1 Reyes 18:1-46; Hechos 11:1-30; Salmos 135; Proverbios 17:12-13 (Palabra de Dios para Todos (PDT))
1 Reyes 18 Palabra de Dios para Todos
(PDT)
Elías
y los profetas de Baal
18
Después de pasar mucho tiempo, en el tercer año, el SEÑOR le dijo a Elías: «Ve
y reúnete con el rey Acab, pronto mandaré lluvia». 2 Así que Elías fue a ver a
Acab.
El
hambre que se sufría en Samaria era muy grave. 3 Así que el rey Acab mandó
llamar a Abdías, el administrador del palacio del rey. Abdías era un verdadero
seguidor del SEÑOR. 4 En un momento que Jezabel decidió terminar con los
profetas del SEÑOR, Abdías tomó cien profetas y los escondió en dos cuevas,
cincuenta en cada una, y les daba agua y alimentos. 5 El rey Acab le dijo a
Abdías: «Ven conmigo, revisaremos cada fuente y riachuelo del país para ver si
podemos encontrar suficiente pasto para mantener vivos a los caballos y a las
mulas, y así no tener que matarlos». 6 Cada uno escogió la parte del país que
iba a recorrer. Acab se fue solo por un lado y Abdías solo por el otro. 7
Mientras Abdías hacía el recorrido, se encontró con Elías. Al reconocerlo,
Abdías se postró rostro en tierra ante Elías y dijo:
—¿De
veras es usted mi señor Elías?
8
Elías le contestó:
Sí,
soy yo. Ve y dile a tu señor que Elías está aquí.
9
Entonces Abdías le dijo:
—Si
yo le digo a Acab que sé dónde estás, ¡él me matará! No te hecho nunca nada
malo, ¿por qué quieres que muera? 10 Tan seguro como que vive el SEÑOR tu Dios,
que el rey te ha buscado por todas partes. Al buscarte en un país, si el
gobernante del país decía que tú no estabas ahí; entonces Acab obligaba al
gobernante a jurar que tú no estabas. 11 Y ahora tú me dices que vaya a decirle
al rey que estás aquí. 12 Si le digo que tú estás aquí, entonces el Espíritu
del SEÑOR te llevará a otro sitio, vendrá aquí el rey Acab, y al no encontrarte
me matará. Yo he seguido al SEÑOR desde niño. 13 Tú te enteraste de lo que hice
cuando Jezabel mataba a los profetas del SEÑOR y cómo yo escondí a cien
profetas del SEÑOR en cuevas, cincuenta en una cueva y cincuenta en otra. Les
llevaba comida y agua. 14 Ahora tú dices: «Ve y dile a tu señor que Elías está
aquí». Él me va a matar.
15
Elías le contestó:
—Tan
seguro como que vive el SEÑOR Todopoderoso en cuya presencia he estado, te digo
que hoy veré al rey.
16
Así que Abdías fue a encontrarse con el rey Acab y le dijo donde estaba Elías.
El rey Acab fue a encontrarse con Elías, 17 y cuando lo vio, le dijo:
—¿Eres
tú el hombre que causa tantos problemas en Israel?
18
Elías le contestó:
—Yo
no causo problemas en Israel. Tú y la familia de tu papá han sido la causa de
los problemas. Cometiste un gran error cuando dejaste de obedecer lo que dice
el SEÑOR y comenzaste a seguir dioses falsos. 19 Ahora, dile a todo Israel que
se reúna conmigo en el monte Carmelo y trae también a los cuatrocientos
cincuenta profetas de Baal y a los cuatrocientos profetas de la diosa falsa
Aserá que dependen de la reina Jezabel.
20
Así que Acab citó a todos los israelitas y a los profetas a un encuentro en el
monte Carmelo. 21 Elías se acercó a todo el pueblo y le dijo:
—¿Hasta
cuándo seguirán dudando? Decidan si el SEÑOR es el Dios verdadero y entonces
síganlo a él. Pero si Baal es el Dios verdadero, entonces sigan a Baal.
La
gente no respondió ni una palabra. 22 Así que Elías dijo:
—Yo
soy el único profeta del SEÑOR que queda, pero hay cuatrocientos cincuenta
profetas de Baal. 23 Así que traigan dos toros. Que los profetas de Baal tomen
uno, que lo maten y lo corten en pedazos. Que traigan madera, pero sin
prenderle fuego. Luego yo haré lo mismo con el otro toro y tampoco prenderé
fuego al sacrificio. 24 Ustedes los profetas de Baal le pedirán a su dios y yo
le pediré al SEÑOR. El que conteste con fuego es el verdadero Dios.
