2 Reyes 9:16-10:31; Hechos 17:1-34; Salmos 144; Proverbios 17:27-28 (Reina Valera Contemporánea (RVC))
2 Reyes 9:16-10:31 Reina Valera
Contemporánea (RVC)
16
Dicho esto, Jehú montó en su carro y se dirigió a Jezrel, donde Jorán yacía
enfermo. Allí también estaba el rey Ocozías de Judá, que había ido a visitar a
Jorán. 17 Cuando el atalaya que estaba en la torre de Jezrel vio venir la tropa
de Jehú, gritó:
«¡Veo
que se acerca una tropa!»
Y
Jorán dijo:
«Manda
a un jinete. Que los inspeccione y les pregunte en qué plan vienen.»
18
El jinete fue a inspeccionarlos, y les dijo:
«El
rey manda a decir si vienen en son de paz.»
Y
Jehú le respondió:
«¿De
qué paz me hablas? ¡Tú pásate a mis filas!»
Entonces
el atalaya dio aviso, y dijo:
«El
mensajero ha llegado hasta ellos, pero no veo que regrese.»
19
Se envió entonces a otro jinete, el cual llegó hasta ellos y dijo:
«El
rey manda a preguntar si vienen en son de paz.»
Y
Jehú también le respondió:
«¿De
qué paz me hablas? ¡Tú pásate a mis filas!»
20
El atalaya volvió a dar aviso:
«También
el otro jinete llegó hasta ellos, pero no veo que regrese. Por la manera de
conducir, me parece que quien viene en el carro es Jehú hijo de Nimsi, pues
conduce como un loco.»
21
Jorán ordenó entonces que prepararan su carro. Y cuando estuvo listo, partieron
juntos el rey Jorán de Israel y el rey Ocozías de Judá, aunque cada uno en su
carro, y fueron al encuentro de Jehú, al que hallaron en el campo que había
pertenecido a Nabot de Jezrel. 22 Cuando Jorán vio a Jehú, exclamó:
«¿Vienes
en son de paz, Jehú?»
Y
éste respondió:
«¿Y
qué paz puede haber, con tantas fornicaciones y hechicerías de tu madre
Jezabel?»
23
Entonces Jorán dio vuelta a su carro y emprendió la huida, mientras decía a
Ocozías:
«¡Nos
han traicionado, Ocozías!»
24
Pero Jehú tensó su arco y le clavó una flecha a Jorán por la espalda; y la
saeta le salió por el corazón, y cayó muerto en su carro. 25 Jehú le dijo a
Bidcar, su capitán:
«Tómalo,
y arrójalo en un extremo del campo que fue de Nabot de Jezrel. Acuérdate que
cuando tú y yo íbamos juntos con la gente de Ajab, su padre, el Señor pronunció
esta sentencia contra él, cuando dijo: 26 “Yo, el Señor, vi ayer aquí la sangre
de Nabot, y la sangre de sus hijos. Por eso aquí, en este campo, te daré tu
merecido. Yo soy el Señor.” Así que, conforme a la palabra del Señor, tómalo y
arrójalo en el que fue campo de Nabot.»
Jehú
mata a Ocozías
27
Cuando el rey Ocozías de Judá vio esto, huyó por el camino de Bet Hagán,
seguido de Jehú, que decía: «Hieran también a éste que va en el carro.» Y en la
subida de Gur, junto a Ibleam, Ocozías fue herido. Por eso huyó a Meguido,
donde murió. 28 Sus oficiales lo llevaron a Jerusalén en un carro, y allá, en
la ciudad de David, lo sepultaron en su propio sepulcro, junto a sus
antepasados.
29
Ocozías comenzó a reinar sobre Judá en el undécimo año del reinado de Jorán
hijo de Ajab.
Muerte
de Jezabel
30
Después Jehú se fue a Jezrel, y cuando Jezabel lo supo, se pintó los ojos con antimonio
y se atavió la cabeza, y se asomó a la ventana. 31 En el momento en que Jehú
entró a la ciudad, ella gritó:
«¿Cómo
le va a Zimri, asesino de su rey?»
