2 Crónicas 26:1-28:27; Romanos 13:1-14; Salmos 23; Proverbios 20:11 (Traducción en lenguaje actual (TLA))
2 Crónicas 26-28 Traducción en
lenguaje actual (TLA)
Ozías,
rey de Judá (2 R 14.21-22; 15.1-7)
26
1-3 Después de la muerte de Amasías, su hijo Ozías, a quien también llamaban
Azarías, fue nombrado rey por todo el pueblo de Judá. Ozías tenía sólo
dieciséis años cuando comenzó a gobernar. La capital de su reino fue Jerusalén,
y su reinado duró cincuenta y dos años. Su madre era de Jerusalén, y se llamaba
Jecolías.
Ozías
reconstruyó la ciudad de Elat y la volvió a hacer parte de Judá. 4 Él obedeció
a Dios en todo, al igual que su padre Amasías. 5 El profeta Zacarías le enseñó
a Ozías a respetar y amar a Dios; mientras el profeta vivió, Ozías obedeció a
Dios, y por eso Dios lo hizo prosperar.
6
Ozías se declaró en guerra contra los filisteos, y derribó las murallas de las
ciudades de Gat, Jabnia y Asdod. En la ciudad de Asdod, así como en otras
partes del territorio filisteo, Ozías construyó ciudades para su pueblo.
7
Dios no sólo ayudó a Ozías a derrotar a los filisteos; también lo ayudó a
vencer a los árabes que vivían en Gur-baal, y también a los meunitas. 8 ¡Hasta
los amonitas le pagaban impuestos a Ozías!
Ozías
llegó a ser muy poderoso, y su fama llegó hasta las fronteras de Egipto. 9
Fortaleció la ciudad de Jerusalén y construyó varias torres: una sobre el
Portón de la Esquina, otra sobre el Portón del Valle, y una más sobre la
Esquina. 10 Además, cavó muchos pozos y construyó torres[a] en el desierto,
pues tenía mucho ganado, tanto en el desierto como en la llanura.
A
Ozías le gustaba mucho cultivar la tierra; por eso tenía muchos campesinos que
cultivaban los campos y viñedos, tanto en la región montañosa como en sus
huertas.
11-15
El ejército de Ozías era muy poderoso, pues tenía un gran número de soldados,
estaba bien organizado y tenía las mejores armas. El comandante Hananías les
ordenó al secretario Jehiel y al asistente Maasías que hicieran una lista de
los soldados. Según esa lista, el ejército estaba organizado en varios grupos
militares, y contaba con dos mil seiscientos jefes de familias al mando de
trescientos siete mil quinientos soldados poderosos y valientes. Todos ellos
estaban armados con escudos, lanzas, cascos, armaduras, arcos y hondas que
Ozías mandó hacer. Además, Ozías les ordenó a los hombres más inteligentes de
su reino construir máquinas que pudieran disparar flechas y piedras grandes.
Ellos las construyeron y las colocaron en las torres y en las esquinas de la
muralla de Jerusalén.
Dios
hizo tan poderoso a Ozías que su fama se extendió por todas partes.
Ozías
desobedece a Dios
16
Ozías llegó a tener tanta fama y poder que se volvió orgulloso, y fue
precisamente su orgullo lo que causó su ruina. Llegó a tal punto su orgullo que
un día entró en el templo y quiso quemar incienso en el altar, lo cual Dios
permitía sólo a los sacerdotes. 17 Pero entonces entró el sacerdote Azarías,
junto con ochenta sacerdotes más, y con mucho valor 18 se le enfrentaron al rey
y le dijeron:
«Solamente
nosotros los sacerdotes podemos quemar el incienso, pues somos descendientes de
Aarón y para eso nos eligió Dios. Usted no puede hacerlo, aunque sea el rey,
así que ¡salga de inmediato!, pues ha ofendido a Dios, y él lo humillará».
19
Ozías estaba de pie, junto al altar, y a punto de quemar el incienso. Al oír a
los sacerdotes, se enojó contra ellos, pero de inmediato, y ante la mirada de
todos, su frente se llenó de lepra. 20 Entonces los sacerdotes lo sacaron
rápidamente del templo, y hasta el mismo rey se apresuró a salir, pues sabía
que Dios lo había castigado.