Al
pueblo le pareció una buena idea.
25
Entonces Elías les dijo a los profetas de Baal:
—Ya
que ustedes son mayoría, elijan primero su toro, prepárenlo y pidan en el
nombre de sus dioses, pero sin prenderle fuego al sacrificio.
26
Así que los profetas tomaron el toro que la gente les dio y lo prepararon.
Oraron a Baal hasta el mediodía. Le pidieron a gritos: «¡Baal, por favor,
contéstanos!» Pero sólo hubo silencio, no hubo respuesta mientras los profetas
bailaban alrededor del altar que habían construido.
27
Al mediodía, Elías comenzó a reírse de ellos. Les dijo:
—¡Griten
más fuerte! Si él es dios, tal vez esté ocupado o quizá esté haciendo sus
necesidades o tal vez salió por un rato. A lo mejor está durmiendo y si oran un
poco más fuerte lo despertarán.
28
Y comenzaron a gritar más fuerte y a cortarse con cuchillos, espadas y lanzas
hasta sacarse sangre, como era su costumbre. 29 Se hizo tarde, pero el fuego
todavía no aparecía. Los profetas continuaron profetizando hasta llegar el
momento de hacer el sacrificio de la tarde, pero no pasó absolutamente nada.
Baal no hizo ni un ruido. No contestó nada. Nadie los escuchaba.
30
Entonces Elías le dijo a todo el pueblo:
—Reúnanse
conmigo.
Así
que todo el pueblo estuvo junto a Elías. El altar del SEÑOR había sido
destruido, así que Elías lo arregló. 31 Elías encontró doce piedras, una por
cada una de las doce tribus nombradas por los doce hijos de Jacob, a quien el
SEÑOR había llamado Israel. 32 Elías usó las piedras para arreglar el altar en
honor al SEÑOR. Después hizo una zanja alrededor del altar que podía contener
quince litros de agua [a]. 33 Luego Elías acomodó la madera en el altar, cortó
el toro en pedazos y los colocó sobre la madera. 34 Entonces les dijo:
—Llenen
cuatro jarrones de agua y derramen toda el agua sobre los pedazos de carne.
Luego Elías dijo:
—Háganlo
de nuevo.
Después
dijo:
—Háganlo
por tercera vez.
35
El agua corrió hasta llenar la zanja alrededor del altar.
36
Al llegar el momento del sacrificio de la tarde el profeta Elías se acercó al
altar y oró así: «SEÑOR, Dios de Abraham, Isaac y Jacob. Ahora te pido que des
una prueba de que tú eres el Dios de Israel y que yo soy tu siervo. Muéstrales
que tú me ordenaste que hiciera todo esto. 37 SEÑOR, atiende mi oración, muestra
a la gente que tú, SEÑOR, eres Dios. Así la gente sabrá que tú los estás
haciendo volver a ti».
38
Así que el SEÑOR hizo bajar fuego que quemó el sacrificio, la madera, las
piedras e incluso la tierra alrededor del altar. El fuego también secó toda el agua
de la zanja. 39 Todo el pueblo vio esto, se postró y comenzó a decir: «¡El
SEÑOR es Dios! ¡El SEÑOR es Dios!»
40
Entonces Elías dijo:
—¡Atrapen
a los profetas de Baal! ¡Que no escape ninguno!
Así
que la gente los capturó y Elías los llevó al arroyo Quisón y los mató a todos.
Vuelve
la lluvia
41
Entonces Elías le dijo al rey Acab:
—Ahora,
come y bebe, porque viene una lluvia fuerte.
42
Entonces el rey Acab fue a comer. Al mismo tiempo, Elías subió al monte
Carmelo. En la cima de la montaña Elías se agachó y puso su cabeza entre las
rodillas 43 y le dijo a su siervo:
—Mira
hacia el mar.
El
siervo se acercó hasta donde podía ver el mar, pero respondió:
—¡No
veo nada!
Elías
le dijo que fuera de nuevo, y así lo hizo por siete veces. 44 Al volver por la
séptima vez, el siervo le dijo a Elías:
—Veo
una nube pequeña, del tamaño del puño de un hombre. Viene del mar.
