Día 223
Nehemías 1:1-3:14; 1 Corintios 7:1-24; Salmos 31:19-24; Proverbios 21:4 (La Palabra (Hispanoamérica))
Nehemías 1:1-3:14 La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)
Oración de Nehemías
por su pueblo
1 Palabras de
Nehemías, hijo de Jacalías.
Corría el mes de
Quisleu del año veinte y me encontraba yo en la ciudadela de Susa. 2 Llegó
entonces Jananí, uno de mis hermanos, con algunos hombres de Judá y les
pregunté por los judíos que habían sobrevivido a la cautividad y también por
Jerusalén. 3 Me respondieron:
— Los que han
sobrevivido a la cautividad y viven en aquella provincia se encuentran en una
situación lamentable y humillante. Las murallas de Jerusalén siguen derruidas y
sus puertas quemadas.
4 Al oír estas
palabras me senté, rompí a llorar y durante algunos días hice duelo, orando y
ayunando en presencia del Dios de los cielos. 5 Y dije:
— Por favor, Señor,
Dios de los cielos, Dios grande y terrible que eres fiel a la alianza y
misericordioso para con los que te aman y guardan tus mandamientos: 6 mantén
atentos tus oídos y abiertos tus ojos para escuchar la oración que este tu
siervo te dirige hoy, día y noche, a favor de los israelitas, tus servidores.
Confieso los pecados que los israelitas hemos cometido contra ti: tanto yo como
la familia de mi padre hemos pecado 7 y te hemos ofendido gravemente no
observando los mandamientos, estatutos y preceptos que diste a tu siervo
Moisés. 8 Recuerda, por favor, lo que prometiste a tu siervo Moisés diciendo:
“Si pecan, los dispersaré entre los pueblos; 9 pero si se arrepienten, guardan
mis mandamientos y los llevan a la práctica, aunque se encuentren dispersos en
el último rincón del mundo, de allí los juntaré y los traeré hasta el lugar que
escogí para que en él more mi nombre”.
10 Ellos, tus siervos
y tu pueblo, son los que redimiste con tu gran poder y mano poderosa. 11
Escucha, Señor, la oración de tu siervo y la plegaria de tus servidores que
sólo desean honrar tu nombre. Concede hoy éxito a tu siervo haciendo que sea
bien acogido por el rey.
Por aquel tiempo era
yo copero del rey.
Nehemías viaja a
Jerusalén
2 Corría el mes de
Nisán del año vigésimo del rey Artajerjes, y estaba yo con el vino a punto
delante del rey; lo levanté y se lo serví. Como nunca antes había estado triste
en su presencia, 2 el rey me preguntó:
— Si no estás
enfermo, ¿por qué está triste tu semblante? Sólo puede ser porque tienes el
corazón afligido.
Me asuste mucho 3 y
contesté al rey:
— ¡Viva el rey para
siempre! ¿Cómo no voy a estar triste si la ciudad donde se hallan los sepulcros
de mis antepasados está desolada y sus puertas devoradas por el fuego?
4 — ¿Qué necesitas?
—me preguntó el rey—.
Entonces yo me
encomendé al Rey de los cielos 5 y contesté al rey:
— Si le parece
correcto a su majestad y aprecia a este su siervo, envíeme a Judá, a la ciudad
donde están los sepulcros de mis antepasados, y la reedificaré.
6 El rey, a cuyo lado
estaba sentada la reina, me preguntó:
— ¿Cuánto durará tu
viaje y cuándo vas a regresar?
Le propuse un plazo
que le pareció bien y me dejó partir. 7 Dije, además, al rey:
— Si le place a su
majestad, ordene que se me den cartas dirigidas a los gobernantes del otro lado
del Éufrates para que me dejen franco el paso hasta Judá. 8 Y ordene, asimismo,
que se me dé una carta dirigida a Asaf, guardabosques del rey, para que me
proporcione madera con destino a la construcción de las puertas de la ciudadela
que está junto al Templo, así como de la muralla de la ciudad y de la casa que
habitaré.
El rey me lo concedió
gracias a la bondad de mi Dios que velaba sobre mí. 9 Me dirigí, pues, a los
gobernadores del otro lado del Éufrates y les entregué las cartas del rey que
también me había facilitado una escolta de oficiales y gente de a caballo.
10 Cuando se
enteraron de ello Sambalat, el joronita, y su ayudante amonita Tobías, les
desagradó sobremanera que alguien viniera a procurar el bien de los israelitas.
