1 Samuel 1:1-2:21; Juan 5:1-23; Salmos 105:37-45; Proverbios 14:28-29 (Traducción en lenguaje actual (TLA))
1 Samuel 1:1-2:21 Traducción en
lenguaje actual (TLA)
Historia
de Samuel (1.1—12.25)
Dios
le da un hijo a Ana
1
En Ramá, un pueblo de los cerros de Efraín, vivía un hombre llamado Elcaná. Sus
antepasados fueron: Jeroham, Elihú, Tohu y Suf. Todos ellos eran descendientes
de Efraín.
2
Elcaná tenía dos esposas: Peniná y Ana. Peniná tenía hijos, pero Ana no tenía
ninguno.
3
Cada año Elcaná y su familia salían de su pueblo para ir al santuario de Siló.
Allí adoraban al Dios todopoderoso y presentaban ofrendas en su honor. Allí
también trabajaban dos hijos del sacerdote Elí, llamados Hofní y Finees.
4
Cuando Elcaná presentaba un animal como ofrenda, les daba una parte de la carne
a Peniná y a sus hijos. 5 Pero a Ana le daba la mejor parte porque la amaba
mucho, a pesar de que Dios no le permitía tener hijos.
6-7
Como Ana no tenía hijos, Peniná se burlaba de ella. Tanto la molestaba que Ana
lloraba mucho y ni comer quería. Todos los años, cuando iban al santuario,
Peniná la trataba así.
8
En una de esas visitas, Elcaná le preguntó a Ana: «¿Por qué lloras? ¿Por qué no
comes? ¿Por qué te afliges? Para ti, es mejor tenerme a mí que tener muchos
hijos».
9
Ana dejó de comer, se levantó y se fue a orar al santuario. El sacerdote Elí
estaba allí, sentado junto a la puerta. 10 Ana estaba tan triste que no dejaba
de llorar. Por eso oró a Dios 11 y le hizo esta promesa:
«Dios
todopoderoso, yo soy tu humilde servidora. Mira lo triste que estoy. Date
cuenta de lo mucho que sufro; no te olvides de mí. Si me das un hijo, yo te lo
entregaré para que te sirva sólo a ti todos los días de su vida. Como prueba de
que te pertenece, nunca se cortará el cabello».
12-13
Ana oraba a Dios en silencio. Elí la veía mover los labios, pero como no
escuchaba lo que decía, pensó que estaba borracha. 14 Por eso le dijo:
—¿No
te da vergüenza estar borracha? ¡Deja ya la borrachera!
15-16
Pero Ana le respondió:
—Señor
mío, no crea usted que estoy borracha. No he bebido vino ni cerveza. Estoy muy
triste, y por eso estoy aquí suplicándole a Dios que me responda.
17
Entonces Elí le contestó:
—Vete
tranquila, y que el Dios de Israel te conceda lo que has pedido.
18
Y Ana le dijo:
—¡Usted
sí me comprende!
Dicho
esto, Ana regresó a comer y dejó de estar triste.
19
A la mañana siguiente, Elcaná y su familia fueron al santuario para adorar a
Dios, y después de eso regresaron a su casa en Ramá.
Tiempo
después, Elcaná y su esposa Ana tuvieron relaciones sexuales, y Dios permitió
20 que ella quedara embarazada. Cuando nació el niño, Ana le puso por nombre
Samuel, porque Dios contestó su oración.
21
Al año siguiente, cuando llegó el tiempo de ir al santuario para presentar la
ofrenda acostumbrada, Elcaná fue a Siló con toda su familia para cumplir su
promesa. 22 Pero Ana no quiso ir con ellos, y por eso le dijo a su marido:
—Cuando
el niño ya pueda comer solo, yo misma lo llevaré al santuario y se lo entregaré
a Dios. Allí se quedará a vivir.
23-24
Elcaná le dijo:
—Haz
lo que te parezca mejor. Que el niño se quede contigo hasta que pueda comer
solo. Y que Dios cumpla su promesa.
Ana
se quedó con su hijo, y lo cuidó hasta que el niño comenzó a comer solo. Fue
entonces cuando Ana lo llevó al santuario de Siló. También llevó como ofrenda
un novillo de tres años, vino y veinte kilos de harina. 25 Después de presentar
en el altar al novillo, Ana y su esposo le entregaron el niño al sacerdote Elí.
