Tuesday, May 19, 2020

DAB Español, Miércoles 20 de Mayo

Día 141, DAB Español, Miércoles 20 de Mayo

1 Samuel 26:1-28:25; Juan 11:1-54; Salmos 117; Proverbios 15:22-23 (Nueva Biblia Viva (NBV))







1 Samuel 26-28 Nueva Biblia Viva (NBV)

David le perdona la vida a Saúl

26 Los hombres de Zif volvieron ante Saúl en Guibeá y le informaron que David estaba escondido en la colina de Jaquilá al este del desierto. 2 Saúl tomó tres mil de sus mejores hombres y fue en su persecución, 3 y acampó junto al camino que bordea el desierto donde David estaba escondido. 4 Pero David supo de la llegada de Saúl y envió hombres a observar sus movimientos.

5-7 Una noche, David fue silenciosamente hasta el campamento de Saúl. El rey Saúl y el general Abner dormían rodeados por los soldados.

―¿Algún voluntario quiere ir conmigo? —preguntó David a Ajimélec, el hitita, y a Abisay, hermano de Joab e hijo de Sarvia.

―Yo iré contigo —respondió Abisay.

David y Abisay, pues, fueron al campamento de Saúl y lo encontraron dormido, con la lanza clavada en el suelo, junto a su cabeza.

8 ―Dios ha vuelto a poner a tu enemigo en tus manos —susurró Abisay—. Déjame que lo atraviese con su lanza. Lo clavaré en tierra con ella y no necesitaré darle un segundo golpe.

9 ―No —dijo David—, porque nadie puede quedar impune si ataca al ungido del Señor. 10 Dios le dará muerte algún día, o morirá en una batalla o de vejez. 11 Pero Dios me libre de matar al hombre que él ha escogido como rey. Pero mira, llevémonos su lanza y su cántaro.

12 David tomó la lanza y el cántaro de agua, y salió sin que nadie los viera, porque el Señor los había hecho dormirse profundamente. 13 Pasaron al lado opuesto. Cuando estuvieron en la cima de la montaña, a una distancia prudente, 14 David gritó a Abner y a Saúl:

―¡Despierta, Abner!

―¿Quién es? —preguntó Abner—. ¿Quién se atreve a gritarle al rey?

15 ―¡Vaya, vaya, Abner! ¡Eres un gran hombre! —bromeó David—. ¿Dónde en Israel podrá encontrarse a uno tan bueno como tú? Ah, pero no has cuidado bien a tu amo el rey. ¡Alguien se acercó a matarlo! 16 Eso no es bueno, Abner. Juro por el Señor que debieras morir por tu falta de cuidado. A ver, ¿dónde está la lanza del rey y el cántaro de agua que estaba junto a su cabeza? Búscalos.

17 Saúl reconoció la voz de David y dijo:

―¿Eres tú, hijo mío, David?

Y David respondió:

―Sí, señor, soy yo. 18 ¿Por qué me persigues? ¿Qué he hecho? ¿Cuál es mi delito? 19 Si es el Señor el que te ha incitado en mi contra, que acepte mi ofrenda de paz. Pero si son hombres los que lo han hecho, que el Señor los maldiga, porque se me ha sacado de mi hogar para que, en vez de estar con el pueblo del Señor, me encuentre lejos donde adoran a dioses paganos. 20 ¿Debo morir en tierra ajena, lejos de la presencia del Señor? ¿Por qué el rey de Israel sale en busca de mi vida como quien persigue una perdiz en los montes?

21 ―He hecho mal —exclamó Saúl—. Regresa, hijo mío, y no trataré más de dañarte. Tú me has perdonado la vida hoy. He sido un necio y he actuado mal, muy mal.

22 ―Aquí está tu lanza, señor —contestó David—. Que venga uno de tus hombres a buscarla. 23 Que el Señor dé a cada uno su recompensa por hacer el bien y por ser leal, pues yo me negué a matarte aun cuando el Señor te entregó en mis manos. 24 Ahora, que el Señor salve mi vida, así como yo he salvado la tuya hoy. Que él me salve de toda aflicción.

25 Y Saúl le dijo a David:

―Que Dios te bendiga, hijo mío, David. Harás proezas grandes, y serás un gran vencedor.