11 Llegué a Jerusalén
y estuve allí tres días. 12 Me levanté de noche con unos cuantos hombres, sin
comunicar a nadie lo que mi Dios me había inspirado hacer en Jerusalén. La
única cabalgadura que había era la que yo cabalgaba. 13 Salí de noche por la Puerta
del Valle en dirección a la fuente del Dragón y a la Puerta del Muladar;
inspeccioné las murallas de Jerusalén que estaban derruidas y también las
puertas que habían sido devoradas por el fuego; 14 me dirigí luego a la Puerta
de la Fuente y al Estanque del Rey, pero no había modo de pasar con la
cabalgadura. 15 Así que, todavía de noche, subí por el torrente, examiné la
muralla y volví a pasar por la Puerta del Valle, regresando a casa. 16 No
supieron las autoridades adónde había ido ni qué había hecho, pues hasta aquel
momento nada había comunicado a los judíos: ni a los sacerdotes, ni a los
nobles, ni a las autoridades, ni a los encargados de la obra.
17 Sólo entonces les
dije:
— Ya ven la ruinosa
situación en la que estamos: Jerusalén desolada y sus puertas devoradas por el
fuego. Vengan y reconstruyamos la muralla de Jerusalén; dejaremos así de ser
objeto de oprobio.
18 Los puse al
corriente de lo que me había dicho el rey y de cómo Dios me había protegido.
Ellos, por su parte, animándose mutuamente para una tarea tan hermosa,
respondieron:
— ¡Manos a la obra y
comencemos la reconstrucción!
19 Cuando se
enteraron de esto Sambalat, el joronita, su ayudante amonita Tobías y el árabe
Guesén, se burlaron de nosotros y nos dijeron con menosprecio:
— ¿Qué es lo que
están haciendo? ¿Acaso intentan rebelarse contra el rey?
20 Les repliqué:
— El Dios de los
cielos nos dará éxito. Nosotros, sus siervos, pondremos manos a la obra y
llevaremos a cabo la reconstrucción. Ustedes, en cambio, no tienen parte, ni
derecho, ni nada que recordar en Jerusalén.
Reconstrucción de
puertas y murallas
3 Así pues, el sumo
sacerdote Eliasib y sus hermanos, los sacerdotes, pusieron manos a la obra y
reconstruyeron la Puerta de las Ovejas. La montaron y la consagraron y luego
continuaron la obra de reconstrucción hasta la Torre de Ciento y hasta la Torre
de Jananel, obra que también consagraron. 2 Codo con codo con ellos trabajaron
asimismo los de Jericó y Zacur, hijo de Imrí. 3 La familia de Senaá construyó
la Puerta del Pescado, poniendo las vigas, montando las hojas de las puertas y
colocando las cerraduras y las barras. 4 Junto a ellos participaron en la
restauración Meremot, hijo de Urías y nieto de Cos, y también Mesulán, hijo de
Berequías y nieto de Mesezabel, junto con Sadoc, hijo de Baaná. 5 También los
tecoítas colaboraron en la obra, si bien sus notables rehusaron participar en
la obra de sus señores. 6 La Puerta Vieja fue restaurada por Joyadá, hijo de
Paséaj, y por Mesulán, hijo de Besodías, quienes pusieron las vigas y colocaron
las hojas de las puertas con sus cerraduras y sus barras. 7 Junto a ellos
trabajaron Melatías, el gabaonita, y Jadón, el meronita, oriundos de Gabaón y
de Mispá, todos a expensas del gobernador del otro lado del Éufrates. 8 A su
lado trabajaron también Uziel, hijo de Jaraías, del gremio de los orfebres, y
Jananías, del gremio de los perfumeros. Todos estos restauraron la muralla de
Jerusalén hasta el muro ancho. 9 A su vez Refaías, hijo de Jur y jefe de la
mitad del distrito de Jerusalén, 10 junto con Jedaías, hijo de Jarumaf, en el
tramo situado frente a su casa, con Jatús, hijo de Jasabnías, 11 con Malquías,
hijo de Jarín, y con Jasub, hijo de Pajat-Moab, restauraron el segundo sector
hasta la Torre de los Hornos. 12 Codo con codo junto a ellos, y acompañado de
sus hijas, participó en la restauración Salún, hijo de Jalojes y jefe de la
otra mitad del distrito de Jerusalén.
13 La Puerta del
Valle la reconstruyeron Janún y los habitantes de Zanoaj; la reedificaron y
montaron las hojas de las puertas con sus cerraduras y sus barras, restaurando
además medio kilómetro de muralla, hasta la Puerta del Muladar. 14 La Puerta
del Muladar la restauró Malquías, hijo de Recab, jefe del distrito de Bet
Jaquerén; la reedificó y colocó las hojas de sus puertas con sus cerraduras y
sus barras.
La Palabra
(Hispanoamérica) (BLPH)
La Palabra, (versión
hispanoamericana) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España
1 Corintios 7:1-24 La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)
III.— RESPUESTA A DOS
CUESTIONES CONCRETAS (7,1—11,1)
Matrimonio y
virginidad
7 En cuanto a lo que
me preguntaban por escrito, es cosa de alabar el que el varón renuncie a tener
relaciones con la mujer. 2 Ante el peligro de la lujuria, sin embargo, que cada
uno tenga su mujer, y cada mujer su marido. 3 El marido debe cumplir su obligación
conyugal con la mujer, y lo mismo la mujer con el marido. 4 Porque la mujer ya
no es dueña de su propio cuerpo; lo es el marido. Como tampoco el marido es
dueño de su cuerpo; lo es la mujer.
