2 Crónicas 24:1-25:28; Romanos 12:1-21; Salmos 22:19-31; Proverbios 20:8-10 (Traducción en lenguaje actual (TLA))
2 Crónicas 24-25 Traducción en
lenguaje actual (TLA)
Joás
es rey de Judá (2 R 12.1-21)
24
Joás tenía siete años cuando comenzó a gobernar. La capital de su reino fue
Jerusalén, y su reinado duró cuarenta años. Su madre era de Beerseba, y se
llamaba Sibiá. 2 Mientras vivió el sacerdote Joiadá, Joás obedeció a Dios en
todo. 3 Se casó con dos mujeres que Joiadá eligió para él, y tuvo muchos hijos
e hijas.
4
Un día, Joás decidió reparar el templo de Dios; 5 reunió a los sacerdotes y a
los ayudantes de éstos y les dijo: «Es urgente que vayan por todas las ciudades
de Judá y recojan las ofrendas que el pueblo debe dar cada año, para así
reparar el templo. ¡Háganlo de inmediato!»
Sin
embargo, los ayudantes de los sacerdotes no le dieron importancia a la orden
del rey. 6 Entonces Joás mandó llamar a Joiadá, jefe de los sacerdotes, y le
reclamó:
«¿Por
qué no has enviado a tus ayudantes a recorrer Judá y Jerusalén, para que
recolecten la contribución que Moisés y los israelitas acordaron dar para el
templo? 7 Recuerda que los hijos de la malvada Atalía robaron muchas cosas del
templo de Dios, y que hasta se llevaron nuestros utensilios para adorar a sus
dioses falsos».
8
Entonces, el rey mandó hacer un cofre para que lo pusieran en la entrada del
templo de Dios. 9 Luego le anunció a toda la gente de Judá y Jerusalén que
debían traerle a Dios la contribución que Moisés había ordenado cuando estaban
en el desierto.
10
Al oír esto, todos los jefes del país, y el pueblo en general, se alegraron y
llevaron sus ofrendas al cofre hasta llenarlo. 11 Cada día, los ayudantes de
los sacerdotes llevaban el cofre a los asistentes del rey. Cuando éstos veían
que había mucho dinero, le avisaban al secretario del rey y al asistente del
jefe de los sacerdotes para que lo vaciaran. Luego, volvían a colocar el cofre
a la entrada del templo; de esa manera, lograron juntar una gran cantidad de
dinero.
12
El rey y Joiadá le daban el dinero a los encargados de las reparaciones del
templo, y éstos les pagaban a los albañiles y carpinteros, y a los que
trabajaban el hierro y el bronce para reparar el templo de Dios. 13 De esta
manera, todos trabajaron, y la obra avanzó, hasta que repararon por completo el
templo de Dios.
14
Cuando terminaron, le regresaron al rey y a Joiadá el dinero que había sobrado.
Con él hicieron utensilios de oro y plata para usarlos en el culto del templo.
Y así, mientras Joiadá vivió, se presentaron en el templo sacrificios en honor
de Dios.
15
Pero Joiadá envejeció, y al llegar a los ciento treinta años de edad, murió. 16
Y como le había servido bien al pueblo de Israel, a Dios y a su templo, lo
sepultaron en la Ciudad de David, en el cementerio de los reyes.
Joás
se aleja de Dios
17
Después de la muerte de Joiadá, los jefes de Judá fueron a rendirle homenaje al
rey. Ellos empezaron a darle malos consejos, 18 y muy pronto el rey y ellos se
olvidaron del templo de Dios, y volvieron a adorar las imágenes de Astarté y
otros dioses falsos. Esto hizo que Dios se enojara mucho contra Judá y
Jerusalén.
19
Sin embargo, Dios les dio una oportunidad y les envió profetas. Ellos les
advirtieron del mal que estaban haciendo, para que volvieran a obedecer a Dios.
Pero nadie hizo caso.
