Jueces 19:1-20:48; Juan 3:22-4:4; Salmos 104:24-35; Proverbios 14:22-24 (Traducción en lenguaje actual (TLA))
Jueces 19-20 Traducción en lenguaje
actual (TLA)
El
levita y su mujer
19
En los días en que los israelitas todavía no tenían rey, un hombre de la tribu
de Leví vivía con una mujer de Belén de Judá, en un lugar muy apartado de las
montañas de Efraín. 2 Un día ella se enojó con él y regresó a la casa de su
padre en Belén. Estuvo allí cuatro meses, 3 hasta que llegó el hombre para
convencerla de que volviera con él. Lo acompañaba un sirviente, y llevaba dos
burros. Ella lo hizo pasar a la casa, y cuando el padre vio al esposo de su
hija, lo recibió con alegría 4 y lo invitó a quedarse con ellos. El hombre y su
sirviente se quedaron allí tres días, comiendo y bebiendo. 5 Al cuarto día se
levantaron de madrugada, y el hombre se preparó para viajar, pero su suegro le
sugirió: «Come algo antes de irte, aunque sea un poco de pan. Te hará bien».
6
Entonces los dos se sentaron a comer y a beber juntos. Después el padre de la
joven le dijo a su yerno: «¡Por favor, quédate una noche más! ¡La pasaremos
bien!»
7
El hombre se levantó para irse, pero su suegro le insistió tanto que se quedó.
8 Al quinto día se levantó muy temprano, decidido a salir, pero su suegro le
dijo otra vez que comiera algo y se quedara hasta la tarde. Así que los dos se
sentaron a comer juntos. 9 Cuando otra vez el hombre se levantó para irse con
su mujer y su sirviente, su suegro le dijo: «Quédate, por favor, porque pronto
será de noche. Pasaremos un rato agradable, y mañana muy temprano te irás a tu
casa».
10
Pero el hombre no quiso quedarse otra noche más, así que se levantó y se fue.
Lo acompañaban su mujer, su sirviente y dos burros cargados. 11 Cuando se
acercaban a Jebús, es decir, a Jerusalén, el sirviente le dijo:
—Sería
bueno quedarnos a pasar la noche en esta ciudad de los jebuseos, ¿no le parece?
12-13
Y el hombre le respondió:
—No.
No nos quedaremos en ninguna ciudad que no sea de los israelitas. Sigamos hasta
Guibeá, para ver si allí o en Ramá podemos pasar la noche.
14
Siguieron entonces su camino, y a la puesta del sol ya estaban cerca de Guibeá,
ciudad de la tribu de Benjamín. 15 Se apartaron del camino y entraron en la
ciudad. Como nadie los invitó a su casa para pasar la noche, el hombre fue y se
sentó en la plaza. 16 Al caer la tarde, pasó por allí un anciano que volvía de
trabajar en el campo. Este anciano era de la zona montañosa de Efraín, pero
estaba viviendo en Guibeá. 17 Cuando el anciano vio al viajero sentado en la
plaza, le preguntó:
—¿De
dónde vienes? ¿A dónde vas?
18
El hombre le contestó:
—Venimos
de Belén de Judá. Pasamos por aquí porque estamos volviendo a la parte más
apartada de las montañas de Efraín, donde vivimos. Pero nadie nos ha invitado a
pasar la noche en su casa. 19 Tenemos de todo: paja y pasto para los burros, y
pan y vino para nosotros tres.
20
Entonces el anciano le dijo:
—¡Pero
no pueden pasar la noche en la plaza! ¡En mi casa serán bienvenidos! ¡Yo les
daré todo lo que necesiten!
21
El anciano los llevó entonces a su casa, y mientras los viajeros se lavaban los
pies, él les dio de comer a los burros. Después de eso cenaron.
22
Estaban pasando un rato agradable cuando, de pronto, unos hombres de la ciudad
rodearon la casa y empezaron a golpear violentamente la puerta. Eran unos
hombres malvados, los cuales le gritaron al dueño de la casa:
—¡Qué
salga el hombre que está de visita en tu casa! ¡Queremos tener relaciones
sexuales con él!
23
Entonces el dueño de la casa salió y les dijo:
—¡Amigos
míos, por favor, no hagan eso! ¡Es una terrible maldad! El hombre está de
visita en mi casa. 24 ¡Miren! Les traeré a su mujer, y también a mi hija, que
todavía no ha tenido relaciones sexuales con nadie. Hagan con ellas lo que
quieran; ¡humíllenlas, pero no cometan tal maldad con este hombre!