Entonces David se marchó y Saúl regresó a su casa.
David entre los filisteos

27 Pero David se dijo: «Algún día Saúl me va a encontrar y me dará muerte, por lo tanto me iré a territorio de los filisteos hasta que Saúl deje de buscarme. Sólo así volveré a tener seguridad».

2-3 Tomó sus seiscientos hombres con sus familias y se fueron a vivir a Gat, bajo la protección del rey Aquis. Llevó consigo a sus dos esposas, a Ajinoán de Jezrel y a Abigail del Carmelo, la viuda de Nabal. 4 Pronto supo Saúl que David había huido a Gat, y dejó de perseguirlo.

5 Un día David le dijo a Aquis: «Señor mío, si te parece bien, concédeme un lugar en uno de los pueblos del campo. Preferiría vivir allí a vivir en la ciudad real».

6 Aquis le dio Siclag, que todavía pertenece a los reyes de Judá en estos días, 7 y ellos vivieron allí entre los filisteos durante un año y cuatro meses. 8 David y sus hombres se dedicaron a hacer incursiones contra los guesureos, los guirzitas y los amalecitas que desde tiempos remotos habitaban el territorio que va desde Telán, en dirección de Sur, hasta Egipto. 9 No dejaban persona con vida en los pueblos que atacaban, y se llevaban ovejas, bueyes, burros, camellos y ropa al regresar a sus hogares.

10 ―¿A quiénes atacaron hoy? —preguntaba Aquis. Y David respondía:

―Atacamos el sur de Judá y el sur de Jeramel y el sur de los ceneos.

11 Como a nadie dejaban vivo, nadie podía ir a Gat y decir a dónde habían ido realmente. Esto ocurrió una y otra vez mientras David vivió entre los filisteos. 12 Aquis creía lo que David le decía, y pensaba que el pueblo de Israel debía odiarlo bastante ya. «Ahora tendrá que quedarse aquí y servirme para siempre», pensaba el rey.
Saúl y la adivina de Endor

28 En aquellos días los filisteos reunieron sus ejércitos para guerrear contra Israel.

―Tú y tus hombres tienen que ayudarnos en la guerra —dijo a David el rey Aquis.

2 ―Muy bien —dijo David—. Ya verás de cuánta ayuda podemos serte.

―Si lo haces, serás mi guardaespaldas durante el resto de tu vida —le dijo Aquis.

3 Por ese entonces Samuel ya había muerto y todo Israel lo había llorado. Lo sepultaron en Ramá, su ciudad. El rey Saúl había expulsado a todos los invocadores de los muertos y adivinos de la tierra de Israel.

4 Los filisteos establecieron su campamento en Sunén, y Saúl y los ejércitos de Israel estaban en Guilboa. 5 Cuando Saúl vio el campamento de los filisteos, se llenó de pánico 6 y consultó al Señor sobre lo que debía hacer. Pero el Señor no le contestó ni por sueños, ni por urim,[a] ni por profetas. 7 Saúl entonces dio órdenes a sus ayudantes de que tratasen de encontrar un médium para preguntarle lo que debía hacer. Y le dijeron que había una en Endor. 8 Saúl se disfrazó usando vestiduras ordinarias en vez de sus túnicas reales, y se presentó ante la mujer de noche, acompañado por dos hombres.

―Quiero hablar con un hombre muerto —le rogó—. ¿Podrás hacer venir su espíritu?

9 ―¿Qué? ¿Quieres que me maten? —le dijo la mujer—. Tú sabes que Saúl ha hecho ejecutar a todos los invocadores de los muertos y adivinos. Tú debes ser un espía.

10 Pero Saúl le juró solemnemente que no. 11 Por fin la mujer dijo:

―Bien, ¿a quién quieres que te traiga?

―Tráeme a Samuel —contestó Saúl.

12 Cuando la mujer vio a Samuel, le gritó a Saúl:

―¡Me has engañado! ¡Tú eres Saúl!

13 ―No tengas miedo —le dijo el rey—. ¿Qué es lo que ves?

―Veo una forma nebulosa que sube de la tierra —dijo ella.

14 ―¿A qué se parece?

―Es un anciano envuelto en una túnica.

Saúl comprendió que era Samuel y se inclinó delante de él.