21
Hasta el día de su muerte, el rey Ozías fue un leproso, y por eso tuvo que
vivir en un cuarto separado del resto del palacio. Ni siquiera podía ir al
templo de Dios. Por eso su hijo Jotam se encargó de gobernar al pueblo.
22
Toda la historia de Ozías está escrita en el libro del profeta Isaías hijo de
Amós.
23
Cuando Ozías murió, lo enterraron en la tumba de sus antepasados, cerca del cementerio
de los reyes, pero no fue enterrado en la tumba de los reyes porque había
muerto de lepra.
Luego
Jotam, su hijo, reinó en su lugar.
Jotam,
rey de Judá (2 R 15.32-38)
27
Jotam tenía veinticinco años cuando comenzó a gobernar sobre Judá. La capital
de su reino fue Jerusalén, y su reinado duró dieciséis años. Su madre se
llamaba Jerusá, hija de Sadoc. 2 Jotam obedeció a Dios en todo, y aunque siguió
el ejemplo de su padre Ozías, no se atrevió nunca a quemar incienso en el
templo. Sin embargo, permitió que la gente siguiera adorando a dioses falsos.
3
Jotam hizo construir el portón superior del templo de Dios y se dedicó a la
construcción de la muralla del monte Ófel. 4 Además, construyó ciudades en la
zona montañosa de Judá, y torres y fortalezas en los bosques. 5 Derrotó en
batalla al rey de los amonitas, y durante tres años seguidos los amonitas le
pagaron un impuesto anual de tres mil trescientos kilos de plata, mil toneladas
de trigo y mil toneladas de cebada. 6 Y como Jotam se comportó como a Dios le
agrada, llegó a ser muy poderoso.
7
La historia de Jotam y de sus batallas, y la manera en que vivió, está escrita
en el libro de la historia de los reyes de Israel y de Judá.
8
Jotam tenía veinticinco años cuando comenzó a gobernar sobre Judá. La capital
de su reino fue Jerusalén, y su reinado duró dieciséis años. 9 Cuando Jotam
murió, lo enterraron en la Ciudad de David; Ahaz, su hijo, reinó en su lugar.
Ahaz,
rey de Judá (2 R 16.1-20)
28
Ahaz tenía veinte años de edad cuando comenzó a gobernar sobre Judá. La capital
de su reino fue Jerusalén, y su reinado duró dieciséis años. Pero Ahaz no
obedeció a Dios, como sí lo había hecho el rey David. 2 Al contrario, Ahaz
siguió el mal ejemplo de los reyes de Israel, pues hizo imágenes de dioses
falsos, 3 y en su honor quemó incienso en el valle de Ben-hinom. ¡Incluso quemó
a sus hijos y los ofreció en sacrificio! Ésa era la vergonzosa costumbre de los
países que Dios había echado lejos de los israelitas.
4
Ahaz mismo ofrecía sacrificios y quemaba incienso tanto en las colinas como
debajo de los árboles en donde se adoraba a los dioses falsos. 5-6 Por esta
terrible desobediencia, Dios permitió que el rey de Siria conquistara Judá y se
llevara muchos prisioneros a Damasco. También Dios dejó que el rey de Israel
los derrotara y matara a mucha gente. En un solo día, Pécah hijo de Remalías
mató a ciento veinte mil hombres valientes de Judá. 7 Un soldado de la tribu de
Efraín, que se llamaba Zicrí, mató a Maaseías, el hijo del rey. También mató a
Azricam, que era el jefe del palacio, y a Elcaná, que era el asistente del rey
con mayor autoridad en el reino.
8
Contando a las mujeres y a los niños, los soldados de Israel se llevaron
prisioneras a doscientas mil personas de Judá; además, les quitaron muchísimas
cosas y se las llevaron a Samaria.