25
Como los hombres seguían molestando, el hombre tomó a su mujer y la echó a la
calle. Entonces ellos la violaron, y la siguieron maltratando toda la noche,
hasta que amaneció.
26
Estaba amaneciendo cuando la mujer volvió a la casa del anciano, donde estaba
su esposo; cayó de bruces delante de la puerta, y así se quedó hasta que se
hizo de día. 27 Cuando su esposo se levantó para continuar el viaje, al abrir
la puerta encontró a su mujer tirada en el suelo y con las manos extendidas
hacia la puerta. 28 Le dijo: «¡Vamos, levántate! Tenemos que irnos». Pero ella
no respondió. Entonces el hombre la puso sobre el burro y se fue a su casa. 29
Al llegar, tomó un cuchillo, cortó a su mujer en doce pedazos, y los mandó a
todas las tribus de Israel. 30 Todos los que veían esto decían: «¡Nunca hemos
visto algo así! Nunca, desde que nuestro pueblo salió de Egipto, ha ocurrido
algo parecido. Tenemos que hacer algo, pero pensémoslo bien antes de actuar».
Reacción
de los israelitas
20
Después de meditarlo bien, los israelitas de todo el país se reunieron en
Mispá, porque allí estaba el santuario de Dios; fueron del norte y del sur, del
este y del oeste. 2 Todos los jefes de las tribus se reunieron allí junto con
cuatrocientos mil soldados de infantería. 3 Los de Benjamín se enteraron de que
las demás tribus israelitas se habían reunido en Mispá.
Los
israelitas querían saber cómo había ocurrido ese crimen, 4 así que el hombre,
el esposo de la mujer asesinada, les dijo:
—Llegué
con mi mujer a la ciudad de Guibeá, que es de la tribu de Benjamín, para dormir
allí. 5 Esa misma noche, unos hombres de la ciudad vinieron para atacarme y
rodearon la casa donde estábamos hospedados. Pensaban matarme a mí, pero en vez
de eso maltrataron a mi mujer hasta matarla. 6 Entonces yo corté su cuerpo en
pedazos, y los mandé por todo el país, para que todos los israelitas se
enteraran del terrible crimen que se había cometido. 7 Como israelitas que
somos, tenemos que decidir lo que vamos a hacer.
8
Todos se pusieron de pie al mismo tiempo, y dijeron:
—Nadie
regresará a su casa o tienda de campaña, 9 sino que se hará un sorteo para ver
quiénes irán a atacar a Guibeá. 10 De cada diez hombres apartaremos uno, y
formaremos un grupo que se encargue de conseguir comida para el ejército. Los
demás irán a castigar a Guibeá por este crimen tan vergonzoso que se ha
cometido en Israel.
11
Todos los israelitas estuvieron de acuerdo en atacar la ciudad. 12 Enviaron
mensajeros por todo el territorio de la tribu de Benjamín para que dijeran: «No
entendemos cómo pudo haberse cometido un crimen tan vergonzoso. 13 Entreguen a
esos malvados que están en Guibeá. Hay que matarlos para purificar de esta
maldad al pueblo israelita».
Pero
los de Benjamín no hicieron caso de lo que decían los demás israelitas, 14 sino
que salieron de todas sus ciudades y se reunieron en Guibeá para atacarlos. 15
De las otras ciudades de la tribu de Benjamín vinieron veintiséis mil soldados,
los cuales se unieron a los setecientos soldados especiales que había en
Guibeá. 16 Había también setecientos soldados zurdos, que eran muy hábiles con
sus hondas: podían lanzar una piedra contra una mosca, y nunca fallaban. 17 Las
demás tribus israelitas reunieron cuatrocientos mil guerreros bien entrenados.
La
guerra contra la tribu de Benjamín
18
Los israelitas fueron a Betel para consultar a Dios. Querían saber cuál tribu
debía ser la primera en atacar a los de Benjamín, y Dios les contestó que la de
Judá iría primero. 19-20 A la mañana siguiente, los israelitas se fueron a
acampar frente a la ciudad de Guibeá, y se prepararon para la batalla. Pero los
de Benjamín 21 salieron de la ciudad y ese día mataron a veintidós mil
israelitas. 22-23 Entonces los israelitas volvieron a Betel y todo el día se
estuvieron lamentando delante de Dios. Después le preguntaron: «Dios nuestro,
¿debemos atacar otra vez a nuestros hermanos de la tribu de Benjamín?»