15 ―¿Por qué me has molestado haciéndome volver? —preguntó Samuel a Saúl.

Estoy muy angustiado —contestó Saúl—. Los filisteos están en guerra con nosotros y Dios me ha abandonado; no quiere responderme ni por profetas ni por sueños. Te he llamado para preguntarte qué debo hacer.

16 Pero Samuel respondió:

―¿Por qué me preguntas a mí si el Señor te ha dejado y se ha convertido en tu enemigo? 17 Él ha hecho simplemente lo que por boca mía había predicho y te ha quitado el reino y lo ha dado a tu rival David. 18 Te trata así porque no has obedecido sus instrucciones cuando él estaba tan enojado con Amalec. 19 Todo el ejército de Israel será derrotado y destruido por los filisteos mañana, y tú y tus hijos estarán conmigo.

20 Saúl cayó cuan largo era, paralizado por el temor al escuchar las palabras de Samuel. Además, estaba fatigado, pues no había comido en todo el día.

21 Cuando la mujer lo vio tan confundido le dijo:

―Señor, yo obedecí tu orden con riesgo de mi vida. 22 Ahora haz lo que yo diga, y déjame que te dé algo de comer para que puedas recuperar las fuerzas y regresar.

23 Pero él se negó. Los hombres que estaban con él unieron sus súplicas a las de la mujer, hasta que él finalmente cedió y se levantó y se sentó en un diván. 24 La mujer había estado engordando un ternero de modo que salió, lo mató, amasó harina y preparó panes sin levadura. 25 Luego, trajo la comida al rey y a sus hombres, y ellos comieron. Y por la noche se fueron.
Footnotes:

    28.6 Aparentemente una forma de suerte sagrada para conocer la voluntad de Dios mediante respuestas simples de «sí» o «no».

Nueva Biblia Viva (NBV)
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Juan 11:1-54 Nueva Biblia Viva (NBV)

Muerte de Lázaro

11 Un hombre llamado Lázaro, estaba enfermo. Era del pueblo de Betania, como también sus hermanas María y Marta. 2 María fue la que derramó perfume sobre los pies del Señor y luego los secó con sus cabellos. 3 Las dos hermanas le enviaron este mensaje a Jesús: «Señor, tu amigo querido está enfermo».

4 Jesús oyó esto y dijo:

―Esta enfermedad no terminará en muerte, sino que servirá para darle la gloria a Dios, y para que también le den la gloria al Hijo de Dios.

5 Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro. 6 A pesar de eso, cuando recibió la noticia de que Lázaro estaba enfermo, se quedó dos días más donde estaba. 7 Después dijo a sus discípulos:

―Regresemos a Judea.

8 Ellos le respondieron:

―Maestro, hace poco los judíos trataron de apedrearte, ¿y quieres volver allá?

9 Jesús les contestó:

―¿No es verdad que el día tiene doce horas? El que anda de día no tropieza porque tiene la luz de este mundo. 10 Pero el que anda de noche sí tropieza, porque le falta la luz.

11 Después dijo:

―Nuestro amigo Lázaro duerme, pero voy a despertarlo.

12 Sus discípulos respondieron:

―Señor, si está dormido, es que va a sanarse.

13 Aunque Jesús se refería a la muerte de Lázaro, sus discípulos pensaron que hablaba del sueño natural. 14 Por eso Jesús les dijo claramente:

―Lázaro ha muerto, 15 y me alegro de no haber estado allí, para que por medio de esto ustedes crean. Vamos a verlo.

16 Entonces Tomás, al que llamaban el Gemelo, dijo a los otros discípulos:

―Vamos también nosotros, para morir con él.
Jesús consuela a las hermanas de Lázaro

17 Cuando Jesús llegó a Betania, se enteró de que Lázaro ya llevaba cuatro días en el sepulcro.

18 Betania estaba cerca de Jerusalén, a sólo tres kilómetros. 19 Por eso muchos judíos habían ido a casa de Marta y María, para consolarlas por la muerte de su hermano.

20 Cuando Marta supo que Jesús llegaba, le salió al encuentro. Pero María se quedó en la casa.

21 Marta le dijo a Jesús:

―Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto. 22 Pero a pesar de eso, yo sé que Dios te dará todo lo que le pidas.

23 Jesús le dijo:

―Tu hermano volverá a vivir.

