2 Reyes 6:1-7:20; Hechos 15:32-16:15; Salmos 142; Proverbios 17:24-25 (Reina Valera Contemporánea (RVC))
2 Reyes 6-7 Reina Valera Contemporánea
(RVC)
Eliseo
hace flotar el hacha
6
Un día, algunos de los profetas le dijeron a Eliseo:
«Mira,
el lugar en que vivimos contigo ya nos resulta muy estrecho. 2 Vayamos al río
Jordán y tomemos cada uno de nosotros una viga de allí, y levantemos allí mismo
un lugar donde podamos vivir.»
Eliseo
les dijo que fueran, 3 pero uno de ellos le pidió que los acompañara. Y Eliseo
aceptó. 4 Y así, se fue al Jordán con ellos, y cuando llegaron allá cortaron la
madera. 5 Pero sucedió que, mientras uno de ellos derribaba un árbol, el hacha
se le cayó al agua; entonces comenzó a gritar:
«¡Ay,
señor, el hacha era prestada!»
6
El varón de Dios le preguntó:
«¿Y
dónde cayó?»
Cuando
aquél le mostró el lugar, Eliseo cortó un palo y lo echó al agua, con lo que
hizo que el hacha flotara; 7 entonces le ordenó que recogiera el hacha, y aquél
extendió la mano y la sacó del agua.
Eliseo
y los sirios
8
El rey de Siria estaba en guerra contra Israel, así que luego de consultar a
sus oficiales dijo:
«Voy
a instalar mi campamento en cierto lugar.»
9
Entonces el varón de Dios mandó a decir al rey de Israel:
«Ten
cuidado de no pasar por tal lugar, porque los sirios van a acampar allí.»
10
Entonces el rey de Israel envió gente al lugar señalado por el varón de Dios, y
éste una y otra vez advirtió al rey que debía tener cuidado. 11 El rey de Siria
se molestó mucho por esto, así que llamó a sus oficiales y les dijo:
«¿No
me van a decir quién de ustedes está a favor del rey de Israel?»
12
Uno de sus oficiales dijo:
«Ninguno
de nosotros lo está. Lo que pasa, mi señor y rey, es que el profeta Eliseo está
en Israel, y es él quien va y le cuenta al rey de Israel todo lo que Su
Majestad dice, incluso en la intimidad de su alcoba.»
13
Entonces el rey ordenó:
«Pues
vayan y averigüen dónde está Eliseo, para que yo mande a que lo aprehendan.»
En
cuanto le dijeron que Eliseo estaba en Dotán, 14 el rey mandó allá soldados de
caballería, y carros de combate, y un gran ejército, los cuales llegaron de
noche y sitiaron la ciudad.
15
Al día siguiente, por la mañana, el ayudante del varón de Dios salió y se
encontró con que el ejército había sitiado la ciudad con su caballería y sus
carros de combate. Entonces fue a decirle a Eliseo:
«¡Ay,
señor mío! ¿Y ahora qué vamos a hacer?»
16
Y Eliseo le dijo:
«No
tengas miedo, que son más los que están con nosotros que los que están con
ellos.»
17
Acto seguido, Eliseo oró con estas palabras:
«Señor,
te ruego que abras los ojos de mi siervo, para que vea.»
El
Señor abrió los ojos del criado, y éste miró a su alrededor y vio que en torno
a Eliseo el monte estaba lleno de gente de a caballo, y de carros de fuego. 18
Y cuando los sirios se dispusieron a atacarlo, Eliseo oró así al Señor:
«Te
ruego que hieras con ceguera a estos paganos.»
Y
el Señor los dejó ciegos, tal y como Eliseo se lo pidió. 19 Luego, Eliseo les
dijo:
«Éste
no es el camino correcto, ni esta ciudad es la que buscan. Síganme, y yo los
llevaré hasta el hombre que buscan.»
Y
los llevó a Samaria. 20 Y cuando llegaron allá, Eliseo dijo:
«Señor,
ábreles los ojos, para que puedan ver.»
El
Señor les abrió los ojos, y entonces vieron que se hallaban en medio de
Samaria. 21 Al verlos, el rey de Israel le preguntó a Eliseo:
«¿Debo
matarlos, padre mío?»