Dios
les contestó que sí. Entonces los israelitas se animaron y nuevamente se
prepararon para el combate, en el mismo lugar del día anterior.
24
Por segunda vez los israelitas avanzaron contra los de Benjamín, 25 y éstos
nuevamente salieron de la ciudad, y ese día mataron a dieciocho mil soldados
israelitas.
26
Entonces todos los israelitas con su ejército volvieron a Betel para lamentarse
delante de Dios. Todo el día estuvieron sentados allí sin comer nada, y le
ofrecieron a Dios sacrificios y ofrendas de paz. 27-28 En aquel tiempo, el
cofre del pacto de Dios estaba en Betel, y el sacerdote era Finees, hijo de
Eleazar y nieto de Aarón. Los israelitas consultaron a Dios para saber si
debían volver a atacar a sus hermanos de la tribu de Benjamín, o si debían
darse por vencidos. Dios les contestó: «Ataquen, que mañana les daré la
victoria».
29
Al tercer día algunos soldados israelitas se escondieron alrededor de Guibeá,
30 mientras el resto del ejército se preparaba para volver a atacar. 31-48 Los
de Benjamín respondieron al ataque, y mientras herían y mataban a los
israelitas se fueron alejando de la ciudad. El ejército israelita retrocedió
ante el ataque de los de Benjamín porque confiaba en los soldados que estaban
escondidos alrededor de la ciudad.
En
los caminos de Betel y de Guibeá, y a campo abierto, los de Benjamín mataron a
unos treinta soldados israelitas, así que pensaron que habían vuelto a
vencerlos, como en la primera batalla. Lo cierto era que los israelitas se
habían alejado de la ciudad para que sus enemigos los siguieran hasta donde
estaba escondido el resto del ejército.
En
Baal-tamar se reunieron de nuevo diez mil de los mejores guerreros israelitas y
se dispusieron a atacar la ciudad. Mientras tanto, los soldados que se habían
quedado alrededor de la ciudad fueron saliendo de sus escondites, y rápidamente
entraron en la ciudad, y mataron a todos los que allí estaban. Con el resto del
ejército habían acordado que, tan pronto como entraran en la ciudad, les harían
una señal, que sería una gran columna de humo; cuando los israelitas que fingían
huir vieran la señal, debían darse vuelta y enfrentarse a los de Benjamín.
La
lucha fue dura, y los de Benjamín no se daban cuenta de que estaban por perder
la batalla. De pronto vieron que comenzaba a salir humo de la ciudad, y cuando
quisieron regresar ya toda la ciudad estaba envuelta en llamas. Entonces los
israelitas les hicieron frente, y los de Benjamín se llenaron de miedo al ver
que estaban a punto de ser destruidos. Trataron de huir hacia el desierto, pero
quedaron atrapados entre el ejército y los soldados que salían de la ciudad,
así que no lograron ponerse a salvo y fueron muertos.
Los
israelitas rodearon a los de Benjamín desde Menuhá hasta el este de Guibeá, y
los persiguieron hasta aplastarlos a todos. Ese día Dios les dio la victoria a
los israelitas. Así fue como murieron dieciocho mil valientes de la tribu de
Benjamín; otros cinco mil fueron muertos en los caminos, y otros dos mil fueron
muertos cuando huían hacia Gidom. Finalmente, los de Benjamín se dieron cuenta
de que habían sido vencidos.
Fue
así como murieron veinticinco mil soldados de la tribu de Benjamín, todos ellos
hombres valientes. De todos ellos sólo pudieron escapar seiscientos soldados,
los cuales lograron llegar a la roca de Rimón, en el desierto. Allí se quedaron
cuatro meses. Los israelitas, mientras tanto, siguieron atacando y matando a
todos los de la tribu de Benjamín que encontraban. Incluso mataban a los
animales, y después de eso incendiaban las ciudades.
Traducción
en lenguaje actual (TLA)
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Juan 3:22-4:4 Traducción en lenguaje
actual (TLA)
Juan
el Bautista y Jesús
22
Después de esto, Jesús fue con sus discípulos a la región de Judea, y estuvo
allí algún tiempo con ellos bautizando a la gente. 23-24 En ese tiempo Juan el
Bautista todavía no había sido encarcelado, y también estaba bautizando en el
pueblo de Enón, cerca de un lugar llamado Salim. En Enón había mucha agua, y la
gente buscaba a Juan para que él los bautizara.
