1 Samuel 22:1-23:29; Juan 10:1-21; Salmos 115; Proverbios 15:18-19 (Nueva Biblia Viva (NBV))
1 Samuel 22-23 Nueva Biblia Viva (NBV)
David
huye a Adulán y a Mizpa
22
David salió de Gat y se refugió en la cueva de Adulam, donde de inmediato se le
unieron sus hermanos y otros parientes. 2 Y pronto comenzaron a llegar otros
también: los que tenían algún tipo de problema o deudas, o los que simplemente
estaban descontentos, hasta que David se encontró al frente de unos
cuatrocientos hombres. 3 Más tarde David fue a Mizpa de Moab a pedirle permiso
al rey para que su padre y su madre vivieran allí bajo la protección real hasta
que él supiera lo que Dios iba a hacer con él. 4 Y los padres de David
permanecieron en Moab durante todo el período en que David estuvo refugiado en
la cueva.
5
Un día el profeta Gad le dijo a David que dejara la cueva y regresara a la
tierra de Judá. Y David se fue al bosque de Jaret.
Saúl
elimina a los sacerdotes de Nob
6
La noticia de su llegada a Judá llegó pronto a oídos de Saúl. Él estaba en
Guibeá en ese momento, sentado bajo una encina, jugando con su lanza mientras
estaba rodeado por sus oficiales.
7
―Óiganme, hombres de Benjamín —exclamó Saúl cuando oyó la noticia—. ¿Les ha
prometido David campos, viñedos y comisiones en su ejército? 8 ¿Es por eso que
están ustedes en contra mía? Porque ninguno de ustedes me contó jamás que mi
hijo, mi propio hijo, había hecho un pacto con el hijo de Isaí. Ni siquiera
sienten pena por mí. ¿Se dan cuenta? ¡Mi propio hijo ha persuadido a ese siervo
mío llamado David para que me aceche!
9
Doeg el edomita, que estaba allí con los hombres de Saúl, dijo:
―Cuando
yo estaba en Nob, vi a David conversando con el sacerdote Ajimélec. 10 Ajimélec
consultó al Señor para saber lo que David debía hacer, y le dio comida y la
espada de Goliat el filisteo.
11
El rey Saúl inmediatamente mandó a buscar a Ajimélec y a toda su familia, y a
todos los sacerdotes de Nob. 12 Cuando llegaron, Saúl le dijo:
―¡Óyeme,
hijo de Ajitob!
―¿Qué
quieres? —dijo Ajimélec temblando.
13
―¿Por qué tú y David han conspirado contra mí? —preguntó Saúl— ¿Por qué le
diste alimento y espada y consultaste por él a Dios? ¿Por qué lo alentaste para
que se rebelara contra mí para que viniera a atacarme?
14
―Pero, señor, —replicó Ajimélec—, ¿hay aquí, entre todos tus siervos, alguno
que sea tan fiel como David tu yerno? Él es capitán de tu guardia personal y
miembro altamente honrado de tu propia casa. 15 Esa no fue la primera vez que
consulté por él a Dios. Es injusto que me acuses a mí y a mi familia, porque yo
no he sabido de ninguna conspiración en tu contra.
16
―¡Morirás, Ajimélec, junto con toda tu familia! —gritó el rey. 17 Y ordenó a su
guardia personal:
―¡Maten
a estos sacerdotes, porque se han aliado con David; ellos sabían que él huía de
mí, pero nada me dijeron!
Pero
los soldados se negaron a hacer algo contra los sacerdotes.
18
Entonces el rey le dijo a Doeg:
―Hazlo
tú.
Doeg
se volvió a ellos y mató a ochenta y cinco sacerdotes, todos con sus ropas
sacerdotales. 19 Luego fue a Nob, la ciudad de los sacerdotes, y dio muerte a
sus familias: hombres, mujeres, niños y bebés; y también a sus animales:
bueyes, burros y ovejas. 20 Solamente Abiatar, uno de los hijos de Ajimélec,
escapó y huyó a unirse a David. 21 Cuando le contó lo que Saúl había hecho, 22
David exclamó:
―Me
lo temía. Cuando vi a Doeg allí, pensé que se lo diría a Saúl. He provocado la
muerte de toda la familia de tu padre. 23 Quédate conmigo y yo te protegeré con
mi propia vida. Para dañarte tendrán que pasar primero sobre mi cadáver.
David
libera la ciudad de Queilá
23
Un día avisaron a David que los filisteos estaban atacando a Queilá y saqueando
los campos: 2 David consultó al Señor:
―¿Iré
y los atacaré?