32
Jehú levantó la vista hacia la ventana, y dijo:
«¿Hay
alguien ahí que esté de mi parte?»
Dos
o tres eunucos se inclinaron hacia él, 33 y él les dijo:
«¡Arrójenla
al suelo!»
Ellos
la lanzaron por la ventana, y parte de su sangre salpicó la pared y los
caballos, y Jehú la arrolló. 34 Luego, entró y comió y bebió, y más tarde dijo:
«Ahora
vayan a ver a esa maldita mujer, y sepúltenla, pues es hija de un rey.»
35
Pero cuando fueron para sepultarla, no hallaron de ella más que la calavera,
los pies y las palmas de las manos. 36 Volvieron entonces a decirle esto a
Jehú, y él sentenció:
«Ésta
es la palabra de Dios, pronunciada por medio de su siervo, Elías el tisbita,
cuando dijo: “En el campo de Jezrel los perros se comerán el cuerpo de Jezabel.
37 Allí, en el campo de Jezrel, el cuerpo de Jezabel será semejante al
estiércol en el suelo, de modo que nadie podrá reconocerla.”»
Jehú
pone fin a la dinastía de Ajab
10
Como Ajab tenía setenta hijos en Samaria, Jehú escribió cartas y las envió a
los jefes de Jezrel, y a los ancianos y a los ayos de Ajab, que estaban en
Samaria. En las cartas les decía:
2
«Tan pronto como estas cartas lleguen a las manos de ustedes, los que tengan a
los hijos del rey, y los que tengan carros de combate y gente de a caballo, y
la ciudad fortificada y las armas, 3 escojan al mejor y más recto de los hijos
del rey, y siéntenlo en el trono de su padre, y defiendan a la familia del
rey.»
4
Pero ellos tuvieron mucho miedo, y dijeron:
«Si
dos reyes no pudieron hacerle frente, ¿cómo vamos a hacerle frente nosotros?»
5
Entonces el mayordomo, el gobernador de la ciudad, los ancianos y los ayos
mandaron a decir a Jehú:
«Nosotros
somos tus siervos, y haremos todo lo que nos mandes. No vamos a elegir ningún
rey. Haz lo que te parezca mejor.»
6
Jehú les escribió por segunda vez, y les dijo:
«Si
en verdad ustedes son mis siervos, y quieren obedecerme, vengan a verme en
Jezrel mañana a esta hora, y tráiganme las cabezas de los hijos varones de su
rey.»
Los
setenta hijos del rey estaban con los jefes de la ciudad, pues ellos los
criaban. 7 Cuando éstos recibieron las cartas, tomaron a los setenta hijos del
rey y los degollaron; luego echaron las cabezas en unas canastas y las enviaron
a Jezrel, donde estaba Jehú. 8 Cuando un mensajero llegó y le dio la noticia de
que habían llegado las cabezas de los hijos del rey, Jehú dijo:
«Pónganlas
en dos montones a la entrada de la ciudad, y déjenlas allí hasta mañana.»
9
Al día siguiente, Jehú salió y, puesto de pie ante todo el pueblo, dijo:
«Ustedes
son justos. Es verdad que yo he conspirado contra mi señor, y le he dado
muerte. Pero ¿quién ha dado muerte a todos estos? 10 Quiero que sepan que la
palabra del Señor, acerca de la dinastía de Ajab, no dejará de cumplirse. El
Señor ha hecho lo que había anunciado por medio de su siervo Elías.»
11
Dicho esto, Jehú mató a todos los de la familia de Ajab que habían quedado en
Jezrel, y a todos sus jefes y sacerdotes, y a todos sus familiares. No dejó con
vida a ninguno de ellos. 12 Luego se levantó y se fue a Samaria, y en el camino
llegó a Bet Équed de los Pastores. 13 Allí encontró a los hermanos de Ocozías,
el rey de Judá, y les preguntó:
«¿Y
ustedes, quiénes son?»