24 Marta respondió:

―Yo sé que volverá a vivir, en la resurrección, cuando llegue el día final.

25 Jesús le dijo:

―Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; 26 y todo el que cree en mí nunca morirá. ¿Crees esto?

27 Ella le respondió:

―Sí, Señor. Yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que debía venir al mundo.

28 Después de decir esto, Marta regresó a la casa y llamó a su hermana María. Le dijo en secreto:

―El Maestro está aquí y te llama.

29 Sin perder tiempo, María se levantó y fue a verlo. 30 Jesús todavía estaba fuera del pueblo, en el lugar donde Marta se había encontrado con él. 31 Los judíos que estaban en la casa consolando a María, al ver que se levantaba y salía de prisa, la siguieron. Ellos pensaban que iba al sepulcro a llorar.

32 Cuando María llegó a donde estaba Jesús y lo vio, se arrojó a sus pies y le dijo:

―Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto.

33 Jesús, al ver llorar a María y a los judíos que la acompañaban, se conmovió mucho y se turbó.

34 Él les preguntó:

―¿Dónde lo sepultaron?

Ellos le respondieron:

―Ven a verlo, Señor.

35 Jesús lloró.

36 Los judíos dijeron:

―¡Miren cuánto lo quería!

37 Pero otros decían:

―Este, que le dio la vista al ciego, ¿no podía haber evitado que Lázaro muriera?
Jesús resucita a Lázaro

38 Jesús, conmovido una vez más, se acercó al sepulcro. Era una cueva que tenía tapada la entrada con una piedra.

39 Jesús ordenó:

―Quiten la piedra.

Marta, la hermana del muerto, respondió:

―Señor, ya debe oler mal, pues hace cuatro días que murió.

40 Jesús le respondió:

―¿No te dije que si crees verás la gloria de Dios?

41 Entonces quitaron la piedra. Jesús miró al cielo y dijo:

―Padre, te doy gracias porque me has escuchado. 42 Yo sé que siempre me escuchas, pero lo dije para que la gente que está aquí crea que tú me enviaste.

43 Después de decir esto, gritó con todas sus fuerzas:

―¡Lázaro, sal de ahí!

44 Y el que había estado muerto salió, con las manos y los pies vendados, y el rostro cubierto con un lienzo.

Jesús les dijo:

―Quítenle las vendas y déjenlo ir.
La conspiración para matar a Jesús

45 Muchos de los judíos que estaban visitando a María y vieron lo que Jesús hizo, creyeron en él. 46 Pero otros fueron a ver a los fariseos y les contaron lo que había hecho Jesús. 47 Entonces, los jefes de los sacerdotes y los fariseos reunieron al Consejo.

Y dijeron:

―¿Qué vamos a hacer? Este hombre está haciendo muchas señales milagrosas. 48 Si lo dejamos, todos van a creer en él, y los romanos vendrán y destruirán nuestro lugar sagrado y hasta nuestra nación.

49 Uno de ellos, llamado Caifás, que ese año era el sumo sacerdote, les dijo:

―¡Ustedes de verdad que no saben nada! 50 No entienden que es mejor que un solo hombre muera por el pueblo, y no que la nación entera sea destruida.

51 Pero él no dijo esto por su propia cuenta, sino que, como era el sumo sacerdote ese año, profetizó que Jesús moriría por la nación judía. 52 Y moriría no sólo por esa nación, sino también para reunir a todos los hijos de Dios que estaban dispersos.

53 Así que desde ese día tomaron la decisión de matarlo. 54 Por eso Jesús ya no andaba públicamente entre los judíos. Se fue a un pueblo llamado Efraín que estaba cerca del desierto, y allí se quedó con sus discípulos.

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Salmos 117 Nueva Biblia Viva (NBV)

117 Alaben al Señor, naciones todas. Alábenlo todos los pueblos de la tierra. 2 Porque grande es su amor por nosotros; la fidelidad del Señor es para siempre. ¡Aleluya! ¡Alabado sea el Señor!

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Proverbios 15:22-23 Nueva Biblia Viva (NBV)

22 La falta de consejo frustra los planes; la abundancia de consejo los prospera.

23 Qué grato es dar la respuesta adecuada, y todavía más grato cuando es oportuna.

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