22
Y Eliseo le dijo:
«No,
no los mates. ¿Acaso matarías a quienes con tu espada y con tu arco hicieras
prisioneros? Más bien, dales pan y agua, y que coman y beban, y se vayan de
regreso con sus amos.»
23
Entonces el rey les ofreció un gran banquete, y en cuanto terminaron de comer y
de beber, los mandó de regreso a su señor. Y nunca más volvieron a merodear en
Israel bandas armadas de Siria.
Eliseo
y el sitio de Samaria
24
Después de esto, sucedió que el rey Ben Adad de Siria reunió a todo su ejército
para ponerle sitio a Samaria. 25 A consecuencia de aquel sitio, hubo entonces
mucha hambre en Samaria, al grado de que la cabeza de un asno se vendía en
ochenta piezas de plata, y un puñado de «estiércol de paloma»[a] costaba cinco
piezas de plata. 26 Una mujer, al ver que el rey de Israel pasaba cerca de la
muralla, gritó:
«Rey
y señor mío, ¡sálvanos!»
27
Pero el rey le contestó:
«Si
el Señor no te salva, ¿cómo voy a poder salvarte yo? ¿Acaso hay trigo en los
graneros, o vino en los lagares?»
28
Sin embargo, el rey añadió:
«¿Qué
te pasa?»
Y
ella respondió:
«Esta
mujer me dijo: “¡Venga acá tu hijo! ¡Vamos a comérnoslo hoy, y mañana nos
comeremos el mío!” 29 Entonces cocinamos a mi hijo, y nos lo comimos. Al día
siguiente yo le dije: “¡Ahora venga acá tu hijo! ¡Vamos a comérnoslo!” ¡Pero
ella lo ha escondido!»
30
Cuando el rey oyó las palabras de aquella mujer, se rasgó las vestiduras y así
pasó por la muralla; entonces el pueblo pudo ver que por dentro traía puesto un
cilicio. 31 Y el rey exclamó:
«¡Que
Dios me castigue, y más aun, si no le corto hoy mismo la cabeza a Eliseo hijo
de Safat!»
32
Eliseo estaba sentado en su casa, en compañía de los ancianos, cuando el rey
envió a él un emisario. Pero antes de que el emisario llegara, Eliseo les dijo
a los ancianos:
«¿Ya
vieron cómo este asesino ha mandado a un hombre a cortarme la cabeza? Fíjense
bien, y cuando llegue su emisario, cierren la puerta y no lo dejen entrar.
¡Tras ese hombre se oyen los pasos de su amo!»
33
Aún estaba Eliseo hablando con los ancianos cuando llegó el emisario del rey y
dijo:
«Esta
calamidad es de parte del Señor. ¿Qué más puedo esperar de él?»
7
Entonces Eliseo dijo:
«¡Oigan
la palabra del Señor! Así ha dicho el Señor: Mañana a esta hora diez kilos de
flor de harina se venderán a las puertas de Samaria por una moneda de plata, y
también por una moneda de plata se comprarán veinte kilos de cebada.»
2
Uno de los principales ayudantes del rey respondió al varón de Dios:
«Si
en este momento el Señor abriera las ventanas del cielo, ¿sucedería lo que tú
dices?»
Y
Eliseo dijo:
«De
eso serás testigo ocular, pero no comerás nada de ello.»
3
A la entrada de la ciudad había cuatro leprosos, que se decían el uno al otro:
«¿Para
qué nos quedamos aquí, esperando la muerte? 4 Si intentáramos entrar en la
ciudad, moriríamos dentro de ella por el hambre que allí dentro hay. Si nos quedamos
aquí, de todos modos moriremos. Mejor vayamos al campamento de los sirios. Si
nos dejan vivir, viviremos; si nos dan muerte, moriremos.»
5
Al caer la noche se pasaron al campamento de los sirios, pero cuando llegaron a
la entrada de su campamento no vieron a nadie. 6 Y es que el Señor había hecho
que en el campamento de los sirios se oyera un estruendo de carros de combate,
y ruido de caballos, y el estrépito de un gran ejército, por lo que unos a
otros se dijeron:
«Al
parecer, el rey de Israel les ha pagado a los reyes hititas y egipcios para que
vengan a atacarnos.»
7
Entonces se levantaron al anochecer y huyeron, y para ponerse a salvo
abandonaron sus tiendas, sus caballos y sus asnos, dejando el campamento tal
como estaba.