Ellos
le contestaron:
«Somos
hermanos de Ocozías. Hemos venido a saludar a los hijos del rey, y a los hijos
de la reina.»
14
Entonces Jehú ordenó:
«¡Échenles
mano! ¡Los quiero vivos!»
Y
una vez que los tomaron vivos, los degollaron junto al pozo de Bet Équed. Eran
cuarenta y dos varones, y ninguno de ellos quedó con vida.
15
Cuando Jehú se fue de allí, se encontró con Jonadab hijo de Recab. Después de
saludarlo, le dijo:
«¿Eres
sincero conmigo, como yo lo soy contigo?»
Jonadab
le respondió que sí. Entonces Jehú le dijo:
«Pues
ya que eres sincero conmigo, dame la mano.»
Jonadab
le dio la mano, y Jehú lo invitó a subir a su carro. 16 Allí le dijo:
«Acompáñame
y verás cuánto amo al Señor.»
Jonatán
fue puesto en el carro, 17 y en cuanto Jehú llegó a Samaria mató a todos los
familiares de Ajab que habían quedado en Samaria. Los mató hasta exterminarlos,
conforme a la palabra del Señor anunciada por Elías.
Jehú
pone fin al culto de Baal
18
Después, Jehú reunió a todo el pueblo y les dijo:
«Ajab
rindió culto a Baal, pero no muy bien. Jehú le rendirá un mejor culto. 19
Llamen a todos los profetas de Baal, y a todos sus siervos y sacerdotes. Que no
falte ninguno, pues voy a ofrecer a Baal un gran sacrificio. El que falte,
morirá.»
Esto
lo hizo Jehú con astucia, para exterminar a los que rendían culto a Baal. 20
Así que dijo:
«Aparten
un día para honrar a Baal.»
Aquellos
convocaron a la reunión, 21 y Jehú envió mensajeros por todo Israel, y vinieron
todos los siervos de Baal. No hubo uno solo que no asistiera a la reunión.
Cuando entraron en el templo de Baal, el templo se llenó por completo. 22
Entonces Jehú ordenó al encargado de las vestiduras:
«Saca
vestiduras para todos los siervos de Baal.»
Aquél
sacó las vestiduras, 23 y Jehú entró en el templo de Baal acompañado por
Jonadab hijo de Recab. Y dijo a los siervos de Baal:
«Tengan
cuidado de que no haya aquí, entre ustedes, ninguno de los siervos del Señor,
sino solamente los siervos de Baal.»
24
Cuando ellos entraron para ofrecer los sacrificios y holocaustos, Jehú apostó
fuera del templo a ochenta hombres, y les dijo:
«El
que deje vivo a cualquiera de los hombres que yo he puesto en sus manos, lo
pagará con su vida.»
25
Cuando aquellos acabaron de ofrecer el holocausto, Jehú dijo a los de su
guardia y a los capitanes:
«¡Entren,
y mátenlos! ¡Que no escape ninguno!»
Y
los de la guardia y los capitanes los mataron a filo de espada, y los dejaron
tendidos. Luego fueron hasta el lugar santo del templo de Baal 26 y sacaron del
templo las estatuas y las quemaron. 27 También hicieron pedazos la estatua de
Baal y derribaron su templo, y hasta el día de hoy ese templo es un muladar.
28
Así fue como Jehú puso fin en Israel al culto de Baal. 29 Sin embargo, Jehú no
se apartó de los pecados de Jeroboán hijo de Nabat, que hizo pecar a Israel,
sino que dejó en pie los becerros de oro que estaban en Betel y en Dan. 30
Entonces el Señor le dijo a Jehú:
«Has
actuado bien al hacer lo recto delante de mis ojos, y acabaste con la dinastía
de Ajab, tal y como yo lo había determinado. Por eso tus hijos ocuparán el
trono de Israel hasta la cuarta generación.»
31
Pero Jehú no tuvo cuidado de seguir de todo corazón la ley del Señor, Dios de
Israel, ni se apartó de los pecados con que Jeroboán había hecho pecar a
Israel.