20
Entonces el espíritu de Dios le dio un mensaje a Zacarías, hijo del sacerdote
Joiadá. Él fue, se subió a una tarima, y le dijo al pueblo:
«Así
dice Dios: “¡Ustedes se han buscado su propia ruina, por haber desobedecido mi
ley! ¡Por haberme abandonado, ahora yo los abandono a ustedes!”»
21-22
El rey Joás se olvidó del amor que Joiadá siempre le tuvo, y cuando el pueblo
quiso deshacerse de Zacarías, él mismo dio la orden de que lo mataran en el
patio del templo de Dios.
Cuando
Zacarías estaba a punto de morir, dijo: «¡Que Dios los castigue por hacerme
esto!»
Muerte
de Joás
23-24
Y así sucedió. Un año después, Dios castigó a Joás al permitir que una pequeña
parte del ejército sirio derrotara a su gran ejército. Los sirios invadieron
Judá y Jerusalén, mataron a todos los jefes del país, y después de robar las
pertenencias del pueblo, las enviaron al rey de Siria. 25-26 A Joás lo dejaron
gravemente herido; y en cuanto los sirios se retiraron, sus ayudantes, Zabad el
amonita y Jozabad el moabita, se vengaron del asesinato de Zacarías y mataron a
Joás en su propia cama. Luego lo enterraron en la Ciudad de David, pero no en
el cementerio de los reyes.
27
La historia de los hijos de Joás, las muchas profecías que se dijeron contra
él, y la manera en que reparó el templo de Dios, están escritas en el
«Comentario del libro de los reyes». Amasías, su hijo, reinó en su lugar.
Amasías,
rey de Judá (2 R 14.1-20)
25
Amasías tenía veinticinco años cuando comenzó a gobernar. La capital de su
reino fue Jerusalén, y su reinado duró veintinueve años. Su madre era de
Jerusalén y se llamaba Joadán. 2 Amasías obedeció a Dios, aunque no lo hizo con
sinceridad.
3
Cuando Amasías llegó a ser un rey muy poderoso, mató a todos los que habían
asesinado a su padre. 4 Pero no mató a los hijos de los asesinos, sino que
obedeció la ley de Moisés que dice: «Los padres no deben morir por culpa de sus
hijos, ni los hijos deben morir por culpa de sus padres. Cada persona debe
morir por su propio pecado».
Amasías
derrota a Edom
5
Amasías planeaba atacar a los habitantes de Edom, por lo que mandó llamar a
todos los hombres mayores de veinte años que pertenecían a las tribus de Judá y
de Benjamín. Los organizó de acuerdo a sus familias, y los puso bajo las
órdenes de los jefes del ejército. Eligió un total de trescientos mil de los
mejores soldados, muy hábiles en el uso de lanzas y escudos. 6-7 Además,
contrató a cien mil valientes soldados del reino de Israel, que pertenecían a
la tribu de Efraín, y les pagó tres mil trescientos kilos de plata.
Sin
embargo, un profeta le trajo este mensaje al rey:
—Dios
no te ayudará si usas a esos soldados de Israel. 8 Dios es el que concede la
victoria o castiga con la derrota; si tú insistes en reforzar tu ejército con
la ayuda de ellos, Dios hará que tus enemigos te derroten.
9
Pero Amasías le respondió:
—Si
les pido que se vayan, no recuperaré los tres mil trescientos kilos de plata
que les di.
El
profeta le aseguró:
—Dios
te dará mucho más que eso.
10-13
Entonces Amasías mandó de regreso a los soldados de la tribu de Efraín. Ellos
se enojaron muchísimo, y en su camino de regreso invadieron las ciudades de
Judá, desde Samaria hasta Bet-horón; mataron como a tres mil personas, y se llevaron
todas sus pertenencias. Luego regresaron a sus casas.
Mientras
tanto, Amasías se llenó de valor, y acompañado de su ejército fue al Valle de
la Sal y mató a diez mil hombres de Edom. A otros diez mil se los llevaron
presos a la cima de una roca alta, y desde allí los echaron abajo. Todos
murieron estrellados contra el suelo. 14 Luego Amasías regresó a Jerusalén, y
como se llevó consigo varias imágenes de dioses falsos, comenzó a adorarlos y a
quemar incienso en su honor.