―Sí,
ve y salva Queilá —le dijo el Señor.
3
Mas los hombres de David le dijeron:
―Nosotros
tenemos miedo aun aquí en Judá. Ciertamente no queremos ir a Queilá a pelear
contra las filas filisteas.
4
David le preguntó nuevamente al Señor, y el Señor nuevamente le respondió:
―Vete
a Queilá, porque yo te ayudaré a conquistar a los filisteos.
5
Fueron a Queilá y destrozaron a los filisteos, y les quitaron el ganado. El
pueblo de Queilá fue salvado. 6 Abiatar el sacerdote fue a Queilá con David, y
llevó el efod consigo, a fin de consultar al Señor por David.
Saúl
persigue a David
7
Saúl pronto supo que David estaba en Queilá. «Bien —exclamó—. Ahora lo tenemos.
Dios lo ha entregado en mis manos, pues se ha atrapado a sí mismo en una ciudad
amurallada».
8
Saúl movilizó todo su ejército y lo puso en marcha hacia Queilá para sitiar a
David y a sus hombres. 9 Pero David se enteró del plan de Saúl y le dijo a
Abiatar el sacerdote que trajera el efod para consultar al Señor.
10
―Oh Señor Dios de Israel —dijo David—, he sabido que Saúl tiene planes de venir
y destruir Queilá porque yo estoy aquí. 11 ¿Me entregarán a él los hombres de
Queilá? ¿Vendrá Saúl realmente como he oído? Oh Señor Dios de Israel, te ruego
que me lo digas.
Y
el Señor le dijo:
―Vendrá.
12
―¿Y me traicionarán estos hombres de Queilá entregándome a Saúl? —insistió
David.
Y
el Señor le respondió:
―Sí;
te traicionarán.
13
Entonces David y sus hombres, que eran seiscientos ahora, salieron de Queilá y
comenzaron a andar de un lado a otro por el campo. Pronto Saúl se enteró de que
David había huido, y desistió de ir a Queilá. 14-15 David se fue a vivir en las
cuevas del desierto en la región montañosa de Zif. Un día, cerca de Hores, supo
que Saúl iba hacia Zif en su busca. Saúl lo perseguía día tras día para matarlo,
pero el Señor no permitió que lo encontrara.
16
El príncipe Jonatán salió en busca de David y lo halló en Hores, y lo alentó en
su fe en Dios. 17 «No tengas miedo —le dijo Jonatán—. Mi padre jamás te
encontrará, tú serás el rey de Israel y yo estaré junto a ti, y seré tu segundo
como mi padre bien lo sabe».
18
Entonces los dos hombres renovaron su pacto de amistad. David se quedó en
Hores, y Jonatán regresó a su casa.
19
Pero luego los hombres de Zif fueron a Saúl, que se hallaba en Guibeá, y delataron
a David.
―Sabemos
dónde está escondido —le dijeron—. Está en las cuevas de Hores, en la colina de
Jaquilá, al sur del desierto. 20 Desciende, señor, y nosotros le daremos caza.
21
―Alabado sea el Señor —dijo Saúl—. ¡Por fin alguien ha tenido compasión de mí!
22 Vayan nuevamente y asegúrense de que está allí y quién lo ha visto, porque
yo sé que él es muy astuto. 23 Descubran en cuál de sus escondites se halla, y
vuelvan con una información precisa. Entonces yo iré con ustedes. Y si él está
en aquella zona lo encontraré, aun cuando tenga que registrar cada rincón de
Judá.
24
Ellos, pues, adelantándose a Saúl, se dirigieron a Zif. David y sus hombres se
hallaban en el desierto de Maón en el Arabá, al sur del desierto: 25 Saúl fue
en su busca. David se enteró y descendió a un risco que se halla en el desierto
de Maón. 26 Saúl y David estaban ahora en laderas opuestas de una montaña. Saúl
y sus hombres comenzaron a rodearlos. David hizo todo lo posible por escapar,
pero, al parecer, estaba perdido. 27 En esto le llegó a Saúl un mensaje en el
que se le informaba que los filisteos estaban atacando nuevamente a Israel, 28
y Saúl tuvo que abandonar la persecución, y regresar a pelear contra los
filisteos. Desde entonces el lugar donde David estuvo acampado ha sido llamado
Sela Hamajlecot (Roca de las Separaciones).
29
Luego David se fue a vivir en las cuevas de Engadi.