Elías
le dijo al siervo:
—Ve
y dile al rey Acab que prepare su carruaje para ir a casa. Si él no sale ahora,
la lluvia lo va a detener.
45
Pasó el tiempo, el cielo se oscureció con las nubes, soplaba el viento y
comenzó una lluvia fuerte. Entonces Acab subió al carruaje para irse a Jezrel.
46 El SEÑOR le dio poder a Elías y este se ajustó la ropa para correr, y corrió
tanto que llegó a Jezrel antes que Acab.
Footnotes:
1 Reyes 18:32 quince litros de agua o dos
medidas de grano. Textualmente dos seahs de semilla. Ver tabla de pesas y
medidas.
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Hechos 11 Palabra de Dios para Todos
(PDT)
Pedro
regresa a Jerusalén
11
Los apóstoles y los creyentes de Judea se enteraron de que los que no son
judíos también habían aceptado el mensaje de Dios. 2 Pero cuando Pedro vino a
Jerusalén, algunos creyentes judíos [a] discutieron con él. 3 Le dijeron:
—Fuiste
a casa de gente que no es judía y no está circuncidada ¡y hasta comiste con
ellos!
4
Entonces Pedro les explicó paso por paso lo que ocurrió:
5
—Yo estaba en la ciudad de Jope y mientras oraba tuve una visión en la que veía
bajar algo del cielo. Era como una sábana muy grande que bajaba hacia mí
sostenida de las cuatro puntas. 6 Miré adentro y vi que había toda clase de
animales, bestias salvajes, reptiles y aves. 7 Entonces escuché una voz
diciéndome: “Pedro, ¡levántate, mata y come!” 8 Pero yo dije: “¡Yo nunca haría
eso, Señor! Nunca he comido ni un bocado de algo prohibido o impuro”. 9 Pero la
voz me dijo por segunda vez: “No llames prohibido a lo que Dios ha purificado”.
10
»Esto sucedió tres veces y luego todo subió de nuevo al cielo. 11 En ese
momento, tres hombres llegaron a la casa donde me hospedaba. Habían sido
enviados a mí desde la ciudad de Cesarea. 12 El Espíritu me dijo que fuera con
ellos sin vacilar. Estos seis hermanos que están aquí me acompañaron a la casa
de Cornelio. 13 Él nos contó que había visto a un ángel en su casa diciéndole:
“Envía algunos hombres a la ciudad de Jope a traer aquí a Simón, a quien
también llaman Pedro. 14 Él te dará un mensaje por medio del cual te salvarás
tú y todos los que viven en tu casa”.
15
»Apenas comencé a hablar, el Espíritu Santo cayó sobre ellos tal como nos pasó
a nosotros al principio. [b] 16 Entonces recordé lo que el Señor había dicho:
“Juan bautizó con agua, pero ustedes serán bautizados con el Espíritu Santo”.
17 Dios les dio a ellos el mismo don que a nosotros, que creímos en el Señor
Jesucristo. Entonces, ¿podía yo oponerme a Dios?
18
Cuando los creyentes judíos escucharon esto, dejaron de discutir, alabaron a
Dios y dijeron:
—¡Así
que Dios también les ha permitido a los que no son judíos cambiar y tener una
nueva vida!
Las
buenas noticias llegan a Antioquía
19
Después de que mataron a Esteban, los creyentes se dispersaron, tratando de escapar
de la persecución. Algunos creyentes se fueron a lugares tan lejanos como
Fenicia, Chipre y Antioquía. En esos lugares anunciaron la buena noticia de
salvación, pero solamente entre los judíos. 20 Algunos de estos creyentes eran
hombres de Chipre y de Cirene. Cuando llegaron a Antioquía, empezaron a
anunciar también las buenas noticias del Señor Jesús a los que no eran judíos
[c]. 21 El Señor los ayudaba, muchos creyeron y decidieron seguir al Señor.
22
La iglesia de Jerusalén escuchó la noticia sobre el nuevo grupo de creyentes de
Antioquía. Entonces enviaron a Bernabé desde Jerusalén hasta Antioquía. 23
Cuando él llegó y vio que Dios los estaba bendiciendo, se alegró y los animó a
no perder nunca la fe y obedecer de todo corazón al Señor. 24 Bernabé era un
buen hombre, lleno del Espíritu Santo y tenía mucha fe. Entonces muchos más se
hicieron seguidores del Señor.