26 Y Ana le dijo: «Señor mío, hace tiempo yo estuve aquí, orando a Dios. 27 Yo
le pedí este niño, y él me lo concedió. 28 Por eso ahora se lo entrego, para
que le sirva todos los días de su vida».
Y
todos ellos adoraron a Dios.
El
canto de Ana
2
Entonces Ana dedicó a Dios este canto:
«Dios
me ha hecho muy feliz,
Dios
me ha dado muchas fuerzas.
Puedo
taparles la boca a mis enemigos;
y
estoy feliz porque Dios me ha salvado.
2
Nuestro
Dios es único.
¡Nadie
se le compara!
¡No
hay quien pueda protegernos
como
nos protege nuestro Dios!
3
¡Cállense!
¡No sean tan orgullosos!
¡No
hablen como la gente presumida!
Dios
nos conoce muy bien;
sabe
cuándo hacemos lo bueno
y
cuándo hacemos lo malo.
4
Dios
quita poder a los poderosos,
y
da fuerza a los débiles.
5
A los
que antes tenían mucha comida,
Dios
los hace trabajar para ganarse el pan;
a
los que siempre tenían hambre,
hoy
los tiene bien alimentados.
La
mujer que no tenía hijos
ahora
es madre de muchos;
la
que tenía muchos hijos,
ahora
no tiene ninguno.
6
Dios
nos da la vida
y
nos trae la muerte.
7
Dios
nos hace ricos y nos deja pobres;
nos
humilla y nos exalta.
8
Dios
saca del basurero al pobre,
y
lo hace reinar entre príncipes.
¡Dios
es dueño de todo el universo!
9
Dios
protege a quienes lo obedecen,
pero
los rebeldes mueren angustiados;
¡de
nada les sirve su fuerza!
10
Dios
destruye a sus enemigos;
desde
el cielo lanza truenos contra ellos.
Dios
es el juez de todo el mundo.
Al
que él pone como rey
le
da riqueza y poder».
Samuel
y los hijos de Elí
11
Después de esto, Elcaná y su familia regresaron a su casa en Ramá, mientras que
el niño Samuel se quedó con el sacerdote Elí para servir a Dios.
12-17
Los hijos de Elí eran muy malos y no respetaban ni obedecían a Dios. Hacían
cosas terribles con las ofrendas que la gente llevaba al santuario.
Por
ejemplo, la Ley de Dios decía que, al presentar las ofrendas, primero se debía
quemar la grasa del animal y luego darle al sacerdote una porción de la carne.
Sin embargo, cuando la gente apenas iba a quemar la grasa, venía un sirviente
de los hijos de Elí y le decía al que presentaba la ofrenda: «Dame la carne que
le toca al sacerdote, para que yo se la prepare. Debo llevarla cruda porque el
sacerdote no la quiere ya cocida».
A
veces alguien contestaba: «Déjame quemar primero la grasa, y luego te llevarás
lo que gustes». Pero el sirviente le respondía: «Si no me la das ahora, me la
llevaré por la fuerza».
Muchas
veces el sirviente llegaba con un tenedor, lo metía en la olla donde se estaba
cocinando la carne, y todo lo que sacaba era para los hijos de Elí.
18
El niño Samuel, por el contrario, servía fielmente a Dios.
Elí
bendice a Ana
Samuel
se vestía con ropa de lino, como los sacerdotes. 19 Cada año su madre le hacía
una túnica pequeña, y se la llevaba cuando iba con su marido a presentar su
ofrenda.
20
En una de esas ocasiones, Elí bendijo a Elcaná y a Ana y les dijo: «Ya que han
puesto a Samuel al servicio de Dios, que Dios les conceda tener más hijos».
21
Y así sucedió. En los años siguientes, Dios bendijo a Ana, y ella tuvo tres
hijos y dos hijas.
Mientras
tanto, el niño Samuel crecía bajo el cuidado de Dios.
Traducción
en lenguaje actual (TLA)
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Juan 5:1-23 Traducción en lenguaje
actual (TLA)
Jesús
sana a un paralítico
5
Tiempo después, Jesús regresó a la ciudad de Jerusalén para asistir a una
fiesta de los judíos. 2 En Jerusalén, cerca de la entrada llamada «Portón de
las Ovejas», había una piscina con cinco entradas, que en hebreo se llamaba
Betzatá.[a] 3-4 Allí, acostados en el suelo, había muchos enfermos: ciegos,
cojos y paralíticos.[b] 5 Entre ellos había un hombre que desde hacía treinta y
ocho años estaba enfermo. 6 Cuando Jesús lo vio allí acostado, y se enteró de
cuánto tiempo había estado enfermo, le preguntó:
—¿Quieres
que Dios te sane?