9
Cuando el ejército de Israel estaba a punto de entrar en Samaria, un profeta de
Dios llamado Oded, le salió al frente y dijo:
«El
Dios de sus antepasados está muy enojado contra los de Judá, y por eso ustedes
han podido conquistarlos. Sin embargo, han sido tan crueles y violentos con
ellos, que ahora Dios les va a pedir cuentas a ustedes. 10 ¿Les parece poco lo
que han hecho, que todavía quieren hacer que la gente de Judá y Jerusalén sean
sus esclavos y esclavas? ¿No les parece que ya han pecado bastante contra su
Dios? 11 ¡Escúchenme! Estos prisioneros son sus parientes; ¡déjenlos libres,
antes de que Dios los castigue a ustedes!»
12
Azarías hijo de Johanán, Berequías hijo de Mesilemot, Ezequías hijo de Salum y
Amasá hijo de Hadlai, eran los jefes de la tribu de Efraín. Al oír al profeta
Obed, se volvieron a los soldados 13 y les dijeron:
«No
permitiremos que metan a estos prisioneros en la ciudad; lo que ustedes quieren
hacer aumentará nuestras faltas ante Dios, que ya de por sí son muchas, y Dios
nos castigará duramente».
14
Entonces los soldados reaccionaron, y delante de aquellos cuatro jefes y de
todo el pueblo reunido, dejaron libres a los prisioneros y devolvieron todo lo
que habían tomado. 15 Luego los cuatro jefes se encargaron de atender a los
prisioneros. Tomaron la ropa y las sandalias, y se las devolvieron a los
prisioneros que estaban desnudos. Todos recibieron ropa, comida y bebida, y
algunos fueron curados de sus heridas con aceite. Finalmente, montaron en
burros a todos los que no podían caminar, y los llevaron a Jericó, donde los
entregaron a sus parientes. Después de eso regresaron a Samaria.
16-21
Ahaz siguió desobedeciendo a Dios, y dejó que la maldad creciera en Judá. Por
eso Dios volvió a castigar a los de Judá, y permitió que otra vez los edomitas
los derrotaran y se llevaran a muchos prisioneros.
También
dejó que los filisteos los atacaran, y que se apoderaran de las ciudades que
estaban en la llanura y en el desierto del sur; entre ellas estaban las
ciudades de Bet-semes, Aialón y Guederot, y también las ciudades de Socó, Timná
y Guimzó, junto con los pueblos que las rodeaban.
Entonces
Ahaz le pidió ayuda a Tiglat-piléser, que era el rey de Asiria. Incluso le
envió como regalo todos los objetos de valor que encontró en el templo de Dios,
en su palacio y en las casas de los principales jefes del pueblo. Sin embargo,
el rey de Asiria, lejos de apoyarlo, también lo atacó y lo puso en una
situación aún más difícil.
22
A pesar de haber sufrido tanto, el rey Ahaz fue aún más desobediente. 23 Llegó
al extremo de presentarle sacrificios a los dioses falsos de Damasco, pues
pensaba que si esos dioses habían ayudado a los reyes de Siria a vencerlo,
también lo ayudarían a él si los adoraba. Pero eso, en vez de ayudarlo, provocó
su ruina y la de todo el reino.
24-25
Dios se enojó muchísimo con Ahaz, porque había destrozado los utensilios del
templo de Dios, y había mandado a cerrar las puertas del templo. También había
construido altares en todas las esquinas de Jerusalén y en las colinas de Judá,
para adorar a dioses falsos.
26
Toda la historia de Ahaz, lo que hizo y la manera en que vivió, está escrita en
el libro de la historia de los reyes de Israel y de Judá. 27 Cuando Ahaz murió,
lo enterraron en Jerusalén, la Ciudad de David, junto a la tumba de sus
antepasados, pero no lo quisieron poner en el cementerio de los reyes de
Israel.
Ezequías,
su hijo, reinó en su lugar.
Footnotes:
2 Crónicas 26:10 Las torres servían para
vigilar, para almacenar granos y para el hospedaje de los agricultores.
