1 Samuel 26:1-28:25; Juan 11:1-54; Salmos 117; Proverbios 15:22-23 (Nueva Biblia Viva (NBV))
1 Samuel 26-28 Nueva Biblia Viva (NBV)
David
le perdona la vida a Saúl
26
Los hombres de Zif volvieron ante Saúl en Guibeá y le informaron que David
estaba escondido en la colina de Jaquilá al este del desierto. 2 Saúl tomó tres
mil de sus mejores hombres y fue en su persecución, 3 y acampó junto al camino
que bordea el desierto donde David estaba escondido. 4 Pero David supo de la
llegada de Saúl y envió hombres a observar sus movimientos.
5-7
Una noche, David fue silenciosamente hasta el campamento de Saúl. El rey Saúl y
el general Abner dormían rodeados por los soldados.
―¿Algún
voluntario quiere ir conmigo? —preguntó David a Ajimélec, el hitita, y a
Abisay, hermano de Joab e hijo de Sarvia.
―Yo
iré contigo —respondió Abisay.
David
y Abisay, pues, fueron al campamento de Saúl y lo encontraron dormido, con la
lanza clavada en el suelo, junto a su cabeza.
8
―Dios ha vuelto a poner a tu enemigo en tus manos —susurró Abisay—. Déjame que
lo atraviese con su lanza. Lo clavaré en tierra con ella y no necesitaré darle
un segundo golpe.
9
―No —dijo David—, porque nadie puede quedar impune si ataca al ungido del
Señor. 10 Dios le dará muerte algún día, o morirá en una batalla o de vejez. 11
Pero Dios me libre de matar al hombre que él ha escogido como rey. Pero mira,
llevémonos su lanza y su cántaro.
12
David tomó la lanza y el cántaro de agua, y salió sin que nadie los viera,
porque el Señor los había hecho dormirse profundamente. 13 Pasaron al lado
opuesto. Cuando estuvieron en la cima de la montaña, a una distancia prudente,
14 David gritó a Abner y a Saúl:
―¡Despierta,
Abner!
―¿Quién
es? —preguntó Abner—. ¿Quién se atreve a gritarle al rey?
15
―¡Vaya, vaya, Abner! ¡Eres un gran hombre! —bromeó David—. ¿Dónde en Israel
podrá encontrarse a uno tan bueno como tú? Ah, pero no has cuidado bien a tu
amo el rey. ¡Alguien se acercó a matarlo! 16 Eso no es bueno, Abner. Juro por
el Señor que debieras morir por tu falta de cuidado. A ver, ¿dónde está la
lanza del rey y el cántaro de agua que estaba junto a su cabeza? Búscalos.
17
Saúl reconoció la voz de David y dijo:
―¿Eres
tú, hijo mío, David?
Y
David respondió:
―Sí,
señor, soy yo. 18 ¿Por qué me persigues? ¿Qué he hecho? ¿Cuál es mi delito? 19
Si es el Señor el que te ha incitado en mi contra, que acepte mi ofrenda de
paz. Pero si son hombres los que lo han hecho, que el Señor los maldiga, porque
se me ha sacado de mi hogar para que, en vez de estar con el pueblo del Señor,
me encuentre lejos donde adoran a dioses paganos. 20 ¿Debo morir en tierra
ajena, lejos de la presencia del Señor? ¿Por qué el rey de Israel sale en busca
de mi vida como quien persigue una perdiz en los montes?
21
―He hecho mal —exclamó Saúl—. Regresa, hijo mío, y no trataré más de dañarte.
Tú me has perdonado la vida hoy. He sido un necio y he actuado mal, muy mal.
22
―Aquí está tu lanza, señor —contestó David—. Que venga uno de tus hombres a
buscarla. 23 Que el Señor dé a cada uno su recompensa por hacer el bien y por
ser leal, pues yo me negué a matarte aun cuando el Señor te entregó en mis
manos. 24 Ahora, que el Señor salve mi vida, así como yo he salvado la tuya
hoy. Que él me salve de toda aflicción.
25
Y Saúl le dijo a David:
―Que
Dios te bendiga, hijo mío, David. Harás proezas grandes, y serás un gran
vencedor.
Entonces
David se marchó y Saúl regresó a su casa.