5 No pongan
dificultades a su mutua entrega, a no ser de común acuerdo y por cierto tiempo
con el fin de dedicarse a la oración. Pero luego deben volver a la vida normal
de matrimonio, no sea que, incapaces de guardar continencia, Satanás los
arrastre al pecado. 6 Esto se lo digo más en plan de concesión que de mandato.
7 Bien quisiera yo que todos imitasen mi ejemplo; pero cada uno ha recibido de
Dios su propio don: unos de un modo y otros de otro.
8 Excelente cosa es
—a los solteros y a las viudas se lo digo— que se mantengan como yo. 9 Pero, si
son incapaces de dominarse, que se casen. Mejor es casarse que dejarse abrasar
por la pasión.
10 Para los casados,
tengo una orden del Señor, no mía, que manda que la mujer no se separe del
marido. 11 Y si tuviera que separarse, que permanezca sin casarse o se reconcilie
con su marido. Y que tampoco el marido se divorcie de su mujer.
12 En otros casos no
es el Señor, sino yo, quien les dice que si un cristiano está casado con una
mujer que no es cristiana, pero acepta seguir viviendo con él, no se divorcie
de ella. 13 Y de igual modo, si una mujer cristiana está casada con un hombre
que no es cristiano, pero acepta vivir con ella, no se divorcie de él. 14 La
razón es que, tanto el marido como la mujer que no son cristianos, quedan
consagrados a Dios por sus respectivos cónyuges cristianos. Y de este modo los
hijos de ustedes ya están consagrados a Dios, mientras que, en caso contrario,
no lo estarían. 15 Ahora bien, si la parte no cristiana quiere separarse, que
lo haga. En este caso, el hermano o la hermana cristianos quedan libres, ya que
si Dios nos ha llamado es para que vivamos en paz. 16 Porque ¿estás tú segura,
mujer, de que conseguirías salvar a tu marido? Y tú, marido, ¿estás seguro de
que salvarías a tu mujer?
No cambiar de estado
de vida sin motivo
17 Fuera de este
caso, que cada uno viva según el don que haya recibido del Señor y en el estado
en que se encontraba cuando Dios lo llamó a la fe. Es la norma que doy en todas
las iglesias. 18 ¿Que uno ha recibido el llamamiento de Dios estando
circuncidado? No tiene por qué ocultarlo. ¿Que lo ha recibido sin estar
circuncidado? No tiene por qué circuncidarse. 19 ¡Qué más da estar o no estar
circuncidado! Lo que importa es cumplir los mandamientos de Dios. 20
Permanezca, pues, cada uno en el estado de vida en que estaba cuando Dios lo
llamó. 21 ¿Eras esclavo cuando recibiste el llamamiento? No te importe; pero si
tienes ocasión de recobrar la libertad, aprovéchala. 22 Porque quien es llamado
por el Señor siendo esclavo, se convierte en liberto del Señor; y quien es llamado
siendo libre, se convierte en esclavo de Cristo. 23 ¡Ustedes han sido
rescatados a buen precio; no se hagan esclavos de realidades humanas! 24 Que
cada cual, hermanos, permanezca ante Dios en el estado que tenía cuando fue
llamado a la fe.
La Palabra
(Hispanoamérica) (BLPH)
La Palabra, (versión
hispanoamericana) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España
Salmos 31:19-24 La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)
19 Enmudezcan los
labios mentirosos
que se insolentan
contra el justo
llenos de orgullo y
desprecio.
20 ¡Qué inmensa es la
bondad
que reservas a quien
te venera!
La ofreces a quienes
en ti confían,
y todo el mundo es
testigo.
21 Tu rostro los
ampara y protege
de las conjuras
humanas;
los resguardas en tu
Tienda
de las lenguas
pendencieras.
22 ¡Bendito sea el
Señor
que me demostró su
amor
en momentos de
angustia!
23 Yo, azorado,
llegué a pensar:
“Me has apartado de
tu presencia”.
Pero tú oías mi voz
suplicante
mientras a ti
clamaba.
24 ¡Amen al Señor
todos sus fieles!
El Señor cuida a
quienes son leales
y a los arrogantes
castiga con creces.
La Palabra
(Hispanoamérica) (BLPH)
La Palabra, (versión
hispanoamericana) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España
Proverbios 21:4 La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)
4 Ojos altivos, mente
arrogante
y malvados que
triunfan, todo ello es detestable.
La Palabra
(Hispanoamérica) (BLPH)
La Palabra, (versión
hispanoamericana) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España
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