25
Entonces Bernabé fue a la ciudad de Tarso a buscar a Saulo. 26 Cuando encontró
a Saulo, Bernabé lo trajo a Antioquía. Saulo y Bernabé se quedaron allí todo un
año, reuniéndose con la iglesia y enseñando a gran cantidad de gente. En
Antioquía, por primera vez los creyentes fueron llamados cristianos.
27
Por este tiempo, algunos profetas de Jerusalén fueron a Antioquía. 28 Uno de
esos profetas, Agabo, dijo por medio del Espíritu Santo: «Vendrán al mundo
tiempos muy malos y habrá gran escasez de alimentos». Esta hambruna sucedió
cuando Claudio era emperador. 29 Los seguidores decidieron que iban a ayudar a
sus hermanos que vivían en Judea. Cada uno de ellos planeó enviarles toda la
ayuda que pudiera. 30 Así lo hicieron, y enviaron su dinero con Bernabé y
Saulo, quienes a su vez se lo llevaron a los ancianos líderes de Judea.
Footnotes:
Hechos 11:2 creyentes judíos Textualmente
los de la circuncisión. Esto puede referirse a judíos que creían que todos los
cristianos debían circuncidarse y obedecer la ley de Moisés. Ver Gá 2:12.
Hechos 11:15 al principio Al principio de
la iglesia en el día del Pentecostés. Ver Hch 2.
Hechos 11:20 los que no eran judíos
Textualmente helenos, o sea gente de cultura griega. Algunos manuscritos tienen
griegos.
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Salmos 135 Palabra de Dios para Todos
(PDT)
El
Señor es grandioso
135
¡Aleluya!
Alaben
el nombre del SEÑOR;
Siervos del SEÑOR, alábenlo,
2
los
que están en el templo del SEÑOR,
en los patios del templo de nuestro Dios.
3
Alaben
al SEÑOR, porque él es bueno;
canten alabanzas a su nombre,
pues eso es placentero.
4
Porque
el SEÑOR eligió a Jacob para que fuera suyo;
Israel le pertenece.
5
Yo
sé que el SEÑOR es grandioso;
nuestro Señor es más grande que todos los
dioses.
6
El
SEÑOR hace su voluntad en el cielo,
en la tierra y en las profundidades del
océano también.
7
Levanta
las nubes desde los extremos de la tierra,
hace que caigan la lluvia y los relámpagos
y que el viento sople fuerte.
8
Dios
destruyó a los hijos mayores de Egipto,
tanto de seres humanos como de animales.
9
Él
hizo muchos milagros y maravillas en medio de ti, Egipto,
en contra del faraón y de sus siervos.
10
Él
castigó a muchas naciones
y acabó con la vida de reyes poderosos.
11
Castigó
a Sijón, rey de los amorreos,
a Og, rey de Basán,
y a todas las ciudades de Canaán.
12
Luego
repartió sus tierras
entre la gente de Israel, su pueblo.
13
SEÑOR,
tu nombre siempre será famoso;
SEÑOR, serás recordado de generación en
generación.
14
El
SEÑOR hace justicia a su pueblo
y tiene compasión de sus siervos.
15
Los
ídolos de las naciones son oro y plata,
productos hechos por manos humanas.
16
Tienen
boca, pero no pueden hablar;
tienen ojos, pero no pueden ver.
17
Tienen
oídos, pero no pueden oír;
tienen nariz, pero no pueden respirar.
18
Así
quedarán como esos ídolos
los que los hacen y los que confían en
ellos.
19
Pueblo
de Israel, alaba al SEÑOR;
descendientes de Aarón, alaben al SEÑOR.
20
Levitas,
alaben al SEÑOR;
ustedes los que respetan al SEÑOR, alaben
al SEÑOR.
21
Bendito
sea el SEÑOR desde Sion,
el que vive en Jerusalén.
¡Aleluya!
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Proverbios 17:12-13 Palabra de Dios
para Todos (PDT)
12
Es
preferible encontrarse con una osa furiosa que ha perdido su cría,
que con un bruto decidido a hacer algo.
13
No
le hagas mal al que te hace el bien,
porque lo pagarás el resto de tu vida.
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