Nueva
Biblia Viva (NBV)
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Juan 10:1-21 Nueva Biblia Viva (NBV)
Jesús,
el buen pastor
10
Jesús dijo: «Es verdad que para entrar al redil de las ovejas hay que entrar
por la puerta, porque el que salta por otro lado es un ladrón y un bandido. 2
En cambio, el que entra por la puerta es el pastor de las ovejas. 3 El portero
le abre a este la puerta y las ovejas oyen su voz. Llama a las ovejas por su
nombre y las saca del redil. 4 Cuando ya ha sacado a todas las que son suyas,
él va delante de ellas, y las ovejas lo siguen porque reconocen su voz. 5 Pero
a un desconocido no lo siguen; más bien, huyen de él porque no reconocen su
voz».
6
Jesús les puso este ejemplo, pero ellos no entendieron lo que les quería decir.
7 Por eso, Jesús volvió a decirles: «Sí, yo soy la puerta de las ovejas. 8
Todos los que vinieron antes que yo eran unos ladrones y unos bandidos, por eso
las ovejas no les hicieron caso. 9 Yo soy la puerta; el que entra por esta
puerta, se salvará. Podrá entrar y salir, y hallará pastos. 10 El ladrón sólo
viene a robar, matar y destruir. Yo he venido para que tengan vida, y para que
la tengan en abundancia.
11
»Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas. 12 El que
trabaja por un salario no es el pastor, y las ovejas no le pertenecen a él. Por
eso, cuando ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye. Entonces el lobo
ataca al rebaño y lo dispersa por todos lados. 13 Y ese hombre huye porque sólo
le importa su salario y no las ovejas. 14 Yo soy el buen pastor. Yo conozco a
mis ovejas y ellas me conocen a mí, 15 así como el Padre me conoce a mí y yo lo
conozco a él, y doy mi vida por las ovejas.
16
»Tengo otras ovejas que no son de este redil, y también a ellas debo traerlas.
Ellas escucharán mi voz, y formarán un solo rebaño con un solo pastor.
17
»El Padre me ama porque entrego mi vida para volver a recibirla. 18 Nadie me la
quita, sino que yo la entrego por mi propia voluntad. Tengo poder para
entregarla, y también tengo poder para volver a recibirla. Esto es lo que mi
Padre me ordenó».
19
Una vez más, cuando los judíos oyeron las palabras de Jesús, surgieron
divisiones entre ellos.
20
Muchos decían: «Este tiene un demonio, y está loco. ¿Por qué le hacen caso?».
21
Pero otros decían: «Nadie que tenga un demonio puede hablar así. Además, ¿acaso
puede un demonio abrirles los ojos a los ciegos?».
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Salmos 115 Nueva Biblia Viva (NBV)
115
La gloria, Señor, no es para nosotros, sino para ti; por causa de tu gran amor
y tu fidelidad. 2 ¿Por qué permitir que digan las naciones: «¿Dónde está su
Dios?».
3
Porque él está en los cielos, y hace lo que quiere. 4 Pero los ídolos de ellos
son imágenes de oro y plata hechas por manos de hombres. 5 No pueden hablar ni
ver, aunque tengan ojos y boca. 6 No pueden oír con sus oídos, ni pueden oler
con su nariz, 7 ni palpar con sus manos y tienen pies pero no pueden caminar.
Ni pueden permitir un solo sonido con su garganta. 8 Y quienes los fabrican o
adoran son tan necios como sus ídolos.
9
¡Israel, confía en el Señor! Él es tu ayudador. Él es tu escudo. 10 Sacerdotes
de Aarón, confíen en el Señor. Él es su ayudador; él es su escudo. 11 Todos ustedes,
que temen al Señor, confíen en él. Él es su ayudador; él es su escudo.
12
El Señor nos recuerda y seguramente nos bendecirá. Bendecirá al pueblo de
Israel, a los sacerdotes de la familia de Aarón, 13 y a todos, grandes y
pequeños que le temen.
14
Que el Señor te bendiga ricamente a ti y a tus hijos. 15 Sí, el Señor, que hizo
el cielo y la tierra te bendecirá. 16 Los cielos pertenecen al Señor, pero él
ha dado la tierra a toda la humanidad.
17
Los muertos no pueden entonar alabanzas al Señor, porque han bajado al silencio
de la tumba, 18 pero nosotros sí, nosotros lo alabamos para siempre. ¡Aleluya!
¡Alabado sea el Señor!
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Proverbios 15:18-19 Nueva Biblia Viva
(NBV)
18
El que se enoja fácilmente provoca peleas; el que controla su enojo las
apacigua.
19
El camino del perezoso está lleno de espinas; pero la senda del justo es como
una calzada.
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