David
entre los filisteos
27
Pero David se dijo: «Algún día Saúl me va a encontrar y me dará muerte, por lo
tanto me iré a territorio de los filisteos hasta que Saúl deje de buscarme.
Sólo así volveré a tener seguridad».
2-3
Tomó sus seiscientos hombres con sus familias y se fueron a vivir a Gat, bajo
la protección del rey Aquis. Llevó consigo a sus dos esposas, a Ajinoán de
Jezrel y a Abigail del Carmelo, la viuda de Nabal. 4 Pronto supo Saúl que David
había huido a Gat, y dejó de perseguirlo.
5
Un día David le dijo a Aquis: «Señor mío, si te parece bien, concédeme un lugar
en uno de los pueblos del campo. Preferiría vivir allí a vivir en la ciudad
real».
6
Aquis le dio Siclag, que todavía pertenece a los reyes de Judá en estos días, 7
y ellos vivieron allí entre los filisteos durante un año y cuatro meses. 8
David y sus hombres se dedicaron a hacer incursiones contra los guesureos, los
guirzitas y los amalecitas que desde tiempos remotos habitaban el territorio
que va desde Telán, en dirección de Sur, hasta Egipto. 9 No dejaban persona con
vida en los pueblos que atacaban, y se llevaban ovejas, bueyes, burros,
camellos y ropa al regresar a sus hogares.
10
―¿A quiénes atacaron hoy? —preguntaba Aquis. Y David respondía:
―Atacamos
el sur de Judá y el sur de Jeramel y el sur de los ceneos.
11
Como a nadie dejaban vivo, nadie podía ir a Gat y decir a dónde habían ido
realmente. Esto ocurrió una y otra vez mientras David vivió entre los
filisteos. 12 Aquis creía lo que David le decía, y pensaba que el pueblo de
Israel debía odiarlo bastante ya. «Ahora tendrá que quedarse aquí y servirme
para siempre», pensaba el rey.
Saúl
y la adivina de Endor
28
En aquellos días los filisteos reunieron sus ejércitos para guerrear contra
Israel.
―Tú
y tus hombres tienen que ayudarnos en la guerra —dijo a David el rey Aquis.
2
―Muy bien —dijo David—. Ya verás de cuánta ayuda podemos serte.
―Si
lo haces, serás mi guardaespaldas durante el resto de tu vida —le dijo Aquis.
3
Por ese entonces Samuel ya había muerto y todo Israel lo había llorado. Lo
sepultaron en Ramá, su ciudad. El rey Saúl había expulsado a todos los
invocadores de los muertos y adivinos de la tierra de Israel.
4
Los filisteos establecieron su campamento en Sunén, y Saúl y los ejércitos de
Israel estaban en Guilboa. 5 Cuando Saúl vio el campamento de los filisteos, se
llenó de pánico 6 y consultó al Señor sobre lo que debía hacer. Pero el Señor
no le contestó ni por sueños, ni por urim,[a] ni por profetas. 7 Saúl entonces
dio órdenes a sus ayudantes de que tratasen de encontrar un médium para
preguntarle lo que debía hacer. Y le dijeron que había una en Endor. 8 Saúl se
disfrazó usando vestiduras ordinarias en vez de sus túnicas reales, y se
presentó ante la mujer de noche, acompañado por dos hombres.
―Quiero
hablar con un hombre muerto —le rogó—. ¿Podrás hacer venir su espíritu?
9
―¿Qué? ¿Quieres que me maten? —le dijo la mujer—. Tú sabes que Saúl ha hecho
ejecutar a todos los invocadores de los muertos y adivinos. Tú debes ser un
espía.
10
Pero Saúl le juró solemnemente que no. 11 Por fin la mujer dijo:
―Bien,
¿a quién quieres que te traiga?
―Tráeme
a Samuel —contestó Saúl.
12
Cuando la mujer vio a Samuel, le gritó a Saúl:
―¡Me
has engañado! ¡Tú eres Saúl!
13
―No tengas miedo —le dijo el rey—. ¿Qué es lo que ves?
―Veo
una forma nebulosa que sube de la tierra —dijo ella.
14
―¿A qué se parece?
―Es
un anciano envuelto en una túnica.
Saúl
comprendió que era Samuel y se inclinó delante de él.
15
―¿Por qué me has molestado haciéndome volver? —preguntó Samuel a Saúl.