Reina
Valera Contemporánea (RVC)
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Hechos 17 Reina Valera Contemporánea
(RVC)
El
alboroto en Tesalónica
17
Después de pasar por Anfípolis y Apolonia, llegaron a Tesalónica, donde había
una sinagoga judía. 2 Pablo fue entonces a la sinagoga, como era su costumbre,
y durante tres días de reposo debatió con ellos. Con base en las Escrituras, 3
les aclaró y explicó que era necesario que Cristo padeciera y resucitara de los
muertos. Les decía: «Jesús, a quien yo les anuncio, es el Cristo.» 4 Algunos de
ellos creyeron y se unieron a Pablo y a Silas, lo mismo que muchos griegos
piadosos y numerosas mujeres nobles. 5 Pero los judíos que no creyeron se
llenaron de envidia, así que lograron reunir a una turba de vagos y maleantes,
y comenzaron a alborotar la ciudad, y en su búsqueda de Pablo Y Silas
irrumpieron en la casa de Jasón, pues querían expulsarlos del pueblo. 6 Como no
los hallaron, llevaron a Jasón y a algunos hermanos ante las autoridades de la
ciudad, mientras gritaban: «¡Esos que están trastornando el mundo entero, ya
han llegado acá! 7 Jasón los ha recibido, y todos sus seguidores desobedecen
los decretos de César. Dicen que hay otro rey, y que se llama Jesús.» 8 Al oír
esto, el pueblo y las autoridades de la ciudad se alborotaron: 9 pero Jasón
respondió por ellos, y los dejaron en libertad.
Pablo
y Silas en Berea
10
Esa misma noche, los hermanos enviaron a Pablo y Silas hasta Berea. Y cuando
éstos llegaron allá, entraron en la sinagoga de los judíos. 11 Éstos eran más
nobles que los de Tesalónica, pues recibieron la palabra con mucha atención, y
todos los días examinaban las Escrituras para ver si era cierto lo que se les
anunciaba. 12 Entre los que creyeron, había distinguidas mujeres griegas y un
buen número de hombres. 13 Cuando los judíos de Tesalónica supieron que también
en Berea Pablo anunciaba la palabra de Dios, fueron allá para alborotar a las
multitudes. 14 Pero de inmediato los hermanos enviaron a Pablo al mar, mientras
Silas y Timoteo se quedaban allí. 15 Los encargados de trasladar a Pablo lo
llevaron a Atenas; y a Silas y a Timoteo les ordenaron que se reunieran con él
tan pronto como pudieran, y así lo hicieron.
Pablo
en Atenas
16
Mientras Pablo los esperaba en Atenas, su espíritu se enardeció al ver que la
ciudad estaba entregada a la idolatría. 17 Por eso en la sinagoga discutía con
los judíos y con hombres piadosos, y también con todos los que a diario acudían
a la plaza. 18 Algunos filósofos de los epicúreos y de los estoicos discutían
con él. Unos preguntaban: «¿De qué habla este parlanchín?» Y otros decían: «Es
alguien que habla de dioses extranjeros.» Y es que les hablaba del evangelio de
Jesús, y de la resurrección. 19 Entonces lo tomaron, lo llevaron al Areópago y
le dijeron: «¿Nos puedes explicar qué es esta nueva enseñanza de la que hablas?
20 Porque esto suena extraño en nuestros oídos. Nos gustaría saber qué
significa todo esto.» 21 (Y es que a todos los atenienses y extranjeros que
allí vivían, no les interesaba nada que no fuera decir o escuchar cosas
novedosas.)