Traducción
en lenguaje actual (TLA)
Copyright
© 2000 by United Bible Societies
Romanos 13 Traducción en lenguaje
actual (TLA)
Dios
y las autoridades
13
Sólo Dios puede darle autoridad a una persona, y es él quien les ha dado poder
a los gobernantes que tenemos. Por lo tanto, debemos obedecer a las autoridades
del gobierno. 2 Quien no obedece a los gobernantes, se está oponiendo a lo que
Dios ordena. Y quien se oponga será castigado, 3 porque los que gobiernan no
están para meterles miedo a los que se portan bien, sino a los que se portan
mal. Si ustedes no quieren tenerles miedo a los gobernantes, hagan lo que es
bueno, y los gobernantes hablarán bien de ustedes. 4 Porque ellos están para
servir a Dios y para beneficiarlos a ustedes. Pero si ustedes se portan mal,
¡pónganse a temblar!, porque la espada que ellos llevan no es de adorno. Ellos
están para servir a Dios, pero también para castigar a los que hacen lo malo. 5
Así que ustedes deben obedecer a los gobernantes, no sólo para que no los
castiguen, sino porque eso es lo correcto.
6
Los gobernantes están al servicio de Dios, y están cumpliendo un deber. Por eso
pagan ustedes sus impuestos. 7 Así que páguenle a cada uno lo que deban
pagarle, ya sea que se trate de impuestos, contribuciones, respeto o
estimación.
El
amor
8
No le deban nada a nadie. La única deuda que deben tener es la de amarse unos a
otros. El que ama a los demás ya ha cumplido con todo lo que la ley exige. 9 En
la ley hay mandatos como éstos: «No sean infieles en su matrimonio. No maten.
No roben. No se dejen dominar por el deseo de tener lo que otros tienen.» Estos
mandamientos, y todos los demás, pueden resumirse en uno solo: «Cada uno debe
amar a su prójimo, como se ama a sí mismo.» 10 El amor no causa daño a nadie.
Cuando amamos a los demás, estamos cumpliendo toda la ley.
El
regreso de Cristo
11
Estamos viviendo tiempos muy importantes, y ustedes han vivido como si
estuvieran dormidos. ¡Ya es hora de que despierten! Ya está muy cerca el día en
que Dios nos salvará; mucho más cerca que cuando empezamos a creer en Jesús.
12-14 ¡Ya casi llega el momento! Así que dejemos de pecar, porque pecar es como
vivir en la oscuridad. Hagamos el bien, que es como vivir en la luz.
Controlemos nuestros deseos de hacer lo malo, y comportémonos correctamente,
como si todo el tiempo anduviéramos a plena luz del día. No vayamos a fiestas
donde haya desórdenes, ni nos emborrachemos, ni seamos vulgares, ni tengamos
ninguna clase de vicios. No busquemos pelea ni seamos celosos. Más bien,
dejemos que Jesucristo nos proteja.
Traducción
en lenguaje actual (TLA)
Copyright
© 2000 by United Bible Societies
Salmos 23 Traducción en lenguaje
actual (TLA)
Dios
cuida de mí
SALMO
23 (22)
Himno
de David.
23
Tú, Dios mío, eres mi pastor;
contigo
nada me falta.
2
Me
haces descansar en verdes pastos,
y
para calmar mi sed
me
llevas a tranquilas aguas.
3
Me
das nuevas fuerzas
y
me guías por el mejor camino,
porque
así eres tú.
4
Puedo
cruzar lugares peligrosos
y
no tener miedo de nada,
porque
tú eres mi pastor
y
siempre estás a mi lado;
me
guías por el buen camino
y
me llenas de confianza.
5
Aunque
se enojen mis enemigos,
tú
me ofreces un banquete
y
me llenas de felicidad;
¡me
das un trato especial!
6
Estoy
completamente seguro
de
que tu bondad y tu amor
me
acompañarán mientras yo viva,
y
de que para siempre
viviré
donde tú vives.
Traducción
en lenguaje actual (TLA)
Copyright
© 2000 by United Bible Societies
Proverbios 20:11 Traducción en
lenguaje actual (TLA)
11
Por
los hechos se llega a saber
si
el joven tiene buena conducta.
Traducción
en lenguaje actual (TLA)
Copyright
© 2000 by United Bible Societies
No comments:
Post a Comment