ordenó a su criado que diera de comer a la gente, 43 pero su criado respondió:
«¿Cómo
voy a ofrecer sólo esto a cien hombres?»
Pero
Eliseo volvió a decir:
«Dale
a la gente de comer, que el Señor ha dicho: “Comerán, y hasta sobrará.”»
44
Entonces Guejazí puso lo que tenía delante de ellos y, conforme a la palabra
del Señor, ellos comieron y hasta les sobró.
Eliseo
y Namán
5
Cierto general del ejército del rey de Siria, llamado Namán, era un hombre muy
importante. Su señor lo tenía en alta estima porque, por medio de él, que era
un guerrero muy valiente, el Señor había dado la victoria a Siria. Pero Namán
era leproso. 2 Un día, una joven israelita que las bandas de sirios habían
hecho cautiva y la habían puesto al servicio de la esposa de Namán, 3 le dijo a
su señora:
«Si
mi señor acudiera al profeta que está en Samaria, él lo sanaría de su lepra.»
4
Cuando Namán fue a ver al rey de Siria, le contó lo que la joven israelita le
había dicho a su esposa, 5 y el rey le dijo:
«Pues
ve a ver a ese profeta. Yo le enviaré cartas al rey de Israel.»
Namán
se puso en marcha, llevando consigo treinta mil monedas de plata, y seis mil
monedas de oro, y diez mudas de vestidos. 6 También llevó consigo cartas para
el rey de Israel, las cuales decían:
«Cuando
estas cartas lleguen a tus manos, por ellas sabrás que yo estoy enviándote a mi
siervo Namán, para que lo sanes de su lepra.»
7
En cuanto el rey de Israel leyó las cartas, se rasgó las vestiduras y dijo:
«¿Acaso
soy Dios, capaz de dar la vida y de quitarla, para que éste me envíe un hombre
para que lo sane de su lepra? Como pueden ver, sólo está buscando un pretexto
para atacarme.»
8
Como Eliseo, el varón de Dios, se enteró de que el rey de Israel se había
rasgado las vestiduras, mandó a decirle:
«¿Por
qué te has rasgado las vestiduras? ¡Deja que venga a verme! ¡Así sabrá que en
Israel hay profeta!»
9
Y Namán fue a ver a Eliseo, y al llegar a la puerta de su casa se detuvo, con
sus caballos y con su carro de guerra. 10 Entonces Eliseo mandó un mensajero a
que le dijera:
«Ve
y lávate siete veces en el Jordán, y tu carne volverá a ser como antes era, y
quedarás limpio de tu lepra.»
11
Pero Namán se enojó y se fue, mientras decía:
«¿Cómo?
Yo pensaba que ese profeta saldría a verme, y que de pie invocaría el nombre
del Señor, su Dios, y luego alzaría la mano y tocaría la parte enferma, y me
sanaría de la lepra. 12 ¿Acaso los ríos Abana y Farfar, de Damasco, no son
mejores que todas las aguas de Israel? ¿Y acaso no quedaré también limpio si me
lavo en ellos?»
Y
muy enojado se fue de allí. 13 Pero sus criados se le acercaron y le dijeron:
«¡Ay,
señor! Si el profeta te hubiera mandado hacer algo más impresionante, ¿acaso no
lo habrías hecho? ¡Pues con más razón si te ha dicho: “Lávate, y quedarás
limpio!”»
14
Namán fue al Jordán y se zambulló siete veces, conforme a la palabra del varón
de Dios, y al instante quedó limpio: Su piel se volvió tan suave como la de un
niño. 15 Entonces él y toda su compañía volvieron a donde estaba el varón de
Dios, y una vez delante de él dijo:
«Ahora
reconozco que no hay más Dios en toda la tierra, que en Israel. Por favor,
acepta algún presente de este siervo tuyo.»
16
Pero Eliseo dijo:
«Juro
por el Señor, en cuya presencia estoy, que no lo voy a aceptar.»
Namán
insistía en que Eliseo aceptara alguna cosa, pero él no accedió. 17 Entonces
Namán dijo:
«Entonces
voy a pedirte concedas a este siervo tuyo llevarme de esta tierra la carga de
un par de mulas. Porque de aquí en adelante este siervo tuyo no ofrecerá
holocaustos ni sacrificios a otros dioses, sino sólo al Señor. 18 Y anticipadamente
pido al Señor perdonar a este siervo suyo si, cuando mi señor el rey entre en
el templo de Rimón para adorar allí, y se apoye en mi brazo, yo también llego a
inclinarme en ese templo. Si llego a hacerlo, ¡que el Señor me perdone!»