15
Dios se enojó mucho con Amasías, y envió un profeta con este mensaje para él:
«¿Cómo
es posible que ahora adores a dioses que no pudieron vencerte a ti cuando
atacaste al pueblo que los adoraba?»
16
Todavía estaba hablando el profeta, cuando el rey lo interrumpió diciendo:
—¡No
necesito de tus consejos! ¡Cállate o te mueres!
Por
último, el profeta le dijo:
—A
pesar de lo que has hecho, no quieres escucharme. No hay duda de que Dios te ha
abandonado, y de que va a destruirte.
17
Después de consultar a sus consejeros, Amasías le envió un mensaje a Joás, rey
de Israel, en el que le declaraba la guerra. 18 Joás le contestó a Amasías:
«Una
vez un pequeño arbusto le mandó a decir a un gran árbol: “Dale tu hija a mi
hijo, para que sea su esposa”. Pero una fiera del Líbano pasó y aplastó al
arbusto. 19 No hay duda de que has vencido a Edom, y eso hace que te sientas
orgulloso. Mejor alégrate en tu triunfo y quédate tranquilo en tu casa. No
provoques un desastre, ni para ti ni para Judá».
20
Amasías no le hizo caso a Joás, y como había adorado a los dioses de Edom, Dios
decidió castigarlo y permitió que sus enemigos lo derrotaran.
21
El rey Joás no tuvo más remedio que enfrentarse a Amasías en Bet-semes, que
está en el territorio de Judá, 22 y los soldados de Joás derrotaron a los de
Amasías, quienes huyeron a sus casas.
23
Luego de capturar a Amasías, Joás fue a Jerusalén, y allí derribó ciento
ochenta metros de la muralla de la ciudad, desde el Portón de Efraín hasta el
Portón de la Esquina. 24 Se apoderó de todo el oro, la plata y los objetos que
había en el templo de Dios bajo el cuidado de Obed-edom, y también se adueñó de
los tesoros del palacio. Tomó luego varios prisioneros y regresó a Samaria.
25
Amasías, rey de Judá, vivió quince años más que Joás, rey de Israel. 26 Todo lo
que hizo Amasías está escrito en el libro de la historia de los reyes de Judá.
27
Algunos hombres planearon matar a Amasías en la ciudad de Jerusalén, porque él
se había olvidado de Dios. Entonces Amasías escapó a la ciudad de Laquis, pero
lo persiguieron, y allí lo mataron. 28 Su cuerpo fue cargado sobre un caballo y
llevado a Jerusalén, la Ciudad de David, donde lo sepultaron en la tumba de sus
antepasados.
Traducción
en lenguaje actual (TLA)
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© 2000 by United Bible Societies
Romanos 12 Traducción en lenguaje
actual (TLA)
La
nueva vida
12
Por eso, hermanos míos, ya que Dios es tan bueno con ustedes, les ruego que
dediquen toda su vida a servirle y a hacer todo lo que a él le agrada. Así es
como se le debe adorar. 2 Y no vivan ya como vive todo el mundo. Al contrario,
cambien de manera de ser y de pensar. Así podrán saber qué es lo que Dios
quiere, es decir, todo lo que es bueno, agradable y perfecto.
3
Dios en su bondad me nombró apóstol, y por eso les pido que no se crean mejores
de lo que realmente son. Más bien, véanse ustedes mismos según la capacidad que
Dios les ha dado como seguidores de Cristo. 4 El cuerpo humano está compuesto
de muchas partes, pero no todas ellas tienen la misma función. 5 Algo parecido
pasa con nosotros como iglesia: aunque somos muchos, todos juntos formamos el
cuerpo de Cristo.
6
Dios nos ha dado a todos diferentes capacidades, según lo que él quiso darle a
cada uno. Por eso, si Dios nos autoriza para hablar en su nombre, hagámoslo
como corresponde a un seguidor de Cristo. 7 Si nos pone a servir a otros,
sirvámosles bien. Si nos da la capacidad de enseñar, dediquémonos a enseñar. 8
Si nos pide animar a los demás, debemos animarlos. Si de compartir nuestros
bienes se trata, no seamos tacaños. Si debemos dirigir a los demás, pongamos en
ello todo nuestro empeño. Y si nos toca ayudar a los necesitados, hagámoslo con
alegría.