7
El enfermo contestó:
—Señor,
no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando el agua se mueve. Cada vez
que trato de meterme, alguien lo hace primero.
8
Jesús le dijo:
—Levántate,
alza tu camilla y camina.
9
En ese momento el hombre quedó sano, alzó su camilla y comenzó a caminar.
Esto
sucedió un sábado, que es el día de descanso obligatorio para los judíos. 10
Por eso, unos jefes de los judíos le dijeron al hombre que había sido sanado:
—Hoy
es sábado, y está prohibido que andes cargando tu camilla.
11
Pero él les contestó:
—El
que me sanó me dijo: “Levántate, alza tu camilla y camina.”
12
Ellos preguntaron:
—¿Y
quién te dijo que te levantaras y caminaras?
13
Pero el hombre no sabía quién lo había sanado, porque Jesús había desaparecido
entre toda la gente que estaba allí.
14
Más tarde, Jesús encontró a ese hombre en el templo, y le dijo: «Ahora que
estás sano, no vuelvas a pecar, porque te puede pasar algo peor.»
15
El hombre fue a ver a los jefes judíos, y les dijo que Jesús lo había sanado.
16 Entonces ellos empezaron a perseguir a Jesús por hacer milagros los sábados.
17
Pero Jesús les dijo: «Mi Padre nunca deja de trabajar, ni yo tampoco.»
18
Los jefes judíos se molestaron tanto que tuvieron aun más ganas de matar a
Jesús. No lo querían porque, además de sanar a los enfermos en día sábado,
decía que Dios era su Padre, y que por eso era igual a Dios.
La
autoridad del Hijo de Dios
19
Jesús les dijo:
«Les
aseguro que yo, el Hijo de Dios, no puedo hacer nada por mi propia cuenta. Sólo
hago lo que veo que hace Dios, mi Padre. 20 Él me ama y me muestra todo lo que
hace. Y me mostrará cosas aun más grandes, que a ustedes los dejarán
asombrados. 21 Porque así como mi Padre hace que los muertos vuelvan a vivir,
así también yo le doy vida a quien quiero. 22 Y mi Padre no juzga a nadie. Es a
mí, que soy su Hijo, a quien le ha dado ese poder, 23 para que todos me honren
como lo honran a él. Cuando alguien no me honra, tampoco honra a mi Padre, que
me envió.
Footnotes:
Juan 5:2 Betzatá: Algunos mss. griegos
dicen: Betesda o Betsaida.
Juan 5:3 Algunos mss. griegos agregan:
Porque esperaban que el agua se moviera, pues de vez en cuando un ángel bajaba
a la piscina y movía el agua. Si algún enfermo se metía en ese momento al agua,
quedaba sanado de cualquier enfermedad.
Traducción
en lenguaje actual (TLA)
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Salmos 105:37-45 Traducción en
lenguaje actual (TLA)
37
En
cambio, a nuestros abuelos
los
hizo salir de Egipto
cargados
de plata y de oro,
sin
que nada se los impidiera.
38
Cuando
ellos salieron de Egipto
los
egipcios se alegraron,
pues
les tenían mucho miedo.
39
A
nuestros abuelos
Dios
los protegió con una nube,
y
de noche los alumbró con fuego.
40
Ellos
pidieron comida,
y
Dios les envió codornices;
¡calmó
su hambre con pan del cielo!
41
Partió
una piedra en dos,
y
brotó agua como un río
que
corrió por el desierto.
42
Dios
nunca se olvidó
de
la promesa que él mismo
le
hizo a Abraham, su servidor.
43
Entre
cantos y gritos de alegría
nuestro
Dios sacó de Egipto
a
su pueblo elegido,
44
para
darle como propiedad
las
tierras de otros pueblos.
¡Nuestros
abuelos se adueñaron
de
las tierras cultivadas por otros!
45
Pero
Dios les puso como condición
que
respetaran y practicaran
sus
mandamientos y sus leyes.
¡Alabemos
a nuestro Dios!
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Proverbios 14:28-29 Traducción en
lenguaje actual (TLA)
28
Para
el rey es un orgullo
gobernar
a un pueblo numeroso;
¡qué
vergüenza es para él
no
tener a quién gobernar!
29
El
sabio domina su enojo;
el
tonto no controla su violencia.
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