19
Eliseo le dijo que podía irse tranquilo. Y Namán se fue. Pero apenas habría
recorrido una distancia de media legua 20 cuando Guejazí, el criado de Eliseo,
varón de Dios, pensó: «¡Vaya! Mi señor no permitió que este sirio, Namán, le
regalara lo que trajo. ¡Pues juro por el Señor, que ahora mismo voy a ir tras
él para pedirle que me dé algo!»
21
Y Guejazí corrió para alcanzar a Namán. Y cuando Namán vio que Guejazí venía
corriendo tras él, se bajó del carro para recibirlo, y le preguntó si todo
estaba bien. 22 Guejazí dijo que sí, y añadió:
«Mi
señor me envía a decirte que del monte de Efraín acaban de llegar dos profetas
jóvenes, y te ruega darle para ellos tres mil monedas de plata y dos vestidos
nuevos.»
23
Namán contestó:
«No
sólo tres mil. Te ruego que le lleves seis mil.»
Y
Namán insistió en que Guejazí aceptara dos bolsas, cada una con tres mil
monedas de plata, y dos vestidos nuevos; luego ordenó a dos de sus criados
echarse todo esto a cuestas y llevarlo delante de Guejazí. 24 Pero al llegar a
cierto lugar, Guejazí les pidió que le entregaran lo que llevaban, y lo guardó
todo en su casa; luego ordenó a los hombres que se fueran. 25 Después de eso,
se presentó ante su señor. Y Eliseo le dijo:
«¿De
dónde vienes, Guejazí?»
Y
él contestó:
«Yo
no he ido a ninguna parte.»
26
Entonces Eliseo le dijo:
«¿Crees
que yo no estaba allí, en espíritu, cuando aquel hombre bajó de su carro a
recibirte? Pero éste no es el momento de recibir plata y vestidos, ni olivares,
viñas, ovejas, bueyes, siervos y siervas. 27 Por lo tanto, la lepra de Namán se
te pegará a ti y a tu descendencia para siempre.»
Y
cuando Guejazí salió de la presencia de Eliseo, estaba blanco como la nieve.
Reina
Valera Contemporánea (RVC)
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Hechos 15:1-31 Reina Valera
Contemporánea (RVC)
El
concilio en Jerusalén
15
De Judea llegaron algunos que enseñaban a los hermanos que, si no se
circuncidaban según el rito de Moisés, no podían ser salvos. 2 Como Pablo y
Bernabé tuvieron una fuerte discusión con ellos, se acordó que los dos y
algunos otros fueran a Jerusalén para tratar esta cuestión con los apóstoles y
los ancianos. 3 Como habían sido enviados por la iglesia, pasaron por Fenicia y
Samaria, y allí hablaron de la conversión de los no judíos, lo cual hizo que
todos los hermanos se alegraran mucho. 4 Cuando llegaron a Jerusalén, fueron
recibidos por la iglesia, los apóstoles y los ancianos, y allí contaron todo lo
que Dios había hecho con ellos. 5 Pero algunos creyentes de la secta de los
fariseos, que estaban allí, se opusieron a ellos y dijeron: «Es necesario
circuncidarlos, y mandarles que cumplan con la ley de Moisés.»
6
Los apóstoles y los ancianos se reunieron para tratar este asunto, 7 y luego de
mucho discutir, Pedro se levantó y les dijo: «Queridos hermanos, ustedes saben
que hace algún tiempo Dios determinó que yo mismo proclamara a los no judíos el
mensaje del evangelio, para que creyeran. 8 Y Dios, que conoce los corazones,
los confirmó y les dio el Espíritu Santo, lo mismo que a nosotros. 9 Dios no
hizo ninguna diferencia entre ellos y nosotros, sino que por la fe purificó sus
corazones. 10 Entonces, ¿por qué ponen a prueba a Dios, al imponer sobre los
discípulos una carga que ni nuestros padres ni nosotros hemos podido llevar? 11
Lo que creemos es que, por la bondad del Señor Jesús, seremos salvos lo mismo
que ellos.»