Estoy
muy angustiado —contestó Saúl—. Los filisteos están en guerra con nosotros y
Dios me ha abandonado; no quiere responderme ni por profetas ni por sueños. Te
he llamado para preguntarte qué debo hacer.
16
Pero Samuel respondió:
―¿Por
qué me preguntas a mí si el Señor te ha dejado y se ha convertido en tu enemigo?
17 Él ha hecho simplemente lo que por boca mía había predicho y te ha quitado
el reino y lo ha dado a tu rival David. 18 Te trata así porque no has obedecido
sus instrucciones cuando él estaba tan enojado con Amalec. 19 Todo el ejército
de Israel será derrotado y destruido por los filisteos mañana, y tú y tus hijos
estarán conmigo.
20
Saúl cayó cuan largo era, paralizado por el temor al escuchar las palabras de
Samuel. Además, estaba fatigado, pues no había comido en todo el día.
21
Cuando la mujer lo vio tan confundido le dijo:
―Señor,
yo obedecí tu orden con riesgo de mi vida. 22 Ahora haz lo que yo diga, y
déjame que te dé algo de comer para que puedas recuperar las fuerzas y
regresar.
23
Pero él se negó. Los hombres que estaban con él unieron sus súplicas a las de
la mujer, hasta que él finalmente cedió y se levantó y se sentó en un diván. 24
La mujer había estado engordando un ternero de modo que salió, lo mató, amasó
harina y preparó panes sin levadura. 25 Luego, trajo la comida al rey y a sus
hombres, y ellos comieron. Y por la noche se fueron.
Footnotes:
28.6 Aparentemente una forma de suerte
sagrada para conocer la voluntad de Dios mediante respuestas simples de «sí» o
«no».
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Juan 11:1-54 Nueva Biblia Viva (NBV)
Muerte
de Lázaro
11
Un hombre llamado Lázaro, estaba enfermo. Era del pueblo de Betania, como
también sus hermanas María y Marta. 2 María fue la que derramó perfume sobre
los pies del Señor y luego los secó con sus cabellos. 3 Las dos hermanas le
enviaron este mensaje a Jesús: «Señor, tu amigo querido está enfermo».
4
Jesús oyó esto y dijo:
―Esta
enfermedad no terminará en muerte, sino que servirá para darle la gloria a
Dios, y para que también le den la gloria al Hijo de Dios.
5
Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro. 6 A pesar de eso, cuando recibió
la noticia de que Lázaro estaba enfermo, se quedó dos días más donde estaba. 7
Después dijo a sus discípulos:
―Regresemos
a Judea.
8
Ellos le respondieron:
―Maestro,
hace poco los judíos trataron de apedrearte, ¿y quieres volver allá?
9
Jesús les contestó:
―¿No
es verdad que el día tiene doce horas? El que anda de día no tropieza porque
tiene la luz de este mundo. 10 Pero el que anda de noche sí tropieza, porque le
falta la luz.
11
Después dijo:
―Nuestro
amigo Lázaro duerme, pero voy a despertarlo.
12
Sus discípulos respondieron:
―Señor,
si está dormido, es que va a sanarse.
13
Aunque Jesús se refería a la muerte de Lázaro, sus discípulos pensaron que
hablaba del sueño natural. 14 Por eso Jesús les dijo claramente:
―Lázaro
ha muerto, 15 y me alegro de no haber estado allí, para que por medio de esto
ustedes crean. Vamos a verlo.
16
Entonces Tomás, al que llamaban el Gemelo, dijo a los otros discípulos:
―Vamos
también nosotros, para morir con él.
Jesús
consuela a las hermanas de Lázaro
17
Cuando Jesús llegó a Betania, se enteró de que Lázaro ya llevaba cuatro días en
el sepulcro.
18
Betania estaba cerca de Jerusalén, a sólo tres kilómetros. 19 Por eso muchos
judíos habían ido a casa de Marta y María, para consolarlas por la muerte de su
hermano.
20
Cuando Marta supo que Jesús llegaba, le salió al encuentro. Pero María se quedó
en la casa.
21
Marta le dijo a Jesús:
―Señor,
si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto. 22 Pero a pesar de eso,
yo sé que Dios te dará todo lo que le pidas.
23
Jesús le dijo:
―Tu
hermano volverá a vivir.