25
Entonces algunos discípulos de Juan comenzaron a discutir con un judío acerca
de una ceremonia de purificación.[a] 26 Entonces fueron a ver a Juan y le
dijeron:
—Maestro,
¿recuerdas a aquel de quien nos hablaste, el que estaba contigo al otro lado
del río Jordán? Pues bien, ahora él está bautizando y todos lo siguen.
27
Juan les contestó:
—Nadie
puede hacer algo si Dios no se lo permite. 28 Ustedes mismos me escucharon
decir claramente que yo no soy el Mesías, sino que fui enviado antes que él
para prepararlo todo.
29
»En una boda, el que se casa es el novio, y el mejor amigo del novio se llena
de alegría con sólo escuchar su voz. Así de alegre estoy ahora, porque el
Mesías está aquí. 30 Él debe tener cada vez más importancia, y yo tenerla
menos.
31
»El Hijo de Dios viene del cielo, y es más importante que todos los que vivimos
aquí en la tierra y hablamos de las cosas que aquí suceden. El que viene del
cielo es más importante, 32 y habla de lo que ha visto y oído en el cielo. Sin
embargo, muchos no quieren creer en lo que él dice. 33 Pero si alguien le cree,
reconoce que Dios dice la verdad, 34 ya que cuando el Hijo habla, el que habla
es Dios mismo, porque Dios le ha dado todo el poder de su Espíritu.
35
»Dios, el Padre, ama al Hijo, y le ha dado poder sobre todo el universo. 36 El
que cree en el Hijo tiene la vida eterna, pero el que no obedece al Hijo no
tiene la vida eterna, sino que ha sido condenado por Dios.
La
samaritana y Jesús
4
1-3 Los fariseos se enteraron de que el número de seguidores de Jesús aumentaba
cada día más, y de que Jesús bautizaba más que Juan el Bautista. Cuando Jesús
se dio cuenta de que los fariseos se habían enterado de eso, salió de la región
de Judea y regresó a Galilea. 4 En el viaje, tenía que pasar por Samaria.
Footnotes:
Juan 3:25 Una ceremonia de purificación:
Los judíos tenían muchas reglas en cuanto a bañarse y lavarse las manos. Ellos
pensaban que, si tenían contacto con gente que no era judía, o con un muerto,
Dios los consideraría como sucios y sin derecho de adorarlo. El bautismo era
una de esas ceremonias de purificación; probablemente los discípulos de Juan y
el judío estaban discutiendo acerca del significado del bautismo.
Traducción
en lenguaje actual (TLA)
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Salmos 104:24-35 Traducción en
lenguaje actual (TLA)
24
Dios
nuestro,
tú
has hecho muchas cosas,
y
todas las hiciste con sabiduría.
¡La
tierra entera está llena
con
todo lo que hiciste!
25
Allí
está el ancho mar,
con
sus grandes olas;
en
él hay muchos animales,
grandes
y pequeños;
¡es
imposible contarlos!
26
Allí
navegan los barcos
y
vive el monstruo del mar,
con
el que te diviertes.
27
Todos
estos animales dependen de ti,
y
esperan que llegue la hora
en
que tú los alimentes.
28
Tú
les das, y ellos reciben;
abres
la mano, y comen de lo mejor.
29
Si
les das la espalda,
se
llenan de miedo;
si
les quitas el aliento,
mueren
y se vuelven polvo;
30
pero
envías tu espíritu
y
todo en la tierra cobra nueva vida.
31
Dios
nuestro,
¡que
tu poder dure para siempre!,
¡que
todo lo que creaste
sea
para ti fuente de alegría!
32
Cuando
miras la tierra,
ella
se pone a temblar;
cuando
tocas los cerros,
ellos
echan humo.
33-35
Que
los pecadores
desaparezcan
de la tierra,
y
que los malvados dejen de existir.
Dios
nuestro,
¡mientras
tengamos vida
te
alabaremos
y
te cantaremos himnos!
Recibe
con agrado
nuestros
pensamientos;
¡tú
eres nuestra mayor alegría!
¡Alabemos
a nuestro Dios,
con
todas nuestras fuerzas!
¡Sí,
alabemos a nuestro Dios!
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Proverbios 14:22-24 Traducción en
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22
Los
que piensan hacer lo malo
cometen
un grave error;
los
que procuran hacer lo bueno
reciben
el gran amor de Dios.
23
Todo
esfuerzo vale la pena,
pero
quien habla y no actúa
acaba
en la pobreza.
24
La
riqueza del sabio es su sabiduría;
la
pobreza del tonto es su estupidez.
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