22
Pablo se puso entonces en medio del Areópago, y dijo: «Varones atenienses, he
observado que ustedes son muy religiosos. 23 Porque al pasar y observar sus
santuarios, hallé un altar con esta inscripción: «Al Dios no conocido». Pues al
Dios que ustedes adoran sin conocerlo, es el Dios que yo les anuncio. 24 El
Dios que hizo el mundo y todo lo que en él hay, es el Señor del cielo y de la
tierra. No vive en templos hechos por manos humanas, 25 ni necesita que nadie
le sirva, porque a él no le hace falta nada, pues él es quien da vida y aliento
a todos y a todo. 26 De un solo hombre hizo a todo el género humano, para que
habiten sobre la faz de la tierra, y les ha prefijado sus tiempos precisos y
sus límites para vivir, 27 a fin de que busquen a Dios, y puedan encontrarlo,
aunque sea a tientas. Pero lo cierto es que él no está lejos de cada uno de
nosotros, 28 porque en él vivimos, y nos movemos, y somos. Ya algunos poetas
entre ustedes lo han dicho: “Porque somos linaje suyo.” 29 Puesto que somos
linaje de Dios, no podemos pensar que la Divinidad se asemeje al oro o a la
plata, o a la piedra o a esculturas artísticas, ni que proceda de la
imaginación humana. 30 Dios, que ha pasado por alto esos tiempos de ignorancia,
ahora quiere que todos, en todas partes, se arrepientan. 31 Porque él ha
establecido un día en que, por medio de aquel varón que escogió y que resucitó
de los muertos, juzgará al mundo con justicia.»
32
Cuando los allí presentes oyeron hablar de la resurrección de los muertos, unos
se burlaban, y otros decían: «Ya te oiremos hablar de esto en otra ocasión.» 33
Entonces Pablo se retiró de en medio de ellos; 34 pero algunos le creyeron y se
unieron a él. Entre ellos estaba Dionisio, que era miembro del areópago, una
mujer llamada Dámaris, y otros más.
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Salmos 144 Reina Valera Contemporánea
(RVC)
Oración
por la prosperidad del pueblo
Salmo
de David.
144
¡Bendito seas, Señor, mi roca!
Tú
me entrenas para la batalla;
fortaleces
mis manos para el combate.
2
Tú
eres mi castillo de misericordia,
mi
fortaleza, mi libertador;
eres
mi escudo, y en ti me refugio;
¡tú
haces que los pueblos se sometan a mí!
3
Señor,
¿qué son los mortales
para
que te preocupes por ellos?
¿Qué
son los seres humanos
para
que los tome en cuenta?
4
Los
mortales son una ilusión pasajera;
su
vida pasa como una sombra.
5
Señor,
inclina los cielos y desciende;
toca
los montes y hazlos humear.
6
Dispersa
con tus relámpagos a mis enemigos,
lanza
contra ellos tus dardos de fuego, y confúndelos;
7
extiende
tu mano desde las alturas,
y
rescátame del mar, porque me ahogo;
líbrame
del poder de esos extraños
8
cuya
boca dice cosas sin sentido
y
cuyo poder es un poder falso.
9
Señor,
voy a dedicarte un canto nuevo;
lo
cantaré al son del arpa y del salterio.
10
Tú
eres quien da la victoria a los reyes;
tú
libras de la espada a tu siervo David.
11
¡Rescátame!
¡Líbrame del poder de gente extraña,
cuya
boca dice cosas sin sentido
y
cuyo poder es un poder falso.
12
Que
nuestros hijos, en su juventud,
crezcan
como plantas vigorosas.
Que
nuestra hijas sean hermosas
como
las columnas labradas de un palacio.
13
Que
nuestros graneros se llenen
y
rebosen con toda clase de grano.
Que
nuestros ganados en el campo
se
multipliquen por cientos y miles.
14
Que
nuestros bueyes resistan el trabajo.
Que
no nos tomen por asalto ni nos lleven cautivos,
ni
haya pánico en nuestras calles.
15
¡Dichoso
el pueblo que tiene todo esto!
¡Dichoso
el pueblo cuyo Dios es el Señor!
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Proverbios 17:27-28 Reina Valera
Contemporánea (RVC)
27
Sabio
es quien cuida sus palabras;
inteligente
es quien tiene un espíritu prudente.
28
Cuando
el necio calla, pasa por sabio;
cuando
no abre la boca, pasa por inteligente.
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