24
Marta respondió:
―Yo
sé que volverá a vivir, en la resurrección, cuando llegue el día final.
25
Jesús le dijo:
―Yo
soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; 26 y
todo el que cree en mí nunca morirá. ¿Crees esto?
27
Ella le respondió:
―Sí,
Señor. Yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que debía venir al
mundo.
28
Después de decir esto, Marta regresó a la casa y llamó a su hermana María. Le
dijo en secreto:
―El
Maestro está aquí y te llama.
29
Sin perder tiempo, María se levantó y fue a verlo. 30 Jesús todavía estaba
fuera del pueblo, en el lugar donde Marta se había encontrado con él. 31 Los
judíos que estaban en la casa consolando a María, al ver que se levantaba y
salía de prisa, la siguieron. Ellos pensaban que iba al sepulcro a llorar.
32
Cuando María llegó a donde estaba Jesús y lo vio, se arrojó a sus pies y le
dijo:
―Señor,
si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto.
33
Jesús, al ver llorar a María y a los judíos que la acompañaban, se conmovió mucho
y se turbó.
34
Él les preguntó:
―¿Dónde
lo sepultaron?
Ellos
le respondieron:
―Ven
a verlo, Señor.
35
Jesús lloró.
36
Los judíos dijeron:
―¡Miren
cuánto lo quería!
37
Pero otros decían:
―Este,
que le dio la vista al ciego, ¿no podía haber evitado que Lázaro muriera?
Jesús
resucita a Lázaro
38
Jesús, conmovido una vez más, se acercó al sepulcro. Era una cueva que tenía
tapada la entrada con una piedra.
39
Jesús ordenó:
―Quiten
la piedra.
Marta,
la hermana del muerto, respondió:
―Señor,
ya debe oler mal, pues hace cuatro días que murió.
40
Jesús le respondió:
―¿No
te dije que si crees verás la gloria de Dios?
41
Entonces quitaron la piedra. Jesús miró al cielo y dijo:
―Padre,
te doy gracias porque me has escuchado. 42 Yo sé que siempre me escuchas, pero
lo dije para que la gente que está aquí crea que tú me enviaste.
43
Después de decir esto, gritó con todas sus fuerzas:
―¡Lázaro,
sal de ahí!
44
Y el que había estado muerto salió, con las manos y los pies vendados, y el
rostro cubierto con un lienzo.
Jesús
les dijo:
―Quítenle
las vendas y déjenlo ir.
La
conspiración para matar a Jesús
45
Muchos de los judíos que estaban visitando a María y vieron lo que Jesús hizo,
creyeron en él. 46 Pero otros fueron a ver a los fariseos y les contaron lo que
había hecho Jesús. 47 Entonces, los jefes de los sacerdotes y los fariseos
reunieron al Consejo.
Y
dijeron:
―¿Qué
vamos a hacer? Este hombre está haciendo muchas señales milagrosas. 48 Si lo
dejamos, todos van a creer en él, y los romanos vendrán y destruirán nuestro
lugar sagrado y hasta nuestra nación.
49
Uno de ellos, llamado Caifás, que ese año era el sumo sacerdote, les dijo:
―¡Ustedes
de verdad que no saben nada! 50 No entienden que es mejor que un solo hombre
muera por el pueblo, y no que la nación entera sea destruida.
51
Pero él no dijo esto por su propia cuenta, sino que, como era el sumo sacerdote
ese año, profetizó que Jesús moriría por la nación judía. 52 Y moriría no sólo
por esa nación, sino también para reunir a todos los hijos de Dios que estaban
dispersos.
53
Así que desde ese día tomaron la decisión de matarlo. 54 Por eso Jesús ya no
andaba públicamente entre los judíos. Se fue a un pueblo llamado Efraín que
estaba cerca del desierto, y allí se quedó con sus discípulos.
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Salmos 117 Nueva Biblia Viva (NBV)
117
Alaben al Señor, naciones todas. Alábenlo todos los pueblos de la tierra. 2
Porque grande es su amor por nosotros; la fidelidad del Señor es para siempre.
¡Aleluya! ¡Alabado sea el Señor!
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Proverbios 15:22-23 Nueva Biblia Viva
(NBV)
22
La falta de consejo frustra los planes; la abundancia de consejo los prospera.
23
Qué grato es dar la respuesta adecuada, y todavía más grato cuando es oportuna.
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