8
Cuando los leprosos llegaron a la entrada del campamento, entraron en una
tienda y se sentaron a comer y beber, y se llevaron de allí plata y oro y
vestidos, y todo eso lo escondieron; luego volvieron y entraron en otra tienda,
la cual también saquearon, y fueron a esconder lo que de allí sacaron. 9 Pero
luego se dijeron el uno al otro:
«Lo
que estamos haciendo no está bien. Éste es un día de buenas noticias, y
nosotros nos las estamos callando. Si no las anunciamos antes de que amanezca,
vamos a resultar culpables. Es mejor que vayamos al palacio ahora mismo y le
demos la noticia al rey.»
10
Entonces fueron a la entrada de la ciudad, y con grandes gritos les dijeron a
los guardias:
«Fuimos
al campamento de los sirios, y no vimos ni oímos allí a nadie. Sólo vimos
caballos y asnos atados, y el campamento intacto.»
11
A grandes gritos, los porteros anunciaron esto en el palacio del rey, 12 y esa
misma noche el rey se levantó y les dijo a sus oficiales:
«Yo
les voy a decir qué es lo que los sirios piensan hacer con nosotros. Como saben
que tenemos hambre, han salido de sus tiendas y se han escondido en el campo,
pues piensan: “Cuando los israelitas salgan de la ciudad, los tomaremos vivos y
entraremos en la ciudad.”»
13
En respuesta, uno de sus oficiales dijo:
«Puesto
que los caballos que aún quedan van a morir, como ha muerto ya la gran parte de
los israelitas, enviemos a algunos de nosotros con cinco de los caballos que
aún quedan vivos en la ciudad, a ver qué sucede.»
14
Se tomaron entonces dos carros y caballos, y el rey envió gente al campamento
de los sirios, con la orden de ir y ver. 15 Los enviados del rey partieron y
llegaron hasta el Jordán, y vieron que por todo el camino había vestidos y
objetos por el suelo, que en su premura los sirios habían ido arrojando. Luego
volvieron y le comunicaron esto al rey.
16
Entonces el pueblo salió y saqueó el campamento de los sirios. Y conforme a la
palabra del Señor, diez kilos de flor de harina y veinte kilos de cebada se
vendieron por una moneda de plata. 17 El rey ordenó a su principal ayudante
mantenerse a la entrada de la ciudad, pero el pueblo lo atropelló, y ahí mismo
murió, tal y como lo había predicho el varón de Dios cuando el rey fue a verlo.
18 Todo sucedió tal y como el varón de Dios se lo había anticipado al rey
cuando dijo: «Mañana a esta hora, a la entrada de Samaria, veinte kilos de
cebada, o diez kilos de flor de harina, se venderán por una moneda de plata.»
19
Pero aquel ayudante principal le había respondido al varón de Dios:
«Si
el Señor abriera las ventanas del cielo, ¿sucedería esto que dices?»
Y
el varón de Dios le había contestado:
«Tú
mismo serás testigo ocular, pero no comerás nada de ello.»
20
Y así sucedió, porque el pueblo lo atropelló a la entrada de la ciudad, y allí
mismo murió.
Footnotes:
2 Reyes 6:25 «Estiércol de paloma.» Forma
popular de referirse a la apariencia de ciertas semillas normalmente poco
apreciadas.
Reina
Valera Contemporánea (RVC)
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Hechos 15:32-16:15 Reina Valera Contemporánea
(RVC)
32
Como Judas y Silas también eran profetas, con mucho afecto fraternal consolaron
y confirmaron en la fe a los hermanos, 33 y después de haber pasado un tiempo
con ellos, los hermanos los despidieron en paz, para que regresaran con quienes
los habían enviado. 34 Silas prefirió quedarse allí, 35 así que Pablo y Bernabé
continuaron enseñando la palabra del Señor en Antioquía, y anunciando el
evangelio a muchos más.
Pablo
se separa de Bernabé y comienza su segundo viaje misionero
36
Algunos días después, Pablo le dijo a Bernabé: «Volvamos a visitar a los
hermanos en las ciudades donde hemos anunciado la palabra del Señor, para ver
cómo están.» 37 Bernabé quería que los acompañara Juan, que también era
conocido como Marcos, 38 pero Pablo no estuvo de acuerdo porque Juan se había
separado de ellos en Panfilia y no había trabajado con ellos. 39 Tan grande fue
el desacuerdo entre ellos, que terminaron por separarse: Bernabé tomó a Marcos
y se embarcó a Chipre, 40 pero Pablo escogió a Silas. Los hermanos lo
encomendaron a la bendición del Señor, 41 y a su paso por Siria y Cilicia fue
confirmando a las iglesias.