Cómo
vivir la vida cristiana
9
Amen a los demás con sinceridad. Rechacen todo lo que sea malo, y no se aparten
de lo que sea bueno. 10 Ámense unos a otros como hermanos, y respétense
siempre.
11
Trabajen con mucho ánimo, y no sean perezosos. Trabajen para Dios con mucho
entusiasmo.
12
Mientras esperan al Señor, muéstrense alegres; cuando sufran por el Señor,
muéstrense pacientes; cuando oren al Señor, muéstrense constantes.
13
Compartan lo que tengan con los pobres de la iglesia. Reciban en sus hogares a
los que vengan de otras ciudades y países.
14
No maldigan a sus perseguidores; más bien, pídanle a Dios que los bendiga.
15
Si alguno está alegre, alégrense con él; si alguno está triste, acompáñenlo en
su tristeza.
16
Vivan siempre en armonía. Y no sean orgullosos, sino traten como iguales a la
gente humilde. No se crean más inteligentes que los demás.
17
Si alguien los trata mal, no le paguen con la misma moneda. Al contrario,
busquen siempre hacer el bien a todos. 18 Hagan todo lo posible por vivir en
paz con todo el mundo. 19 Queridos hermanos, no busquen la venganza, sino dejen
que Dios se encargue de castigar a los malvados. Pues en la Biblia Dios dice:
«A mí me toca vengarme. Yo le daré a cada cual su merecido.» 20 Y también dice:
«Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; si tiene sed, dale de beber. Así
harás que le arda la cara de vergüenza.»
21
No se dejen vencer por el mal. Al contrario, triunfen sobre el mal haciendo el
bien.
Traducción
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Salmos 22:19-31 Traducción en lenguaje
actual (TLA)
19
Dios
mío, tú eres mi apoyo,
¡no
me dejes!
¡Ven
pronto en mi ayuda!
20-21
¡Respóndeme,
sálvame la vida!
¡No
dejes que me maten!
¡No
dejes que me despedacen!
Mis
enemigos parecen perros,
parecen
toros que quieren atacarme,
parecen
leones que quieren devorarme.
22
Cuando
mi pueblo se junte
para
adorarte en el templo,
yo
les hablaré de ti,
y
te cantaré alabanzas.
23
Ustedes,
pueblo de Israel,
que
saben honrar a Dios,
¡reconozcan
su poder y adórenlo!
24
Dios
recibe a los pobres
con
los brazos abiertos.
Dios
no les vuelve la espalda,
sino
que atiende sus ruegos.
25
Dios
mío, sólo a ti te alabaré;
te
cumpliré mis promesas
cuando
el pueblo que te honra
se
reúna para alabarte.
26
Los
pobres comerán
y
quedarán satisfechos;
los
que te buscan, Dios mío,
te
cantarán alabanzas.
¡Dales
larga vida!
27
Dios
mío,
desde
países lejanos,
todas
las tribus y naciones
se
acordarán de ti
y
vendrán a adorarte.
28
Tú
eres rey
y
gobiernas a todas las naciones.
29
Nadie
es dueño de su vida.
Por
eso los que habitan este mundo,
y
los que están a punto de morir
se
inclinarán ante ti,
y
harán fiestas en tu honor.
30
Mis
hijos te rendirán culto;
las
generaciones futuras te alabarán,
31
y
los que nacerán después
sabrán
que tú eres justo
y
que haces grandes maravillas.
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Proverbios 20:8-10 Traducción en
lenguaje actual (TLA)
8
En
cuanto el rey se sienta
para
juzgar al acusado,
con
una mirada suya
acaba
con el malvado.
9
Nadie
puede decir
que
tiene buenos pensamientos
ni
que está limpio de pecado.
10
Dios
no soporta dos cosas:
que
engañes al que te vende,
y
que engañes al que te compra.
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en lenguaje actual (TLA)
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