12
Al oír que Bernabé y Pablo contaban las grandes señales y maravillas que Dios
había realizado por medio de ellos entre los no judíos, toda la multitud guardó
silencio; 13 y cuando terminaron de hablar, Jacobo respondió y dijo: «Hermanos,
escúchenme. 14 Simón nos ha contado cómo Dios visitó a los no judíos por
primera vez, para añadirlos al pueblo que cree en su nombre. 15 Las palabras de
los profetas concuerdan en esto, pues está escrito:
16
»“Después
de esto volveré,
y
reedificaré el caído tabernáculo de David;
repararé
sus ruinas
y
lo volveré a levantar,
17
para
que el resto de la humanidad busque al Señor,
y
también todas las naciones que invocan mi nombre.”
18
»Esto lo dice el Señor. Lo ha dado a conocer desde los tiempos antiguos.
19
»Mi consejo es que no inquieten a los no judíos para que se conviertan a Dios,
20 sino que los instruyan para que se aparten de la idolatría, del libertinaje
sexual, del comer carne de animales ahogados, y de comer sangre. 21 A Moisés no
le falta quien lo predique en las sinagogas, cada día de reposo, en cada ciudad
y desde los tiempos antiguos.»
22
A los apóstoles, a los ancianos y a toda la iglesia, les pareció buena idea
elegir de entre ellos a algunos hermanos, y eligieron a Judas, también conocido
como Barsabás, y a Silas, pues sobresalían entre los demás hermanos, y los
enviaron a Antioquía con Pablo y Bernabé. 23 Por conducto de ellos enviaron un
escrito: «Los apóstoles y los ancianos, a nuestros hermanos no judíos en
Antioquía, Siria y Cilicia. Reciban nuestros saludos. 24 Hemos sabido que
algunos hermanos que estaban con nosotros, a quienes no les dimos ninguna
orden, los han perturbado e inquietado a ustedes con sus enseñanzas. 25 Hemos
llegado al acuerdo, que nos parece bien, de elegir a algunos hermanos y
enviarlos a ustedes con nuestros amados hermanos Bernabé y Pablo. 26 Ellos han
expuesto su vida por causa del nombre de nuestro Señor Jesucristo. 27 Así que
con ellos van Judas y Silas, quienes en sus propias palabras les dirán esto
mismo. 28 Al Espíritu Santo y a nosotros nos ha parecido bien no imponerles
ninguna otra carga, sino sólo esto que necesitan saber: 29 que deben abstenerse
de comer lo que se ha sacrificado a los ídolos, de comer sangre o la carne de
animales ahogados, y del libertinaje sexual. Harán bien en evitar estas cosas.
Que estén muy bien.»
30
Cuando los hermanos que fueron enviados llegaron a Antioquía, reunieron a la
congregación y entregaron la carta. 31 Cuando los hermanos terminaron de
leerla, se alegraron por el consuelo recibido.
Reina
Valera Contemporánea (RVC)
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Salmos 141 Reina Valera Contemporánea
(RVC)
Súplica
por la protección de Dios
Salmo
de David.
141
Señor, a ti clamo; ¡ven pronto a mí!
¡Escúchame
cuando te llame!
2
¡Recibe
mi oración como ofrenda de incienso,
y
mis manos levantadas como ofrenda de la tarde!
3
Señor,
pon un vigilante en mi boca;
¡ponle
un sello a mis labios!
4
No
dejes que mi corazón caiga en la maldad,
ni
me dejes cometer actos inicuos,
ni
que me junte con los malvados
y
participe en banquetes de malhechores.
5
Que
el hombre honrado me castigue,
será
un acto de misericordia,
pero
no quiero que sobre mi cabeza
se
derrame el perfume de los malvados.
En
mis oraciones pido sin cesar
que
reprendas sus malas acciones,
6
que
sus gobernantes sean despeñados,
y
que hagan caso de la verdad de mis palabras.
7
Nuestros
huesos se dispersan
a
la orilla del sepulcro
como
se dispersa la tierra
tras
los surcos que deja el arado.
8
Por
eso, Señor y Dios, mis ojos te buscan.
En
ti confío. ¡No me desampares!
9
Protégeme
de las trampas que los malvados
arman
y tienden contra mí.
10
¡Hazlos
caer en sus propias trampas,
y
permíteme ponerme a salvo!
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Valera Contemporánea (RVC)
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Proverbios 17:23 Reina Valera
Contemporánea (RVC)
23
El
impío acepta soborno y se lo guarda
para
corromper las sendas de la justicia.
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