Timoteo
acompaña a Pablo y a Silas
16
Después, Pablo llegó a Derbe y a Listra. Allí había un discípulo llamado
Timoteo, que era hijo de una judía cristiana y de padre griego. 2 Los hermanos
que estaban en Listra y en Iconio hablaban muy bien de él, 3 así que Pablo
quiso que Timoteo lo acompañara. Para evitar problemas con los judíos que había
en aquellos lugares, Pablo hizo que Timoteo se circuncidara, pues todos sabían
que su padre era griego. 4 Cuando ellos pasaban por las ciudades, entregaban
las reglas que los apóstoles y los ancianos en Jerusalén habían acordado que se
pusieran en práctica. 5 Y así las iglesias eran confirmadas en la fe, y su
número aumentaba cada día.
La
visión del varón macedonio
6
Como el Espíritu Santo no les permitió proclamar la palabra en Asia, ellos se
limitaron a atravesar Frigia y la provincia de Galacia. 7 Cuando llegaron a
Misia, intentaron ir a Bitinia, pero el Espíritu tampoco se lo permitió. 8
Entonces dejaron de lado a Misia y llegaron a Troas. 9 Allí, una noche Pablo
tuvo una visión, en la que veía ante él a un varón macedonio, que suplicante le
decía: «Pasa a Macedonia, y ayúdanos.» 10 Después de que Pablo tuvo la visión,
enseguida nos dispusimos a partir hacia Macedonia, pues estábamos seguros de
que Dios nos estaba llamando a anunciarles el evangelio.
En
la cárcel de Filipos
11
Nos embarcamos en Troas, y fuimos directamente a Samotracia; al día siguiente
proseguimos a Neápolis, 12 y de allí fuimos a Filipos, que es una colonia y la
ciudad principal de la provincia de Macedonia; en esa ciudad estuvimos algunos
días. 13 Un día de reposo salimos de la ciudad y llegamos al río, donde se
hacía la oración; allí nos sentamos y trabamos conversación con las mujeres
allí reunidas. 14 Entre las que nos oían estaba una mujer llamada Lidia, que
vendía telas de púrpura en la ciudad de Tiatira. Lidia adoraba a Dios, y el
Señor tocó su corazón para que diera cabida a lo que Pablo decía. 15 Cuando
ella y su familia fueron bautizadas, suplicante nos dijo: «Si ustedes
consideran que soy fiel al Señor, vengan a mi casa y hospédense allí.» Y nos
sentimos obligados a quedarnos allí.
Reina
Valera Contemporánea (RVC)
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Salmos 142 Reina Valera Contemporánea
(RVC)
Clamor
en medio de la angustia
Masquil
de David. Oración que hizo cuando estaba en la cueva.
142
Con mi voz clamo al Señor;
con
mi voz le pido su misericordia.
2
En
su presencia expongo mi queja;
en
su presencia expreso mi angustia.
3
Cuando
estoy por rendirme,
tú,
Señor, sabes por dónde debo ir.
En
mi camino me han tendido trampas.
4
Miro
a un lado y me doy cuenta
de
que a nadie le intereso;
refugio
no tengo, y a nadie le importo.
5
Señor,
yo clamo a ti,
porque
tú eres mi única esperanza;
¡eres
todo lo que tengo en esta vida!
6
¡Atiende
mi queja, porque estoy desesperado!
¡Líbrame
de los que me persiguen,
pues
en fuerzas me superan!
7
¡Líbrame
de la angustia que me oprime,
y
así podré alabar tu nombre!
Así
me rodearán los hombres honrados
al
ver que me has tratado con bondad.
Reina
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Proverbios 17:24-25 Reina Valera
Contemporánea (RVC)
24
El
rostro inteligente refleja sabiduría,
pero
el necio vaga con la mirada perdida.
25
El
hijo necio pone triste a su padre
y
le amarga la vida a su madre.
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Valera Contemporánea (RVC)
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